La Editora de la Universidad del Azuay (Cuenca, Ecuador), acaba de publicar, En el río del lenguaje, ensayos + entrevistas de la destacada poeta y editora ecuatoriana Aleyda Quevedo Rojas.
El libro reúne cuatro ensayos sobre figuras emblemáticas de la poesía ecuatoriana y latinoamericana: Jorge Carrera Andrade, Lydia Dávila, Mary Corilé y César Dávila Andrade; y cinco entrevistas a prestigiosas voces vivas de la lírica hispanoamericana: Reina María Rodríguez, Rafael Courtoisie, Sara Vanégas, Yolanda Castaño y Edgardo Dobry.
Compartimos con los lectores de Vallejo & Co. el texto preparado, a modo de prólogo por el narrador, ensayista, crítico y catedrático de la Universidad Andina, Leonardo Valencia.
Invitamos a los lectores a descargar el libro de la web de la Universidad del Azuay haciendo click aquí.
Texto por Leonardo Valencia
Crédito de la foto (izq.) Editora de la Universidad del Azuay /
(der.) archivo de la poeta
El jardín que lanza semillas al mundo
El recorrido de En el río del lenguaje tiene en cuenta tres consideraciones. Primera: la poesía es un diálogo abierto al mundo. Segunda: no se trata de un libro inmóvil. Tercera: su autora es una poeta de larga trayectoria.
Empiezo por la segunda consideración: no se trata de un libro inmóvil. Combinar en un mismo libro textos ensayísticos ―los cuatro iniciales dedicados a Lydia Dávila, Mary Corylé, Jorge Carrera Andrade y César Dávila Andrade― y entrevistas a fondo con los poetas Reina María Rodríguez, Edgardo Dobry, Yolanda Castaño, Rafael Courtoisie y Sara Vanégas, a lo que se suma que estén acompañados de una muestra de sus poemas, hace que el libro se convierta en un paseo variado y ameno propio de un jardín, o si prefieren de un herbolario íntimo, como se titula uno de los poemarios más recientes de Aleyda Quevedo.
Los jardines no son inocentes, es decir, obedecen a un sentido estético. A diferencia de los bosques que proliferan de acuerdo a la gradación de los relieves del terreno y la vicisitud de climas cambiantes, los jardines cumplen una intención, introducen trasplantes, injertos, poda, y son, como la etimología, un recinto donde se concentran tiempo y espacio. En este caso ―y aquí pasamos a la primera consideración― el de la poesía como diálogo.
¿Quiénes entran en este diálogo y sobre qué dialogan? Debería saltar a la vista que los horizontes culturales por los que nos desplaza la autora tienen una fuerte raigambre en figuras emblemáticas de la cultura ecuatoriana, y las que deberían serlo por su descubrimiento y recuperación, como en el caso de la enigmática Lydia Dávila, por su único libro publicado y la desaparición prácticamente bartleby de su autora, o la sorprendente Mary Corylé.

Al mismo tiempo, el diálogo incorpora paisajes culturales que han enriquecido el imaginario de Aleyda Quevedo ―aquí la tercera consideración― y que serán de provecho para el lector que quiera descubrir escritores de Cuba, Argentina, España, Uruguay, cerrando con la ecuatoriana Sara Vanégas, una de las voces más sostenidas, originales y talentosas de la poesía ecuatoriana actual. Todos han abierto sus horizontes culturales y están implicados en experiencias de exilio o globales, no encerrados en una circunscripción estrecha de sus países de nacimiento. O de género, como el caso emblemático de Rafael Courtoisie que se desempeña con soltura y talento en la poesía, el cuento y la novela.
De esta manera, el jardín que es este libro muestra una suma de apertura y curiosidad que hay en el río del lenguaje cuando este recorre las laderas, quebradas, valles, desiertos, acantilados y orillas de la literatura. Ese lenguaje, con la misma cualidad proteica del agua, cambia, se altera, gana en libertad y trasgresión, deja de ser un puente estático de supuestos traslados y se convierte en una experiencia de navegación inesperada para el poeta y sus lectores. Cada uno de estos poetas responden a coordenadas particulares en su escritura y en su vida que quedan debidamente señalados como parte de este descubrimiento lector, y que me recuerda el lúcido señalamiento de Gilbert Durand: “Cada lugar y cada tiempo son signos de un destino”. A muchos de estos autores los ha editado Aleyda Quevedo junto a Edwin Madrid en el emblemático sello Línea imaginaria. De hecho, el ensayo sobre la ecuatoriana Lydia Dávila es el prólogo de la segunda edición del poemario Labios en llamas, que solo conocía una primera de 1935. Una recuperación de gran valor editorial y literario. Por lo que conviene tener presente que la acción poética de Aleyda Quevedo se abre también en un abanico de interés intelectual y generosidad por comprender y valorar otras escrituras.

El título de este libro, tomado de unas líneas de Octavio Paz al inicio de sus obras completas, “Cada poeta es un latido en el río del lenguaje”, nos debería recordar que Paz decidió iniciarlas con sus ensayos, no con sus poemas, ensayos sobre la escritura de poesía y sobre otros poetas. También quisiera traer a colación que la imagen fluvial está en un poema de Árbol adentro, donde Paz dice: “Los sueños nos separan/ y la sangre nos junta:/ somos un río de latidos”. Imagen del río festoneada de sueños y de sangre, de imaginación y cuerpos. La percepción intelectual y sensitiva de Aleyda Quevedo se aplica a esta selección acotada de voces variadas en el escenario poético del siglo XX y XXI, y comprende muy bien, como decía Baudelaire en Correspondencias, que “el hombre pasa a través de bosques de símbolos”. Bosques, ríos, pasar, fluir. La condición desplazada de la voz poética es la que emerge en este jardín que la poeta ofrece para dar el misterio, la energía y el acompañamiento de la poesía.
El jardín no sólo florece: lanza semillas al mundo.
Quito, mayo de 2024
*(Guayaquil-Ecuador, 1969). Narrador y ensayista. Licenciado en Ciencias Sociales y Políticas por la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil (Ecuador) y doctor en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la Universitat Autònoma de Barcelona (España). Se desempeña como profesor de la Universidad Andina Simón Bolívar (Quito). Ha publicado en cuento La luna nómada (1995); en novela El desterrado (2000), El libro flotante (2006) y Kazbek (2008); y en ensayo El síndrome de Falcón (2008), Viaje al círculo de fuego (2014) y Moneda al aire. Sobre la novela y la crítica utilitaria (2017). Fue seleccionado por el Hay Festival de Bogotá 39 como uno de los autores más destacados de la reciente literatura latinoamericana. Su más reciente novela es La escalera de Bramante.


