Rojo-dolor: Una genealogía lacerante

 

Por Javier Gil Martín*

Crédito de la foto Ed. Renacimiento

 

 

Rojo-dolor: Una genealogía lacerante

 

 

En el libro Diario de muerte, el chileno Enrique Lihn escribió: “Nada tiene que ver el dolor con el dolor/ nada tiene que ver la desesperación con la desesperación/ Las palabras que usamos para designar esas cosas están viciadas/ No hay nombres en la zona muda”. Y, a pesar de la contradicción, desde esa zona muda se ha escrito y se sigue escribiendo. Ejemplo de ello es la reciente recopilación Rojo-dolor (Antología de mujeres poetas en torno al dolor), que ha editado Ana Castro y ha publicado la editorial Renacimiento y “no busca hacer apología del dolor (…) pero sí reivindicar su importancia y a todas aquellas ―Madres, Maestras― que nos precedieron y nos enseñaron a nombrarlo”. Aquí hemos convocado a ocho de ellas para conversar en torno a estas tres preguntas:

 

 

1: ¿Consideras que en tu caso el dolor es motor de escritura o más bien la escritura una forma de objetivarlo o incluso aliviarlo?

 

2: Ana Castro inscribe a las poetas participantes en la recopilación en una “genealogía poética en torno al dolor”, ¿te consideras a ti misma y a tu obra poética parte de una genealogía concreta?

 

3: Teniendo en cuenta que esta es una obra colectiva femenina, ¿cómo crees que puede marcar el acercamiento al dolor el género de la persona que escribe el poema?

 

La poeta Ana Ares

 

Ana Ares

(Valencia-España, 1971)

 

1: Sin duda el dolor nos empuja a escribir, pero no es la única razón, a pesar de que en todo lo humano podemos encontrar ese vínculo doloroso como cara B, incluso, de la felicidad. Personalmente, escribir es una forma de análisis y autorreflexión; escribir poesía, además, es hacerlo desde la más absoluta libertad, casi desde el subconsciente en el momento de la creación, y es terapéutico porque sirve para entender ese dolor, para descomponerlo en piezas, para atraparlo como concepto, objetivarlo, como dices, y poderlo separar y distinguir de una misma.

 

2: Por supuesto, la de las mujeres que escriben, una genealogía luminosa y tan antigua como la propia escritura que aún estamos trabajando en desempolvar, porque es una riqueza, un capital simbólico y real de todos, y no solo de las mujeres. Aunque hayamos vivido en su desconocimiento, aunque yo personalmente haya crecido amando la poesía a través de la escrita por los hombres, ya era parte de ese árbol y ya pertenecía a esta genealogía que tenía que descubrir.

 

3: El acercamiento al dolor y la experiencia del dolor de hombres y mujeres es diferente, en el hombre es más a menudo una elección que en la mujer. Pienso ahora en cómo ya el Antiguo Testamento castiga a Adán, recién desalojado del paraíso, a ganar el pan con el sudor de su frente, mientras que a Eva la destina a parir con dolor.

Y es que la palabra “dolor” tiene un significado distinto para los dos géneros. Por ejemplo, para nosotras cierta cantidad de dolor se asocia a la vida misma: entramos de puntillas en la madurez con dolores en el vientre que regresan cada mes, nos iniciamos en el sexo con dolor, parimos con dolor, amamantamos con dolor…, y somos capaces de comprenderlo como parte de la vida, no exclusivamente como enfermedad, del cuerpo o del alma. Por eso también hay una manera diferente de conceptualizarlo desde la visión poética.

 

[Imagina…]

 

Imagina.

Kilómetros de cuerpos y de huesos y vísceras

tendré que atravesar

para llegar a ti.

 

Te llegaré, prometo,

siempre después de batallas sangrientas,

mi viva carne siempre expuesta en las vanguardias,

siempre dispuesta, siempre, a una claudicación.

 

No he dicho que me quieras derrotada,

pero así habré de ser cuando llegue hasta ti.

 

(de 55 minutos, 2013)

 

La poeta Piedad Bonnett

 

Piedad Bonnett

(Antioquia-Colombia, 1951)

 

1: Las dos cosas. En muchas ocasiones el dolor me ha impulsado a escribir, pero precisamente para sublimarlo, o distanciarlo; las palabras siempre ayudan a comprender, a procesar, a aliviar.

 

2: No, no diría eso. El dolor hace parte de mi literatura, pero no es su núcleo, como puede serlo en la obra de Ana. Yo diría que no tengo una genealogía concreta. Tal vez la que me inserta en mi lengua, pues mis grandes amores poéticos, los que despertaron mi vocación en la infancia, escribían en español.

 

3: Me dan miedo las generalizaciones, y más referidas al género. Pero sí creo que las mujeres vivimos el dolor de manera distinta, comenzando por los del cuerpo: los de la menstruación, los del parto. Y creo que los expresamos también de una manera distinta, porque la cultura nos ha permitido las lágrimas, que tanto ha reprimido en los hombres. Y en la literatura hecha por mujeres me parece que lo íntimo ocupa un lugar más amplio, y probablemente más descarnado. Pero son intuiciones de lectora, no certezas.

 

Dolor Fantasma

 

El miembro

que el bisturí ha arrancado limpiamente

 

palpita sin embargo de dolor

 

perseverante.

 

Y escuece,

y afiebrado se resiste

a no ser.

 

Prueba de que el vacío también duele.

De que no siempre alivia

amputar lo que daña.

De que lo muerto

puede heder y seguir siendo punzada.

 

(de Explicaciones no pedidas, 2011)

 

La poeta Esther Cabrales

 

Esther Cabrales

(Madrid-España, 1973)

 

1: En efecto, mi motor tiene que ver con los sentimientos, con las sensaciones, con lo orgánico; y, en definitiva, también con el dolor. Arranca cuando algo muy triste me atenaza o cuando algunos sentimientos muy intensos se cruzan en mi camino y se inoculan en mí, deambulan, me quitan el sueño. La poesía funciona, entonces, como un diálogo con mi duda, con mi miedo, con mi dolor, cuestionando mis propios valores, poniéndome a prueba y trasladándolos a otra dimensión que no es la mía, sino la del lector para tomar perspectiva. Alejarse para ver mejor el problema. Es posible que sirva de alivio el hecho de exorcizar esos sentimientos, sacarlos desde dentro. Tal vez las dos respuestas sean válidas porque no son excluyentes.

 

2: Pues, atendiendo al significado de la palabra genealogía como historia familiar, pienso que Ana Castro ha creado una familia femenina unida por ese sentimiento que es el dolor. Un gesto realmente hermoso y generoso desde mi punto de vista. Como puedes imaginar, no es sencillo para uno mismo —por varias razones— considerarse parte de ningún grupo. Mi obra poética —o cualquier obra poética, creo— no es algo estático, sino que crece, cambia, se transforma. Lo que está claro es que muchas poetas integrantes de esta genealogía han sido fuente de inspiración para mi propia poesía, maestras, de modo que sí, forman parte de mi álbum familiar y son, en cierto modo, mi familia poética, aunque ni ellas, ni el mundo, lo sepan.

 

3: Ya sabemos que durante siglos las mujeres han tenido un acceso limitado al mundo literario, pero poco a poco, afortunadamente, con esfuerzo y con talento, ese silencio ha ido dando paso a una creación poética femenina muy notable y personal, alejada del miedo o de los prejuicios. El tratamiento del dolor, desde esa poética femenina, creo que ayuda a que comprendamos ese sentimiento extraído del universo femenino y a hermanarnos, sea cual sea el género, a través de él, como algo que no nos sucede exclusivamente, sino que es compartido y que se puede, si no curar, al menos, paliar a través de la palabra, como si se tratara esta de un bálsamo. Porque la poesía explica el mundo y, también, el dolor. 

 

[La vida comienza…]

 

La vida comienza

en un gran dolor,

en un inconsolable llanto.

Y así permanecerá

doliendo

hasta la edad de la muerte,

momento de bálsamo,

del silencio

de toda la nada.

 

(de Erosión, 2017)

 

La poeta María García Zambrano

 

María García Zambrano

(Elda-España, 1973)

 

1: Las emociones intensas, algunos acontecimientos vividos al límite y, sobre todo, aquello que he experimentado de forma dolorosa… siempre han sido un detonante que me ha llevado tanto a la escritura como a la lectura, en esa indagación de lo que el poema podía ofrecerme de experiencia compartida y su necesaria proyección.

En mi caso, la escritura es un proceso doloroso y más que aliviar lo que hace es que te enfrenta a lo real, a los monstruos y los miedos que te persiguen… Es frecuente, por ejemplo, que esas rumiaciones obsesivas que me acompañan, fruto de la convivencia con la enfermedad, desemboquen en la página porque, como decía María Zambrano, el secreto que no se puede decir se tiene que escribir… Pero siempre teniendo muy claro que el texto poético es un artefacto del lenguaje y no puede ser una traslación a palabras de los sentimientos o de la realidad, o una vía únicamente terapéutica. La poesía requiere técnica y un trabajo muy duro, casi una lucha, con tu lengua. Una vez el poema está ahí, más que sentir alivio lo vivo como una forma de autoconocimiento y reconocimiento del adentro, y a la vez busco esa posible vinculación con la otredad en ese intento de compartir una experiencia que al escribirla deje de ser propia…

 

2: Quizás eso lo tendrían que decir quienes lean mi obra, ¿no? Encontrar esa filiación de mi poesía con otras voces… Lo que sí hago, hace ya algún tiempo, es buscar esa genealogía anterior de poetas que han abordado algunos de los temas que me interesan, que me interpelan, para nutrirme. Por ejemplo, esa genealogía de escritoras que me preceden, que son mis maestras, y las reconozco.  Fui consciente de esto que digo a partir de un acontecimiento muy concreto en mi vida como fue el de la maternidad. Ahí busqué a las poetas que, como un tapiz, vienen desarrollando la experiencia de ser madre en su escritura desde hace siglos.

 

3: Esta es una cuestión compleja y difícil de abordar en este espacio, la de determinar si existe una escritura femenina o no, si el género marca diferencias que puedan categorizar la literatura. Lo que es evidente es que, como he dicho, hay experiencias vitales esenciales que solo experimentan las escritoras y que desde el pasado se han dedicado a narrar, y vuelvo al ejemplo de la maternidad, un tema que debería ser universal, y en el que sí hay una mirada que es propia de las mujeres.

En el caso del tema del dolor, estadísticamente hay enfermedades que afectan más a mujeres, como el cáncer de mama, y experiencias que son propias del cuerpo femenino. Se puede rastrear una tradición que recoge el dolor en sus múltiples aspectos y creo que han sido más mujeres que hombres quienes han hecho la narración del dolor más cruda, y con mucha más libertad… Esta puede ser una de las razones para publicar una antología de voces femeninas.

 

La ignorancia

 

Nadie te enseña a rumiar el dolor.

(Las vacas conocen bien el tiempo necesario).

 

Una mujer ignora cuánto más soportará

el bolo alimenticio

diminuto          es parte de su boca

 

habla

recita

escupe

 

y continúa.

(de La hija, 2015)

 

La poeta Olga Muñoz Carrasco

 

Olga Muñoz Carrasco

(Madrid-España, 1973)

 

1: No creo que el dolor sea el motor de mi poesía, aunque en ocasiones haya desencadenado la escritura. Esta suele arrancar con algún estímulo físico que provoca una intensidad que necesita ser objetivada, mirada. A veces esa intensidad llega del dolor, y cuando esto sucede me atrae especialmente su dimensión más tangible. Lo interesante son las repercusiones del dolor, el lugar de fragilidad o fuerza adonde te conduce. La poesía habilita un lugar para que se produzca la exposición abierta al estímulo, y a partir de ahí todo es lenguaje. El cuerpo a cuerpo con la palabra genera cierta osadía, y lo que llega es entonces inesperado. El poema proporciona una libertad, porque una elige allí aquello que le ha sido dado; incluso, a veces, el dolor.

 

2: Me reconozco en varias genealogías. La primera sería la de las lecturas que llamo de pertenencia; en mi caso, son los poetas de la infancia: Lorca, Neruda, Miguel Hernández, Machado. De ahí pasé a la genealogía latinoamericana, donde pronto encontré más riesgo. La genealogía de las mujeres se fue construyendo, al menos con conciencia, después. Siempre leí a mujeres, pero solo en la última década he conseguido hacerme cargo de lo que significa ser mujer a la hora de escribir o leer. Cualquier circunstancia situada en un margen es el mejor lugar para la creación y lectura, pues desde ahí puede impugnarse la lengua con sus inercias y su falsa transparencia.

 

3: El dolor es una experiencia profundamente subjetiva e individual, pero cada persona también se duele en compañía. El dolor nos agrupa en ciertos conjuntos que se cruzan, y esas zonas en común revelan mucho. A lo largo de la historia las mujeres, por las condiciones en que han tenido que vivir y por su propia fisiología, han experimentado la existencia mucho más cerca del cuerpo y del dolor. La entrega al cuidado de los otros las ha colocado en un lugar privilegiado para la convivencia con el sufrimiento propio o ajeno, y hay una sabiduría que da una visión más entera del mundo. Pero existen otros colectivos con dolores concretísimos y bastante desconocidos. Sería enriquecedor sabernos parte de una comunidad en la que podemos acompañarnos en descubrir y aliviar el dolor.

 

[El tajo de abajo arriba…]

 

El tajo de abajo arriba

abierta en canal

los órganos en flor

sobre la mesa

del quirófano

pétalos

caen

 

pronuncio mis votos

acicalada para la ocasión

la radiación me abrasa

me abandono

como si de veras

importara

 

(de Cráter, danza, 2016)

 

La poeta Ana Pérez Cañamares

 

Ana Pérez Cañamares

(Santa Cruz de Tenerife-España, 1968)

 

1: Mi escritura es una manera de darme respuestas o, para ser más exacta y más humilde, de perfilar las preguntas. El dolor es motor como pueden serlo otras muchas cosas: las dudas, la rabia, la crítica, la alegría, la pasión, el deseo de dar un paso al frente y expresarme, comunicarme, compartir, ser útil de alguna manera; todo ello me procura cierta forma de alivio, de consuelo, de compañía. No se trata tanto de objetivar, sino de poner al servicio de los demás, hacer una puesta en común. Así que, volviendo a tu pregunta, tiene algo de ambas cosas, siempre que se entienda como un dolor que no solo se refiere a lo físico, sino que engloba muchos otros dolores y pulsiones.

 

2: Me gusta creer que tengo puntos en común con varias genealogías o generaciones o grupos poéticos, como quieras llamarlos. Hay uno al que me siento más unida últimamente y que no tiene nombre, pero lo defino como el de las mujeres que hemos vivido una revolución interna en el camino de pasar del silencio a la afirmación y exhibición de quiénes somos, de dónde venimos y cómo hemos llegado a ser dueñas de nuestra voz.

 

3: Esta sociedad tan opresiva en muchos aspectos tiene enfermedades físicas y psíquicas de todas las clases para las personas que se salen de la norma: bulimia, ansiedad, insomnio, etc. Pero está claro que las mujeres sufrimos más algunas enfermedades, porque el salto que va de la perfección que se nos exige a quienes somos en realidad es mayor. Muchas sucumbimos a esa presión de una manera u otra, y esa es nuestra forma de rebelarnos, de mostrar nuestra disconformidad, de gritar que ya no podemos más. Por otra parte, hay hechos objetivos y perfectamente cuantificables: las enfermedades que afectan mayoritariamente a las mujeres se estudian menos, y casi todos los síntomas de las afecciones más comunes se definen en base a cuerpos masculinos; nosotras y nuestros cuerpos seguimos siendo la excepción, la otredad, como si no fuéramos la mitad de la población. Como si ser mujer fuera en sí mismo una anomalía.

 

Fuerte

 

Los días duros se abren a mi quilla.

Ángela Figuera Aymerich

 

Soy fuerte. Me rompo en esquirlas-

El problema es que voy

quedándome afilada

y ya no soy más

aquella mujer

habitable

mullida

blanda

yo.

 

(de Alfabeto de cicatrices, 2010)

 

La poeta Luz Pichel

 

Luz Pichel

(Lalín-España, 1947)

 

1: El dolor fue motor de escritura en mi primer libro, porque había entonces un dolor del alma que exigía expresarse para sanar.  Cuando he sentido dolor físico importante durante un tiempo largo, escribir me suponía un impedimento inicial, pero, una vez dentro de la casa de la escritura, llegaba a olvidarme un poco del dolor independientemente del tema del poema. Creo que es el estado de profunda concentración que requiere (y regala) la escritura lo que en realidad alivia de todas las cosas, del dolor de cualquier tipo, también del dolor por lo otro, por el mundo. En mi caso, construir el poema es un hecho satisfactorio y calmante, proporciona un bienestar que se origina en ese lugar que tiene que ver con la con-centro- acción creativa más que con el hecho de que el poema se utilice para objetivar el dolor propio.

 

2: El dolor físico no me incluye en esa genealogía (toco en este instante con la mirada todos los objetos de madera de mi casa). Salvo en ocasiones, mi salud ha sido de roble. Tampoco el dolor anímico en sentido fuerte ha durado más de lo imprescindible. Pero he conocido de cerca el dolor de personas muy queridas y lo he padecido y aún padezco con ellas. Y conozco el dolor de vivir en un mundo que sangra.  Claro que el dolor está presente en mi obra. No hace falta mucho más para sentirse incluida en ese árbol, con todas sus ramas. Algunas personas en el mundo sufren o han sufrido por la lengua que hablan: de esa ramita de la genealogía del dolor también cuelgo yo.

 

3: Daría para un ensayo y ese sí que NO es mi género. Baste decir que hay dolores físicos propios de la mujer y sin duda menos atendidos de lo que debieran estar. Por poner un ejemplo, ¿qué significa la palabra “endometriosis” para muchas personas? Y en cuanto al dolor del alma por ser mujer, ¿qué brecha de la Herida no conocemos todas? En esto no valen los ejemplos pues lo que duele es la Historia misma de la Humanidad. Pero estamos corriendo a diario para curarla.

 

XLIV

 

Cuando la tierra loba te enseña las entrañas y los dientes

porque te has atrevido con la aridez de un surco

y luego otro más largo

y otro más largo aún

los zuecos se te cargan de gusanos que pesan

mucho más que tus piernas y un aullido

te cerca la garganta.

Aún hemos de seguir hasta que el sol nos mande

a casa —dicen ellos.

 

Ahora lo recuerdas igual que si en verdad no hubiera sido cierto.

 

(de La marcha de los potros, 2004)

 

La poeta Julieta Valero

 

Julieta Valero

(Madrid-España, 1973)

 

1: En mi caso la escritura es una forma de integrar en la vida el ejercicio de estar viva, y eso arrastra sin duda los estados anímicos, el sentir y por supuesto el dolerse que implica la existencia. No es el único nutriente pero forma parte sustancial del Decir, una vez metabolizado, claro está. Me refiero a que no hay un volcado directo del dolor sino una irrigación que toma cuerpo a través del lenguaje, porque la poesía es un hecho de lenguaje. Y la manera de hacer crítica sobre la propia existencia.

Esto aparte, creo que sí, que el dolor si no se mitiga sí al menos se asume, se ordena visceralmente cuando pasa por el acto de crear.

 

2: Espero que lo escrito forme parte, al menos parcialmente, de varias genealogías: de la genealogía de poesía escrita por mujeres, con plena conciencia y visibilización de lo que somos y hacemos; de cierta manera de entender la escritura vinculada a la conciencia de lenguaje y al compromiso político, en un sentido vital…

 

3: La configuración cultural tiene un efecto estructurante, y ciertos tópicos, como la mayor permisividad social a que las mujeres expresemos lo emocional o el desprecio por la emisión intelectualizada, siguen operantes, también en nosotras mismas. Nos cuesta legitimarnos a muchos niveles y seguramente eso se traslada a la escritura, pero también la conciencia crítica y la voluntad de cambio. Un ejemplo palmario y para mí indignante de lo primero sería cómo se sanciona en términos creativos la maternidad: la mujer creadora que decide ser madre es cuestionada, ya no va a tener ni el tiempo ni la libertad interna para trabajar genuinamente… Ese tipo de mensajes son nefastos, y aún los escuchamos, en boca de hombre y mujeres. Cuando la maternidad es el acto más político y más creativo que cabe hacer.

 

Parientes

 

I

 

Desgracia

 

¿Qué es esto de inclinarse sin pudor ni rama sobre otra fatiga?

 

¿Qué es esto de entrar en un templo y apenas detenerse?

 

¿Dónde buscar que no se encuentre el propio rostro?

 

Quiero la puerta por la que el amor impulsa —hidráulica furia—

 

a la sala donde laten las vísceras del otro

 

lo que puede predicarse a salvo del viento sobre el otro.

 

Quiero esa victoria vertical sobre mi olor. Cada día.

 

Dadme una cuerda y fracasaré en la belleza pero caeré en otro patio.

 

Es preciso que alguien diga en las escuelas el camino con retorno que han de hacer

las almas los días de visita.

 

No hablo de la piel ni las partes coléricas del cuerpo (lunes, miércoles y viernes estará

permitido llevar alimentos si no entran por la boca).

 

Hablo de la traslación del calor y el dominio del pánico ante el aroma de la muerte.

 

Porque lunes, miércoles y viernes yo encuentro dos mujeres bajo la carpa repentina del

desahucio.

 

La otra tarde se anunció la enfermedad.

 

Mientras toca sin rubor lo que ellas más aman buscamos a alguien que conozca este idioma.

 

(de Los heridos graves, 2005)

 

 

 

 

 

*(Madrid-España, 1981). Licenciado en Filología española. Se dedica al subtitulado de series y películas y la corrección de libros. Edita (junto a Víktor Gómez y Miguel Fernández) las colecciones de poesía “Instrucciones Para Abrir Una Caja Fuerte” y “Señales De Vida”, Los Pliegos “Manuales De Instrucciones” y la segunda serie de los “Cuadernos Caudales”. También junto a Víktor Gómez y Enrique Cabezón coordina la colección Once de Poesía y Ensayo para Amargord Ediciones. Es corrector de pruebas de la colección “Nuevos mapas del siglo XXI” para la Editorial Grupo5. Desde 2006 lleva la sección “versos para el adiós” de la revista Adiós Cultural. Ha escrito en poesía Motivos para después de la muerte y Propiedades del pájaro solitario (ambos inéditos), el librito artesanal Lento Naufragio. En 2015 publicó Poemas de la bancarrota y, en 2018, Poemas de la bancarrota y otros poemas, una versión aumentada y reestructurada del anterior.