Nota introductoria y selección de poemas por Aleyda Quevedo Rojas
Poemas por Odelín Salmerón*
Crédito de la foto el autor
Odelín Salmerón,
cultivar versos como tímidas flores
de verano…
Siri Hustvedt reflexiona que “el arte está profundamente conectado con los ritmos de la vida. Me refiero al latido del corazón, la respiración”. Traigo estas líneas de la estupenda narradora y ensayista norteamericana, porque pienso que Odelín Salmeron, ha logrado mantener el ritmo constante y tranquilo que se necesita para cultivar rosas en su jardín y que ese mismo ritmo es el que pulsa con serenidad al escribir sus poemas.
Las cosas más cotidianas y más profundas son también las que más conectadas están a nuestro corazón y a los deseos.
La escritura está conectada con la vida, la vida es escribir, cultivar, sembrar y cortar las rosas blancas para colocarlas en un enorme jarrón de vidrio azul, es una práctica natural que nuestro poeta practica con ritmo y devoción. Así es como Odelín lleva gran parte de su vida en Quebec, también camina, cocina y trabaja arreglando el cabello de hombres y mujeres. Escribe en francés y traduce, y, estos poemas que, a continuación, compartimos con los lectores de Vallejo & Co. han sido traducidos por el propio Odelín, ya que su lengua materna: el castellano, jamás lo abandona y se confunde con sus sueños de la infancia trascurrida en Cuba.
Conocí a Odelín Salmeron en el otoño de 2015 durante las actividades del imborrable Festival Internacional de Poesía de Tróis-Riveres en Quebec, Canadá. Tuve el placer de su divertida compañía y el honor de que leyera mis poemas vertidos al francés en varios escenarios de poesía y conversaciones. Desde hace varios años quería mostrarles la poesía de Odelín, porque creo que pocas veces, es posible encontrar poemas sutiles, rítmicos y al mismo tiempo inteligentes. La experiencia de vida, los viajes, las flores y árboles, los amores y la relación de la experiencia artística con el ejercicio de la contemplación de la naturaleza, están condensados y evaporados en sus libros. Me alegra mostrarles su trabajo.
Las pupilas me pesan.
Tengo los ojos nevados
para escudriñar el interior de tu cielo.
El poeta canta desde los ojos que relatan la pérdida del amor, de la tierra, el paso de las estaciones y el sol entre los dedos. El poeta recuerda paisajes de Asia o del Caribe, paisajes mentales e interiores, para tejer una madeja de metáforas e imágenes que más de una vez nos conmueven y arrojan a buscar mucho más de esta voz.
La vida no es una enfermedad.
5+1 poemas de Odelín Salmerón
Prodigios
Árboles emplumados extienden sus alas
y pájaros frondosos se posan en ellos.
Mil zopilotes siderales arquean el espacio
con sus alas cargadas de visiones apocalípticas.
Estoy triturando hechizos.
En el fondo de la niebla
algo se agita.
Es mi vida que pasa corriendo.
Mis dedos son ramitas de sol.
Trenzo las madejas de mi lengua
y con esa sepia gris extraída de la memoria
escribo nuestros secretos.
Un alfabeto de espuma da forma a mis haikus.
Mis heridas sangran rosas.
Lo que hay
El agua
y su voluntad.
Lluvia y lágrimas
en idiomas
fluyendo.
Estos gestos
señuelos del amor
transmitido.
Aquel que está solo
ha perdido el sentido del espacio
y guarda secretos en su pecho.
¿Qué hace con su rostro
perdido en los ojos de los demás?
¿Qué está haciendo con sus pasos
enredados en sueños?
Él escucha el oscuro mutismo
de los anhelos.
Un resplandor perdido
entre las vértebras.
Perfume de ausencia
Hubo un silencio sin rumbo
mezclado con la arcilla.
Hubo kilómetros de sueños
caminando al olvido.
Hubo pétalos de lava
en árboles quemados
y lágrimas pisoteadas por el amor.
Hemos sembrado el miedo en los hombres
y una angustia dolorosa
en los restos de sus naufragios.
Sin entender el viaje hacia la libertad
nos convertimos en mendigos de tiempo.
La sombra de las horas
clava nuestros pasos.
Regreso del viento del otoño
que grita sus ráfagas.
Sin embargo, ya será mañana
cuando cruce la frontera del sol naciente.
El olor de la ausencia duele
pero el corazón
apuntalado en el pecho
sigue esperando.
La vida no es una enfermedad
Vuelvo del desorden
reabriendo las ventanas
que no daban a ningún lugar.
Observo los arrozales grávidos
bajo un cielo de abejas.
Los péndulos no se mueven
en el espacio vacío de oráculos.
En el horizonte
una ola errante
me envía mensajes de espuma.
Ella me dice:
«Fuiste a ver otra primavera
sin esperar que mis besos tejieran tus visiones.
Has deshidratado tu aroma
cruzando campos de ruinas
sin árboles para apoyarte
ni oasis para el perdón.
Yo había sembrado mis canciones
en el silencio de tu cuerpo.»
Bajo tus pies
nacieron los calendarios de piedra.
Entre nosotros
crece un bosque de años.
Las pupilas me pesan.
Tengo los ojos nevados
para escudriñar el interior de tu cielo.
Quiero verte
incluso si me niegas
en el eco de cada caligrama.
Cincelado en tus huesos
llevas mi nombre.
¿Perdiste ese recuerdo?
No olvides cómo sobrevivir.
La vida no es una enfermedad incurable.
Fuego migratorio
Mi polvo diurno
en las fronteras del norte
está robando resplandor a la Vía Láctea.
Mi risa en tu garganta
mi ternura
ausente de tus mañanas sin mí.
Sin caricias
tu piel y nuestros recuerdos
cabalgan el espinazo del océano.
Tus manos vacías
se balancean de lágrima en lágrima
de razón a razón.
Bebo tu nombre hasta la última gota
mis papilas disfrutan los recuerdos.
Extraño ese dolor
a cada estremecimiento de mis labios.
El momento de los hechizos
Fénix de agua
extiendo mis alas en el paisaje.
Mi sangre se derrama en cada hoja
que convierte en espejo.
Mis garras de oro
trazan laberintos
por tu pensamiento.
Cierro las fronteras a las leyes del olvido.
La claridad lunar no me toca:
sumerge una jauría de silencios
entre nuestros gemidos.
Me deslizo en la brisa
y ahí mismo lavo mis plumas.
Mi aroma añil te sigue por todas partes.
Ya no camino por las edades
sino por los rayos
con un vértigo tatuado en la espera.
Viajo para robar los mitos
a las cuerdas de lo inconmensurable.
El cielo se abre en tu nombre
alarga su silueta
fusionándose con el mío.
En su argot de arena
el horizonte lo repite
a lo largo de su línea taciturna.
Un destello de cuchillos ilumina mis pupilas
y mi visión se convierte en polvareda.
Sin agitar las aguas
el halcón amarillo[1] se sumerge en un deseo
donde nuestro pasado se ahoga.
Todavía tengo sed de relámpagos
de navíos innombrables
cuando escribo el océano con mis labios.
La muerte naufraga.
Solo falta tu oración
para cerrar el lazo del encanto.
Sin reposo
las horas bailan su vals de lobreguez
y pisotean la muerte del presente
hasta destruir los calendarios.
¿Después del último latido del amanecer
cuántas muertes nos preceden?
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[1] Halcón amarillo es otro nombre del sol.