Por Valeria Melchiorre*
Crédito de la foto (izq.) Eds. Rialp /
(der.) www.eldesaguaderorevista.blogspot.com
Lo que no se puede contar ni pesar ni medir.
Sobre Andréi Rubliov (2020), de Diego Roel**
En el juego de refracciones, en esas improntas que se velan o revelan, se disparan o disipan, superpuestas u olvidadas, la vida de Andréi Rubliov, su versión fílmica a cargo de Tarkovski y la enunciación que en esa transposición cobra su aliento, se mitigan lujos y exuberancias. Para esta (auto)biografía poética, suavizar lo turbulento ―el amor “se parece a un manojito de mirra”―; sosegar el volumen y la estoicidad de la materia ―“todo lo que se mueve y abandona/ su pasajera piel sobre el planeta”―; dosificar brillos y estridencias ―“El ícono debe emitir una luz suave, crepuscular”―; o adecuarse a la tesitura del silencio ―“Mi arte es mudo pero sabe hablar”―, son resistencia a la saturación. Depurarse de cualquier ampulosidad, que sólo restos de las contiendas, de las inclemencias y de las lujurias se preserven, como pedregullos aquí y allá, son decisiones a tono con lo que Diego Roel venía atesorando en libros anteriores. Asume, quien dice yo, esa lengua monástica, esa rusa sequedad; y entonces, ser el pintor de íconos medieval o parte de su corte arrastra la posibilidad de esgrimir un ars poética: “Porque lo sé:/ de lo más simple surge la armonía y lo bello”.

Esta reducción de los recursos, la sobriedad como un estilo sostenido de manera consciente, en la clave de la visualidad se afirma en ese intento por “[…] conseguir colores traslúcidos”. Y permite instalar un modo de la apertura: “Hermano, abre los brazos”, exhorta el viajero de “El Globo”; “Hermano, abre los ojos”, insiste el mismo viajero, hacia el final. Abrir la boca, los labios, son acciones que se reiteran, el hálito que, además de airear la letra, de contribuir a esa trama espaciosa y emular la solvencia de lo breve, remite a otra búsqueda, allí cuando la metáfora se revierte: “Méteme en tu pecho/ voy a dormir ahí”. Esa ansia de cobijo, ese “Padre” al que se invoca, es la aspiración que en definitiva vertebra esta voz poética: “Como un animal hambriento,/ como un lobo de la tundra,/ así te busco, Señor,// así te busco”.
La trayectoria de Andréi Rubliov, esta suerte de hagiografía del pintor escrita aquí de a episodios poéticos cuya cronología se desordena, es una reconversión, en pleno siglo XXI, del mito del artista como un ser dedicado a traer a la densidad del mundo, a su condición trunca de finitud, un soplo abarcador: “A lo que no se puede contar ni pesar ni medir/ yo le otorgo número, peso y medida”, nos confiesa quien detenta esta misión. Dicho recorrido se nutre, en algunas de sus estaciones, de la experiencia de lo sacrificial ―“Ya estoy harto de vivir.// Soy como el estiércol que se quema cuando sobra”―; pero recupera su aptitud para la firmeza al intuir, en estas prácticas que se tienen entre manos, un camino hacia cierta perennidad: “Y sobre todo hay que evitar/ las curvaturas de las tablas, las grietas,/ la podredumbre de la madera”, se propone el artista en “Monasterio de la Trinidad y San Sergio”.
El poema retoma ese vínculo con lo eterno que se ha asignado al arte desde tiempos remotos: “El ícono debe ser resistente al frío/ y a la humedad del invierno”. Al que se precipita en estas peripecias de la creación le basta con su pincel ―“un cuchillo” y “una lámpara”― para cavar en la oscuridad y propagar la luz. Las vacilaciones, las dudas, esos rodeos que ventilan cualquier rotunda aserción, se desvanecen en el matiz difuso del único hallazgo contundente: “Descubro un verbo que no es blanco ni azul / ni transparente”.
*(Buenos Aires-Argentina, 1970). Poeta y ensayista. Doctora en Letras por la Universidad de París 8 (Francia). Fue docente de literatura argentina e investigadora. Dirige desde 2019 la página web/revista cultural Zancada (www.zancada.com.ar), destinada a difundir obra y a tejer redes entre prácticas diversas y artistas de variadas disciplinas. Tuvo a su cargo la edición y el prólogo de Poesía completa de Amelia Biagioni (2009). Ha traducido poesía del inglés al español como la obra de Carol Ann Duffy, Alice Oswald, del francés al español a Jacques Prévert, Anne Portugal; y junto con Ricardo Herrera: Pierre-Jean Jouve, De Las bodas a Tiniebla. Antología poética 1925- 1966 (2016). Ha publicado en ensayo Amelia Biagioni: la “ex -centricidad” como trayecto (2014) y La suerte del poema (2017); y en poesía Los dictados de la moda, El hombre que soy yo en un cuadro de Francis Bacon y La cita (volumen junto a otros tres poetas), Trilogía del temblor (2019), Fuego Amigo (2020) y Carne Molida (2021).
**(Buenos Aires-Argentina, 1980). Poeta. Licenciado en Historia de las Artes visuales por la Universidad de La Plata (Argentina). Reside en la ciudad de Posadas (Argentina). En la actualidad, se desempeña dictando talleres de escritura creativa. Obtuvo el Premio Internacional Loewe de Poesía (2023) y el Premio Alegría (2020). Ha publicado en poesía Padre Tótem/ Oscuros umbrales de revelación (2004), Diario del insomnio (2005; 2013), Cuaderno del desierto 2007), Las variaciones del mundo (2010; 2014), Los Jardines del Aire (2012), Dice Jonás (2015), Vía Lucis (2015), Kyrios (2016; 2016) Las intemperies del mar (2017), Shibólet (2018), Kadosh (2019), El infierno es una bestia callada y triste (2020), Andréi Rubliov (2020) y Los cuadernos perdidos de Robert Walser (2024).


