Roger Santiváñez y el recuerdo de una guerra

 

Por Oswaldo Estrada*

Crédito de la foto (izq.) Ed. Random House /

(der.) www.poesiacodice.com

 

 

Roger Santiváñez y el recuerdo de una guerra

 

Roger Santiváñez (Piura, 1956) ha sabido vivir siempre en poesía, como le gusta decir a él en persona, entre amigos, con sus alumnos, o en distintos medios y entrevistas. Desde hace muchos años sus poemas son piezas clave de la literatura peruana y están reunidos en varias recopilaciones, como Dolores Morales de Santiváñez 1975-2005 (2006), Sagrado, Poesía reunida (1979-2016) (2016) y Comunión de los santos 1. Poesía reunida (1979-2018) (2023). Los poemas de Santiváñez calan hondo. Pasan de lo más urbano a la intimidad de los cuerpos. Cruzan de lo carnal a lo sagrado y nos zambullen en un mar de emociones. Hace tres años el poeta piurano publicó un primer volumen biográfico: El sentido de la soledad: Memorias (1961-2001) (2022). Esta vez el segundo volumen nos invita a imaginar cómo se gesta el pensamiento revolucionario entre los jóvenes comprometidos que se unieron a las filas de Sendero Luminoso con la intención de derrocar la desigualdad del poder, el clasismo, el racismo de todo un país. De eso y más trata Camarada bailarina. Memorias de una generación derrotada (2024).

Para los que fuimos niños en los años ochenta el conflicto armado fue quedarnos sin luz, sin agua, vivir a salto de mata, con el temor de que explotara una bomba en cualquier parte. De camino al colegio. En algún cruce peatonal. O en la casa, mientras veíamos la televisión. Sólo después supimos por qué luchaban los senderistas, su ideología de querer cambiar todo un sistema corrupto con un baño de sangre, y cómo el Estado peruano cometió crímenes de lesa humanidad con tal de refrenarlos. Sólo después supimos, gracias al Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, que alrededor de 70,000 personas perdieron la vida durante esos años que no se olvidan. Y que mientras jugábamos en la calle a las chapadas, con nuestras bicicletas y en partidos de pelota en los que unos éramos ‘cachacos’ y otros ‘terroristas’, el Perú vivía una guerra sangrienta.

 

El poeta Roger Santiváñez

 

En sus memorias, en cambio, Santiváñez nos acerca a un grupo de jóvenes universitarios que conversan sobre la injusticia social y la necesidad de conspirar contra un sistema corrupto y opresor. El poeta, ‘Roy’, en compañía de otras figuras del mundo literario, como José Antonio Mazzotti, Rafael Dávila Franco y Dalmacia Ruiz-Rosas, reflexiona sobre lo que fue ser joven en esos años, cerca de personajes como Maritza Garrido Lecca, la bailarina que terminaría escondiendo a Abimael Guzmán y la cúpula senderista en su casa de Surquillo, hasta su arresto en 1992. Moviéndose entre Piura y Lima, en un ambiente donde fluyen los tragos, las drogas, el sexo, la política y la poesía, el narrador cuenta sin remilgos lo que fue vivir sin libertad, con toques de queda y policías corruptos que podían detener en las calles a cualquier joven con pinta de subversivo, a cambio de un poco de plata. Así relata la fuga de los presos senderistas encarcelados en Ayacucho, en 1982, o el ingreso de Sendero Luminoso a universidades nacionales como San Marcos, La Cantuta o San Cristóbal de Huamanga, donde muchos jóvenes asumen “el maoísmo como ideología propia” (45).

Moviéndose no en línea recta sino del presente al pasado, hacia adelante y en reversa, como trabaja la mente al hilvanar recuerdos y vivencias, Roy narra su militancia en el grupo Hora Zero y la fundación del colectivo de poesía Kloaka, junto a otros poetas (Mariela Dreyfus, Mary Soto, Domingo de Ramos, José Antonio Mazzotti), así como su deseo de entrar a Sendero Luminoso por una decepción amorosa y no por convicción política. Llama la atención encontrar en este libro a reconocidas personalidades del ámbito literario peruano en situaciones comprometedoras, demasiado íntimas, y sin embargo comunes entre unos jóvenes que quieren explorarlo todo y en todas las posiciones habidas y por haber, precisamente por la represión en todo el país. Y aún así… lo que más llama la atención, de principio a fin, es el deseo colectivo de querer cambiar el destino de un pueblo sometido a la explotación y la miseria.

 

 

En este medio violento, acompañamos a Roy y a Mazzotti al penal de mujeres en Chorrillos a entrevistar a Sibyla Arredondo, la viuda de Arguedas, acusada de terrorismo. Presenciamos, otra vez, el amotinamiento de los senderistas en las cárceles el 19 de junio de 1986. Escuchamos cantos izquierdistas con ritmos andinos. Y llegamos a Yanahuanca, donde Manuel Scorza desarrollara las cinco novelas del ciclo llamado La guerra silenciosa. Situado en una pampa de banderas rojas estampadas con la hoz y el martillo, Roy recuerda los ideales del Presidente Gonzalo, la cuarta espada del comunismo. Repara, en todo momento, en la profunda división de clase causante de la violencia: en todo lo que tiene la gente acomodada en los barrios residenciales de Lima en comparación con la de los conos y la periferia, donde se respira pobreza y desesperanza. Entre apagones y bombazos, de fiesta en fiesta, tomando unos tragos en el Cordano, o conversando con Vilma Aguilar Fajardo, esposa de Miguel Gutiérrez, recuerda Santiváñez la matanza de Uchuraccay, los fallos del gobierno de Alan García durante los años de la violencia, la hiperinflación, la masacre de presos políticos y hasta la noche que María Pantoja, miembro del Comité Central de Sendero, bajo el nombre de María Luisa García, llega a su casa del Rímac en fiestas patrias de 1989 con unas bombas molotov.

 

El poeta Roger Santiváñez

 

En todas estas páginas, impregnadas de violencia, ‘Roy’ Santiváñez registra también su propio desarrollo como poeta en medio de una guerra. Al leer los poemas que prepara para un poemario suyo, escritos bajo la influencia de la pasta básica de cocaína, indaga en cómo el caos político se cuela en su literatura:

Se daba cuenta Roy que la violencia se hallaba allí, impregnando cada página manuscrita y entrelazando cada palabra que se pegaba una a otra, en un carrusel de asociaciones inesperadas, ofreciendo un dramático testimonio de su experiencia real. La violencia del conflicto armado en su país (177).

 

El libro termina con la explosión de un coche bomba en La Colmena, de la que Roy se salva por un pelo. Mientras lo vemos volar por el impacto y divisamos cientos de cuerpos tirados en la pista, en un verdadero espectáculo de terror, donde se confunden los llantos, los gritos y los rostros de un Perú mutilado, constatamos con alivio que estamos vivos y que hay heridas abiertas que siguen supurando hoy como ayer. Porque hay mucho por hacer en un país de abismales diferencias de clase y violencias irresueltas, como seguimos comprobando en cada cambio de poder, aunque ‘oficialmente’ vivamos en tiempos de paz y reconciliación, alejados para siempre de la guerra. 

 

 

 

 

 

*(Santa Ana, 1976). Narrador, ensayista. Se desempeña como profesor de Literatura latinoamericana en la Universidad de Carolina del Norte (EE.UU.). De origen peruano. Ha publicado en crítica literaria y cultural y en cuentos Luces de emergencia (2019), Las locas ilusiones y otros relatos de migración (2020), Las guerras perdidas (2021) y Dreams in Times of War / Soñar en tiempos de guerra (2025). Y como editor y coautor de Incurables. Relatos de dolencias y males (2020) y de la novela Tus pequeñas huellas (2023).

 

 

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