Nota introductoria, entrevista y selección
de poemas por Aleyda Quevedo Rojas
Poemas por Claudia Berrueto*
Crédito de la foto la autora
Claudia Berrueto,
poesía para quemar luz y herir cuerpo…
La poesía de la escritora mexicana Claudia Berrueto pareciera decirnos “la luz es el primer animal visible de lo invisible”. La escritura permite bucear en los mundos invisibles, casi siempre, solo visibles y tangibles para la memoria, el tiempo, el arte y el lenguaje. En sus tres libros de poemas publicados hasta ahora, las cuerdas del lenguaje y la imaginación se tensan y bifurcan por el amor, la soledad, la libertad, la luz y la música. En su magnífico libro Sesgo la luz que plasmara Emily Dickinson, entre el arte de contemplar la naturaleza y el arte de aprender a morir, resuena con originalidad ferviente en este notable poemario, del que he tomado varios poemas para esta selección. Poemas de imágenes rotundas y elásticas.
Berrueto es una de las escritoras que más me interesan. Su registro versátil y diverso, plástico y transparente se hermana con otros poetas mexicanos contemporáneos suyos que recomiendo como Manuel Iris, Paula Abramo, Manuel Becerra, Verónica G. Arredondo, Daniela Camacho e Ileana Garma.
Lo cierto es que la potente tradición de la poesía mexicana que se sostiene en poetas de la talla de José Emilio Pacheco, Eduardo Lizalde, Alí Chumacero, Gabriel Zaid, Rubén Bonifaz Nuño, David Huerta, Ramón Xirau, Francisco Hernández, Homero Aridjis, Coral Bracho, Carmen Boullosa, Silvia Eugenia Castrillero, Minerva Margarita Villareal, Tedy López Mills, José Eugenio Sánchez, Rocío Cerón, Natalia Toledo, Mónica Nepote, entre otros, tiene mucho que mostrarnos y entregarnos.
Entrevista + 9 poemas
Aleyda Quevedo Rojas [AQR]: Me gustaría que hagas un ejercicio de la memoria para contarnos en qué etapa de tu vida o en qué instante piensas que llegó a ti la decisión de que serías escritora de poesía. ¿Con quién compartiste esta decisión-pasión? Y, ¿Por qué elegir escribir poesía, ¿quién te influenció?
Claudia Berrueto [CB]: Sucedió cuando era muy joven, acababa de entrar a la universidad y estaba embarazada. Durante la adolescencia escribí algunos diarios y creo que ese ejercicio derivó de una manera natural en la escritura de poesía. Mi encuentro con ella se dio gracias a la música, no tanto a la poesía en sí. Me parece fascinante la línea tan delgada y a la vez tan abismal que existe entre canciones y poemas y la materia que convierte a ambos en lugares en donde uno se puede quedar a vivir, creo que ésa es la principal idea que me ha quedado fija desde entonces. Siento que haber vivido el cuerpo durante el parto natural sin anestesia fue como quedar desnuda para siempre, como la sensación de haber sido despojada de algo que sólo la poesía me ha resarcido. Entonces creo que la escritura más que una decisión fue una adaptación, la más solitaria que he tenido, como suele ser todo en la poesía.
[AQR]: Crees que existe una definición de poesía, ¿cuál sería? También cuéntanos qué autores te han influenciado, guiado, abrazado… Libros y autores a los que siempre vuelves.
[CB]: No creo que exista una definición porque eso sería fijarla y pienso que la poesía es algo que está en constante movimiento. Hace poco vi una película en donde un soldado sin brazos trataba de imitar a un ave volando para divertir a un niño. Para mí la poesía, en este momento específico de mi vida, son esos muñones soñando que son alas y la sonrisa del niño que los miraba. Le debo mucho a tantos, por ejemplo, a Una habitación propia de Virginia Woolf ha sido mi piedra Rosetta para descifrar el mundo de la escritura para una mujer, a Wislawa Szymborska, por lo que consigue en el reino de la cotidianidad, a Marosa di Giorgio por su jardín que es un misterio tan grande como su mente, a Francisco Hernández por su mirada expansiva del anhelo, a José Antonio Ramos Sucre por el tiempo imposible que crea dentro de su escritura, en fin. Desde hace ya algún tiempo para acá me gusta más leer novelas y ensayo que poesía. Recientemente estuve leyendo la obra de Elena Garro y la verdad es que me resultó fascinante.
[AQR]: ¿Cómo miras la poesía que se escribe en México, la poesía escrita por autores de tu generación? ¿Entre qué cuerdas se mueve y qué poesía te interesa a ti?
[CB]: Creo que la poesía mexicana de mi generación, al menos la que conozco, es muy interesante porque agota posibilidades. La poesía que me atrae es la que no tiene la cara lavada ni el cincel dándole al mármol buscando la perfección estética. Me interesa la poesía que está en la tierra, la que repta, la que no pretende ser la erudición por la erudición, la que se contamina del mundo, pero tiene claros su incomodidad, su gozo y sus obsesiones.
[AQR]: ¿Cuáles son los grandes temas o las zonas temáticas por las que transita tu escritura? ¿Qué valor y lugar le concedes al lenguaje, al silencio y a la música en tus versos?
[CB]: El sentido de la finitud, la imposibilidad, el anhelo, el amor. Pienso que, para su composición en el poema, es primordial que lenguaje y música establezcan lazos que se tensen sobre su primera y más preciada piedra: el silencio.
[AQR]: El amor, ese gran tema que los poetas de todas las épocas y de todas las lenguas han abordado, ese tema que no se agota porque es un océano, me interesa mucho y tú lo abordas con originalidad. Justamente, en tu libro Sesgo publicado en 2015 el amor quema y duele, el amor se vuelve casi un no amor escrito desde el cuerpo, el amor se desgasta, el amor muta, el amor no se logra atrapar, nunca, justamente en su imposibilidad consiste gran parte de su misterio. ¿Cuéntanos sobre el intenso relato lírico que trabajaste en Sesgo, cuáles fueron los retos a nivel del lenguaje y a nivel del tema?
[CB]: Creo que el gran reto fue ser clara en la verbalización de esta inconformidad sin llegar a la autocompasión o a la victimización, al lloriqueo fácil. Sesgo fue en realidad dos libros que podé y pulí hasta que quedó esto, y ése fue otro reto; hacer lo necesario para que sostuviera un tono, incluso deshacerme de muchos poemas. Estoy convencida de que el temperamento de un libro no termina con su escritura, sino con la concepción de su cuerpo entero al darle un orden, al ensamblarlo y ver las costuras que lo unen hasta encontrar su semblante y decir, como el Dr. Frankenstein: “¡Está vivo!”
[AQR]: Entre 2005 y 2006 escribes Polvo doméstico y aquí encuentro a una poeta más filosófica que se pregunta por el polvo cotidiano que barre y limpia, por el polvo bíblico, pero fundamentalmente, por el polvo de la casa, yo diría de esa “habitación propia” que la poeta edifica con sus palabras. ¿Háblame de los retos y trabajos en este libro que reflexivo y cuidado, un libro que pareciera haber sido escrito por una poeta más madura y no por la joven Claudia Berrueto?
[CB]: Viví durante un año en la Ciudad de México y Polvo doméstico fue escrito en ese lugar. Yo tenía 27 años, la edad en que uno se vuelve persona, según uno de mis maestros. Por primera vez estaba teniendo mi habitación propia (literalmente) y la idea de habitarla me fascinaba y le admiraba hasta el polvo. Durante este tiempo, además de hacer una revisión a mi familia y mi lugar en ella, fue tener la conciencia de que el polvo está hecho también de nuestra piel. De esta conjugación salió Polvo doméstico. Fue el cierre de un ciclo, tal vez por eso tiene esa carga que mencionas.
[AQR]: ¿Qué opinión te merecen las redes sociales y el uso de las redes para autopublicarse y de otro lado, para difundir poesía de autores de diversas latitudes? ¿Por qué no tienes FB, Instagram, Twitter?
[CB]: Sé que son una herramienta muy valiosa, pero no me atraen. No me he acercado a esos medios. Prefiero obsesionarme con otras cosas que no sea la fachada de la gente, su poder adquisitivo o su oligofrenia. La exposición pública me da una pereza terrible, creo que por ese afán se puede llegar a confundir los fines con los medios y a la poesía con las relaciones públicas. Efectivamente, no logro unirme a este siglo.
9 poemas de Claudia Berrueto
frente a excavadoras
hablamos del amor que nos deshabita
palacios vueltos escombro
se despeñan por nuestras bocas
yo quiero ser un brazo amarillo de metal
que hunda su cuchara en tu ruina fresca
la gravedad que ahora sí te deje baldío
desde que la ciudad devoró tus pasos
despierto rodeada de vasos de agua
entiendo el amanecer a tragos
y cuando el salmo del frío arremete
[contra las ventanas
camino con una navaja entre los dientes
¿aún se desmaya el agua en tu piel?
¿se desprende de tus huesos su flama verde?
¿por qué te petrificas en mis lagrimales?
¿por qué los labios de tu vaso siguen
[interrogándome?
Fauno
me dolía una antigua cicatriz
me dolía el cuello desgajado por tus pezuñas
y el marfil inagotable del cielo
y tu sonrisa de bosque
con su herida de musgo
¿recuerdas la cabaña?
¿recuerdas que parecía un diente colgando
[de la encía del precipicio?
¿recuerdas cómo desde la puerta nos llamó su
oscuridad de huesos dislocados?
debimos arder con ese olor a petróleo que brotaba
[de tu pelo
gritar al sol su mentira
si yo hubiera tenido cerillos por dedos
si yo hubiera nacido con el fuego ondeando
[sobre mi costado
para quemar la luz que me hirió desde tu cuerpo
para derrumbarte con mi deseo por la ventana
te escondes de la noche en una cama de metal
duermes con un nombre descompuesto
tu sueño reluce como basura a la luz de la lluvia
me llamas mientras duermes
yo te miro con hambre
con rabia
con hambre
con rabia te miro convertirte en otro con otro estado de gracia
y chocan en nosotros manos dormidas
chocan plumajes que apenas cantan y alzan el vuelo
chocan escamas que protegen al agua
[del agua misma
chocan piedras recién lanzadas al mundo
sellados los cuerpos con nuestra saliva
contemplamos las alas del silencio
el vuelo mudo del cielo
hay un tigre en la casa
que desgarra por dentro al que lo mira
y sólo tiene zarpas para el que lo espía
y sólo puede herir por dentro […]
Eduardo Lizalde
aquí viene el tigre de mi algarabía
amanece y se ensanchan sus garras en las sábanas
huele mi carne y brilla
extiende su peso sobre la cama
deseo embonar con sus vísceras
aquí está el tigre de mi algarabía
desde su pelo gritan todos los amaneceres
[del mundo
pienso en el latido de sus órganos
en la maquinaria que trabaja allá
en el pozo de su respiración
mientras me mira con ese oro que tiene por ojos
y frota mi cuello
con la cornamenta de su hocico
por más que tira y tira de las venas
este tigre no consigue
labrar en mí ni una de sus gargantillas
creo que está enfermo
y yo
cada vez más inasible
agradezco su belleza
las maravillas reposan
y la luna conmueve a las ventanas
beso tu cabellera como si besara la boca del mundo
pero la pastosa voz del invierno
me pide que no persista como la hormiga que soy
que me deje de anhelos
y con los ojos ennegrecidos de sueño y rabia
sigo deseando a tu lado
incendiar el cielo
extraer una lágrima del mar
de nuevo
para Arturo de Córdoba
vestida con un tañido de temor
visito el jardín en penumbra de tus ojos,
aprendo el barandal interminable de tu oración.
de nuevo
aquí,
mis pies frente al traje pulcro de tu locura,
esperando
tu canto de soga para mí.
*(Saltillo-México, 1978). Poeta. Licenciada en Letras españolas por la Universidad Autónoma de Coahuila (México). Becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas y del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes en dos ocasiones, en el área de poesía de Jóvenes creadores. Obtuvo el Premio Nacional de Poesía Tijuana (2009) y el Premio Iberoamericano Bellas Artes de Poesía Carlos Pellicer para Obra Publicada (2016). En 2018 ingresó al Sistema Nacional de Creadores de Arte. En la actualidad, trabaja en la Universidad Autónoma de Coahuila y dirige la corresponsalía de Arteaga, Coahuila del Seminario de Cultura Mexicana. Ha publicado en poesía Polvo doméstico, Costilla flotante y Sesgo.