Por Eva Yárnoz*
Crédito de la foto (izq.) Ed. Dilema /
(der.) Rubén Campos
5 poemas de Camino de sedición (2025),
de Eva Yárnoz
EL COBIJO QUE BUSCAS es exterior, está en lo alto de un lugar de maestros de la oscuridad. Es una montaña azul con manchas negras. El hombre que da la entrada es azul también, y el oscuro lugar en el que te adentras es el miedo de mamá.
La luna es un satélite que regula las mareas y regala sueños. El lugar interior de la luna es el cobijo del soñador.
El satélite de mi madre es un jardín infernal. Regula las mareas de su mente, que sólo ve dolor y tiranía. No sabe que son suyas.
El control de una madre es como el dolor innato de un bebé. Se diría que viene de otras vidas, o que es el dolor de todas. Quizás parieron antes de tiempo un bebé diabólicamente herido. Entonces el trueno no asustaba más que a los culpables. Y el viento sólo azotaba la cara de los malos. Entonces el viento era una cuchilla selectiva. Ahora el viento es sin fin y me toca todo el cuerpo, cuando me porto mal conmigo.
El sabor de la sangre es de ternera tierna y casi sin destetar. La teta de una madre es el rechazo del padre blanco y lívido. El lugar del infierno de un padre es un lecho de flores manchadas de semen. Y el lugar del infierno de un niño es el semen, la sangre, el lecho de flores.
Nada que yo diga ahora va a servir de punto de partida. No busco cobijo en las palabras donde las palabras ya no significan y donde yo ya no tengo nombre.
El círculo es negro y se tiñe de amarillos degradados hasta el blanco, desde el rojo del amanecer.
El cobijo que te das es la sien del zurdo de al lado. El nombre que le pones es de liendres desairadas. El poeta es el loco del zumbido alado y el grito intermitente.

Crédito de la foto: Rubén Campos
PARA MENTIR MEJOR, contrólame. Coge las bridas de cabrón que te traes, el nombre que te dan es piadoso, porque tu nombre está hecho del odio de los cobardes, del miedo de los esclavos depravados y del capo del ministerio. Entremeses y bandejas metálicas para matarnos, con vientos del sur envían música sutil que me quema la piel. El cobijo que busco es de alas de insectos amarillos, con tiempos interconectados bailan una danza de cortejo fúnebre. El hombre del saco es una mujer, lleva lentillas que sangran los ojos. El cobijo es de alguien con almohadones irrelevantes. La novelista de moda come donuts de cartón. Habla de comida y engorda con la conversación interminable. El hombre del saco la odia, la mataría. El hombre del saco es una mujer y la voy a matar. Soy yo.
El hombre del saco viene y me está llamando. Abarco con mi cuerpo la plenitud de su ser degradado. Escoria del vientre entrañable. Convertido al grito no articulado, advierte del peligro.
CUANDO EL VIDRIO verdoso de futuras formaciones catedralicias asoma a un cielo amarillo y lleno de aves negras; cuando ese verde de sabor afrutado del vidrio sueña el cielo azufre del amor asociado; cuando puedes oler densidades y jugar a imaginar el rápido agudo de un pacífico motor.
Cuando un conejo sueña ladera arriba un viento y un hocico, una tierra húmeda de hierbas frescas y la piedra fría, para recogerse junto al hogar.
Cuando una liendre se dora al sol del día, bajo fino pelo y junto a pequeñas multitudes que debe vigilar. No vaya a ser que devoren la totalidad de su cuerpo sobre el campo velludo del mundo.
Cuando imagino dimensiones de civilizaciones ajenas, una tierra que se hunda y se expanda, un lugar donde no haya luz y los olores constituyan la definición misma del mundo.
ESTA MAÑANA HE RECIBIDO una llamada. Era ella, la vieja amiga de mi dolor. La consolación era un lugar para destrozar mieles y las avispas derogaban las leyes antiguas a base de picotazos. Sin duda el lugar del que te hablo es de espinas y rosas desmigajadas, pétalos pisados por la certidumbre del placer y del dolor. El consuelo que buscas es airado, es insuficiente siempre, pues lo buscas en las mieles del vencedor ilustrado, y no en la sosegada mierda sobre la que te asientas. El último intento del que gana es siempre pisar, el primer movimiento es no generar enemistades, ya no.
Obrar convencido de la victoria es un lugar inseguro, ya que el tiempo corre para todos y es eterna la búsqueda. Un domingo de suficiente verdor de campo y mies amarillenta, un viento de hormigas sobre un pavimento impoluto, un soleado intento de sonrisa colina abajo.
La mañana que se aviene es de perlas desairadas, es de abrigo solemne que contiene el último lucero de la noche, con siembras de intentos y de congregaciones en soledad.
QUIERO PENSAR EN LOS PRESENTES múltiples, la vida que es una mente que puede crear tiempo o no. Me gustan los intelectuales que huelen a orín comprensible y encapsulado, el manual del intelectual y la manera de leer. Los libros que hay que leer y cómo suena la voz del considerado inteligente que ha pensado. Me gusta.
Es como una cama redonda con cojines con funda de terciopelo rosa. El escalpelo tatuado de Angélica es para ellos, para su cojín y su vientre.
*(Pamplona-España, 1975). Escritora y artista plástica. Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad Autónoma de Madrid (España), con posgrado en Estudios Ingleses por la University of Portsmouth (Reino Unido) y máster en la Universidad Internacional de la Rioja (España). Recientemente, orienta su actividad profesional hacia la enseñanza media de Lengua Castellana y Literatura. Obtuvo el premio Flor de Jara de Poesía (2016). Como artista plástica, ha realizado en la primavera de 2021 Cardinal. Diseños de un repositorio universal, una muestra expositiva de carácter individual, fruto de la colaboración con el CEPI Centro Arganzuela de la Comunidad de Madrid (España). Ha publicado en poesía Universalia ante rem (2015), Filiación (2017), Cauces del que teje (2019), Cierva como mi muerte. Antología 2014-2021 (2023) y Camino de sedición (2025).