Sobre «Cuatro estrellas crucifican la noche» (2025), de Víctor Quezada

 

Por Carlos Leiton*

Crédito de la foto (izq.) Pampa Negra Eds. /

(der.) www.cineyliteratura.cl

 

 

El envés de las historias.

Sobre Cuatro estrellas crucifican la noche (2025),

de Víctor Quezada**

 

 

Cuatro estrellas crucifican la noche (2025) reúne tres textos de Víctor Quezada, conformando la circularidad de una obra que insiste en aparecer como despliegue y lectura de sí misma. Los poemarios Muerte en Niza, Yoko e Insistencia del día, situados según orden de publicación, pero con cambios respecto a sus ediciones anteriores, tanto de las primeras, como también de la primera compilación Marón americano (2016).

Si bien esta suma poética posee una significación particular en su totalidad, me centraré en el libro que a mi parecer merece un foco particular del conjunto: Yoko, uno de aquellos textos que por años me rondan desde varios frentes, tanto desde su ubicuidad de planos respectivos a las citas y a la situación de su hablante, como también a partir de su transversalidad poético-narrativa, como nueva forma de entender el fenómeno de la escritura toda. Un libro como transcurso y anotación, relato y metáfora continuos, alegoría y pliego de preguntas que apuntan al cuerpo y a la condición vital:

Y en verdad no hemos dejado de movernos, de adentrarnos en el desierto.

Con el cuerpo a cuestas, el cuerpo que es un surco y luego polvo y solo ruido, y a pesar del roce, a pesar de su insistencia en desprenderse, este cuerpo que arrastramos nos seguirá la noche entera.

¿Qué frutos, qué árbol, en qué cuerpo inútil romperá este cuerpo que es un surco? (Quezada, 60).

 

Yoko es la metáfora de la quietud y las convergencias en cuanto a la suma de las lecturas con las que un hablante se reviste para extraer su propia cuota sedimentaria tras una supuesta derrota. No uno, sino múltiples momentos de un acontecer que ironiza con la grandilocuencia de citas épicas para conformar su propia historia personal (velada, sin facciones, reutilizable en rasgos que se pueden prestar a otras identidades, y con ello, reemprender nuevas historias). Más que metáfora, alegoría, como lo puede explicar Idelber Avelar:

La mercancía abandonada se ofrece a la mirada en su devenir alegoría. Dicho devenir se inscribe en una temporalidad en la cual el pasado es algo otro que simplemente un tiempo vacío y homogéneo a la espera de una operación metafórico-sustitutiva (Avelar, 15).

 

El poeta Víctor Quezada

 

Dentro del libro, Yoko es una planta alimentada de silencio, notas, y de la pereza de alguien que deja entornada su cortina y al trasluz, las imágenes de los libros por la pieza asombran como los únicos elementos dispersos tras un naufragio. El texto tiene su envés en los textos ajenos, y las páginas, como las hojas caídas de la planta en su diseminación. La tentativa de las totalidades cobra su imagen en el elemento convocador de Yoko, la planta de interior, que sin ser literal representa el despuntar de las páginas que al voleo otorgan un simulacro de epopeya para quien reposa sedentario en su cama, no así en su debatirse interior.

Papini, en su libro Lo que el demonio me dijo (1940) azuzaba de cobarde al lector que no se atrevía a vivir las aventuras de las conquistas de Alejandro Magno. Quezada alza la bandera contraria: una muy lejana por la paz, sino afín a los conflictos que implica el debatirse interior y, sobre todo, a los movimientos de la acumulación (textual, experiencial) y que sobrescriben en el envés de las historias inacabadas:

Tras el naufragio, una vez unido Ahab con su deseo (pues solo la muerte perpetra dichas semejanzas), surgió del mar el ataúd para preservar la vida de Ishmael (Quezada, 48).

 

¿De dónde provienen estas tablas y esquirlas de las que debemos sostenernos para atravesar el mar textual? De citas abandonadas que de continuo caen en tropel sin avisar su entrada en este torrente de anotaciones que buscan hacernos sostener la quilla de mando de un terreno desestabilizado.

A diferencia de las obras de Anne Carson, en que la cita es un pie forzado obligatorio como procedimiento para ejecución de cada una de sus obras, mostrándonos sus cúmulos y referencias, en Quezada la cita se conforma con el peso material de un personaje:

Tenidas deportivas en alto vuelo lírico mary poppins en descenso intenso beat humeante del desierto. Y el Marón americano (b-boy de estas ínclitas razas) desafiante desempolva el desierto y dispara (Quezada, 53).

 

Personados encarnados en La Eterna (Macedonio Fernández), Yorick (Sterne), el Marón americano (Andrés Bello), entre otros, hacen de Yoko, un transcurso en la divagación interior de transitar las escrituras con una actitud de vida que se toma los problemas de los diversos personajes como propios, en un mismo círculo convocante frente a la confrontación de los tiempos.

 

 

Podría decirse que la escritura de Víctor Quezada se prende a los momentos cúlmenes de ciertas obras, como son Moby Dick en el naufragio final, Tristram Shandy en su interpelación a Yorick, el Museo de la Novela de la Eterna en el reconocimiento de la amada intemporal, esto unido a la digresión de lecturas que son solamente mencionadas, ya sea para bien o para mostrar el tedio que provocan, un lector baqueano que se pronuncia por las sinuosidades de su cerebro anfractuoso cobrando mayor relieve con el claroscuro de la luz lateral de una ventana. Estos momentos punctum son concatenados y relatados para abrir un espacio de plena confrontación con los tiempos, con la lectura, con el sentido de la soledad (que si bien puede dialogar con David Markson en su libro La soledad del lector (1996), se salta el terreno seguro de la cita programática que compendia diversos momentos en las lecturas de un hablante). Esta confrontación pone de cara al hablante con sentidos imperiosos:

Yo no quería esto. Yo quería un poema que comenzara con cierto pasaje del Quijote, que terminara con ciertos versos de Vallejo, contuviera algunas líneas, robadas de Sterne, como todo lo anterior está robado de Sterne, Macedonio, Cervantes principalmente. Pero los hombres descienden a esos salones. Entre dados misteriosos y vasos de cerveza (nada lírica o nerviosa) (Quezada, 47).

 

Esta pregunta de cara existencial, de cara frustrada, nos pone frente al sujeto contemporáneo deambulante en la cárcel de sus microcosmos cotidianos, y evidencia la banalidad de ciertos hechos que solo en nuestra mente crecen con proporciones que se verán magnificadas al momento de ser escritas. Este borde juega Yoko de Quezada, sujeto por el libro de la añoranza (Muerte en Niza) y por el libro de la cotidianeidad y obligación (Insistencia del día). Estas barandas sostienen el espacio del meollo que en mi opinión concentra Yoko.

Héctor Libertella afirmaba en su libro póstumo Zettel (2009) que el mero acercamiento a las notas podía conformar ya el libro, siendo este una necesidad fraterna de diálogo con muchos otros, voces perdidas o desvanecidas que se realzan al hacer de puente con otras lecturas:

Teoría de la reescritura. ¿Por qué el libro viejo desaparece a favor del joven? ¿Qué ha hecho el joven en el viejo? ¿Cuál es cuál y cuál es más viejo ahora? (Libertella, 17).

 

Y desde Libertella, la propuesta pasa principalmente en su acción de titular como Zettel (último libro de Ludwig Wittgenstein) su libro de anotaciones. Y esto puede considerarse también como el punto de encuentro con otras escrituras enterradas, como el hecho de encontrar citado al venezolano Oswaldo Trejo en este libro de notas y comentarios, con la novela Metástasis del verbo (1990), apuntando a congregar las fuerzas que también han sido influencia para el autor.

En Quezada el acto de citar y apropiarse, y darle el peso de fuerzas convocantes y protagónicas a aquellas, hace que los múltiples orbes colinden en un terreno en que la propiedad de poéticas se encaucen en lo que en este caso el autor orquesta como una multiplicidad de una soledad vidente de los problemas actuales. Yoko, nombre japonés por antonomasia, nombre de una artista visual que el dato macho ha insistido en apuntar con el dedo como la maldición de una banda de rock, o quizá lo que está apartado en un rincón, clamando por su derecho de conexión con las otras voces… La planta de interior clamando por uno de los leños del Pequod por hacerse una macetita y sobrevivir en su propio ataúd.

 

El poeta Víctor Quezada

 

Otro dato importante de la escritura de Víctor Quezada de este libro central en la compilación, es la creación de un casi propio género de expresión: zona intermedia en que la novela alegórica se despliega y propone estampas, como bien podría hacer el libro Tropismos (1939) de Nathalie Sarraute con sus láminas interiores ligadas a los movimientos imperceptibles del comportamiento humano; o Es una ola (1968) de Leandro Katz, novela temprana de un futuro artista que pinta las impresiones de un viaje pero que lo que menos captamos son los acontecimientos del viaje, sino solo las mareas metafóricas que nos sitúan en el acontecer (evanescente) del entusiasmo por ver; o La casa de cartón (1928) de Martín Adán, escritura del presente en que el autor casi adolescente no se propuso sino darnos lo vívido de sus anotaciones del día a día… Yoko se liga a las lecturas que si bien señeras, pagan su soledad de emancipación en la lectura por partes, por décadas, por temporalidades lejanas a la ubicuidad que proponen, y necesitan un lento decantamiento, en que la rapidez de su sentir epifánico no se condice con la de los posibles diálogos que pueda tener con sus lectores.

Este aspecto destaco de esta obra que compendia tres libros importantes del autor, en una obra que crece y se pronuncia fiel a una elocuencia plena de interioridad, y señera en su factura.

 

 

Bibliografía

Avelar, Idelber. Alegorías de la derrota: la ficción postdictatorial y el trabajo del duelo. Santiago de Chile: Editorial Cuarto Propio, 2000.

Libertella, Héctor. Zettel. Buenos Aires: Letranómada Editora, 2009.

Papini, Giovanni. Lo que el demonio me dijo. Santiago de Chile: Editorial Zigzag, 1940.

Quezada, Víctor. Cuatro estrellas crucifican la noche. Antofagasta: Pampa Negra Ediciones, 2024.

 

 

 

 

 

*Estudió Fotografía en el instituto Alpes. Licenciado en Educación por la Universidad de Playa Ancha (Chile). Es integrante del colectivo literario Traza. Obtuvo el Premio de la revista Grifo (poesía, 2013) y el Premio del Concurso Oscar Castro (poesía, 2016). Ha publicado los libros Habitación y concierto (2011), Eczema del árbol (2016) y la plaquette Pez Calcuta (2018).

 

 

 

**(Antofagasta-Chile, 1983). Poeta y narrador. Fue editor del blog de crítica literaria La calle Passy 061 (2006-2021). Ha obtenido el II Premio Internacional de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz (México, 2023). Ha publicado en poesía Veinte (2004), Muerte en Niza (2010), Yoko (2013) e Insistencia del día (2018); en relato bulto (2016); y, en el ámbito de las escrituras digitales Compost (2013) y Diario abierto (2016 a la fecha). Su web personal: www.victorquezada.cl

 

 

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