«La otra, la misma de dios» (reed. 2022) de Aleyda Quevedo Rojas

 

Texto por Mario Pera

Crédito de la foto (izq.) Ed. Arte y Literatura /

(der.) Martín Jaramillo

 

 

La otra, la misma de dios de Aleyda Quevedo Rojas

un tratado sobre el erotismo y la permanencia del deseo

 

 

Durante el mes de febrero 2022, la poeta, editora, ensayista, gestora cultural y periodista ecuatoriana, Aleyda Quevedo Rojas, realizó una gira literaria por la ciudad de La Habana, Cuba, con motivo de la presentación de la segunda edición de su libro La otra, la misma de dios, publicado por la editorial cubana Arte y Literatura. Esta edición cubana consta de un tiraje de tres mil ejemplares y contiene cinco comentarios críticos a modo de prólogos.

Se trata de un ejercicio colectivo que se convierte a la vez, en un mosaico polifónico de cinco miradas sobre un mismo texto, desde las sensibilidades de cinco autores reconocidos: Rafael Courtoisie de Uruguay, Soledad Álvarez de República Dominicana, Juan Carlos Abril y Yolanda Castaño de España y Ángel Emilio Hidalgo de Ecuador.

La primera edición apareció en Ecuador en 2011, y ahora el libro vuelve a los lectores de la isla caribeña, y a los lectores ecuatorianos, en una nueva edición revisada y ampliamente comentada, con dibujos interiores y de portada del artista plástico cubano, Eduardo Guerra Hernández, luego de presentarse en importantes espacios culturales de La Habana, como el Instituto Cubano del Libro, el Centro Hispano de Cultura, la Casa de las Américas y el Centro Dulce María Loynaz.

 

Mañana, miércoles 20 de abril, La otra, la misma de dios se presentará en Quito como parte de las actividades que conmemoran el cumpleaños número uno del proyecto de difusión literaria “Mujeres al oído” dirigido por la poeta, lexicógrafa y traductora, Valeria Guzmán. La cita será en la Librería y Cafetería Tres Gatos.

 

Para los lectores de Vallejo & Co., compartimos de modo exclusivo, el texto preparado sobre este importante libro dentro de la obra de Aleyda Quevedo Rojas, una destacada voz de la poesía actual, preparado por la poeta y artista visual, Giselle Lucía Navarro. Así como tres poemas de La otra, la misma de dios.

 

 

 

La otra, la misma de Dios, otra forma intermitente del deseo

 

Por Giselle Lucía Navarro*

 

La poesía es un oficio noble, una forma de cultivar más allá de la fragilidad de los espacios y el tiempo, nos posee en ese instante en que llegamos al otro y dejamos de ser templos individuales. ¿Qué milagros de amor serán estos que nos permiten viajar y encarnar vidas ajenas y sentirlas nuestras? La poesía me ha permitido conocer a Aleyda sin haberla encontrado nunca en los rincones de este mundo, porque a una poeta se le conoce siempre por su palabra, por la forma en que hace pulsar.

Llegan a mí los versos de La otra, la misma de Dios como una linda casualidad. Un amigo lo puso en mis manos y la curiosidad me mostró su rostro. Hay algo especial en los libros de poesía escritos por mujeres, algo que nos pone siempre ante el milagro de la creación. Cuando una mujer escribe a través del desafío, sin prejuicios, en la conquista de su propia libertad, la poesía adquiere otra dimensión sensorial. 

Una década después de su primera edición resurgen estas páginas al cuidado de la editorial Arte y Literatura. Es La Habana otra vez la que me provoca una lectura intermitente, es esta sala[1] otra vez la que me acompaña, entre las paredes de la casa de una mujer que también me enseñó a amar la poesía. Si me quieres, quiéreme toda o no me quieras, decía Dulce María y es que cada mujer tiene dentro de sí muchas mujeres, rostros diversos que la construyen, y este quizás podría ser el mismo lema que asalta a la poeta ecuatoriana, la misma que frente a Dios, frente al espejo o de espaldas a este, vuelve a pulsar el instinto, la edad, el verso, afinidades, tiempos innombrables donde agitar la luz, discursos que se encuentran y reinventan en esas ciudades interiores, las ciudades del cuerpo, las ciudades del sueño, las ciudades que nunca existieron pero en la que siempre existimos.

En este libro lo femenino se desdobla en la búsqueda incesante del deseo, el deseo más allá de la prohibición, iluminando, transgrediendo, susurrando en nuestros oídos como una verdad inestimable.

¿Qué es el deseo? Esa podría ser una de las inquietudes que nos abraza después de acabar la última página. Pero el deseo es una pregunta cuya respuesta nadie sabe, como dijese Cernuda o la forma más salvaje de esperanza, como escribiese Yolanda Castaño en uno de los prólogos de este libro. Quizás sea solo esa extraña sensación de conocernos y desconocernos al mismo tiempo. Para mí el deseo es también un riesgo, una provocación, un acto de valor sobre la propia conciencia, que intenta ir más allá, que permanece en constante movimiento. De forma instintiva, cuando abro un libro busco siempre la sangre de la mano que lo escribió, busco ese temblor humano que me permite ver más allá de la amalgama de palabras un sentimiento real. Siempre busco el riesgo, la rajadura, algún acto de valor entre los renglones, quizás solo busque deseo. Algo que me conmueva más allá de la mera contemplación.

Una poesía profundamente visual, que cabalga en el enjambre cotidiano, con las crudezas y bellezas de un erotismo en progreso, un erotismo que destapa sobre sí lo onírico, la complicidad de un cielo agitado al tacto. Las vivencias no llegan a moldear al cuerpo, son siempre un reflejo inconcluso, pero lo circunscriben, lo convierten en algo más que cuerpo, algo más que color en la polifonía del gesto.

 

 

Un tratado de erotismo en cuatro actos, rostros que asoman entre lo carnal y emocional para darnos fe de la existencia más pura de nuestros instintos. «¿Me dejará la muerte gritar como ahora?» pregunta la poeta, pero “ahora” es un tiempo que no admite permisos, que asalta, como su verso, todas las palabras pronosticadas en cada sensación. El éxtasis se construye desde el recuerdo, el deseo como un espacio sagrado, más allá de la entrega y la palabra, el deseo como otra herramienta de la verdad.

Cada alter ego nos regresa a la contemplación del misterio, los reflejos ocultos en esas voces que renacen en la garganta de quien escribe, y traspasan nuestra conciencia hasta volverse carne. Lo clásico se revisita en cada verso, pero no para ofrecernos sofisticados modos de reconstruirnos a merced del sentimiento, sino para develarnos la humanidad de cada acontecimiento, la sencillez de esos pasajes que se escapan de la percepción, porque una mujer es también “lo que hunde entre su almohada y las fibras de lo que escribe”.

Lo cultural, el asombro, la nostalgia, el dolor, cada presagio asomado en la punta de los dedos, escenas capturadas por el ojo o la memoria, historias que nos persiguen, que nos separan, que nos unen, estaciones de una edad que nunca termina de salvarnos.

Algunas cosas he encontrado en la poesía de Aleyda, frecuencias de una vida que florece siempre en el sentido del atrevimiento, eso que nos hace vivir seguramente de un modo más útil. La poesía es también un lugar que escapa del tabú, que huye de la prohibición hasta volverse cuerpo. La poesía como el milagro de la liberación, lo místico en nuestra insoportable brevedad humana.

Es el momento en que la mujer habla, es el momento en que la mujer siente. La mujer persiguiendo el deseo o el deseo persiguiendo a la mujer. La eterna búsqueda de la belleza es también la búsqueda de eso que llevamos dentro. Aquí estamos nosotros, los mismos de Dios, rehaciendo el verso, con nuestros silencios y palabras, acomodadas sobre la garganta y los oídos, como otra forma intermitente del deseo.

 

La poeta Aleyda Quevedo Rojas.
Crédito de la foto: Eduardo Guerra Hernández

 

3 poemas de La otra, la misma de dios (2022),

de Aleyda Quevedo Rojas

 

 

ME OBLIGAS A declarar que te amé,

que hubo un tiempo de amor lumínico y hondo.

Ya nada tiene que decir en voz alta el corazón.

Tu amor pasó sobre la estructura trunca de mi alma.

Ese engranaje pesado, giratorio y libre.

Sobre esta tierra de anfibios, fósiles comestibles y extraños pantanos,

la fe en mí misma regresa y entra al alma de la niña salamandra que a veces soy.

Mi corazón es de ley y tú no lo entendiste.

Sobre el pasado que llevo en mis nuevas escamas

aún puede leerse el mapa de tus besos

como la marca radical de mi valor.

Hubo un tiempo en que por amor o por deseo

me hice ninfa, anfibia, pájara, lagarta, nereida y sacerdotisa.

Me digo: tu amor pasará.

Te digo: amé y ese es el sello de mi absolución.

 

 

 

A Hebe Uhart

 

TODAVÍA NO APRENDO a distinguir

el vértice donde se topan

la realidad y los sentimientos que soñamos.

Lo mismo me pasa,

cuando intento guiar la hiedra.

Esa liviana planta que tanto afecta

el muro de mi (tu) soledad.

Plantas y sentimientos bizarros

que me atraen, y poco logro entender.

Excepto la sobriedad de la hiedra,

están las plantas inflamadas del jardín: 

lirios de sangre blanca,

farol chino que aprisiona deseos,

y la menta, húmeda calma que le da sentido

a mis otros sueños, donde no hay confusión,

y me es posible suspirar,

para empezar el nuevo día.

 

 

 

PADRE MÍO, mira los vientos monstruosos cuando Amor me elude y comienzo a trastornarme. Los vientos modifican los besos que daré después de él. Los vientos han hecho de mí una mujer azul, inasible, ante el paso de Amor. La cabeza llena de vientos como red de pescador en alta mar. Los castillos escarpados de mi cabello alborotado por la ira. Maldecir desde los rigores del desamor y nombrarte. Mira, estas son las maneras naturales del olvido. Líquido Amor, evaporándose por todos los instantes. Intenso trastorno sostenido, hasta la piedad. Piedad para el ligero Amor huracanado que ya no tengo. Padre mío, hágase la paz sobre mi persona.

 

 

 

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[1] Sala Federico García Lorca, Centro Dulce María Loynaz.

 

 

 

 

 

*(Alquízar, Cuba, 1995). Poeta, escritora, diseñadora, gestora cultural y artista multidisciplinar. Licenciada en Diseño industrial por la Universidad de La Habana (Cuba) y egresada del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Es miembro del Comité Organizador del Festival Internacional de Poesía de La Habana (Cuba) y codirige el proyecto Poeti in parallelo, que organiza la Casa della Poesia di Milano y el Instituto Cervantes. Obtuvo el Premio José Viera y Clavijo (ciencias sociales), el Premio Benito Pérez Galdós (ensayo), el Premio Pinos Nuevos (narrativa juvenil), entre otros. Ha publicado en poesía Contrapeso (2019), El circo de los asombros y la novela infantil ¿Qué nombre tiene tu casa? (2019), Criogenia (Italia, edición bilingüe, 2021), La Comarca Silvestre (2022) y La Habana me pide una misa (2022).

 

 

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