Por Miguel Ángel Zapata*
Crédito de la foto (izq.) Ed. APJ – Eduardo Tokeshi –
Jhonny García Flores /
(der.) ©️APJ – Jaime Takuma
Umetsu y el escuchar del silencio
Georg Christoph Lichtenberg (citado por el poeta polaco Adam Zagajewski), el famoso aforista alemán, decía: Bemühe dich, nicht unter deiner Zeit zu seinm que significa: trata de no ser de tu tiempo (literalmente: debajo de tu tiempo), que yo entiendo como: trata de resistir a las modas de tu época, intenta profundizar, descubrir tu propia sustancia, en vez de los vientos del tiempo. Es cierto. La mayoría de los poetas que siguen una moda acaban ridículamente disfrazados y sus palabras terminan sepultadas en la nada. No muchos poetas buscan practicar una dicción elevada, otros auscultan la frondosa y fácil cavidad de lo coloquial o el lenguaje de la calle. Y pareciera que lo hicieran bien. Pienso, sin embargo, que siempre tiene que haber un enigma hasta en la jerga más diáfana y estrafalaria. Los poetas que más se acercan a la sabiduría, crean un equilibrio entre una dicción precisa con lo cotidiano, y el presente de la memoria. La memoria también es presente cuando a través de la palabra se inserta en un evento sucedido en el pasado. Y esta sería la práctica ejecutada con maestría en el libro Umetsu (Lima, 2024) de Juan de la Fuente**.
La memoria ha sido y es una constante en el estudio de la poesía y la prosa de todos los tiempos. Recordamos la recuperación de la memoria en la obra de Marcel Proust, ahí donde el tiempo se hace cognoscible, “a modo de relámpago o de rayo” según comenta Walter Benjamin. En el caso de Umetsu la floración de la memoria del abuelo no es involuntaria. Es una memoria que surge del movimiento hacia lo concreto del imaginario del abuelo: “Solo tu eres el viaje”. Es un acontecer en movimiento, el cual es ondulante y vital.

En la poesía de César Vallejo, por ejemplo, la presencia de la madre es crucial para entender otro enfoque de la memoria: “Así, muerta inmortal. Así”. La madre se torna eterna como la permanencia del poema en el tiempo. Asimismo, en los poemas de José Watanabe aparece su padre Hurami Watanabe: “El perejil anunciaba a mi padre, Don Harumi,/ esperando su sopa frugal”. El perejil es una planta vivaz, que siempre trae buenas nuevas. En el caso de Umetsu el lenguaje, está acorazado por el lirismo. El cuerpo del padre navega ondulando el viento, sobre las olas del mar siente una luz, aquella cálida luz del retorno frustrado. Es el viaje y el viajero que traen en su maleta la memoria de puertos, ciruelos y templos. El libro de Juan de la Fuente nos arrastra sin pretenderlo por calles y rumores, y siempre el mar como el suelo del mañana: “Tú te cuidaste del mañana,/ Pues sabías que no regresarías,/” Si tuviera que pensar en un lugar/ Donde sea posible volver a encontrarnos,/ Piensa en la luna” —-dijiste”.
En este magnífico libro fluyen voces paralelas, sonidos que nos acercan al verdadero poema. El poema adquiere vida propia, respira, siente algo pesado en el pecho, delira ante el mar. A lo largo del libro se van creando fisuras, y alternando el verso con el poema en prosa. La voz del abuelo se siente en el trayecto de los puertos, y los deseos incumplidos.
El libro, igualmente, está acompañado de una magnifica selección de fotografías del abuelo Makizo Umetsu, y debajo de las cuales se acunan versos del poeta:
En secreto, escucho tu silencio.
Ahora, escucha tú mi silencio.
3 poemas de Umetsu (2024),
de Juan de la Fuente
ERES MI PADRE. ¿Eres sólo eso? ¿Eres mi origen?
¿Mi desencuentro? ¿Mi soledad? He recibido pocas
noticias tuyas. He recibido el viento a través de notas
crepusculares, percibidas desde el malecón. He ido a
buscarte al puerto. He ido a buscarme al puerto. No sé
nada de ti. O casi nada. Te hablo y no contestas. Quizá
alguien pueda conversar contigo alguna vez. Sí, lo siento
en la sangre. Miro al cielo. Una semilla recorre la tierra
entera buscando un lugar. En secreto, escucho tu silencio.
Ahora, escucha tú mi silencio.
I
Puerto de Kobe, 8 de junio de 1909
Un muchacho frente al tiempo decide ser el mar y se arrepiente.
/Primer diálogo desde el futuro con Makizo Umetsu/
El mar como un lienzo atrapado entre las dunas
Señala el comienzo del tiempo.
La realidad parece detenerse
En un salto mortal hacia tus ojos,
Que no han mirado nada
Y lo contienen todo, muchacho.
¡Qué rápido crece tu cuerpo bajo las sombras del puerto!
La realidad parece detenerse
Pero sigue su camino hacia las naves.
No sabes si la arena es más poderosa que las aguas
O si los arrecifes vuelan más alto que el sol
Cuando se precipita en el desierto.
Sin moverse.
Tu cuerpo tiembla como un grano de arroz
Atrapado en el viento.
«Aterrado, pero firme,
Sube la cuesta donde comienza el mundo,
Despójate de tu vieja libertad
Y recibe esta libertad nueva.
Las raíces entrarán por las ventanas del barco
Y desde allí se aferrarán a las aguas».

Crédito de la foto: ©️APJ – Jaime Takuma
II
Recuerdo de Tottori
Cuando nos abrazamos, nuestro tío abuelo lloró.
Después, corrió velozmente detrás del tren en el que yo me iba.
Sentí que trataba de alcanzarme.
/Testimonio de mi hermano Víctor cuando
visitó al hermano menor de Makizo Umetsu/
Has llorado en el fondo de la luna,
Donde los hombres ocultaron sus primeros crímenes.
Has llorado en los ojos de tu hermano,
Donde una multitud camina como si fuera imposible regresar al mar.
Has llorado en el Perú
Y querías irte
De tu llanto.
Tus lágrimas golpeaban las calles del centro de Lima
Y las tiendas se abrían antes de que despertara el alma.
De alguna forma la luna lloró también en el desierto
Donde te refugiaste.
Quiero creer que fue así,
Que te llevaron una noche
Sin que tú supieras nada,
Que la abuela te miró paralizada desde los bordes del sueño,
Que tus hijas dormidas se alejaron contigo
Y se quedaron aquí
Y no pudieron regresar a ellas.
Dicen que jamás dejaste de llorar,
Que tus campos eran plácidos bajo la luz de los ciruelos,
Asomando en tu cielo siempre azul e impronunciable.
La ciudad que conociste nació contigo
Y si ahora pasearas por el jardín, encontrarías
El mismo árbol, el mismo grito en tu silencio.
Al despedirse de ti, tu hermano lloró.
(Tú aún no sabías llorar):
El barco que escondiste te sirvió para encontrar el mar.
Las páginas de agua naufragan en mi mesa de noche,
Presintiendo otro amanecer, otra lluvia. Aquí
Recién ha oscurecido y no sabemos si volverá a llover.
«Si en verdad
Existe un orden más alto,
En esta lluvia que duda,
Crecerá una lágrima».
Dicen que lloraste para aplacar al mar del Este.
Que lloraste —dicen— camino al Nageire-dō,
Mientras la luna te devolvía tus canciones y tus pasos
A cambio de las sombras de tu corazón.
Las palabras que nos dejaste escritas
Permanecen aún en silencio.
Nunca nadie se atrevió a descifrar el mensaje de un río
Que ha cruzado el mar para besar el desierto.
*(Perú). Poeta y ensayista. Se desempeña como catedrático de Literatura latinoamericana en la Universidad de Hofstra (EE.U.U.). Obtuvo el Premio Latino de Literatura (2011) y el Premio Nacional Enrique Anderson Imbert (2023). Es director-fundador de Códice- Revista de Poesía (Lima-Nueva York). Ha publicado en poesía El florero amenaza con hablar (2024), Usted no sabe cuánto pesa un corazón solitario. Ensayos sobre poesía (2023), Trilce. Ensayos (2023), La iguana de Casandra. Poesía selecta (2021), Cancha de arcilla. Poemas en prosa (2021) y Un árbol cruza la ciudad (2019), entre otros.
**(Lima-Perú, 1963). Poeta y comunicador. Obtuvo el Tercer Premio de Poesía en el Concurso de la Municipalidad de Lima (1981) y el Premio el Poeta Joven del Perú (1985) y el Premio Copé de Poesía (2007). Ha publicado en poesía Declaración de Ausencia (1999), Las barcas que se despiden del sol (2008), La belleza no es un lugar (2010), Puentes para atravesar la noche (2016), Vide Cor Tuum (2017) y Umetsu (2024).