Por Goya Gutiérrez*
Crédito de la foto (izq.) Ed. Contrabando /
(der.) www.espaibetulia.cat
Sobre El frío que corresponde (2023),
de Luis Santana**
Luis Santana ha publicado media docena de libros entre ellos Mirador (1988), Leyendo la fuga (2016) o Nada me conmueve (2022).
Quizás a veces parezca que es mejor encontrarte con una poesía que está más en tu línea de creación, pero yo pienso que adentrarse en una poesía que es precisamente diferente constituye una aventura y una exploración igual o más interesante todavía. Y eso es lo que me ha pasado con este libro de Luis Santana. Una poesía con un cierto grado de hermetismo, pues como me ha confirmado el mismo autor sus referentes poéticos son Antonio Gamoneda, Paul Celan o Nelly Sachs, entre otros.
Lo que he observado es que, desde un punto de vista siempre subjetivo, y como dice Esperanza Ortega en el prólogo, “es poesía de lo que queda al desvanecerse algo. Poesía de lo inaudito”. Y sí, le doy la razón, son imágenes sorprendentes a las que no estamos acostumbrados. También en muchos poemas y versos es como si se resistieran a que el lector los desnudara o desvelara. Hay poemas en que la lectora, en este caso yo, parece intuir un posible sentido, que en el último verso o en la última estrofa se desvanece y te crea un cierto desconcierto. Yo le pregunté a Luis si eso era consciente o inconsciente y me contestó esto: “No sabría decirte muy bien en qué medida esos finales son conscientes o inconscientes. Son una especie de contrapunto, una coda efectiva, llevado ―más o menos―, a términos musicales. Y en algunos casos es también una especie de resumen o síntesis en otra clave. En todo caso es algo interiorizado”.
Minimalismo y precisión en el lenguaje llevado al máximo de su exploración y potencia. Esta poesía no pretende transmitirnos un estado emocional de impresiones de esos recuerdos a través del tono del poema, sino que se intuyen más bien indicios de esos retazos de memoria, a través de las relaciones que unas palabras establecen con otras al formar las imágenes para nada lógicas, yo diría que poco frecuentes, y en los polos del tópico, que a la vez crean expectación en el lector de poesía, y que consciente o inconscientemente hay un sujeto poético, aunque no en todos los poemas, como dice Antonio Ortega en la recopilación de “Nada me conmueve”, muchas veces queda diluido, aquí en este libro yo sí que lo percibo en bastante poemas. Y éste trata de retener nuestra atención como lectores, sacarnos de nuestro estado de confortabilidad y sumirnos en esa complicidad y complejidad de lo inesperado. Quizás el frío, la niebla, el invierno eso que correspondería a un ambiente de melancolía que encontramos en su primer libro Mirador de 1988, creo que en este libro se convierte en un estado de alma. Hay nostalgia pues muchos poemas parecen recuerdos, aunque el verbo esté en presente, pero aquí la metáfora del frío y el invierno creo que actúa como de cuchillo de esa nostalgia, al constatar desde el presente la parte negativa, opaca de la existencia. Es por tanto una nostalgia quebrada, pero sin ápice de sentimentalismo, todo está matizado de distanciamiento y extrañeza pero también de una como oculta “ternura” que comentó Lola Andrés en la presentación del libro en Barcelona.
Otro aspecto importante también es la recuperación de palabras caídas en desuso que cobran nueva vida en el contexto del poema, o la aparición de palabras poco frecuentes, con cuya presencia en el poema, el autor nos mueve a explorar, a ir a sus orígenes etimológicos y al diccionario, en este sentido poesía también para aprender del lenguaje, para observar cómo combina en la imagen las palabras y la belleza que de ello surge, percibir un punto de vista sobre el conocimiento y la visión del mundo interno del yo poético y su confrontación con el otro mundo externo. Juega también con el hecho de poner títulos en distintos idiomas, una forma más de incidir en ese aspecto lúdico y de exploración de la lengua, de las lenguas.
El poema “Teatre Grec 1976” parece un recuerdo y unas impresiones del autor que vivió en esa época en Barcelona, encontramos algunos ejemplos de lo dicho antes: las impresiones de esa representación teatral o musical, si fueron positivas o negativas no queda claro, precisamente por la naturaleza ambigua de esta poesía, así hay imágenes positivas como: “divinas palabras” “manantiales de organería” “gestos solubles” “El aire en reposo (…)/ vuelto sólido” y sin embargo en la primera estrofa dice “cordón de sombras visajeando lo turbio” la palabra “Visajear” (gestualización exagerada), que viene del francés visage que quiere decir rostro, que viene del latín visagium falsum (máscara), luego se puede inferir: “cordón de sombras enmascarando lo turbio”, también al final del poema encontramos la palabra “aldabear” de “aldaba” (picaporte de las puertas antiguas) “aldabean frágiles miembros/ los suyos de nata” este último verso resulta inesperado. Y la estrofa final “Ahora está muerto el día” (…) “día de la consunción”. Nostalgia truncada. A pesar de cierta apariencia sólida de la impresión que causó, acaba desvaneciéndose.
Algo parecido pasa en el poema “Seca espadaña” la visión o el recuerdo de la planta de la espadaña (planta en forma de espada) que combustiona ante unos niños, y podríamos decir que por los dos últimos versos “y las rodillas/anhelantes de otra edad” añadiría también esa nostalgia de la niñez o imposibilidad de vivenciar el pasado, sin embargo, el verso “sus bocas como vilanos prietos” referido a los niños, introduce una inquietud negativa de la infancia. O sea que a esa nostalgia se le habría de añadir la dureza de la realidad que la combate o la debilita.
En el poema “Calle 8” hay una muestra de bellísimas imágenes más líricas que en otros poemas, yo intuyo retazos de memoria, de la vivencia que le trae esa calle “pétalos de espuma fatigada/en el creciente de la noche”. “La calle tiene el hielo de la sombra”, yo diría que aquí también junto a esa nostalgia surge la dura realidad simbolizada en ese frío invernal externo.
En el poema “Amiga y sueño” podemos pensar por el primer verso “He muerto en el abrazo” que ese amor o esa amistad íntima se truncó, pero si vamos leyendo, podemos interpretar que el ocultamiento en el lenguaje poético de este mismo libro es paralelo a ese lenguaje comunicativo de ocultación y sutilezas de ambos amantes o amigos, en el que se utiliza el presente, como si ambos milagrosamente hubieran encontrado “ el idéntico lenguaje de ocultación” que dice un verso, dos almas gemelas en ese sentido, el más íntimo sentido, que es el reconocerse en el mismo lenguaje, sin embargo, el último verso “-soy del todo invisible-” podría hacernos pensar que ese amor o esa íntima amistad ya no pertenece a este mundo o nunca ha pertenecido, de ahí el título “Amiga y sueño”.
En el poema “Calima” me ha parecido ver como una búsqueda de lo verdadero y lo auténtico en el verso “Cuando el cielo no reclama/ninguna pertenencia”, frente a un mundo aparencial o posesivo, “ser piedra no fingida” dice uno de sus versos finales.
Y, por último, me gustaría mencionar el bellísimo poema que lleva el título del libro “El frío que corresponde” cuyo contenido puede en parte ser extrapolable al libro en sí, en el que parece confrontarse el frío de un mundo exterior lleno de convenciones y un tanto deshumanizador, con el frío de un invierno interior del yo poético que no corresponde a ese otro mundo.
La última estrofa del poema expresa la melancolía de la que hablaba al principio, las gotas enloqueciendo en los cristales, la niebla y la gasa del día como metáforas de la ambigüedad, de lo sutil, o ese “llegar desde el invierno” del verso final, como si constituyeran aspectos de un estado de alma queridos, definitorios, sin embargo, el “no reconocerse” del penúltimo verso, es el verso discorde, que nos sorprende, que parece cortar el hilo de ese sentido, pero por otra parte, también el no reconocerse puede pertenecer a ese mismo estado de alma.
En mi opinión creo ver en este libro la constatación o la visión de una existencia ausente de sentido, de la intangibilidad de los recuerdos y la memoria o el desvanecimiento de su intacta idealidad al trasladarlos al presente. Por una parte, el rechazo de una realidad ajena, por otra, la resignación ante su inevitabilidad. Y junto a ello la presencia poderosa del lenguaje, de sus posibilidades creativas, expresivas y lúdicas y de su fijación en la escritura frente a la transitoriedad de todo.
*(Zaragoza-España, 1954). Poeta y escritora. Reside en Castelldefels (Barcelona). Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad Central de Barcelona (España). Se desempeñó como profesora titular de instituto en Lengua y Literatura castellanas. Es coeditora y directora de la revista literaria Alga desde hace 21 años www.revistaliterariaalga.com editada en formato impreso en papel y digital. Es miembro de la ACEC (Asociación Colegial de Escritores de Cataluña). Como difusora cultural coordinó durante tres años un ciclo de lecturas y tertulia poéticas en Barcelona (www.poesia-nostromo.blogspot.com) Ha publicado en poesía las plaquettes Regresar (1995) y Desde la oscuridad/From the darkness (2014), y los poemarios De mares y espumas (2001), La mirada y el viaje (2004), El cantar de las amantes (2006), Ánforas (2009), Hacia lo abierto (2011), Grietas de luz (2015), Y a pesar de la niebla (2018) y Lugares que amar (2022), Pozo pródigo (2022) y la novela Seres circulares (2019).
**(Valladolid-España, 1957). Poeta, narrador, traductor y editor. Se desempeñó como editor de El Faro y en diversos oficios como pintor de brocha gorda y fina, horticultor, albañil, obrero de fábrica y cantante. Ha publicado en poesía Mirador (1988), Una lengua extraña (1992), Sombra mínima (1999), Carta no enviada (2014), Leyendo la fuga (2016), Nada me conmueve 1988-2020. Poesía reunida (2022) y El frío que corresponde (2023); y en novela Al final ni nos despedimos (2013).