Sobre «Soledades» (2024), de Luis de Góngora

 

Por Augusto Munaro*

Crédito de la foto (izq.) Ed. Linkgua /

(der.) www.es.wikipedia.org

 

 

Sobre Soledades (2024),

de Luis de Góngora

 

 

Rumor de soledad labrada

Publicadas hacia 1613, las Soledades de Luis de Góngora constituyen uno de los artefactos más complejos y deliberadamente oscuros de la lírica barroca española. El poema, escrito en silvas —combinación de versos endecasílabos y heptasílabos—, nació como un ambicioso proyecto estructurado en cuatro partes: «Soledad de los campos», «Soledad de las riberas», «Soledad de las selvas» y «Soledad del yermo». Sin embargo, sólo se conserva la dedicatoria al Duque de Béjar, la primera soledad completa y la segunda de forma inconclusa, aunque algunos críticos, como John Beverley, han interpretado esta interrupción como un procedimiento literario que conecta el cierre con el inicio, estableciendo un circuito hermenéutico abierto.

La presente reedición, a cargo de los hermanos Juan e Isabel Millé Giménez —que reproduce a la realizada en 1943 por Aguilar—, se aproxima a la obra princeps con criterios filológicos rigurosos y una atenta lectura del contexto histórico e intelectual que la produjo, destacando su singularidad dentro de la tradición poética hispánica. El texto se erige como un ejemplo sin precedentes de uso del género lírico para una obra de largo aliento, sin desarrollo ecfrástico ni acciones épicas, sino con una estructura que evoca un peregrinaje errático, sin destino teleológico claro.

 

El Poeta Luis de Góngora, máximo exponente del Siglo de Oro español

 

El proyecto gongorino se inscribe en un momento de inflexión del Siglo de Oro, cuando la poesía se inclina hacia formas de expresividad extrema, alejadas de la claridad renacentista. Frente a la limpidez moralizante de un Fray Luis o la mesura de Garcilaso, Góngora propone un universo verbal exuberante, donde el lenguaje se vuelve protagonista. Las Soledades se presentan como un largo poema narrativo en el que un náufrago —figura emblemática del desarraigo barroco— se interna en una naturaleza arcádica, pero sin una fábula unívoca.

El estilo de Góngora, conocido como culteranismo o gongorismo, halla en esta obra su máxima expresión. Se reconocen en ella amplias perífrasis, hipérbatos violentos y una constante invocación a referentes mitológicos. La sintaxis se retuerce hasta adquirir autonomía, en un proceso que hace del poema una especie de laberinto sintáctico, como ha señalado Dámaso Alonso, uno de sus más acuciosos comentaristas.

Frente a los Polifemo o las fábulas mitológicas de contemporáneos como Juan de Jáuregui o incluso Lope de Vega —cuyas Rimas sacras apelan todavía a una claridad conceptual—, Góngora lleva el lenguaje a un grado de condensación que bordea lo ilegible. En este sentido, las Soledades no tienen equivalente exacto en su tiempo. Quevedo las atacó sin tregua en sus sátiras, mientras que otros autores, como Sor Juana Inés de la Cruz en el Nuevo Mundo, las admiraron sin reservas, reconociendo en su densa orfebrería verbal una forma superior de conocimiento. La proliferación de anécdotas dentro del poema —la historia del cabrero, los pescadores, las faenas rurales— no busca una ilación argumental, sino la acumulación de fragmentos de vida que se pliegan sobre sí mismos, como si la historia misma se mirara en sus meandros.

Esta construcción por acumulación, donde los episodios se superponen más que encadenarse, responde a una lógica barroca del exceso: el mundo no se ordena, sino que se despliega. La lengua, lejos de transparentar la realidad, la oscurece y la recubre con capas de significados posibles. Hay un gozo evidente en esa escritura, en el trabajo con los pliegues del idioma, con sus ritmos internos y sus tensiones semánticas. No se trata solo de decorar, sino de transformar el lenguaje en materia sensible, en forma pura de experiencia.

 

 

En comparación con su obra anterior —los romances, las letrillas, las décimas—, las Soledades representan una ruptura formal y conceptual. Allí donde antes predominaba un ingenio lúdico, aquí se impone la gravitas de un proyecto monumental. Y aunque en su poesía posterior se perciben ecos de esta etapa —como en las Fábulas de Píramo y Tisbe o La historia de Hero y Leandro—, ninguna alcanza la radicalidad estructural y simbólica de esta obra. Es en las Soledades donde Góngora despliega todo su repertorio técnico, su oído prodigioso y su inclinación por un castellano elevado hasta el límite de su inteligibilidad.

Como observó Marcelino Menéndez Pelayo, las Soledades constituyen “el canto más alto de una lengua que ya no busca comunicar, sino resonar”. Su influjo fue amplio y desigual: alimentó el neogongorismo modernista, dejó huella en Lezama Lima, e inspiró a poetas del siglo XX como Borges, quien celebró el estilo gongorino no desde la imitación, sino desde la conciencia de su potencia estructural. En su nota para Sur (n.º 191, 1951), Borges escribió: “Góngora llevó el castellano a una cima tan elevada que dejó de ser lenguaje y pasó a ser arquitectura”. Su lectura hoy sigue siendo exigente, pero también reveladora: en su hermetismo hay una crítica anticipada a la transparencia ilusoria del discurso, y una reivindicación del lenguaje como forma de conocimiento autónoma.

La presente reedición —vía Linkgua, que trabaja con el modelo print on demand (POD)— cuenta con notas que orientan sin despojar al texto de su misterio, respetando su naturaleza parcialmente indescifrable. Como lo expresa uno de los versos del poema: “fanal es del arroyo cada onda,/ luz el reflejo, la agua vidriera”, el propósito gongorino no es explicar el mundo, sino hacerlo vibrar en su música más profunda y en sus pliegues invisibles.

 

 

 

 

 

*(Buenos Aires-Argentina, 1980). Narrador, poeta, traductor, editor, y periodista. Ha publicado más de treinta libros, entre ellos: El cráneo de Miss Siddal (2011), Cul-de-sac (2012), Gesta Cornú (2013), Noche soleada (2014), Camino de las Damas (2014), A la hora de la siesta (2016), El baile del enlutado (2017), Celuloide (2018), El busto de Chiara (2018), Las cartas secretas de Georges de Broca (2019), Los soñantes (2019), Incrustaciones dubaitíes (2019), El rapto de Helmut Kelsen (2020), Un misterio luminoso (2020), El sueño de un poema (2020), Ficciones supremas (2021), La casa flotante (2021), Lucía en verano (2022), Galope de nubes (2022), desbordes (2022), ¡Intríngulis – Chíngulis! (2022), lenguatomada (2023), La gran ilusión (2023) y Rachael, un experimento (2023).

 

 

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