Una mentira, en verdad

 

En estos días, la editorial Diego Pun saca al mercado una selección de cuentos de Nicolás Melini* bajo el título No es culpa de ellos, ellos no tienen la culpa. El presente texto de 2008 puede considerarse una poética, también de los cuentos pero no solo, como se verá.

 

Por Nicolas Melini

Crédito de la foto (izq.) Ed. Diego Pun /

(der.) www.copelapalma.com

 

 

Una mentira, en verdad

 

 

Nicolás Melini

Sábado, 20 de enero de 2008

 

Cuántas veces unos pocos detectan que ahí está también tu biografía, cuando el resto de los lectores se dejan llevar por lo que cuentas.

 

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Fundamental, la frase que le leí a Cortázar en un cuento: “Y vos que me lees creerás que invento; poco importa, hace mucho que la gente pone en la cuenta de mi imaginación lo que de veras he vivido, y viceversa”.

Hermosa manera de convencernos de la veracidad de lo narrado. Verdad de fabulador.

 

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Tengo para mí que una gran parte de los lectores valoran especialmente que se les mienta, sentirse bien engañados.

Yo en realidad camino en contra. Hacia el no mentirles.

Aún no sé si se defraudan con lo mío.

 

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Es cierto que le presté algunos datos biográficos al futbolista asesino.

Ser tan perverso cómo el personaje. Merecer escribirlo.

 

Un plano de lectura para quienes me conocían. Una verdad solo para ellos.

Una mentira solo para ellos.

 

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A mí la frase de Cortázar me ha sucedido. Lectores de mis libros autobiográficos se refieren al narrador como “el personaje”. “Sí, porque el personaje…” “Sí, porque cuando el personaje…” Y, sin embargo, en mis libros de ficción creen encontrarme: “¡Eres tú, cabrón, ese futbolista asesino eres tú!”

 

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Muchas de las cosas que escribo me suceden. Luego las escribo.

 

El escritor Nicolás Melini

 

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Escribí un poema:

 

DEVOLUCIONES

Fui a comprar arena

para la gata. Estaba esperando

en la cola cuando una señora mayor

se acercó a la cajera. Entró por la puerta

del supermercado y fue indecisa directamente

a hablar con la muchacha. La señora mayor

poco más que dignamente vestida, resistiéndose

a la mendicidad, tal vez. Eso lo supimos

la cajera y yo al mirarla. Había algo en ella, sin

ser demasiado explícito, que te contaba

todas aquellas dificultades. Le dijo

—razonable— que quería devolver

aquel bote de ketchup. No está viejo ni nada,

añadió después, gratuitamente, cuando la muchacha

ya le había dicho que no había ningún problema.

Tenía el bote de ketchup en una mano

y el tique de la compra (un tique

de hacía tiempo) en la otra. Qué quiere,

comprar otra cosa, comprendió la cajera. Claro.

Eso era. Entonces se adentró en el supermercado

y la muchacha se volvió para atenderme.

 

Luego pretendí que esta escena fuera cine, pero entre las muchas señoras a las que probé para el personaje no encontré a la que había entrado aquel día en el supermercado.

La escena la corté. El protagonista solo compra arena para la gata.

Pero un primo mío me dijo: Vaya, que alter ego más guapo te has buscado.

 

Domingo, 21 de enero de 2008

Cada vez más trabajo en pos de la verdad. Pero sé que esta verdad que busco es solo una sensación. Sensación de verdad; una mentira.

 

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Y es que, al contrario que Ratzinger, yo soy un relativista.

 

Un hombre que mira desde todos lados, y no está en ninguno.

 

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No hay nada más falaz que la retórica. Pero no se me escapa que la ausencia de figuras retóricas es una mentira en sí.

 

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Otra frase fundamental y que me acompaña: Disponer nuestra vida de manera que quien mejor nos conozca solo nos desconozca de más cerca que los demás.

Creo que es de Pessoa. Aunque nunca he conseguido corroborarlo.

 

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Estructurar el pensamiento. Incursión en la mentira.

Y, sin embargo, este diario no dejará de conformar una estructura.

 

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Tengo amigos escritores que consiguen transmitir una profunda sensación de verdad por medio del artificio de la retórica y la construcción. ¡Y me gusta!

 

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Contra quienes dicen todo el tiempo que la realidad no se produce nunca estructurada como un relato, sostengo lo contrario. Encuentro Orfeos en quienes anhelan el amor perdido o no hallado varados en su cotidianidad, sobre todo si son poetas, músicos, o atesoran alguna cualidad artística; atisbo argonáuticos Jasones en esos héroes débiles que son los políticos, aquéllos que aspiran a una presidencia o la han obtenido aclamados por las masas, asistidos por la Medea de turno, otro político sin actitud de héroe que le allana el terreno arrojando cadáveres descuartizados en todas las direcciones –de tal modo que el primero pueda sonreír y conservar un aura afable y encantadora;

alguna vez viví unas noches de verano en grupo, o busqué mi lugar en el mundo, o regresé como hijo pródigo, o enfrenté un amor contrariado por otros, padres, hermanos, la sociedad toda; incluso llevo un tiempo encarnando de vez en cuando el encontronazo de dos mundos.

Y qué me dicen de George Bush y “la venganza”.

 

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EL ARQUETIPO: “Un hombre regresa de una larga ausencia, entra confiadamente en su casa y es asesinado a traición. Años después, en una madrugada silenciosa, un forastero llega a la ciudad del crimen. Ante la tumba del hombre muerto manifiesta ser su hijo y proclama su intención de vengarse. El recién llegado mata a los asesinos de su padre y escapa de la ciudad para iniciar una vida de vagabundo. Tiempo después, cansado de su solitario deambular, se entrega a la justicia de una población lejana. Un tribunal delibera sobre su crimen de venganza. El veredicto final es el perdón.”

Siempre que llego a este punto me escandalizo: ¡Cómo que el perdón! ¡Pero si ha matado a varias personas!

Pero esta es una historia que resulta propicia en escenarios pre democráticos. Solo allí –en un tiempo y en un lugar— donde las leyes no acaban de estar del todo claras.

Los Estados Unidos son una democracia, España es una democracia, el Reino Unido es una democracia… Pero El mundo NO ES UNA DEMOCRACIA.

 

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Domingo 27 de enero

Retorcer la realidad. Cómic, dibujo animado, surrealismo. En el futbolista asesino me sirvió para recoger “los sonidos de nuestro tiempo”.

 

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¿Y Carver? Tremenda sensación de verdad, ¿no?

Cada vez más presente el trabajo de su editor.

 

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Miro alrededor y escribo. Sin plantearme si fabulo.

La incertidumbre, la sola incertidumbre, sobre lo que es verdad en la realidad que nos circunda: suficiente engaño.

Y escribiendo lo cierto con todos sus puntos sobre las íes, fabular de aquí a Lima.

 

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Mis libros comienzan a conformar un puzle. Como las películas de Krzysztof Kieslowski o algunas narraciones de Paul Auster entre sí.

Un puzle una mentira en verdad.

 

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¿Y el humor? ¿Es mentira o es verdad?

 

 

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Siempre me lo pregunto cuando me dispongo a escribir: es verdad, es mentira, y en qué grado.

Qué combinación de ambos.

De dónde la mentira y en dónde la verdad para que todo se revele ante el lector como cierto.

 

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Me ayuda a saber dónde poner énfasis; a llevar un exhaustivo control sobre los distintos planos de lectura; a situar con precisión las claves de mi lectura secreta, la lectura íntima que le escamoteo al lector, eso que escribo solo para mí y que sin embargo dota al texto de misterio.

 

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Y es que reitero que yo, al contrario que Ratzinger, SOY UN RELATIVISTA.

 

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En Casablanca, presentando un libro en el que me habían traducido algunos cuentos y poemas al árabe. El traductor, llegado el momento de mi intervención, me pasa uno de los poemas traducidos.

 

VIAJAMOS LEJOS

Los cuatro nos fuimos de road movie

por el norte. Kilómetros de carretera juntos

los cuatro hermanos en un coche de alquiler. Ciudades

y pensiones y paisajes sin hablar prácticamente

de todo lo que ya sabemos de sobra. Para qué.

Mi hermana como la dejaron. Mi hermano

como se quedó. Pero estábamos juntos y éramos

fuertes. Jorge conducía. Yo hacía algunas fotos.

Cada uno tenía su papel en todo esto.

Galicia, Portugal, Nosotros. Hasta aquí hemos llegado

y sin embargo seguimos adelante.

La carretera infinita, el mar interminable, el cielo.

Podemos llegar más lejos todavía. Haremos

noche en otro sitio. Ya nunca tendremos

que volver sobre nuestros pasos.

 

Yo ni siquiera sabía que aquel poema estaba allí. Pero no importa. Comienzo a leerlo. De pronto me asalta todo lo que en el poema hay de verdad, de biografía, todo lo que significan esos pocos versos para mi propia historia, y se me llena el pecho de congoja.

 

Domingo, 3 de enero

El humor es como un manto que disponemos por encima de las cosas reales. Un postizo.

Y sin embargo a veces alcanzamos, a través de él, un resquicio de verdad insoslayable.

 

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Escribir desde lo que conozco bien. Sobre seguro, fabular.

 

La elección de la forma de esta conferencia. Para mentir mejor.

 

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Entretejo un sistema de vasos comunicantes entre mis libros de distintos géneros, el poquito cine que he realizado (mis cortos) y el que quiero realizar, y, por último, la realidad, mi propia vida.

 

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En mi segunda novela, La sangre, la luz, el violoncelo, el personaje mira hacia las últimas plantas de un hospital, donde se encuentra la vidriera de la capilla, lo mismo que en el poema titulado Poema, de Cuadros de Hopper, mira quien habla –y soy yo— hacia las vidrieras de la capilla del hospital donde se encuentra mi hermana… ingresada.

Pero el anhelo del protagonista de La sangre…, en la novela, y el mío, en la vida, ¿es el mismo anhelo?

 

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El futbolista asesino, al final, se sube al pino más alto y allí termina. Del mismo modo que una película que proyecto, Un turista sin equipaje, comienza con la aparición de un ahorcado desnudo colgado del pino más alto. Lo único que se sabe de éste es que se trata de un alemán, y que ha llegado ese mismo día desde Frankfurt con la soga por único equipaje.

A ese hombre lo conocí. Era, en efecto, alemán. Vivió en la isla unos años (ya era prácticamente del lugar) y un buen día fue al monte y se colgó de lo más alto del pino más alto. Parecía imposible que hubiese podido subirse solo hasta allí.

 

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Así que dos historias (el final de una y el arranque de otra), y un recuerdo, para constituir la materia de una misma cosa.

¿O es al revés?

 

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Es como el fragmento de Franny y Zoey, la novela de Salinger, en el que se habla de la muerte de Saymour. En el primer cuento de los Nueve Cuentos, del mismo autor, se nos relata el suicidio de este personaje.

Escribí un poema sobre ello:

 

SALINGER

 

The little girl on the plane

                        Who turned her doll’s head around

                        To look at me.

 

Releo Franny y Zooey, el haikú

de Seymour que su hermana encontró

en la habitación de hotel donde se disparó.

La niña pequeña en el avión,

que volvió la cabeza de su muñeca

para que me mirara. Que volvió

la cabeza de su muñeca

para que lo mirara, para que lo mirara.

Siempre incurro en el error

de subrayar las buenas frases

sobre el suicidio. Luego viajo

a esa habitación (el primer cuento

de los Nueve Cuentos de Salinger,

Un día perfecto para el pez plátano)

Recién casado con Muriel,

Seymour en la playa, frente al hotel, jugando

con otra niña —la misma tal vez—

en la arena, charlando

absurdamente, con un lenguaje

y una lógica infantil, brillante, sobre

el presunto pez plátano,

mientras su esposa, al teléfono,

tranquiliza a su propia madre

y le asegura que no corre ningún peligro,

que Seymour está bien,

y aún no ha hecho nada raro.

 

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A veces esos vasos comunicantes relacionan mis libros con los libros de otros autores.

Con la literatura, que es verdad (porque existe) pero es mentira.

 

Sábado, 23 de febrero

Hay algo en la sensación de verdad que consigues producir que depende solo de tu convicción para producirla.

Una capacidad del artista.

 

El escritor Nicolás Melini

 

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No puedo lanzarme a escribir conociendo solo un aspecto de lo que quiero escribir: el personaje, el argumento, la atmósfera, el estilo.

Ahí tiene que encontrarse todo.

Tengo que estar imbuido de todo ello.

 

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A veces se convierte en una simple excusa para no escribir. En otras resulta absolutamente necesario. Puedo pasar un día entero, meses, años, esperando a tener lo.

 

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No soporto mucho la lectura de un tipo de escritor intelectual propenso a “decir cosas” todo el tiempo.

Las emociones me parecen mucho más verdaderas. Sobre todo porque son absolutamente subjetivas.

Las opiniones no me lo parecen en absoluto.

Sobre todo si son subjetivas.

 

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En literatura me resulta imposible la coherencia si no es a través de la contradicción.

Pensamiento tautológico y socarrón.

 

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Goteras era un personaje algo estrafalario de Santa Cruz de La Palma. Vestía camisas con rombos de todos los colores, pantalones de campana… Pasaba borracho con una radio enorme vociferando desde su hombro.

Supongo que era como uno de esos gitanos de Emir Kusturica.

Un día coincidí con él en la acera justo en el instante en el que se tiraba un estruendoso pedo. Una señora se lo recriminó: “¡Guarro!”. Y él, con su áspera voz de tabernario le dijo mientras se alejaba; ni siquiera se detuvo: “Señora, prefiero perder un amigo antes que una tripa.”

 

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Esa sutil gamuza que hay entre la educación y la hipocresía.

En literatura, a veces, lo mismo con “la cultura”, con “la tradición”, incluso con “la vanguardia”: mucha educación.

Algunas cosas también tienen su propio nombre.

 

Leído en el Instituto Cervantes de Lyon, Francia, en el encuentro Manipular y Mentir, en marzo de 2008. Publicado en Le créateur et sa critique. Manipuler, Mentir. Bajo la dirección de Philippe Merlo, actas del coloquio celebrado en Lyon (28 y 29 de marzo de 2008). Publications de l’université de Saint-Etienne, 2009.

 

 

 

 

 

*(Isla de La Palma-España, 1969). Poeta y narrador. Autor de libros breves, tanto de cuento como de novela. Fue programador de La Noche de Los Libros de Madrid y, en la actualidad, colabora en la revista Zenda, en Cuadernos Hispanoamericanos, es director del Festival Hispanoamericano de Escritores y comisario de Benengeli, Semana Internacional de las Letras en español del Instituto Cervantes (España). Ha publicado las novelas cortas El futbolista asesinoLa sangrela luzel violoncelo y El estupor de los atlantes; en cuento Pulsión del amigo y Talón; y en poesía Cuadros de Hopper y Adonde marchaba.