Encauzar el debate: una respuesta a Ánima Lisa

 

Por (los abajo firmantes)

Crédito de la foto www.offsite.com.cy

 

 

Encauzar el debate:

una respuesta a Ánima Lisa

 

 

Creemos que es importante, antes de pronunciarnos sobre la esmerada respuesta del colectivo Ánima Lisa ―en adelante AL― a nuestro artículo del 20 de marzo de 2018, dejar en claro nuestra posición frente a su pregunta inicial de “si esta [nuestra] intervención cuenta o no cómo una participación en el debate” sobre cómo pensar la nueva poesía peruana. Nuestra respuesta es un rotundo sí. Y aciertan -en parte- en la tercera opción que plantean en su comentario en redes sociales. Seremos claros. Nuestro artículo ha tomado de pretexto el artículo de Valdivia como un caso que muestra cómo no-pensar la poesía peruana. Nuestro objetivo ha sido desplazar el debate acerca de la absurda etiqueta de “lo sentimentalito” hacia un territorio real de discusión sobre las herramientas conceptuales que consideramos más pertinentes para pensar la poesía peruana reciente. Para acometerlo, es evidente, teníamos que referirnos a la etiqueta en cuestión, tomar posición, contextualizarla, desarmarla y mostrar por qué, en nuestra opinión, esta es inútil para indagar en las escrituras peruanas.

 

Y doblemente sí, y con fuerza, creemos que hacía falta un texto -como el nuestro- que incorpore otras variables posicionales (no todas) en el debate que venía desplegándose en las redes. Evidentemente, esta es una petición de principio, pero tenemos la convicción que hemos desempacado un conjunto de razones que justifican nuestra posición sobre cómo empezar a repensar la poesía reciente a lo que, por supuesto, esperamos se sumen nuevas voces, ideas y puntos de vista. No hay nada mejor que el debate. A eso vamos y aquí estamos. Por lo que sin duda, ¡ahora somos veintitrés!

 

 

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Sobre el primer punto de la crítica de AL, gracias por el piropo. Nos gusta esa idea suya de que nuestro texto sea una suerte de “manual para hacer una crítica de manual”. Sin embargo, creemos que se equivocan. Nuestro texto, en lugar de pretender ser un lugar de llegada, busca -ojo, busca- ser un lugar de partida para retomar el histórico debate sobre cómo pensar la poesía peruana. Busca “abrir la cancha”. Y para hacerlo, repetimos, era necesario apelar a un conjunto de referentes teóricos que nos ayudaran a demostrar el poco valor explicativo de la no-categoría de “lo sentimentalito”. Visto así, nos da la impresión de que el llamado “ortopedismo” crítico que AL nos atribuye dice más de ellos que de nosotros mismos. Nos explicamos. Es como si esa palabrita, “ortopedismo”,  encarnara a un burócrata gruñón que no quisiera que juzguen su trabajo, sino que entiendan y comprendan su “actividad”. Si es así como entienden la “ortopedia”, parece que aspiran a una “crítica-burocrática” que pueda “pensar” con complacencia la escritura misma a costa de renunciar a los diversos sentidos que ofrece. Lo cual significaría renunciar (¿o censurar?) cualquier juicio crítico, es decir, al pensamiento mismo. Seguro lo saben: sin juicio de valor, no hay pensamiento. En esa línea, creemos que hay textos “buenos”, “malos”, “regulares”, y sus matices; y también creemos que hay textos a los que –en efecto– les sobra o les falta algo. Pero ojo, que les sobre o les falte algo no significa que exista “una calidad idónea” para determinar los excesos o déficits del texto. ¡Qué reducción! Todo lo contrario. En el ámbito del arte, no existen parámetros ideales, o estándares, sobre los cuales se deba analizar un texto; no obstante, creemos que sí existe un conjunto de criterios para tomar posición sobre el valor de un texto, como es el caso, en el ámbito de la poesía, del corte del verso (libre o métrico), la musicalidad (consonántica, asonántica, cacofónica, etc.), el uso de tropos literarios, la dicción, la intertextualidad, la experimentación, la oralidad, el hermetismo, la narratividad, la imbricación de discursos, la construcción de imágenes, o su iterativa ausencia, entre otros recursos conocidos.

Por lo demás, es un hecho que desde hace más de un siglo la creación moderna viene operando bajo el impulso de la “tradición de la ruptura” (O. Paz), es decir, el impulso de negar el pasado para reventar experimentalmente el presente. Pero la ruptura en cuestión no debería significar “inmanencia” acrítica que supuestamente justifique-el-soporte-textual-en-su-especificidad-ingeniosa, a costa de validar estropicios. No todo lo que se rompe –o se intenta romper– es valioso.

Por eso, recomendamos a AL que reevalúe si realmente existe el adversario de la crítica “ortopedista”, siendo –quizá– el fantasma que proyecta en los interlocutores que no comparten sus puntos de vista. Para ello sería interesante que el colectivo aludido nos explique con más detalle ¿por qué rechazan la llamada crítica “ortopedista”, en qué consiste esa ortopedia, por qué apuestan por una crítica “inmanente” y en qué consiste su inmanencia?

 

 

(2)

 

Sobre el segundo punto, nos parece que hay un error de comprensión lectora. La cosa es bastante objetiva. La introducción de nuestro artículo es una descripción del estado de la discusión y las limitaciones de quienes han intervenido en ese debate en cuanto a la estrechez de miras y a la nula consideración de escrituras de otros lugares de enunciación. No confundan el número de debatientes (cantidad) con la relevancia del debate (calidad). Que no seamos muchos no significa que el debate no sea importante, solo significa que el debate es por el momento limitado, reducido (micro) y, por tanto, que deseamos y esperamos que se ensanche. Y ello es lo que justamente proponemos con la jerga oenegera que AL “ningunea” a falta de una retórica contundente.

En esa línea, uno de los objetivos de nuestro artículo es mostrar los límites del debate en términos de quiénes discuten, dónde discuten, a quién discuten, qué ideas discuten y para qué discuten. No es solo para disputar las ideas de R. Valdivia sino, ante todo, para explorar qué ejes discursivos y contextuales pueden ayudarnos a encauzar el debate sobre cómo pensar la poesía peruana en la actualidad. Por tanto, en lugar de buscar excluir a escrituras de vuelo feminista –y otras–, nuestro artículo plantea un debate más amplio acerca de la poesía peruana reciente en el que cada particularidad pueda decir “algo” en lugar de “nada”. Que sea un debate incluyente pero argumentado.

Estamos seguros de que con este pequeño “manual de lectura”, le será más fácil al colectivo AL entender el sentido de nuestro artículo releyendo el párrafo que le da inicio:

                  “Un segmento de la poesía peruana ha entrado en debate. Es un debate que involucra a no más de                   veinte escritores, casi todos hombres, limeños, occidentalizados y de sectores medios. En tal                   debate no están incluidos los colectivos que reivindican una poesía feminista (si es que la hay);                   tampoco el conjunto de insularidades o movimientos activos en provincias, o los poetas indígenas                   en lenguas distintas al ‘español’. Este debate congrega, más bien, a un segmento de lo que suele                   llamarse ‘poesía peruana’ y tiene como protagonistas a una pizca de escritores limeños. Esta                   contextualización es necesaria para no caer en el manido error del centralismo que asume que Lima                   es el Perú, o que la Av. Venezuela es Lima, como parece asumir el poeta sanmarquino Roberto                   Valdivia en el artículo que ha dado pie a este debate” (…).

 

 

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Sobre el tercer punto, nosotros también creemos que la discusión sobre la poesía peruana representa “un debate de mayor rango”. Quienes firmamos este texto, escribimos poesía, la leemos, estudiamos y valoramos, por lo que es absurdo por completo que el colectivo mencionado nos endilgue el no considerarlo así. Ello explica nuestra elección del título para la nota: “Cinco ideas acerca de un (micro) debate sobre poesía peruana”. De nuevo, por si no quedó claro, interpretar como lo hace AL que lo micro implica desprecio por el debate es un craso error interpretativo. Lo micro es el centralismo limeño que pretende radiografiar la poesía peruana sin un “catastro” mínimo de las escrituras peruanas recientes. Y lo micro, también, es plantear una defensa acrítica de alguna versión de la posmodernidad, sin decir a cuál se hace referencia y sin justificar por qué es aplicable a nuestras realidades y escrituras locales. En consecuencia, lejos de creer que el debate en cuestión no merezca la menor atención del medio literario, tenemos la convicción de que merece toda nuestra atención, así como la de las escrituras que se sientan involucradas en esta discusión. Que esperamos sean todas, así como también la atención de los lectores que quieran expresarse, con argumentos por supuesto. Pero que el debate sea significativo, no conlleva a que los términos de la discusión se reduzcan a “lo sentimentalito” y demás patrañas, como al parecer se quiere enlodar con este término a los nuevos poetas de nuestro país. Por nuestra parte, proponemos pensar la poesía peruana a partir de una “epistemología del sur” que haga justicia a nuestras especificidades locales, sin que eso signifique deshacernos de los aportes discursivos de occidente, lo que por lo demás resultaría imposible de acometer.

Le agradecemos, claro está, al colectivo AL los piropos a Vallejo & Co., y a quienes suscribimos este texto. Sin embargo, más le agradeceremos releer con precisión y comentar las líneas argumentales de nuestra nota a la luz de las pautas que estamos ofreciendo en este “manual”, escrito a seis manos y a treinta y tres dedos.

 

 

 

 

Luis Enrique Mendoza                                                            Mario Pera                                                            Bruno Pólack