Por Yulino Dávila*
Crédito de la foto (izq.) www.lauragiordani.blogspot.com /
(der.) Eolas Eds.
Sobre Leonora (2023),
de Reinhard Huamán Mori
Panorama actual
Cuando llegué a España, hacía un año y meses que había muerto el dictador Franco. Yo era joven, empezaba el año 1977. La primera vez que regresé a Lima, había trascurrido cerca de una década. Luego he regresado en más ocasiones y todas las veces, lo primero que hacía al llegar, era comprar libros editados en el Perú de poetas jóvenes. Siempre he considerado a la gente joven como el gran potencial para cambiar el estado de cosas de la sociedad y su realidad, que alberga tanta injusticia palpable como también la subliminal. Cuando era estudiante en la Universidad Nacional de San Marcos, en Lima, tuve una compañera sentimental (mayor que yo, ella estudiaba Educación y yo, Psicología), que me puso en contacto con el libro de A.S. Nell: Summerhill; una escuela experimental en U.K. donde había una casi total libertad para los alumnos. De este modo esa corriente educacional, afirmaba mi convencimiento de que, en la Educación, descansaba el futuro de la sociedad. En esta escuela, la “educación” no se trataba solo de conocimientos, sino que además incidía en la formación de una sana salud mental, conciencia crítica y autocrítica con respecto a la realidad y el entorno que les tocaba vivir.
He acumulado muchos libros de gente joven que se dedican a la poesía, pero paulatinamente también he acumulado mucha decepción. No he encontrado lo que pretendía encontrar. No han superado mis expectativas. Pero hay una explicación. Intentaré ser breve. La culpa no es solo de los jóvenes, sino que gran parte recae en los mayores que sostienen un sistema educacional que, a mi parecer, es ajeno a los sanos principios que una educación debe tener. El sistema está al servicio de producir a personas que contribuyan a una fría economía, y al consumo de productos innecesarios. El concepto de humanismo se ha devaluado para dar paso a la formación de consumistas en serie = Cultura enlatada.

Las nuevas tecnologías y las redes sociales juegan un papel importante. La poesía joven que debería ser y tener una potente respuesta al estado de las cosas, brilla por su ausencia. Los jóvenes, que deberían ser los primeros en indignarse, pues su futuro va en ello, han enmudecido. El Sistema los ha aletargado. Las quejas son minúsculas para el inmenso desastre cultural en el que están sumidos. Juventud desmayada. El Gran Sistema, a cambio, les ha dotado de una tecnología nueva, para que puedan entretenerse y jugar al juego que el propio sistema les elabora con diversos productos, creando nuevas y artificiales necesidades, para que terminen siendo consumidores y productos a la vez. “El pez que se muerde la cola”.
El nuevo esquema de la cultura última en la era de Internet, actúa como un «reformatorio», para servir a los intereses del Gran Sistema y, a la vez, justificarlo, sin una mínima gota de pudor o vergüenza. En resumen, jóvenes lacayos del nuevo sistema cultural, atentos a la voz de su amo. Y que sigan entretenidos. Mientras esto sucede, una cantidad importante de problemas sociales siguen creciendo, y no se les da la importancia que tienen.
La madurez tarda en llegar gracias a que el sistema, con sus sutiles mecanismos, ha prolongado la juventud, para que sigan jugando (como niños). Y sigan entretenidos, pero sin aparato crítico para poder discernir. Por lo tanto, el sentido de responsabilidad no se hace presente. Tarda en llegar. Solo desean reconocimiento (a cualquier precio). Otro de los fenómenos que crece en esta “nueva cultura”, es el aislamiento, potenciando la individualidad, alejando la empatía social. Es un medio importante de comunicación para expresar el descontento. Además, han crecido un mayor número de enfermedades mentales en la gente joven: obesidad infantil, gentrificación, etc. Es la piel —la cáscara— que se ve de esta cultura. El mayor problema vive dentro: la ideología que da vida y perpetua el punto de vista del Gran Sistema.

Y, en este caldo de cultivo, la “Poesía” se diluye o regresa a las formas caducas u obsoletas, tanto en forma como en fondo. Resulta paradójico, pues hay tanto tema por desgranar, o donde escarbar, sin necesidad de pretexto. Ahora bien, todo rasgo general (como el que he evocado) tiene su lado particular, sus voces periféricas, que salvan los ejes de los sinsabores centrales de esta “cultura” adormecida. Voces que restallan como islas positivas en medio del marasmo.
Una de esas excepciones es Reinhard Huamán Mori, como persona y como escritor. Hoy toca señalar su libro Leonora, como el trabajo que evidencia no estar en ese cúmulo de escritos que otros jóvenes exponen, afanándose sin piedad en castigarnos con sus textos. Liróforos enclenques babeando por ser reconocidos.
POESÍA & Labranza
Un calibre de la especie, como muestra vital, es lo que proyecta Reinhard Huamán Mori, con el ya mencionado título. En el texto que sostiene Leonora, podemos encontrar un manejo acertado de la forma, que obedece al mensaje contenido, calibrando el lenguaje en sus fragmentos. Su diseño destila en cada lance una reflexión sujetando el tema que, aunque muestre a veces un desgarro personal, no hay regodeo ni victimismo, más bien opta por una serena puesta al día de la persona frente a la existencia, al dolor o la angustia. La alegría, la felicidad, son harina de otro costal, y vibran soterradamente como muestra intermitente de existir junto con las vicisitudes y los extrañamientos. Alejarse del consumismo, que abona la escena cultural, tiene sus frutos severos. Bálsamo y aguijón coinciden en el lenguaje.
Reinhard, ha perfilado una apuesta, no común en estos días. Ha apostado por una suerte de “poesía confesional”. Este tipo de riesgo, se daba mucho más a menudo tiempo atrás. Algunos autores conocidos, nos han dejado excelentes poemas. Sin embargo, esta manera de afrontar nuestro mundo más íntimo, se empezó a viciar, cayendo en el desprestigio o en textos sin genuina emoción. Este tipo de confesión a la ligera, ha influenciado, por ejemplo, al panorama musical y hay que soportarla en algunas letras de canciones pop, como telenovelas chabacanas. Hay incluso textos mal escritos, al nivel de culebrones, que hacen pasar como libros de poemas, su vacío existencial, etc.
Frente a esto, la propuesta de Reinhard Huamán Mori les devuelve altura y decencia a esos páramos, así como a los entresijos que recubren esos ángulos extraños y sin embargo tan nuestros, que pocas veces se tiene el valor de enfrentarse a ellos y destilarlos en el lenguaje. Es una manera digna de asumir el temporal de lo íntimo que se confiesa descarnadamente al lector. Señala otras perspectivas.

Reinhard, nos pone al día del siglo en el que estamos. Nos muestra esa realidad que vive a la vuelta de la esquina. Lo que no sale en los periódicos, pero participa de nuestra intimidad. Poesía viva, latente. La herida abierta es la realidad (donde uno está inmerso) y suscita la experiencia de las emociones. Esta experiencia, despeja las cortinas, abre las ventanas y lo lanza a la reflexión. A los parajes desconocidos. A la orfandad de un futuro sin antecedentes. Lo que está sin haber sido antes, mientras nuestra existencia trascurre por una respuesta sin pregunta. Esta herida no muestra señales de sangre, en su lugar hay lenguaje que hila con destreza lo que acontece, esparciendo fragmentos de ponderación alrededor del suceso. No hay intento de escapatoria, más bien un enfrentamiento a la realidad escindida que nos pugna. Es un dar la cara y aceptar los meridianos de los retos.
Poesía nueva con hebras de antaño para habitar lo desconocido del presente en los ojos del cada día.
¡Salud & Buena fortuna, para Reinhard Huamán Mori!
*(Perú, 1952). Estudió Psicología Social en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y se inició en la poesía a finales de los años 60. Miembro histórico del Movimiento Hora Zero. Viajó a Europa en 1977. Colaboró con la Editorial Banda de Moebius durante su estancia en Madrid. Vive actualmente en Barcelona. Ejerció como lector de la Editorial Planeta y lo dejó por salud mental. Ha trabajado largo tiempo como bibliotecario del Instituto de Estudios Norteamericanos. Está abocado a tiempo completo en su labor poética y plástica, además colabora como crítico literario para diversos medios de información de España y Latinoamérica. Da clases de iniciación al arte culinario y tiene una exposición permanente en su Factoría√-1. Ha publicado en poesía El tratante (1995), Hebras de Malasaña (1998), Monasterio de palabras (2009), Fusión (2010), Tálamo y Escalpelo (2013), Sin ambages (2015).


