Vallejo and Co. visitó a la escritora peruana Teresa Ruiz Rosas en su casa de Barcelona (España) con la excusa de la publicación de su última novela, Coreografía para trenzas solas (Tusquets, 2025), aquí una entrevista a la reconocida autora.
Por Bruno Pólack
Crédito de la foto (izq.) Ed. Tusquets –
cuadro “Parto” (1955) de Alfredo Ruiz Rosas /
(der.) ©Mercedes Resino
“Son las mujeres las que sostienen
una nación y un pueblo”.
Entrevista a Teresa Ruiz Rosas*
Bruno Pólack [BP]: Teresa, cuándo comienza a germinar este proyecto monumental sobre la mujer peruana?
Teresa Ruiz Rosas [TRR]: Es una historia antigua que empezó cuando conocí al historiador Juan José Vega en Arequipa, en el año 1986, yo dirigía el Instituto Cultural Peruano Alemán y unos estudiantes de Antropología me pidieron el local para hacer un congreso. Juan José Vega era el invitado estrella y pude conversar con él. Me interesó mucho su visión del Perú y de la historia, su interés por los vencidos, y saber que había viajado hasta los pueblos más remotos del país. Yo solo había publicado en el Lima Kurier del Instituto Goethe mi primer cuento, “Dios te salve”, un monólogo de fuerte crítica al racismo, que cuando lo leía ante peruanos se mataban de risa y ante amistades extranjeras les saltaban las lágrimas. Juan José Vega lo conocía y me dijo “Tú tendrías que escribir una novela sobre las rabonas”.
En un viaje a Lima se lo comenté a Estuardo Núñez, que era tío mío lejano, y sopesó “Uy, te vas a meter en camisa de once varas porque no hay prácticamente nada de información sobre las rabonas, mejor escribe ficción pura”. Y era verdad, había poquísima y aún hoy no hay suficiente. Me quedé durante un tiempo pensando en esas dos opiniones importantes para mí. Sabía que escribir sobre las rabonas era un reto mayúsculo que, si me metía de lleno, iba a relegar otros proyectos de escritura más maduros o viables. Y hoy sé que el tío Estuardo había dado en el clavo, siempre me meto en camisa de once varas. Aun así, no me olvidé de las rabonas mientras iba publicando mis relatos y novelas.
En otro viaje a Lima me encontré de nuevo con Juan José Vega, gran lector, además, de libros de viajeros alemanes y europeos del siglo XIX en el Perú. Me mostró su recopilación de peruanismos recogidos por todo el país, nunca he visto un fichero tan rico como el de Vega. Tengo debilidad por el estudio de las lenguas, y Juan José solía enviarme a Arequipa recortes de sus peruanismos comentados que publicaba en diarios. Su archivo es un material valiosísimo que se debería rescatar y publicar para el bien de todos.
[BP]: ¿Y toda esa investigación dónde está?
[TRR]: Lo último que me dijo Oswaldo Reynoso antes de morir es que todo había vuelto a la Universidad de La Cantuta. Porque primero estuvo ahí, Vega fue rector y docente, más adelante lo trasladó a su casa de Miraflores, pero cuando falleció parece que el archivo completo regresó a la universidad. Es un acerbo increíble, él recorría todo el Perú y tomaba nota de cuanto escuchaba. Y fue pionero en llevar el tema de los peruanismos a espacios periodísticos, en los 70 y 80 tenía una columna de Peruanismos en El Comercio y en La Prensa. Allí explicaba el origen histórico de muchos vocablos populares, su relación con el quechua, el aimara, lenguas amazónicas o extranjeras. Luis Jaime Cisneros no apreciaba su trabajo por tener un enfoque más histórico-cultural que estrictamente lingüístico, y eso bloqueó que el lexicógrafo bávaro Günther Hänsch considerara el fichero para elaborar un Diccionario de Peruanismos en la colección del monumental proyecto Nuevos diccionarios de americanismos financiados por la GTZ alemana y que iba publicando el Instituto Caro Cuervo en Colombia.
Yo le llevé a Hänsch a la Universidad de Augsburgo un dossier que preparó Juan José y Luis Jaime Cisneros estaba allí invitado y devaluó la propuesta. Al final no salió ningún diccionario de peruanismos en esa colección, una verdadera lástima.
[BP]: Vega, entonces, fue quien abrió la puerta para este proyecto tuyo…
[TRR]: Seguro; y no solo eso, era muy generoso, me regaló una copia de una parte de su investigación, de unas 40 páginas mecanografiadas de todo lo que había investigado hasta el año 1996, es decir, diez años después de nuestro primer encuentro. Me dijo, “en algún momento voy a publicar mi investigación, pero lee este avance, para que no te olvides de que este es tu cometido”. En el fondo me conminaba a hacerlo y ahora, al recordarlo, siento lo grato que es que alguien tenga esa fe en ti.
[BP]: ¿Hay algún diccionario de arequipeñismos?
[TRR]: Sí, hay un Diccionario de arequipeñismos en tres tomos de Juan Guillermo Carpio Muñoz, también fallecido hace un lustro. Es el único que hay, que yo sepa. No tiene el rigor de un trabajo lexicográfico al uso, pero sí el mérito de haber recogido bastantes vocablos y de ser el primer esfuerzo que se ha hizo, autoeditado, además. Yo lo he consultado mucho y al final de mi libro menciono a Juan Guillermo con gratitud por supuesto.
[BP]: Regresemos a la importancia que se le da, en tu novela, a las rabonas al inicio de la República, pero también desde antes de la independencia peruana…
[TRR]: Sí, era lo que me decía Vega, que son una figura esencial desde las guerras de la Independencia, y que no se les había hecho caso a excepción de Flora Tristán en un párrafo de Peregrinaciones de una paria y algún viajero del siglo XIX. Cumplían funciones esenciales de intendencia como se ve en dos célebres pinturas. Ha sido en los años previos a nuestro bicentenario que salieron algunos trabajos sobre las rabonas (artículos, libros y audiovisuales) y eso volvió a estimular mi proyecto, del cual tenía unas pocas partes escritas. Después de publicar Estación Delirio lo retomé y espero que concite mayor interés por revaluar la función de las rabonas, pues testimonios concretos no hay más.

El Portal de Barranco (Lima, 1989) al publicar su primer libro.
Crédito de las fotos: ©Jaime Rázuri
[BP]: Muchos años, entonces, de investigación y escritura…
[TRR]: De trabajo intenso con pausas de meses los últimos seis años. Porque el germen de Vega estaba en mi cabeza y las ideas y posibles tramas iban madurando, tomaba notas sobre la época, investigando sobre los hechos históricos, esbozando versiones y leyendo mucho, eso también mientras escribía, por ejemplo, tus dos libros pioneros, La ciudad que no existe y Mujeres que forjaron el Perú.
[BP]: Este libro, Teresa, comienza con las rabonas, pero en realidad es un gran homenaje a la mujer del Perú, como columna vertebral de nuestra sociedad…
[TRR]: Por supuesto, son las mujeres las que sostienen una nación y un pueblo. Sobre todo, las que dan cuidado cotidiano y protegen a las sociedades del derrumbe. Y como su vida suele transcurrir en el anonimato, no obtienen ningún reconocimiento. Por eso, no hay nombres de rabonas guardados en documentos. En los cinco volúmenes de su Historia del Perú, Juan Basilio Cortegana incluye listas de todos los miembros de los batallones y una sola vez nombra a una rabona. Ahora está de moda hablar en Europa de “los cuidados”, bueno pues, la mujer ha cuidado toda su vida y por fin se reconoce su entrega, se valora. En ese sentido, es también una propuesta de historia de la mujer peruana.
[BP]: Es un guiño, además, que la novela comience en Arequipa…
[TRR]: Quise situarla en el Colca porque de mis viajes por el departamento Arequipa es la zona que más he visitado y que veía más arcaica. Me llamaba la atención ese contraste de lo que parecía suspendido en el tiempo con el bullicio de la Ciudad Blanca a un par de horas en bus.
Investigando, averigüé que ahí también se había levado a muchas personas para los ejércitos. Yo iba al Colca años antes de que se descubriera y acondicionara como destino turístico, iba a Chivay, a Coporaque, a Cabanaconde y veía la belleza del lugar y la dureza de la vida ahí, los colegios donde no tenían servicios higiénicos y los lugareños de Tapay que vendían cochinilla y se iban a Lima a tirar la casa por la ventana en lugar de construir en su pueblo, y los borrachines. Decidí que de ahí salieran las primeras mujeres de mi novela e iniciaran el tronco familiar hasta llegar a los personajes finales después de atravesar forzosamente la Historia del Perú. Es la primera vez que escribo una novela siguiendo un orden cronológico, con muy pocos saltos temporales.
[BP]: Tu libro es una epopeya de la mujer peruana incluso desde antes de la República…
[TRR]: De la mujer más relegada, ese es el punto. Hay otro aspecto que quisiera resaltar, con el bicentenario se ha hecho mucho hincapié en las heroínas, pero también están las heroínas anónimas que sacrificaron su juventud y más por esas guerras que no las beneficiaban directamente. Además, las obligaban a ir; o iban voluntariamente por no dejar a su pareja, o estaban embarazadas y no querían quedarse solas, por afrontar su destino, pero no buscaban ser heroínas, no querían que las maten ni quedarse viudas, me las imagino antibélicas y con gran sentido común como somos las mujeres para garantizar la subsistencia de la especie. ¿Quién quiere, al final, dejar la vida en el camino para ser héroe o heroína?
Ese sentido, del patriotismo a ultranza me genera interrogantes. Lo respeto mucho y va todo mi reconocimiento a nuestras heroínas, a su inmenso valor en situaciones límite que, en principio, no buscaron y tomaron la decisión de inmolarse por el supuesto bien de su pueblo. Sin embargo, también respeto que una persona defienda su derecho a vivir y rechace las guerras y la resolución de conflictos por la vía de la violencia, es algo que, en teoría, debería ser ajeno a nuestra especie. Soy pacifista de primera hora y muy consciente de que la muerte es lo único irreversible.

Valle di Fassa.
(Canazei di Fassa-Italia, 1977).
Crédito de la foto: ©Friedrich Drisler
[BP]: Teresa, en todas tus novelas las protagonistas, por supuesto, son mujeres, y este libro, no es la excepción…
[TRR]: Son siempre mujeres porque lo que he querido tematizar sobre ellas en mis ficciones no se había hecho antes o no desde esa perspectiva. He ahí mi militancia feminista, está en toda mi escritura. Mis personajes son a menudo mujeres que rechazan las imposiciones de la sociedad que les parecen injustas, son rebeldes a su manera.
En esta novela hay bastantes personajes femeninos que se ganan el respeto a pulso. Lo que no soy es una feminista sectaria ni fanática, en toda mi obra hay una reivindicación de la voz de la mujer desde su sensibilidad y necesidades, y que, si ha sido víctima, no se revictimiza, sino que se hace justicia a su modo y en esa medida triunfa, Laura Zárraga, la embarazada por el falso galán en Detrás de la Calle Toledo, Etelvina Portocarrero, a la que se ha obligado a casarse sin amor en La mujer cambiada, o a prostituirse con engaños como a Diana Postigo en Nada que declarar, o a fungir de loca como algunas pacientes en Estación Delirio y así.
Pero también me ha interesado perfilar personajes masculinos en todas mis novelas. En El copista está Amancio Castro, está Lope Burano, la diferencia es que los he desarrollado en función de los personajes femeninos.
[BP]: En esta novela nos vas contando el devenir de una dinastía a través de la Historia del Perú y que están presentes en momentos históricos y ven figuras importantes para nosotros… Por ejemplo, la muerte de Mariano Melgar…
[TRR]: El entierro simbólico de la sangre de Mariano Melgar en la novela es inventado, el personaje que toca el charango es inventado, pero bien podía haber ocurrido. Mariano Melgar fue un héroe importante al comienzo del proceso de nuestra Independencia. Debo decir que, en este boom de información por el bicentenario, no he sentido que se le haya tomado en cuenta. No he visto gran cosa sobre Melgar, por no decir nada. Incluso en los libros que hacen un recuento ni siquiera aparece una línea sobre él, lo que me ha sorprendido. Por eso, he querido rendir un homenaje al idealismo radical del poeta y su desprendimiento por la vida, y a la vez poner sobre el tapete esa vehemencia juvenil y lo que se sabe sobre él con el filtro de cierto sentido común. Como lo ven los personajes de a pie, de menor condición social que él y que podrían haber sido sus contemporáneos.
La poesía de Melgar ha bebido también del canto de origen quechua y aimara y he querido retratar la alegría y el respeto que le habrá tenido aquella gente por eso, sin salirme demasiado de sus parámetros biográficos. Como era arequipeño, la memoria colectiva sigue reivindicándolo allá, es un héroe muy querido como sabes. Y está presente en la música.
[BP]: ¿Crees que, hasta el día de hoy, es tu novela más ambiciosa?
[TRR]: Es lo que pienso cada vez que termino una novela, una camisa de once varas. Pero sí, es la que más me ha costado por la cantidad de personajes, tuve que hacerme un fichero para no equivocarme y también son muchos hechos históricos que deben encajar con las situaciones ficticias. Entonces sí, es la más ambiciosa, sin duda y he disfrutado a aprendido mucho escribiéndola.
[BP]: En cuanto a personajes, no podría decirse que en esta novela hay un personaje principal, más bien es todo un grupo, una dinastía…
[TRR]: El hilo conductor de la novela es una dinastía femenina muy humilde, pero de mujeres bastante decididas, para contrastar un poco con el estereotipo que las dinastías las determinan hombres poderosos. Lo importante es que la mujer, en tanto madre, da origen a otra mujer que puede ser madre y se sigue aunque vayan cambiando los apellidos. Por eso les doy nombres inventados y en sus lenguas de origen, al igual que a los personajes masculinos ficticios, pues es imposible rastrear los apellidos por el anonimato del que hablamos antes. Y hay hacia el final una dinastía secundaria de la mujer de avanzada para su época, leída, que además impone y trasmite su propio apellido por convicción. Los nombres verdaderos que he rescatado son los de las mujeres de la “caravana de la muerte”. Sara Beatriz Guardia publicó un ensayo y los tomé de allí.
[BP]: Te tomas varias páginas en narrar este suceso tan triste de nuestra historia…
[TRR]: He querido repetir todos sus nombres para que más personas los sepan, que no caigan en el olvido, inventé una historia sobre algunas hermanas de ellas para acercar más su tragedia a los lectores. He tratado de enlazarla con las vidas de algunas de mis protagonistas. Quizá sean de los momentos más emotivos de esta Coreografía para trenzas solas.
[BP]: Una de las mayores apuestas de esta novela es el tono oral que le das a las protagonistas…
[TRR]: No me interesaba, en absoluto, escribir una novela que tuviese un tufo costumbrista. Quería, más bien, recuperar ese lado tan cariñoso que tiene el lenguaje andino, así como cierta poesía muy propia para nombrar y relatar y asociar hechos y situaciones. Como he vivido en Arequipa hasta los 19 años, he escuchado desde niña el castellano andino. Lo primero que notaba al ir a Lima de vacaciones era la ausencia de diminutivos en el español y me parecía seco y distante.
Más adelante me fui enterando de los sustratos quechua y aimara en el habla arequipeña, y he querido cristalizar en mis personajes todo eso que permanecía en mi memoria. En casa, mi padre compraba los libros que salían sobre el quechua aunque no lo hablara, yo me apunté a un curso de quechua en La Universidad de San Agustín pero a los dos meses obtuve la beca a Hungría, lo curioso es que ambas lenguas son aglutinantes, el húngaro y el quechua.
Cuando volví a Arequipa a mediados de los ochenta con Andrés Chirinos Rivera, con quien estuve casada una década y nuestro hijo, él se impresionó con la sección sobre quechua de la biblioteca de mi padre, muchos libros no sabía ni que existían. Andrés se dedicó a aprender quechua como tercera lengua de modo que estuve familiarizada con ese proceso y entendí algunos mecanismos gramaticales del castellano andino. Más tarde, ya separados, Andrés se especializó sistemáticamente, recogió tradición oral y testimonios de atropellos de quechuahablantes monolingües, tradujo la Constitución y publicó también un detallado Atlas lingüístico del Perú, de modo que a través de sus publicaciones seguí estando bastante informada.
En mi niñez, fuera de casa todo este mestizaje lingüístico era muy despreciado, yo iba al Colegio Peruano Alemán e imitar el español hablado por indígenas era motivo de burla, que a mí me parecía lleno de ternura muchas veces e inspirador. El Perú está otra vez tan polarizado y discrimina tanto esta variante del lenguaje, incluso ejerciendo lo que yo llamaría “traición étnica” que he querido homenajearlo lo mejor que he podido.
[BP]: Totalmente, es toda una apuesta…
[TRR]: Que seguramente me cerrará puertas a su divulgación fuera del ámbito peruano y a traducciones de la novela, pero es el lenguaje que le corresponde a esta novela en mi concepto. No hago concesiones porque no escribo para el mercado de consumidores en boga, sino para crear algo del modo que considero más literario y afín al tema, la Literatura no es sino una forma de lenguaje.
[BP]: En un pasaje del libro, un personaje juega ajedrez con San Martín…
[TRR]: Un soldado de Camaná, que ha dado varios ajedrecistas campeones, a pesar de ser un lugar un poco olvidado y desdeñado. Ya el gentilicio es muy feo, camanejo, y en los chistes de tontos, el tonto era siempre el camanejo. Yo he veraneado allí un par de veces y quería desmitificar todo eso con un personaje que tuviera la obsesión del ajedrez y el talento a pesar de ser analfabeto. Porque no importa que lo sea, él aprende muy bien a jugar este juego que le enseña un viajero siciliano y, más adelante, cuando enviuda, el ajedrez se convierte en su razón de ser.

(Barcelona, 2025).
Crédito de las fotos: ©Mercedes Resino
[BP]: Siempre está presente tu padre, el Poeta José Ruiz Rosas, en tu obra, incluso has tomado versos suyos como títulos de capítulos del libro, ¿te consideras una novelista con alma de poeta?
[TRR]: Ya me gustaría, ojalá. Para mí sería el mayor elogio porque la buena poesía es lo sublime en la Literatura. He titulado los capítulos, excepto dos, con versos de mi padre. Cinco de ellos son precisamente de su largo poema Llaqui urpi publicado en 1986, cuyo título que puso en quechua por única vez significa “paloma triste” y es en este caso la paloma de la paz que está herida por tanta violencia en el mundo andino. Y me gustaría que así también se leyera esta novela. De Llaqui urpi tomé “Por todos los atajos del destino”, “Ahí, pies impertérritos”, “Todo ese plúmbeo lastre que en la altura”, “Hacia un punto que el norte no señala” y “Yace como una desprendida mano”.
El verso “los individuos más altos de la especie eran los caminantes” del poema del mismo nombre de 1970, tenía que estar porque Coreografía para trenzas solas es una novela de caminantes. He querido honrarlos. Yo misma me considero caminante y con mi padre he andado mucho, y él probablemente más, nunca tuvo auto.
[BP]: Teresa, a pesar de vivir tantos años fuera, en el centro de tu novelística siempre está y sigue tu padre, así como el Perú y Arequipa…
[TRR]: Sí pues, rara vez he logrado independizarme del Perú y de Arequipa, cuanto más me alejaba, con mayor nitidez los veía. Y mi padre casi siempre surge en algún punto de mi escritura. Me gustaría escribir algún día su biografía. Los recuerdos de la librería Trilce en Arequipa, donde pasé tantos años de mi infancia y adolescencia, también se cuelan a veces en mis textos. Y una serie de personajes de mi familia o amigos.
Recuerdo que mi tía Judith me decía cuando me veía en la librería: “no vas a crecer, hijita, anda a saltar la soga, no leas tanto”. Y ya ves. Paraba mucho tiempo con mi padre ahí y en casa le dictaba trabajos que él hacía a mimeógrafo. De niña, como era remolona para levantarme, solía despertarme leyéndome “A Margarita Debayle”, de Rubén Darío: “Margarita está linda la mar y el viento lleva esencia sutil de azahar, yo siento…” y a mí me encantaba escuchar las diecinueve estrofas hasta el final, entonces me paraba. Mi madre me leía antes de dormir el cuento de Oscar Wilde El gigante egoísta, que me emocionaba cada vez. Con mi padre tenía una relación muy divertida y llena de magia porque personificaba los objetos y era un gran bromista y yo me reía todo el tiempo, había una complicidad que duró toda la vida, y sus últimas palabras en su lecho de muerte fueron “haya paz”, esta novela le habría gustado mucho, estoy segura. Tradujimos a cuatro manos poemas de Rose Ausländer para la editorial Ígitur que existió en Tarragona.
[BP]: De alguna manera tu padre te encaminó a ser escritora…
[TRR]: Me enseñó a leer a los cuatro años y eso fue justo cuando él y mi madre fundaron la librería Trilce, con una bella sección de literatura infantil. Me decía que leyese lo que se me antojase, sin censura. Nunca me impuso nada. Cuando terminé el colegio no sabía bien qué estudiar. Me atraía la Psicología y mi padre me recomendó ir a hablar con un psicólogo para que me orientara. A él le conté que en primero de media también quise estudiar Arquitectura y que mis notas más altas fueron siempre en Matemática. Me hizo una serie de pruebas y concluyó que me veía más en Letras. Por eso, postulé a la Universidad San Agustín de Arequipa. Me llamaron para decirme si no quería estudiar Medicina, porque resultó que había ingresado en el primer puesto de toda la Universidad. Pero me acordé del psicólogo y de que no me gustaba ver sangre y me quedé en Lengua y Literatura. Y aquí estamos…


