Crítica y selección de poemas Aleyda Quevedo Rojas
Crédito de la foto (Izq.) César Quian/www.lavozdegalicia.es
(der.) Ed. Arte de trobar
Yolanda Castaño: el cuerpo del idioma
Hablar en una lengua ajena/ se parece a vestir ropa prestada. Escribe la poeta Yolanda Castaño. Potentes versos que componen el libro La segunda lengua (2014), potente experiencia que todos hemos experimentado y la poeta teje y desteje en su arte: escribir, traducir, viajar, dominar fonemas, acentos y timbres. Cuanta delicia y complejidad abarca el apropiarse de otra lengua, de otro idioma, de otra música; como calzar los tacones que no son de tu talla, pero que los necesitas. El idioma es la patria, el espíritu es la lengua del cielo, la patria y la lengua son un solo poema desgarrando los sentidos, agudizando los paisajes, las modulaciones, los tonos y los enjambres de timbres.
El mundo que Castaño propone en su más reciente libro publicado, tiene la tesitura y complejidad de una torre de babel: muchos idiomas por conocer, decir en voz alta lo impronunciable, todos los idiomas y ninguno que diga todo el amor del mundo y la falta de él, mil lenguas que escribir, transcribir dolor, traducir piedad, traducir es traicionar…Sí y no, todas las equivalencias y ninguna. El cuerpo extenso, brillante, texturizado y sonoro del idioma ha sido poetizado por Yolanda Castaño. El cuerpo del idioma en constante tensión y cambio.
Castaño ha construido un libro magnífico que bucea en la pulsión de la poesía, la música y el deseo por atrapar varios lenguajes. Poesía, música y lengua, finalmente son atrapadas por el arte de la escritura, la escritura es la elección de vida que, con dolor y belleza, vive Yolanda Castaño, desde su boca y su lengua natural: la poesía.
5 poemas de A segunda lingua (‘La segunda lengua’, 2014),
de Yolanda Castaño
La poesía es una lengua minorizada
Comenzaría por el espesor. Su acidez, su ph.
Camina igual que una mujer:
entre la masacre de lo invisible
y el campo de concentración de la visibilidad.
Ladra estilo y final,
una épica hospitalaria.
En el poema el lenguaje
se hace oídos sordos a sí mismo,
en él las palabras amplían
su círculo de amistades.
Hay que masturbar el abecedario
hasta que balbucee cosas
aparentemente inconexas.
Caja de cambios del habla,
gestos de otro orden.
La sonrisa del mosquito dentro de la piedra de ámbar.
No se trata de que no comprendas árabe.
No entiendes
poesía.
Pan de celebración. (It’s an unfair world)
El mundo es un hotel sin mostrador de recepción.
El don de la elocuencia no es un bien comunitario.
No se repartieron así ni los panes ni los peces.
Por estribor la carne y por babor las espinas.
Vais a perder la cabeza y están lloviéndoos
sombreros,
los ricos tendrán dinero los pobres tendrán hijos.
Yo sé de un pan que partiría en pedazos
que fuesen minúsculos y durase para los restos,
si acaso una migaja puede ocuparle a alguien la boca,
si puede saciar, si tal vez destrabarla.
Como botes salvavidas en la gloria del Titanic,
pinares de peines para quien está
calvo.
Urbi et orbi de la retórica: ni está ni se la espera.
Aquí se calcetan barbas y tú aún sin mandíbula.
Les tocaron a algunas bocas tres segundos de memoria.
Y Dios le dará ese pan
a alguien con menos dientes.
Metrofobia
Al fondo del paisaje, la lluvia
difumina las nubes con un borrón.
Esta hoja de ruta milita en la juglaresca.
Ya tengo ganas de partir y mi coche es un soldado.
¿No vas oyendo silbar a su cargamento sensible?
Las carreteras comarcales parecen
cuadernos pautados.
Me gustaría surcar los montes con un poema a cuestas
como los viajantes.
Mi coche es una bala plateada con
ritmo en vez de pólvora, y le digo: “¡Vamos!”.
Juntos atravesamos valles, barrios de funcionarios,
las grandes explotaciones eólicas
me dan ganas de luchar contra los gigantes.
Mi coche y yo nos entendemos sin decirnos nada.
Flores blancas del ibuprofeno,
mi coche es un soldado
y yo le digo: “¡Vamos a recitar poemas
a Monforte de Lemos!”,
y él
acompasa su motor a mi registro,
repica,
tintinea
aunque tenga
metrofobia.
Less is more
No me dijo
si te contase lo repugnante que me parece tu boca,
el charco de tus hormonas pringosas y clamantes.
Preferiría meter los dedos en un cable de alto voltaje
que mi cara en la redondez irrespirable de tus tetas.
No me dijo
así se me caiga encima ahora mismo un fardo de piedras
antes que la responsabilidad de tus noches de fiebre,
que corra el aire entre mi vertical
y el pastel de jengibre de tus ganas.
Antes quiero alfileres en la cuenca de los ojos
que sorber la gelatina de tus debilidades.
No me dijo fuck off, no me dijo vete
a la mierda.
Prefiero un dolor de oídos, un puño en la boca del estómago.
Me repugna el fragor así tan rural de tu hambre,
escuchar a tus piernas a gritos
como lechoncillos rosados abiertos a hachazos.
Simplemente
él no me dijo.
Listen and repeat: un pájaro, una barba.
Todo el cielo está en cuclillas. Una sed intransitiva.
Hablar en una lengua ajena
se parece a vestir ropa prestada.
Helga confunde los significados de país y paisaje.
(¿Qué clase de persona serías en otro idioma?)
Tú, me haces notar que, a veces,
este instrumento mío de cuerda
vocal
desafina.
En el patio de luces del lenguaje,
se me engancha la prosodia
en el vestido.
Te contaré algo sobre mis problemas con la lengua:
hay cosas que no puedo pronunciar.
Como cuando te veo sentado y sólo veo
una silla –
ceci n’est pas une chaise.
Una cámara oscura proyecta en el hemisferio.
Pronunciar: si el poema es
un exorcismo, un cambio de agregación; algún humor
solidifica para abandonarnos.
Así es la fonación, la entalpía.
Pero tienes toda la razón:
mi vocalismo deja
mucho que desear.
(Si dejo de mirar tus dientes
no voy a entender nada de lo que hables).
El cielo se hace pequeño. Helga sonríe en cursiva.
Y yo aprendo a diferenciar entre una barba y un pájaro
más allá de que levante el vuelo
si trato de cogerla
entre las manos.
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(poemas en su lengua original, gallego)
5 poemas de A segunda lingua (2014),
de Yolanda Castaño
A poesía é unha lingua minorizada
Comezaría polo espesor. A súa acidez, o seu ph.
Camiña igual ca unha muller:
entre o masacre do invisible
e o campo de concentración da visibilidade.
Ladra estilo e final,
unha épica hospitalaria.
No poema a linguaxe
faise ouvidos xordos a si mesma,
nel as palabras amplían
o seu círculo de amizades.
Hai que masturbar o abecedario
ata que balbuza cousas
aparentemente inconexas.
Caixa de cambios da fala,
acenos doutra orde.
O sorriso do mosquito dentro da pedra de ámbar.
Non se trata de que non comprendas árabe.
Non entendes
poesía.
Pan de celebración. (It’s an unfair world)
O mundo é un hotel sen mostrador de recepción.
O don da elocuencia non é un ben comunitario.
Non se repartiron así nin os pans nin os peixes.
Por estribor a carne e por babor as espiñas.
Ides perder a cabeza e chóvenvos
sombreiros,
os ricos terán cartos os pobres terán fillos.
Eu sei dun pan que eu partiría en anacos
que fosen minúsculos e durase para os restos,
se unha faragulla pode ocuparlle a boca a alguén,
se pode saciar, se tal vez destrabala.
Coma botes salvavidas na gloria do Titanic,
soutos de peites para quen está
calvo.
Urbi et orbi da retórica: nin está nin se espera.
Calcétanse barbas para quen non ten queixelo.
Tocáronlle a algunhas bocas tres segundos de memoria.
E Deus ha dar ese pan
a alguén con ben menos dentes.
Metrofobia
Ao fondo da paisaxe, a chuvia
esvaece as nubes cun borrón.
Esta folla de ruta milita na xograresca.
Xa teño gana de partir e o meu coche é un soldado.
Non vas oíndo chifrar o seu cargamento sensible?
As estradas comarcais parecen
cadernos pautados.
Gustaríame sucar os montes cun poema ao lombo
coma os viaxantes.
O meu coche é unha bala prateada con
ritmo en vez de pólvora, e eu dígolle: “Vamos!”.
Xuntos atravesamos vales, barrios de funcionarios,
as grandes explotacións eólicas
danme ganas de loitar contra os xigantes.
O meu coche mais eu entendémonos sen dicirnos nada.
Flores brancas do ibuprofeno,
o meu coche é un soldado
e eu dígolle “Vamos recitar poemas
a Monforte de Lemos!”,
e el
acompasa o seu motor ao meu rexistro,
repenica,
badalea
aínda que teña
metrofobia.
Less is more
Non me dixo
se che contase o repugnante que encontro a túa boca,
o charco das túas hormonas pringosas e clamantes.
Preferiría meter os dedos nun cable de alta voltaxe
que a miña cara na redondez irrespirable das túas tetas.
Non me dixo
así me caia enriba agora mesmo unha pía de lastras
antes ca a responsabilidade das túas noites de febre,
que corra o aire entre a miña vertical
e o pastel de xenxibre das túas ganas.
Prefiro alfinetes nas cuncas dos ollos
mellor ca a xelatina das túas debilidades.
Non me dixo fuck off, non me dixo vete
a la mierda.
Prefiro unha dor de ouvidos, un puño na boca do estómago.
Repúgname o fragor tan rural da túa fame,
escoitar berrar as túas coxas
coma bacoriños rosados abertos a machadas.
Simplemente
el non me dixo.
Listen and repeat: un paxaro, unha barba.
Todo o ceo está en crequenas. Unha sede intransitiva.
Falar nunha lingua allea
parécese a poñer roupa prestada.
Helga confunde os significados de país e paisaxe.
(Que clase de persoa serías noutro idioma?).
Ti, fasme notar que, ás veces,
este meu instrumento de corda
vocal
desafina.
No patio de luces da linguaxe,
engánchame a prosodia
no vestido.
Contareiche algo sobre os meus problemas coa lingua:
hai cousas que non podo pronunciar.
Como cando te vexo sentado e só vexo
unha cadeira –
ceci n’est pas une chaise.
Unha cámara escura proxecta no hemisferio.
Pronunciar: se o poema é
un exorcismo, un cambio de agregación; algún humor
solidifica para abandonarnos.
Así é a fonación, a entalpía.
Pero tes toda a razón:
o meu vocalismo deixa
moito que desexar.
(Se deixo de mirar os teus dentes
non vou entender nada do que fales).
O ceo faise pequeno. Helga sorrí en cursiva.
E eu aprendo a diferenciar entre unha barba e un paxaro
máis alá de que levante o voo
se trato de collela
entre as mans.