De la geopolítica a la geopoética

 

Texto y traducción

del francés al español por Ana Arzoumanian*

Poemas por Tigrane Yégavian

Crédito de la foto archivo del autor

 

 

De la geopolítica a la geopoética

 

Tigrane Yégavian es un politólogo, periodista y poeta especializado en Medio Oriente y en minorías cristianas en el mundo musulmán. Profesor de la Schiller University, es miembro del comité de redacción de la revista Conflits. Nació en París y creció entre Portugal, Suiza, Siria y Francia. En el año 2010 publicó el libro de poemas La insolación en la editorial El círculo de escritos caucasianos de Francia. En el año 2017 sale a la luz su segundo libro de poemas El adiós al Levante publicado en Beirut, y en el año 2022 Doble presencia en la editorial francesa L’Harmattan. Entre los ensayos ha publicado: Armenia a la sombra de la montaña sagrada (2015), Misión (en coautoría con Bernanrd Kinvi; 2019), Minorías de Oriente los olvidados de la Historia (2019) y Geopolítica de Armenia (2019).

Como escritor diaspórico Yégavian analiza las relaciones entre territorio y nación, entre Estado y dispersión, entre lengua y tierra. Su preocupación sobre la sobrevida de un pueblo lo lleva a conjugar su pensamiento con la idea de lo transnacional. La transnación como una entidad unida más allá del territorio fundado en las fronteras políticas. En esa conformación lo que prevalece es la idea del archipiélago. Una función que ha sido estudiada por Edouard Glissant en relación con el mestizaje propio de la criollización entre la cultura francesa y la martiniquesa. Un trazado que sigue el pensamiento de Aimée Césaire y las teorías de descolonización de Fanon.

 

 

Como francés y armenio Tigrane tiene una conciencia formada de la diáspora como actor político. Frente a la sacralización del territorio, Yégavian opone la sensibilidad artística del viaje, aquello que en América toma el nombre de antillanidad o creolización. Si históricamente Armenia ha formado un continuo integrado en raras ocasiones y, sin embargo, ha sobrevivido, Tigrane se desentiende de la topografía cultural del centro para pensar en la Patria Espiritual.

Tomando el axioma del también poeta y periodista armenio, Vahán Teryan, quien en el año 1914 consolidó la idea de una patria espiritual, Yégavian encuentra la raíz de esa concepción en San Gregorio de Narek.

Teryan, en su manifiesto del año 14, anunciaba que si se cree en el futuro habría que dirigir la mirada no sólo hacia el territorio sino a su interior, al alma. En aquellos años lindantes al genocidio contra los armenios, Teryan calificaba al país como una tierra en ruinas, una tierra devastada. De modo que la única salida posible era revivir a una patria desolada. Pero la patria espiritual también era un país bajo estragos, según el poeta. La pregunta pertinente era: ¿cómo se revive un país arrasado? Con amor, respondía; con lealtad, con emoción y con fe.

Vahán Teryan, traductor, poeta y político no hablaba sólo del futuro de la cultura armenia, sino que, reinterpretado por Yégavian, nombraba las condiciones de una vida verdadera más allá de la seguridad física del pueblo.

Huelga decir que estas consideraciones se aplican en regiones debilitadas por poderes coloniales cuya soberanía se ve amenazada por estructuras económico-militares de dominio. Si bien Yégavian analiza Medio Oriente y el Cáucaso, si bien su poética hace referencia a la diáspora armenia, nosotros, desde Latinoamérica, podemos encontrar ecos de la posibilidad de explorar la archipielización cultural. Cabe destacar la labor de otro poeta, el escocés Kenneth White quien haciendo un recorrido por la pregunta: “¿Qué queda de Europa?”, funda el Instituto Internacional de Geopoética y la poesía como una lectura del tiempo profundo. Cuando el poeta se interroga acerca de lo que se tiene bajo los pies revoluciona los usos meramente geográficos del territorio.

La geopoética, desde la mirada de White, enfatiza la interconexión de los humanos y su entorno re- imaginando su relación con el medio que se habita. Ahora bien, la propuesta de Yégavian es más desafiante: pensar la comunidad por el Espíritu.

San Gregorio de Narek, clérigo, teólogo, filósofo y poeta armenio medieval, nombrado Doctor de la Iglesia en el año 2015 por el Papa Francisco, inventa un género literario semejante a las oraciones fúnebres griegas en su Libro de las Lamentaciones donde concibe la poesía como una venida de Dios al Lenguaje. En el capítulo 33 de dicho libro hace una invocación al Espíritu Santo.

Tigrane Yégavian entiende el habitar poéticamente el mundo del precepto hölderliniano desde la teología contextual, ese diálogo espiritual con el medio en que se vive.

La afirmación de que todo pensamiento se genera desde una ubicación específica responde a la frase del fraile brasileño, Carlos Alberto Líbano Christo quien pregonaba: “solamente es posible pensar, incluso sobre Dios, desde donde pisan mis pies”. Postura de la teología contextual que coincide con las ideas de la teología de la liberación latinoamericana.

Dentro de ese esquema, Yégavian lee a Nersés el Agraciado, Catolicós de Armenia entre los años 1166 y 1173, precursor del diálogo ecuménico que escribía “Confieso con Fe” para introducir en la liturgia los himnos plenos de Gracia.

 

Los poetas Tigrane Yégavian y Ana Arzoumanian

 

No podríamos seguir ahondando en la espiritualidad si no distinguimos la noción de “cuerpo” en el cristianismo gregoriano. El miafisismo es la doctrina que sostiene la unión de las naturalezas divina y humana en Cristo, enfatizando la unidad de ambas naturalezas en una sola persona.

A diferencia del monofisismo que sostiene únicamente la naturaleza divina de Cristo luego de la encarnación, la Iglesia Apostólica rechaza la cristología definida en Calcedonia y considera que la divinidad y la humanidad se unen en una sola naturaleza (phisis) sin separación, confusión ni alteración.

La espiritualidad armenia es material y poética a la vez. La metafísica le es extraña. En el ritual litúrgico el pan no es “host” (hostia) sino “cuerpo y sangre de Cristo” en una presencia tangible.

La eternidad se simboliza con una imagen llamada Arevajach, cruz solar que es un signo que representa la no descomposición de la carne.

Si en el monofisismo (mono: uno, solo, único) la naturaleza divina absorbe la humana, en el miafisismo (mia, uno, de naturaleza compuesta) Jesús tiene sólo una naturaleza unida, divina y humana juntas. El credo de Calcedonia que influyó al catolicismo y, por lo tanto, a Occidente, admite dos naturalezas en una sola persona.

Este tema religioso explicaría la no pertinencia de la división entre tierra y espíritu, cuerpo y lengua, alma y territorio. En Occidente, para penetrar en la naturaleza divina se recurre a la idea de transubstanciación, de traslación, de traslado. En Armenia, en la santa ofrenda, se reparte un pan ácimo que es el cuerpo de Cristo y no su representación. De modo que el espíritu no es una metáfora, una transformación por motivos de la consagración, sino que ya es cuerpo.

Esto último es fundamental para comprender que, cuando en Occidente se habla de teocracias, muchas veces lo hace desde este concepto de Territorio y Espíritu divisible. De modo que no podríamos caracterizar a un régimen de estrictamente teocrático toda vez que el Territorio también es Espiritual.

Tigrane Yégavian da un paso más y explica el exilio como vocación y no como castigo desde la noción de la teología del exilio. Así daría cuenta de una relación sui géneris entre diáspora y Estado nacional. No un vínculo de poder y de impotencia, no un lazo que se orienta al retorno, ni a la pérdida y soledad producto de la separación. Sino la esperanza en la restauración de un enlace que comprende la confianza en el otro, la fe.

Es oportuno recordar la conversación que mantuvo la periodista Rosa Majian con Jorge Luis Borges a propósito de la perduración del pueblo armenio. El escritor argentino consideraba que la identidad de los armenios se mantuvo por la fe. La historia de cualquier país es episodio, dice, sin embargo, el acto de fe en sentirse armenios concede perpetuarse en el tiempo.

En el libro Insolaciones Tigrane escribe: yo iré hasta allá mi amigo a desearte una buena patria.

 

 

1+1 poemas de Tigrane Yégavian

 

 

Patria mancillada

 

En este país maldito

Amo verte a salvo

En tu balcón

A la sombra.

 

Pero vos no ves el mar

Desde que se ha retirado

Luego

De la explosión

 

Tu país, mi sueño destrozado

Se contrae día a día.

 

Hundida por la falta de sueño,

Vos exclamás:

¡Nosotros estamos todos malditos!

 

El campanario da el tañido de difuntos

La voz del muecín se detiene

Los drones zumban sobre nuestras cabezas

La vida se muere a fuego lento

 

Así como nos ha contado el tiempo

Te digo:

Nos queda este cielo y nuestra memoria.

 

Ayer el mar se retiraba todavía más allá.

Ahora el enemigo no se encuentra más en vos

Y sin embargo no podés conciliar el sueño.

 

Tu país en ruinas

Mi sueño hecho añicos

Se encoge como piel de zapa.

 

No hay más un Norte a rezar

Ni un Sur para contemplar

Tampoco un Este para tomar el camino

Sólo nos queda la ciudad sitiada

 

Y este mar inocente.

 

Libérame de mis cadenas

Que yo pueda nombrar tu mal

Y reencontrar los puntos cardinales,

 

Dormí al aire libre,

Dormí en tu habitación de paredes nuevas

Pero dormí el sueño de aquella

Que verá una vida nueva.

¿Acaso te volveré a ver?

¿Apoyaré mis labios sobre la promesa

De un amanecer por venir?

 

No tengo miedo del fin de este peregrinaje

Porque sé que estamos a salvo.

 

París 14/04/2014

 

(de Doble Presencia)

 

 

El pecador y el soldado

 

En la frontera hay un pequeño curso de agua

Donde pescados y hierbas se enloquecen

Se agitan con el olor de la sangre de inocentes.

 

Se ondula alrededor de la tierra pelada

Por invasiones y terremotos

Llevando cadáveres y mentiras.

El nieto del sobreviviente

Lanza su caña de pescar

En la corriente de agua

 

Ondas de presente incompleto.

 

Él sabe que el agua se burla de los trazados de fronteras

Sabe también que el tiempo se acaba

Si un francotirador pone la mira entre sus ojos verdes.

 

El guardián sobre el mirador

No se manifiesta.

 

Pero frente al arroyo, los soldados

Enemigos

Inspeccionan el sitio en silencio.

 

(de El adiós al Levante)

 

 

 

 

 

*(Buenos Aires – Argentina, 1962). Poeta, narradora, ensayista, crítica literaria y teatral, traductora y abogada. Magíster en Psicoanálisis por la Escuela de Orientación Lacaniana de Buenos Aires. Se ha desempeñado como asesora en el Ministerio de Justicia de Argentina y docente de la Facultad de Ciencias Jurídicas de Buenos Aires de la Universidad del Salvador. Actualmente, es catedrática del posgrado internacional de Escrituras Creativas en la facultad latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). Ha publicado en poesía: Labios (1993), Debajo de la piedra (1998), El aAhogadero (2002), Cuando todo acaba todo acabará (2008) y Káukasos (2011); en narrativa La mujer de ellos (2001), La granada (2003), Mía (2004), Juana I (2006), Mar Negro (2012) y La Jesenká (2019); en traducción: Sade y la escritura de la orgía. Poder y parodia en historia de Juliette de Lucienne Frappier-Mazur (2006), Lo largo y lo corto del verso holocausto de Susan Gubar (2007), cotraducción junto a Alice Ter Ghevondian Un idioma también es un incendio. 20 poetas de Armenia (2013) y El alambre no se percibía entre la hierba. Relatos sobre la guerra de Karabagh (2015, de los escritores armenios Levón Khecohyan y Hovhannés Yeranyan, traducción conjunta con Alice Ter Ghevondian); y en ensayo: La Universidad Posmoderna (1994), El depósito humano. Una geografía de la desaparición (2010) y Hacer violencia. El régimen insurrecto en el arte. Sobre arte y genocidio (2014).

 

 

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