Una amistad luminosa. Sobre «Lo mejor es no tener padres» (2018), de Mariela Laudecina

 

Vallejo & Co. presenta un texto leído, originalmente, por su autor en la presentación de la nouvelle Lo mejor es no tener padres (2018), de la poeta y narradora Mariela Laudecina, el 25 de noviembre del presente, en el mítico Bar Varela Varelita, Bs. As.

 

 

Por Augusto Munaro

Crédito de la foto (izq.) Borde Perdido Ed. /

(der.) www.eldesaguaderorevista.blogspot.com

 

 

Una amistad luminosa.

Sobre Lo mejor es no tener padres (2018),

de Mariela Laudecina

 

 

Cuando leí este libro, pensé en tres puntos.

 

1. Su estilo 2. Su argumento, y 3. La tradición desde donde se inscribe.

 

Su estilo: Paulo Leminski, en algún lugar de su admirable obra escribió: “vivir es súper difícil, lo más profundo está siempre en la superficie”. Paradójicamente la primera impresión que se tiene cuando se lee una historia como esta, es el estilo narrativo. Uno, que se revela casi “superficial”, porque desde su primera línea hasta la última, atenta contra la retórica. Una prosa antidiscursiva, más bien simple, pero de una difícil transparencia. Es una prosa transparente en su aridez: nítida. El cuidado lexical que le presta la autora al registro de esta nouvelle, es notable. Nada desentona, no da un paso en falso en toda la historia. Y se presenta, insisto, con esa claridad meridiana, que no es jamás reduccionista. Sino el resultado meticuloso de una escritura súper consciente. Laudecina piensa con las emociones. Esta historia, en cierta medida, es un viaje emocional a la infancia. Y lo hace con el léxico exacto de dos niñas. En su operación escritural nada se explicita; domina la insinuación. Sugiere, no subestima al lector. No lo dice todo para complacerlo en “significación”. La voz narradora avanza a través de las páginas, y con ella, la marea de sugerencias sobre la complicada y enmarañada red familiar en que las protagonistas deben enfrentarse. Es la ternura de la niña que cuenta lo que ve, lo que le pasa a través de las calles, y barrios que atraviesa junto a su amiga, Juli. La inocencia perdida bajo la sombra de lo patriarcal. La ominosa sombra del miedo y el dolor. Esto nos lleva al segundo punto.

 

La poeta y narradora Mariela Laudecina

 

Su argumento: dos niñas de diez años que deciden cruzar varios barrios de Mendoza para encontrar/conocer al padre biológico de una de ellas. Así podríamos sintetizar el aspecto “argumentativo”, pero, desde luego, la narración excede esa famélica línea descriptiva. Hay múltiples niveles de lectura. Por ejemplo el político, se trata, en parte, de una narrativa de sesgo feminista, sí, pero jamás declarativamente feminista; acá no hay rastros de ideología panfletaria, sino literatura. Asimismo utiliza el contexto de los 80, y desde ahí construye el plano descriptivo con absoluta determinación. La cartografía, entonces, implica un pasado ochentoso, y diálogos contextuales de esa realidad.

La amistad puede ser otro de los ejes indiscutibles de la presente obra. El modo en que estas dos amigas combaten la inexperiencia y cierta situación de amenaza y violencia latente, prueba de que la amistad acaso sea, la más perdurable y virtuosa de todas nuestras posibles relaciones afectivas. De este modo, Laudecina, además, postula un credo, la inquebrantable militancia de la amistad.

Otra anécdota interesante es que el libro se lee en sincronía con el tiempo que las dos amigas tardan en cruzar los barrios. Ecos de Saer, pero sin el pesado “virtuosismo” de la “nueva novela francesa”. Lo mejor de no tener padres es liviana, en el mejor sentido de la palabra. Ágil, disruptiva: audaz. Y así ocurre porque a Laudecina le interesa la peripecia, no la parafernalia descriptiva, o el experimentalismo del lenguaje. Lo suyo tiene un lado visual, “aireano”: onírico. Como Copi, construye las escenas de renglón a renglón. Y avanza, sigue, continúa con una velocidad muy personal. La cantidad de hechos que estas dos amiguitas acumulan, supera ampliamente el promedio de cualquier novela de aventuras. Lo que nos lleva al tercer y último punto que deseo comentar.

 

 

La tradición en que se inscribe esta singular nouvelle. Guillermo Piro, cierta vez me dijo que en la literatura no hay nada nuevo bajo el sol; arguyó que, o todo deriva en plagio, o bien, en tradición. Como en toda ironía, algo de verdad hay en su lapidaria afirmación. Ahora bien: ¿Con qué autor podríamos vincular esta nouvelle?, interesante pregunta. Acaso con Ricardo Colautti, ese extraño autor de tres nouvelles perfectas. Como Colautti, Laudecina hace de la estructura de su libro una secuencia perfectamente encadenada de episodios. Su orden de peripecias narradas es estrictamente causal. Así, tiene un ritmo de glissando, deslizándose un episodio hasta deshacer en otro de modo sistemático. Cada cual nos lleva inmediatamente al siguiente, sea una conversación con una loca, o con gitanas, o bien, intentando ingresar a trabajar en un circo… los escenarios se encastran en un abrir y cerrar de ojos.

El tiempo dirá si me equivoco, o no. Pero creo que no leemos sólo para buscar certezas, sino para indagarnos. Este libro vive interrogándose a sí mismo, lo cual es un buen síntoma. Buen síntoma, digo, para el arte de novelar en general, y para nosotros, sus agradecidos lectores. Por lo pronto, vale la pena adentrarnos en esta singular historia de dos amigas que ostentan su dulce infancia, y mientras lo hacen, nos recuerdan la importancia de la amistad, como último bastión de cierta dignidad afectiva que comparten las personas. La amistad, la verdadera amistad.

 

 

 

 

 

*(Mendoza-Argentina, 1974). Poeta y narradora. En la actualidad, reside en Córdoba (Argentina). Es directora de la colección de poesía Mambo Nicanor de la Ed. Buena Vista. A la par dicta talleres de poesía. Ha publicado en poesía Cavidad (2006), Ciruela (2007), El cielo es para los ángeles (2009 y 2014), Tomo las decisiones con los pies (2011), Perfume de jarilla (2013), La culpa es del sueño (2015) y El bosque de las mujeres amadas (2017) y en narrativa la nouvelle Lo mejor es no tener padres (2018).