Por Claudio Archubi*
Crédito de la foto (izq.) Ed. Primera Vértebra /
(der.) Archivo Teresa Orbegoso
Palabras preliminares
Los que la conocimos y la quisimos sabíamos que no era fácil quitarle la última palabra.
Entonces, si pensaban que “la Tere” había silenciado para siempre su voz, aquí les mostramos que no, presentando uno de sus más relevantes libros de poesía, que permanecía aún inédito ―publicado como el número 10 del catálogo latinoamericano de La Primera Vértebra, cumpliendo una promesa hecha a Teresa en sus últimos días―.
En este imaginativo y contundente libro la obra de la poeta peruana Teresa Orbegoso alcanza la plenitud, y con tres libros fundamentales: Perú, Abro el miedo y este libro póstumo, logra su sitio en las nuevas tradiciones de poesía continental ―configuradas por poetas como Ernesto Carrión en Ecuador o Balam Rodrigo en México―. Nos deja un último mensaje tan definitivo como actual y necesario para todos los pueblos de América.
La Primera Vértebra tiene así el privilegio de anunciar esta noticia como el mejor homenaje a “la Tere”: la publicación de Calibán no (o el hielo de la gran tristeza). Esta edición especial también incluye imágenes tomadas de los cuadernos de notas de la autora.

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Cada persona ha sido siempre un pueblo para mí, anotó Teresa Orbegoso en uno de sus cuadernos. Teresa fue un alma visceral, doliente, dueña una fuerza imparable, que la condujo a convertirse en una de las voces jóvenes más relevantes de su país. Su escritura ya es tema de estudio de investigaciones académicas en Chile, México, EE. UU. y Suecia. Parecida a ese complejo y ambivalente tejido inca hecho de nudos: el quipu, va del verso breve de sus primeros libros a los poemas en prosa de Perú; o combina la prosa y el verso en estructuras más complejas, como sucede en su último poemario editado en vida: Abro el miedo.
En este libro póstumo, que la editorial La Primera Vértebra tiene el privilegio de presentar por primera vez, Orbegoso se inserta en las nuevas vertientes de la tradición de poesía americana que desbordan la mitología de los pueblos originarios del Perú para abarcar distintas regiones de América: desde las antiguas cabezas olmecas que representan las “voces en off” y van contándonos la historia de Calibán, hasta sus sucesoras, las Cabezas Clavas de la cultura Chavín, en Perú, que en sus sueños conviven en tiempos primordiales con la diosa inca de las aguas, Mama Cocha y el dragón mitológico Kai Kai Vilú, del pueblo mapuche.
El mito del rey inca resucitado, Inkarri, quien se auguraba que volvería para reconstruir el imperio del Tahuantinsuyo, constituye el eje central de esta obra y se fusiona con el personaje occidental de Calibán que, en la obra La Tempestad, representa al habitante de América como un salvaje caníbal. Así se tuercen los sentidos hacia nuevas significaciones deconstruyendo la imagen shakespeariana ―y en esa dirección apunta la negación contenida en el título: Calibán no― mediante un mestizaje digno de la tradición literaria iniciada por Arguedas y, sobre todo, Churata. La imagen del pez de oro aparece tangencialmente insinuada en el discurso de Calibán Inkarri: mi libro de oro cayó a la gran pecera del mundo, quien vuelve para comprobar que la antigua sabiduría ha sido olvidada, pero sigue existiendo dormida en la sangre de sus descendientes: somos lo que olvidamos.
Calibán Inkarri renace multiplicándose en los antiguos líderes de la resistencia de distintos pueblos originarios de América. Guacaipuro, de Venezuela. Túpaj Jatari, de los aymara. Cuauhtémoc, de los aztecas. K’Inich Kan Balam, de los mayas. Toki Leftraru, de los mapuches. Karaí Yamandú, de los guaraníes. Tatanka Yotanka, Toro Sentado, de los norteamericanos. Renace para morir otra vez, una y otra vez, con cada una de las injusticias sufridas por los habitantes del continente. Porque para Teresa, como anota en su cuaderno, cada persona es un pueblo.

Calibán Inkarri vuelve con la piedra de Sayhuite en la mano, el misterioso monolito de piedra que representa en sus relieves tallados un posible mapa del territorio para los incas.
Como en El pez de oro, hay una lista inicial de personajes que acompañan, algunos de ellos mediante coros, este libro en forma de pseudo guion teatral: personajes mestizos como las vírgenes urbanas, quienes para despedir a Calibán cantan la canción Lorochai, que se escucha en una de las grabaciones conservadas de la voz de Arguedas; algunos, salidos de la maravillosa imaginación pura de la autora (como las antígonas cholas), y los ángeles cuzqueños, conocidos como “ángeles arcabuceros”, que pertenecen a una iconografía propia de las iglesias de la región. Los hijos e hijas, que representan a las nuevas generaciones de América, dominadas por la transculturización, los demonios y el indio que cumple el rol de corifeo final en esta “divina y absurda tragedia” dividida en tres partes, donde la poeta encarna la voz de América.
Al igual que Calibán Inkarri, muerto en cada víctima de este continente, Teresa se fue sufriendo como sufre siempre su país, como sufre el nuestro, como sufrió siempre Latinoamérica, pero pidiendo día a día un día más de vida para hacer todo lo que tenía por hacer.
Así ella nos mostró con su propio cuerpo, no sólo la vida y el amor sino también el dolor y la muerte; se fue pero ofrendándonos este agitado y hermoso libro póstumo, que respira por ella y vivo se retuerce, para seguir existiendo: Calibán no (o el hielo de la gran tristeza), su pez de oro, su última gran joya.
Ahora nuestra Teresa perdura en el mundo de la memoria y de los símbolos. Como un faro a la distancia ella nos alumbra, porque nos dejó rodeados de su magia y de su intensidad, dándolo todo por la Belleza. ¿Cómo se mide una vida?, escribió en uno de sus versos.
Así, Teresa, que sea así, como la tuya.
Claudio Archubi
Fragmentos de la primera parte del libro de poemas póstumo de Teresa Orbegoso: CALIBÁN NO (o el hielo de la gran tristeza)
(Primera parte)
PERSONAJES:
CABEZA OLMECA
CABEZA CLAVA CHAVÍN
CALIBÁN INKARRI
MAMA COCHA
LAS ANTÍGONAS CHOLAS
CALIBANES
HIJOS
HIJAS
ÁNGELES CUZQUEÑOS
VÍRGENES URBANAS
DEMONIOS
INDIO
HABLA LA CABEZA SIN MUNDO (ESCENA 0)
MUSEO DE LA COLONIA ETERNA. EN ALGÚN LUGAR DE AMÉRICA. AQUÍ NO ENTRA NADIE QUE NO SEPA OLVIDAR.
HABLA LA GRAN CABEZA DE PIEDRA OLMECA CON UNA VOZ CANSADA Y ANTIGUA: Soy la más antigua, la guardiana del tiempo fiel, la que no necesita cortar cabezas. En una de las últimas salas del museo de la Colonia Eterna se exhibe sobre el piso mi lejana descendiente: la cabeza clava Chavín. Cuando todos se van y se apagan las luces, la escucho hablar con una voz a la que le falta el aire. Detrás escucho el canto de una ballena jorobada.
CABEZA CLAVA DE PIEDRA CHAVÍN: Pienso, ¿luego existo? Pensar, no pensar. Ignorarlo todo. Una cabeza sin mundo. Eso le gusta ver a la gente. Pura cabeza. Animalllll. Vegetallll. Carnalllll. MITO. Un fragmento de algo inexplicable. Como pesa esta cabeza. Descansarrrrr. Duermooooo. Cierro mis ojosssss. Algo me lleva. Algo va a empezar. Sueño. Veo la tabla de un cuadro de pensar donde reposa un hombre. Hago silencio.
CALIBÁN NO (ESCENA I)
CABEZA OLMECA: En el sueño de la cabeza Chavín veo la imagen desnuda de CALIBÁN INKARRI salir entre la neblina con la piedra de Sayhuite en la mano. Tiene hambre, pero algo lo ha paralizado. Es Kai Kai Vilu, la gran serpiente de los mares, el monstruo que se alimenta de las cosas que caen y se entregan al mar de sangre. CALIBÁN INKARRI está triste, pero le cuenta lo que le pasa a ese feroz animal mientras escucha los gritos de las cosas que van muriendo. Mama Cocha (madre de las aguas) le responde.
CALIBÁN INKARRI: Kai Kai Vilu, mi libro de oro cayó a la gran pecera del mundo. Fue tomado por fuerzas desconocidas de la vida abisal. Aún puedo ver, mientras pasan los siglos, cómo sigue cayendo, cómo se borran sus letras mientras sus páginas se abren y enmohecen fuera de la historia. Pequeñas manchas negras, azules, marrones y verdes, dibujos imposibles de todas nuestras caras desaparecidas. Un diario que abandoné. Sólo me queda la piedra de Sayhuite como una reliquia de símbolos que no entiendo. Mi nombre está vacío. El mar existe. CALIBÁN NO.
DE LA CONFRONTACIÓN (ESCENA IV)
HIJOS: ¿Quién eres tú, engendro del pasado? ¿A qué has venido? ¿Por qué golpeas la puerta de todas las casas de Cuzco? ¿Por qué ahora nos has reunido a todos en la plaza? ¿Por qué nuestros parientes de Lima nos dicen que te están viendo allí, en este mismo momento?
CALIBÁN INKARRI: Soy el que había prometido regresar. Soy legión. Vine para romper el olvido. Desde Suruapo, Ayo Ayo, Ixcateopan, Palenque, Tucapel, Ybycuí, Standing Rock, los increpo, hijos míos.
HIJOS: Vete, a América le gusta olvidar. ¿Qué diferencia hay entre tus crímenes y los de tus enemigos? ¿Acaso ustedes no han escupido también sobre los dioses ajenos?
CALIBÁN INKARRI: Mucho hay de cierto en lo que dicen. Yo soy Calibán Inkarri, el monstruo frío. El Inca rey resucitado. El caníbal. El primero de mi especie. El padre de todos ustedes. La primera semilla. El que lo contiene todo. El que siempre está en lo que tocas. El que te hizo comprender las palabras del otro mundo. La causa de tus preguntas, de tus ideas, de tu temblor. El que existía sin la necesidad de afirmarlo por debajo del pensamiento. Pero aquí estoy frente a ustedes, mis hijos continentales, para acabar con su sufrimiento. Porque en todos estos siglos, decapitado y dormido, aprendí cosas de mí y de lo que somos y vine aquí a contárselos.
HIJOS: Todo lo que sale de nuestra boca obedece al mundo. Estamos orgullosos de poder leer a Platón en medio de una ciudad asediada por la ruina. Hoy nadie puede llamarnos terroristas. Somos los que saben que nadie tiene todas las claves de la historia, los que creen que nadie debe ser expulsado de ella, los que saben que todos nos parecemos demasiado.
CALIBÁN INKARRI: Durante siglos han estado sentados en el olvido. Somos lo que olvidamos. No piensen, miren. El árbol único está plantado en el campo donde lo único florece. Nadie está en su casa. Recuerden la historia de sus almas.
HIJOS: No nos interesa el pasado. Nuestros abuelos, los rendidos, estaban malditos. Se perdieron hace mucho tiempo en una guerra infeliz y quisieron llevarnos a su desgracia. Tenemos internet. Tenemos amplificadores y nuestra voz se escucha del otro lado del mundo. Nada sabemos del olvido.
CALIBÁN INKARRI: Ustedes son pura neblina ahora. Sólo creen en aquello que pueden recibir en un torpe centelleo de bits o lo que pueden leer en un libro. Lo que creen saber es puro ruido que crece a través de los siglos. Por lo aprendido se han ignorado. En el laberinto del olvido vean su corazón transparente.
HIJOS: Sombra cállate. No podrás ponernos tu traje de siglos. Vete. No vamos a seguir escuchándote.
CALIBÁN INKARRI: Entonces partiré sus palabras para que vean lo que hay adentro y entiendan por fin qué es estar vivo. Vean los límites de la ironía. Vean lo que son.
CABEZA OLMECA: Oigo cómo Calibán Inkarri aplaude y con él sus ancestros y las Antígonas. Aplauden cada vez más fuerte hasta generar un sonido ensordecedor y disonante. Hay un silencio. Se escuchan los pasos cansados de los hijos marchándose y maldiciendo.
*(Mar del Plata-Argentina, 1971). Poeta y narrador. Doctor en Física e investigador de CONICET. En la actualidad, se desempeña en el Instituto de Astronomía y Física del Espacio. Compiló la antología de poemas en prosa Del caos a la intensidad (vigencia del poema en prosa en Sudamérica) (2017). Ha publicado en cuento La forma del agua (2010); y, en poesía, Siete maneras de decir tristeza (2011), Sísifo en el Norte (2012), La casa sin sombra (2014), la ciudad vacía (2015), La Máquina de las alegorías (2016), Arca rota jardín de nadie (2018), Cielo al revés (Metafísica de la imagen de “Teresa” soñando el Sur) (2020), Hermana, jardín, espina (2023) y La cena de las Cenizas (2025).
**(Lima-Perú, 1976 – Lima-Perú, 2025). Poeta. Periodista cultural. Investigadora Social. Gestora cultural. Curadora. Licenciada en Periodismo por la Universidad Jaime Bausate y Mesa (Perú) y Magíster en Escritura Creativa por la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Argentina). Obtuvo un diplomado en Creatividad Publicitaria y cursó estudios en Filosofía y Creación Musical: Artes Tradicionales y Nuevas Tecnologías. Recibió becas de la OEA, Friedrich Ebert, INDES BID y Fundación Tallberg para participar en diplomados y encuentros de líderes sociales organizados en Brasil, Colombia, Estados Unidos y Suecia (2001-2006). Publicó los poemarios Yana wayra (2011), Mestiza (2012), La mujer de la bestia (2014), Yuyachkani junto a la artista plástica Zenaida Cajahuaringa (2015), Perú (2016, 2023), Comas (2018, 2024), Abro el miedo (2019, 2021, 2023) y Calibán no (o el hielo de la gran tristeza) (póstumo, 2025).


