Por Augusto Munaro
Crédito de la foto (izq.) Hernández Ed. /
(der.) Canton
“Lo hecho, hecho está”.
Entrevista a Darío Canton
De la misma llama. Vol. VIII (2017), libro que cierra la saga De la misma llama, título común de siete de los ocho (nueve volúmenes) que la componen, es la autobiografía intelectual de su autor, el poeta y sociólogo Darío Canton (1928). Estamos ante una vasta e inclasificable obra en prosa que se ha ido escribiendo a lo largo de una extensa vida, y también una de las propuestas narrativas más originales que puede asociarse con cierta tradición de autores experimentales argentinos. Despojada de falsa modestia o vanidad, el presente libro en dos grandes volúmenes es, ante todo, un testimonio, una crónica de una conciencia íntima. Aquí no hay lugar a la apariencia de los hechos, sino su libérrima transparencia.
En este sentido, Canton opera con la pericia de un forense en lo relacionado a los procesos de la formación de la imaginación y la memoria. Cada dato es rescatado por igual. El afán documentalista modula la respiración de sus cientos de páginas construida por la hábil yuxtaposición de los más variados cuerpos textuales, evadiendo (desafiando) los vericuetos de toda posible trama. Ocurre que su personalísima técnica historiográfica ha desplegado un modo de explorar y subvertir los lugares comunes, ubicándose por encima de todo facilismo narrativo. Un estilo escriturario abierto, enmarcado en un afán por la búsqueda de nuevas formas, lo posiciona en ventaja ante la mayoría de los escritores de su generación. En este work in progress no tiene cabida la retórica de la impostura.
Así, Canton plantea y cuestiona las fisuras de lo real a través de cada página con meticulosa exhaustividad, habilitando múltiples procesos de interpretación. Una poética desentendida de las convenciones. Heterogénea, desbordada por cartas, fotos, mapas, poemas, cuadros estadísticos… nudos de complejidad que son bienvenidos para aquellos lectores atentos y curiosos, que saben que la vida muchas veces opera como un misterioso sistema rizomático de fragmentaciones y asociaciones frenéticas. Asimismo, y como toda obra maestra, cuestiona formas de escritura y lectura diferentes.
Entrevista
Augusto Munaro [AM]: La primera pregunta, parte más bien de una fantasía. Imagino que de haber sido budista, tal vez no hubieses escrito este proyecto en torno a las minucias del yo. ¿Te considerás un egocéntrico?
Darío Canton [DC]: No, no me considero egocéntrico.
[AM]: Cuando uno revisa una obra inusual como la tuya, que se extiende a través de varios miles de páginas, se piensa en la relación dinámica que has otorgado a la elipsis. Aquello que se ha quedado afuera. Lo que no se incluyó se debió ¿a qué tipo de motivos?; ¿censura?; ¿autocompasión?; en otra palabras: ¿cómo están construidos esos filtros que determinan lo que es publicable y no lo es?
[DC]: Dije, en La yapa II, que si hubiera privilegiado otras facetas de mi vida, el resultado habría sido otro. En cuanto a lo que “falta”, pienso que deben decirlo y fundamentarlo otros. No es algo que me competa. A menos que entonara una suerte de mea culpa y vuelva a la carga. No lo veo.
[AM]: Incluir el material fotográfico sobre la exhumación de tu hermano Héctor, lleva a pensar en la flexibilidad y explicitación de los límites. Algunos lo ven como un acto de valentía. Sin abrir juicios de valor. Es decir, si está bien o mal. ¿Qué fue lo que intentaste alcanzar con aquella inclusión en particular?, ¿mero registro de los hechos a favor de un afán documentalista?
[DC]: Esas fotos, como las similares sobre mi padre en La yapa I o las de la televisión a propósito del suicidio de Ezequiel, son para mí parte de la narración.
[AM]: ¿Qué lugar ocupa la memoria en la elaboración, en el entramado de esta obra?, ¿has notado ciertas inquietudes que han variado con el transcurso del tiempo?
[DC]: El proceso de escritura está contado en Malvinas y después, con datos adicionales en las respuestas a Bentancor y Aguirre en La yapa II, vol. 2.
[AM]: ¿Has leído los diarios de Bioy sobre Borges?
[DC]: Si leí lo de Bioy sobre Borges. Me parece un gran aporte.
[AM]: ¿Tuviste oportunidad de leer aquellos publicados recientemente por Ricardo Piglia?
[DC]: De Piglia solo los anticipos en diarios y vi la película de Di Tella sobre la que opino en el libro.
[AM]: De no haber sido sociólogo de profesión, ¿pensás que hubieras querido/podido pensar una obra semejante?
[DC]: Mi ser sociólogo es posterior a mi escribir poesía y graduarme en filosofía. He sido un sociólogo conocido y productivo, pero el escribir poesía y graduarme en filosofía fueron anteriores. El orden es al revés de lo que más de uno ha creído.
[AM]: De todos los poetas argentinos que conociste a lo largo de su vida: Gelman, Trejo, Zelarayán, Girri, entre muchos otros; ¿cuál ha sido el que te causó mayor impresión, y el que —acaso— te dejó cierta huella que reconocés en algún aspecto de tu vasta obra?
[DC]: Aprecio a Hernández, Alfonsina Storni y Girondo. Otros dirán si me han marcado.
[AM]: Por el sesgo conceptual que reflejan ciertas zonas de tu propuesta permeable al plano conceptual, ¿te molesta ser considerado, por algunos, como vanguardista?
[DC]: No me molesta el rótulo siempre que lo fundamenten con argumentos sólidos (bajo el supuesto, también, de que es algo “bueno”).
[AM]: Haciendo cierta autocrítica y mirando en perspectiva la obra ya cerrada, ¿qué defectos, o excesos creés que hubo en ella?
[DC]: Dado que la redacción inicial se hizo entre 1986 y 1989, y que la publicación empezó once años después y se prolongó hasta el 2017, tuve bastantes años para repensar el material. Je ne regrette rien, podría decir, siguiendo a Edith Piaf. Al menos hasta la fecha y según ocasionales relecturas de fragmentos que por algún motivo debo hacer. Naturalmente, me imagino que podría ceñir mejor el texto aquí y allá pero me no me pondré en eso. Lo hecho, hecho está.
[AM]: Darío, te pido un dato, uno solo que recuerdes ahora, mientras hablamos, y has omitido en este último tomo, el octavo de la serie. Sea por olvido, quizás, y te gustaría recuperar…
[DC]: Omití, porque neciamente devolví la información que tuve entre mis manos, el dato sobre dónde dormía en el primer piso de la casa de avenida Vedia 369, en 9 de Julio, donde nací.