Sobre «Las pertenencias» (2025), de Rafael-José Díaz

 

Este texto fue leído por su autor, en la presentación de Las pertenencias de Rafael-José Díaz, publicado por Ediciones RIL, el viernes 18 de marzo en el Instituto de Estudios Canarios (España).

 

 

Por Víctor Ruiz

Crédito de la foto (izq.) Álex Rosa-

www.tertuliayarte.es /

(der.) RIL Eds.

 

 

Un río entre las páginas.

Sobre Las pertenencias (2025),

de Rafael-José Díaz

 

 

Al principio fue el verbo, fue el río, fue el cuerpo, fue el vuelo. Al principio fue el verbo en minúsculas, fue el río de palabras, fue el cuerpo del amante, fue el vuelo repentino de un pájaro. Al principio fue el verbo caminar por la noche, fue el río que limita un parque, fue el cuerpo enfermo de la madre, fue el vuelo torpe en los tugurios. Al principio fue el verbo ver los peces transparentes bajo el agua, fue el río que desemboca en el mar de la muerte, fue el cuerpo del ahogado, fue el vuelo hacia un final.

 

El poeta Rafael-José Díaz.
Crédito de la foto: Tonatiuh Ambrosetti

 

En los poemas del libro Las pertenencias de Rafael-José Díaz (Tenerife, 1971), publicado por RIL Editores, se ofrece un principio y un final porque tiene que existir ese “accidente” en la escritura para que se fije la escritura al libro y el libro a las manos. En realidad, cada poema tiene vocación de río, de río que arrastra las pertenencias del tiempo vivido y de río que atraviesa el territorio de la existencia sin afán de sublimar nada. Es entonces un río acotado por la página. En su porción limitada nos ofrece una vivencia, una micropelícula de apenas 5 minutos que convierte la página en una pantalla donde se proyecta una geografía líquida de la memoria. El lector-espectador encontrará en esos 5 minutos la vivencia del autor, pero también la concurrencia de otras vivencias de otros 5 minutos en forma de ríos en los que a su vez convergen otros afluentes subterráneos que multiplican los 5 minutos y multiplican su significado hasta dar forma a una vibración del sueño que carece de medida, de duración, que llamamos vida. Se traza sobre el papel una geografía líquida que deposita en la orilla del lector-espectador los limos de una experiencia que no aspira a moldear ningún territorio, ninguna biografía. Aspira solo a ser un eco de la existencia o una reverberación de nombres de amantes o un reflejo de atardeceres perdidos. Quedan al acabar la lectura de cada poema un perfume y a la vez los hedores de la vida. Quedan las marcas del tiempo, de un tiempo que abarca desde los lejanos años en que el autor fue lector de español en Jena y Leipzig (Alemania) hasta los más próximos en los que asiste como un lector de un derrumbe. En el derrumbe del presente, la memoria sube y baja por los ascensores de la palabra. Vuelve el niño, el adolescente, el joven, para deambular junto al autor por las calles de una ciudad en la que no se reconoce.

 

 

Sin importar la altura del tiempo a la que se llega, la palabra sigue el ritmo hipnótico y exquisito que propone Rafael para dar aliento a sus pasos que se convierten poco a poco en nuestros pasos. Es el ritmo exquisito que siempre ha propuesto el autor en cada uno de sus libros, pero esta vez es el ritmo de los recovecos, de las cinturas, de las medias sonrisas, de los gestos nocturnos, de las volutas del humo. Nos lleva desde la malnacida ciudad hasta la playa y desde los miedos de la adolescencia hasta las sustancias y el sexo. Y el ritmo abandona el umbral y nos lleva, nos lleva, nos lleva como el agua de la lluvia que busca un cauce. Y nos lleva, nos lleva, nos lleva porque no hay final para el derrumbe como tampoco hay principio. Apenas se atisba el silencio que apaga su salmodia profana. Y nos lleva, nos lleva, nos lleva a escuchar en el suelo de la página el eco de una caída o la vibración de un impulso insignificante.

 

El poeta Rafael-José Díaz

 

La palabra deja de ser la portadora de la voluntad de los dioses para ser una palabra que escucha en una zarza el vuelo repentino de un pájaro. Y nos lleva, nos lleva, nos lleva a merodear junto a él en círculos, sin vocación de derviche, porque quieres saber si aquel joven visto en Berna sigue siendo el joven que conociste muchos años atrás en Leipzig. Y merodeas en el lugar para reconocerlo. Y merodeas bajo el agua para seguir el movimiento de los peces. Y merodeas en la barra de un bar con un whisky para conocer las intenciones ocultas del camarero. Y merodeas en una playa o en un parque con la mirada sobre el cuerpo de un muchacho para saber si es un hombre o es un dios. Cabría preguntar a Rafael, si sigue merodeando a nuestro lado, a qué río asistimos entonces. ¿Y por qué nos arrastra el ritmo de sus aguas? ¿A qué orilla nos lleva tu palabra? La palabra de Rafael bien puede decirse que es una mudanza de las pertenencias hacia las “despertenencias”. Nos “muda” a otra orilla donde carecemos de asideros. Para ello el lenguaje, encogido como un cuerpo enfermo que se tiende en un camastro, se despliega en la página y se alza sobre la misma como el vuelo de un pájaro que acude a su cita en el parque con el tiempo y la poesía.

 

 

 

 

 

*(Tenerife-España, 1971). Poeta, ensayista, traductor y narrador. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de La Laguna (España). Dirigió la revista Paradiso (1993-1994) y fue lector de español en las universidades de Jena y Leipzig (1995-2000). En la actualidad, se desempeña como profesor de Lengua Castellana y Literatura en el IES Teobaldo Power de Santa Cruz de Tenerife (España). Obtuvo becas de residencia como traductor en Arlés y Burdeos (Francia), Looren y Raron (Suiza) y Tarazona (España). En julio de 2022 fue uno de los escritores becados por la Fundación Jan Michalski para la escritura y la literatura (Suiza). Ha publicado en poesía El canto en el umbral (1997), Llamada en la primera nieve (2000), Los párpados cautivos (2003), Moradas del insomne (2005), Antes del eclipse (2007), Detrás de tu nombre (2009), Un sudario (2015), Bajo los párpados de quien se aleja (2021), Y le sopla en los ojos para que vuelva a mirar (2021), La penúltima agua (2022), La montaña de barro (2023) y Las pertenencias (2025). En 2012 reunió toda su poesía publicada en La crepitación. Como narrador, ha publicado en relatos, Algunas de mis tumbas, Las transmisiones (Veinticuatro lugares y una carta), El letargo y De un modo enigmático. Ha publicado en diario La nieve, los sepulcros (2005) y Dos o tres labios (2018). En ensayo ha publicado Rutas y rituales y Al borde del abismo y más allá: Gustave Roud, Anne Perrier y Philippe Jaccottet, además de numerosos artículos en suplementos y revistas. Ha traducido a Arthur Schopenhauer, Hermann Broch, Philippe Jaccottet, Gustave Roud, Maurice Chappaz, Pierre Klossowski, Fabio Pusterla, Ramón Xirau, William Cliff, Anne Perrier y Jacques Brosse.

 

 

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