Por Raquel Jaduszliwer
Crédito de la foto (izq.) el autor /
(der.) El Desenfreno Eds.
Sobre Padre tótem /
oscuros umbrales de revelación (reed. 2024),
de Diego Roel*
Para abrir este encuentro con Padre Tótem de Diego Roel, no puedo dejar de mencionar que la nueva reedición que se nos brinda se produce unos diez años después de lo que fue mi primera lectura y aproximación a lo que con el tiempo se consolidaría como la trayectoria de un poeta. En ese entonces, el libro llegó a mí por una casualidad, de la nada. Y me tomó desprevenida. Nada sabía del autor. Lo que aconteció me recuerda una situación similar, la de mi primer azaroso y disruptivo encuentro con Trakl. Ambas fueron situaciones de conmoción y perplejidad que muy bien podrían haber sido expresadas en forma de pregunta: En qué cambiará mi vida después de haber leído lo que leí.
Hoy creo que la pregunta sigue abierta en ambos casos. Y no podría responderla. Pero sí afirmar que cambios hubo, que efectos hay. Efectos de esos que se sostienen en el tiempo, que se integran a la vida en su continuidad, que pasan a formar parte.
Así que este reencuentro de hoy con Padre Tótem/Oscuros umbrales de revelación, se da sobre el rastro indeleble de una huella. Volviendo sobre los pasos, releo la contratapa y me detengo en algo de lo que Horacio Castillo escribe allí: “… la lírica de Diego Roel se convierte –sustancialmente– en una épica…”. Esto que dice Castillo me hace pensar en el héroe clásico, cuya función principal es restablecer un orden perdido. Leo:
yo era el equilibrio/ yo era el desequilibrio de mis centros y mis círculos/ era lo uno y lo otro/ lo par y lo impar/ lo cóncavo lo convexo lo posible lo imposible.
Y así resuena. En el libro se emprende un arduo camino, se ha dejado atrás algún estado de equilibrio perdido “yo tenía un mundo un país una familia/ entonces emigré/ y busqué lo Oscuro por pasión o por locura hui al desierto: mi corazón sin luz”.

Éxodo sin tierra prometida a la vista, sin horizonte de promesa, éxodo acontecido sólo por propulsión del destino que como una fatalidad se revela, no como una circunstancia particular sino como una condición existencial propia de lo humano. La utilización de la primera persona del plural que aparece en ocasiones refuerza en el lector la sensación de que aquello de lo que se está hablando rebalsa la voz del poema y atañe a nuestra especie en la desgarradura de lo que constituye su humanización. Esa tonalidad desesperada, esa zozobra de la letra nos sacude porque nos alcanza en el núcleo del ser ―ese vacío―, porque nos asoma al abismo sobre el que está apoyado nuestro fundamento, nosotros, seres expulsados del estado de naturaleza por obra del lenguaje.
Invocado, convocado Padre Tótem: resabio para siempre, resto diurno de un sueño, recordatorio de la horda primordial y mítica, vestigio de ese umbral que va de un lado al otro, tal como dice en el poema: “…no es aquí donde yo quiero estar/ yo quiero estar del otro lado”. De natura a cultura, Padre Tótem: máscara, imago esculpida en la memoria en conmemoración de lo que se gana y se pierde en la partida.
Ese periplo sin respiro y sin esperanza se recorre en el transcurso del libro, de umbral en umbral, pero con un deseo decidido que empuja a proseguir, a no abandonar, y así se sostiene en la voz poética:
no es aquí donde quiero estar/ yo quiero estar del otro lado/ donde brilla/ lo que no tiene nombre/ donde los niños llevan sobre sus frágiles cabezas/ una aureola de dicha imposible.
Encerrada tras la reja del lenguaje, hay una voz que clama. Ese periplo por momentos parece perder toda dirección, es vida viviente que podría terminar fundida al Caos, pero no. Su orientación es la del descendimiento devenido en un estar cayendo que no encuentra tope, y así se transmite al cuerpo del lector. Descendemos, pero en ese descenso se abre por siempre una vía a la belleza.
El libro Diego lo dedica a Horacio Castillo, in memoriam. Castillo, Trakl ―a quién antes nombré―, Celan ―de quién incorporé recién los títulos de dos de sus obras―, todos ellos poetas amados que comparto con Diego. Todos ellos desesperados por la hermosura que se rescata del fondo del dolor de existir. Ese rescate que es el motor inagotable del poema.
1 poema de Padre tótem /
oscuros umbrales de revelación (reed. 2024),
de Diego Roel
Las leyes del alba
en extrema crucifixión
tengo mis brazos mis ojos mis manos los pies
en extrema crucifixión
porque yo estoy puesto en el mundo
por las oscuras leyes del alba
por una gran boca de mil lenguas de oro
puesto y arrojado
para sufrir morir y elevarme
tantas veces
estoy puesto y arrojado
multiplicado y expandido
en levísimos fragmentos de ilusión
sí, estoy crucificado
puesto a parir y a engendrar extrañas criaturas
a sangrar y fornicar de mil maneras con las sombras
y a morir y a morir
tantas veces
como sea necesario
escucho lejanas letanías
y recuerdo
recuerdo cuando escuchaba misas en el bosque
y tenía una canción un nombre propio una guarida
también un Padre una Madre un leve canto
un susurro leve apenas quizás
yo tenía un mundo un país una familia
entonces emigré
y busqué lo oscuro por pasión o por locura
y por pasión o por locura hui al desierto: mi corazón sin luz
yo tenía un mundo un país una familia
y tenía mil noches compartidas mil lechos
y amigos llenos de manos vacías
y un dios carnal sufriente:
mi propio dios mi Padre Tótem ausente todavía
cuando huyendo del salvaje ritmo marcado por los cuerpos
era yo el mismo pero otro distinto reflejado en los espejos
era yo el otro el traicionero el perspicaz
huyendo siempre en agonía
huyendo siempre
huyendo siempre en agonía sin Padre
*(Buenos Aires-Argentina, 1980). Poeta. Licenciado en Historia de las Artes visuales por la Universidad de La Plata (Argentina). Reside en la ciudad de Posadas (Argentina). En la actualidad, se desempeña dictando talleres de escritura creativa. Obtuvo el Premio Internacional Loewe de Poesía (2023) y el Premio Alegría (2020). Ha publicado en poesía Padre Tótem/ Oscuros umbrales de revelación (2004), Diario del insomnio (2005; 2013), Cuaderno del desierto 2007), Las variaciones del mundo (2010; 2014), Los Jardines del Aire (2012), Dice Jonás (2015), Vía Lucis (2015), Kyrios (2016; 2016) Las intemperies del mar (2017), Shibólet (2018), Kadosh (2019), El infierno es una bestia callada y triste (2020), Andréi Rubliov (2020) y Los cuadernos perdidos de Robert Walser (2024).


