Por Petar Mihaylov*
Crédito de la foto (izq.) Ed. La tortuga búlgara /
(der.) www.facebook.com
Los relatos de Aleksándar Vutimski (1919-1943)
en lengua española:
un logro moderno de la literatura
y los estudios literarios
En vida, Aleksándar Vutimski llegó a ver solo un relato suyo impreso. Entre los últimos hallazgos literarios del redactor de la prestigiosa revista Zlatorog, Vladimir Vasílev, durante la Segunda Guerra Mundial, se encuentra al joven poeta Aleksándar Kótsev Vútov (nombre real de Vutimski), natal de la ciudad de Svoge. La muerte prematura del Rimbaud búlgaro, como fue en algún momento denominado por la crítica literaria búlgara, así como la llegada del nuevo régimen en 1944, frustran la aparición de un libro del poeta que nos abandonó a la edad de 24 años. No sería hasta los años sesenta cuando se publicaría la primera edición con su poesía, que incluía sus poemas más sociales y excluía los homoeróticos; luego, en los setenta, ochenta y hasta la llegada del siglo XXI, la obra de Vutimski fue editada, compilada e investigada por el profesor Aleksándar Petrúnov, y posteriormente por Bozhidar Kúnchev, que es además autor de un estudio monográfico dedicado al poeta. En el año 2002, la editorial de la Universidad de Sofía publicó un tomo en tapa dura de más de quinientas páginas con sus obras completas que incluye su célebre novela Ojos que lloran —así como toda su obra prosaica—, descatalogada durante años, lo que la convierte en una rareza bibliofílica de coleccionista. Además de los estudios de Bozhidar Kúnchev, hay que destacar las aportaciones del profesor del Instituto de Literatura, Edvin Sugárev, que realizó el análisis más completo de su obra hasta el momento, sin olvidar las investigaciones de Rositsa Dímcheva, que define a Vutimski como El Chopin de la elegía búlgara. Cabe también mencionar El muchacho azul, la selección de poesía de Aleksandar Vutimski, traducida por el filólogo Marco Vidal González en 2020.

Valeri Petrov y Emil Mánov se encuentran entre las personas más cercanas de Aleksándar Vutimski, además de Tamara Guérova, Aleksandar Guérov, Yordán Míltenov (de quien se sospecha que fue amante de Vutimski), Bogomil Nónev, Bogomil Ráinov, Radoi Rálin, Nevena Stefanova… todos forman parte de una misma generación y algunos de ellos publicaron parte de su obra en la revista Uchenicheski podem. La profesora Rositsa Dímcheva definió este grupo como una corriente literaria influida por la estética del poeta Atanás Dálchev, destacando a Aleksándar Vutimski como “el más sensitivo”.
En cuanto a las características compositivas de esta prosa, destacamos su lirismo reforzado. El autor trabaja con fragmentos repetitivos, lo que recuerda a la modulación variacional utilizada en obras musicales. Una visión moderna de la literatura de principios de la década de 1940: la fragmentación se ensambla y se suelda a través de variaciones temáticas. Así, la palabra misma adquiere matices: muchacho azul, pantalones azules, crepúsculo (un azul más oscuro, que tiende hacia el gris y el negro). O-hi-ku-san, que es diferente, extraño y prácticamente irreal, tierno, etéreo, cariñoso, que ama y se difumina en el espacio, desapareciendo en el azul del crepúsculo. Casi cada elemento prosaico tiene su situación en la vida real: el relato Dispersa presentación fue inspirado en la correspondencia intercambiada entre Yordán Míltenov y Aleksándar Vutimski. El más vulnerable físicamente, Vutimski, le dice a su amigo que está enfermo y que lo admira por ir al frente. El tema de la Segunda Guerra Mundial también está presente en su poesía. En sus episodios narrativos (así es como definiría estos relatos en términos de género literario) la locura, la destrucción y la muerte, fruto del mayor mal entre los humanos, están claramente representados. El bar y la pista de baile fueron destruidos por los bombardeos que una vez asolaron Sofía. Pero es la música, el baile y la ternura lo que se opone a la guerra. Se sabe que Aleksándar Vutimski admiraba la música de George Gershwin, en concreto Rhapsody in Blue (¡el color azul!), y además bailaba claqué. De esa época quedan también varios hits musicales basados en letras de Aleksándar Vutimski, como Los siete negros borrachos. Es sin duda interesante que O-hi-ku-san y El muchacho azul tengan versiones tanto en verso como en prosa. Es probable que el poeta considerara estas ideas de gran importancia en su obra, por lo que el tema se desborda, modulándose del verso a la prosa y viceversa.
Por su tipología, no estamos ante relatos en el sentido clásico del término, como los de Elin Pelin, Yordán Yovkov o Gueorgui Stamátov, nuestros narradores tradicionales. Aunque tampoco llegan a un modernismo extremo, como el caso de Chavdar Mutáfov, Vladimir Poliánov o Svetoslav Mínkov. Los textos literarios en prosa de Aleksándar Vutimski se parecen más a impresiones y a bocetos, ya que en ellos lo principal es la impresión, la sensación. En cierto sentido, también se encuentran elementos líricos, es decir, una prosa lírica en la que abundan los matices, el silencio y la contemplación. Una estática fantasmagórica, estática necesaria para el proceso de pensamiento. Contemplar la lluvia crea una atmósfera elegíaca, pero los pensamientos del personaje saturan los momentos con dinamismo, un giro inesperado de pensamiento. Aleksándar Vutimski era, pues, más contemplativo y abstracto.
El espacio artístico de esta obra prosaica es sin duda urbano: el hotel, la calle, la taberna. Lo bohemio se funde con una sensación más interna y tenue, lo que permite definirlo como íntimo. El narrador se dirige a quien le resulta cercano. En la comunicación entre ellos surge el sentimiento espontáneo de fusión espiritual entre los personajes. En este sentido, un tema principal en estos relatos es la amistad, desplazada de manera periódica por el sentimiento de soledad. Por eso, probablemente, el encuentro con el amigo es casi una celebración del espíritu, un tranquilo festejo inmerso en la suavidad de la noche que está por venir y que acaricia a los solitarios en la penumbra. Lo apaciguado, lo enmudecido, el matiz, el semitono: estos son los marcadores del mundo artístico y lírico de Aleksándar Vutimski, logrado y construido hasta en forma narrativa. Es decir, combina la forma lírica y la prosaica en un nuevo género y logra un fuerte impacto y una nueva forma de expresión. Así el texto se vuelve profundo y filosófico, y de este modo se adentra en el alma del narrador y de los personajes. Así se logra la pureza en las relaciones entre ellos (los personajes) y cristaliza el sentimiento de amistad.

Las prostitutas, el amigo borracho, la muchacha coja, el que se adentra en la habitación enmudecida y el que abraza con ternura, son personajes que llevan marcadas cicatrices de la diferencia. Solo que son diferentes no porque hayan fracasado o se hayan degradado, sino porque son mucho más sensibles y sentidos que todas las demás personas. Del mismo modo, y según este entendimiento, Aleksándar Vutimski aspira a la narrativa moderna clásica, característica de Arthur Rimbaud, pero también de Guy De Maupassant (y su la novela Bola de sebo).
Es probable que el sentimiento de intimidad también provenga de los estados frecuentes de los propios personajes: sonrientes, llorosos, callados, silenciosos. Pero, al mismo tiempo, bailando claqué o tango, escuchando jazz, cantando. La contemplación está estrechamente relacionada con el recuerdo. Las palabras más comunes son solo (o soledad) y quiero. Por supuesto, también se percibe una insinuación de muerte inminente, de quedarse dormido, congelado. Pero parece verse desplazada por frases como: “En ningún caso quiero morir, amo esta vida, y aprecio los árboles, y el sol, y los lentos tangos españoles” (Reflexiones en un banco del jardín). Lo vital está fuertemente codificado en la trama de la embriaguez: no es solo alcohólica, no se adquiere solo en el bar. Y justo el bar es pensado y visto como el espacio de la danza, de la música. Allí podemos encontrarnos con negros que bailan y cantan. Las obras fueron creadas en vísperas de la terrible Segunda Guerra Mundial. Lo exótico, venido desde África y realzado por el tango, el claqué, el jazz: todo esto enaltece el sentimiento de anhelo por la vida, de “beber por la vida”. La libertad, la fuerza, la hermosura, lo nuevo y lo desconocido: esto es lo que Aleksándar Vutimski plasma en su prosa en la imagen de “lo negro”. El contoneo de los pechos de las mujeres al bailar y el hombre negro bailando claqué simbolizan la libertad, el poder y la diversidad de la vida. El gato también suele estar presente, observando, contemplando, jugando; no tanto acechando, sino más bien espléndido en su hermosura, apacible, rápido o perezoso, pero siempre bello y hermoso. Por otro lado, también podríamos reconocer lo salvaje como una marca de lo baládico: la luna que mata al perro, los árboles que escuchan y lloran junto al muchacho solitario.
Pero también el paisaje expresa la idea de la embriaguez de la vida, y no la asociamos tanto con el sentimiento de fatalidad. Aleksándar Vutimski afirma el deseo de vivir y, en estos lienzos narrativos, construidos a través del contraste de luces y sombras, el escritor anhela una conexión armoniosa entre las personas (la unidad de sus almas, expresada a través del abrazo y el beso), pero también con la naturaleza. El paisaje no es solo una descripción de la luna, los árboles, el atardecer o la lluvia. El paisaje se convierte en una parte esencial del mundo prosaico del autor. Aunque escritos por diferentes motivos, dedicados incluso a diferentes personas reales, los textos construyen un todo complejo y homogéneo, forman una trama peculiar que revela por completo el anhelo por la vida, la belleza y el amor de un joven de veinte años, tierno, vulnerable y contemplativo, impulsado por la idea de la soledad, pero cuyo corazón rebosa amor. El alma de Aleksándar Vutimski está entretejida en estos relatos.

Me gustaría agradecer al eslavista Marco Vidal González, que trabaja de manera sistemática para introducir a los lectores españoles en el sutil y delicado mundo del esteta Aleksándar Vutimski. Los autores búlgaros rara vez son presentados en idiomas más amplios que el nuestro. Millones de personas hablan y leen español, por lo que muchos lectores se podrían identificar con este extraño, sutil, elegíaco y optimista escritor búlgaro. Debo decir que tampoco es muy conocido en su tierra natal. No se estudia en la escuela. Pero todo verdadero conocedor de la buena poesía conoce su nombre. Por su centenario se presentaron varios libros con sus relatos y ensayos. Sin embargo, su gran obra narrativa, la novela Ojos que lloran, solo ha tenido una edición hasta la fecha como parte del mencionado y descatalogado tomo de obras completas, y sigue siendo poco leída y apenas conocida. En un mundo que busca y acepta la diferencia, el trabajo de Aleksándar Vutimski encaja muy bien, pues su obra es portadora de la idea de diferencia, pero su forma de tratar lo homoerótico no es banal ni depravada. Para él, este no es un tema central, sino que lo introduce de manera sutil: mediante insinuaciones y semitonos. Aleksándar Vutimski es un espíritu libre, un hombre joven que ama, y que también es portador de lo moral y lo decente. Podemos amar, sentir en silencio, sigilosos, sonriendo en un mundo locamente ruidoso. Así nos preservaríamos y sobreviviríamos, sintiendo en lo profundo.
06 de junio de 2024
*(Bulgaria). Doctorando en el Instituto de Literatura. Miembro de la Academia de Ciencias de Bulgaria.
**(Svoge-Bulgaria, 1919 – Yugoslavia, 1943). Poeta y filólogo clásico por la Universidad de Sofía (Bulgaria). Casi toda su familia se vio afectada por la tuberculosis, por lo que de pequeño se mudó a Sofía (Bulgaria). Es considerado uno de los poetas más significativos, pero menos conocidos en su país. Su poesía está dedicada a la ciudad y al amor en la que domina una visión del mundo nostálgica y melancólica. Está entre los primeros autores búlgaros en tratar la homosexualidad y la estética en su obra. No publicó ningún libro en vida, aunque algunos de sus poemas fueron publicados en revistas literarias de la época, como zlatorog.


