El presente texto fue leído por su autora en la presentación de Poemas de Chicago (2024), de Miguel Marzana, el 11 de abril de este año en Chicago-EE.UU.
Por Silvia Goldman*
Crédito de la foto (izq.) www.poesiaenabril.org /
(der.) Amargord Eds.
Sobre la inusitada incomodidad de esta belleza
El verso se expone, experimenta su propia desnudez y su sombra. Impone su propia forma de la belleza; no esa “belleza que hace al sexo sexo” como dijera alguna vez Anne Carson, sino una belleza incómoda, que hace que el dolor gravite en el poema como si se tratara de un agua inundada.
Tú y yo y todos intentamos nadar en él; lo hacemos súbitamente, como si algo sucediera de repente y nos hiciera mover el cuerpo, extender las yemas de los dedos, chapotear como podemos. No sabemos qué es lo que acaba de ocurrir. El hecho se nos escurre. Es el extrañamiento el que dirige el poema. Un líquido incierto como la noche. Un coágulo que a veces se dilata y otras se estrangula. No sabemos de qué se huye, acaso no importe, si se trata de huir de la propia existencia. Se trata de algo que aflige y corta en la lectura. Una angustia que se desliza dejando profundos pozos ocupando as palabras. Ahí parece que estamos todos, bajando o ya hundidos en nuestros propios ataúdes, esos cuerpos que hemos venido a ser en la lectura. Gajos, pozos, gritos, cruces, causes, gatos, bocas, yemas. Títulos como orfandades verbales que se anteponen al cuerpo del poema y luego parecen soltarlo, abandonarlo, porque el poema va derivando hacia otros lugares, cruzando su propia osamenta.
Los sustantivos son el hueso húmero de esta escritura, sí, pero son los adjetivos los que nos muestran la dirección de las palabras; como aquí, “en la bienvenida del reino equivocado” que nos recuerda a aquel vallejiano “Yo nací un día en que dios estuvo enfermo”, o en ese “rudo pedazo de madera” que nos lanza a un paraje, inhóspito, filoso, polisilábico; una música incierta que se “mete por los oídos”.
Hay un subtexto religioso, como de un bípedo Cristo sufriente en las calles de Chicago; nos interesan sus extremidades, sus dos piernas, las “puntas de sus dedos”, porque allí está la esperanza del tacto que desmiente el andamiaje del grito que lo precede; gestos que prevalecen sobre lo oscuro.
Algo se parte o va a partirse en esta poética y esta inminencia nos convoca. La escritura parece como despojo, como desposesión, como repliegue que permite que la intimidad sea observada, dicha por un puro sujeto zumbante y despojado que desbanda los pájaros o hace que los gatos salgan de la boca. Leerlo otorga una fauna y flora; una geografía para el desasosiego de quienes vivimos en el desarraigo, ese pozo profundo donde caen, muchas veces, nuestras palabras.
3 poemas de Poemas de Chicago (2024),
de Miguel Marzana**
Gajos
Estos árboles me preguntan
si la luz incendiará el cielo del mediodía
La división
la sangre de las flores
el número de la estrella del peyote
El agua
la sombra
su reflejo
Respondo que mi corazón siente la vibración muy débil
y sin certeza
que cualquier aquí
Pasado o presente
no está hecho de experiencia sensible
y todo lo que los ojos ven
y el aire que las hojas respiran
y estos gajos en mi cuerpo
también
Pero entonces todo calla
y hasta los pájaros se detienen
y el silencio que me rodea
me hace sentir como un rudo pedazo de madera.
Preguntas
Qué es pues, eso que se queja después de haber entrado
Qué es pues, eso de estar poniendo bombas y animales en los versos
Qué es pues lo que se deja sin haber salido completamente antes de haber entrado
Qué pasa cuando trato de ver qué es lo que se suelta de la piedra con la ligereza de una hoja flotando
Qué si lo que se cambia en la piedra es lo que se suelta de la imagen y no del sonido duro
Qué es eso, con un ojo que me sigue mientras el otro baila solo y me vitupera
Qué si decido arrancarlo y quedar tuerto para apagar algunas cosas que he aprendido mal en la práctica de su uso destructivo
Qué es lo que las palabras: mal, uso y ojo representan
Qué pasa cuando intentamos el sonido y los acomodos y no lo logramos
Al amanecer caía con la noche, al aire libre y caliente vi salir los cuerpos rendidos a luchar contra el verano todos los días, imaginando lo que falta por decir.
La muerte del poeta Papi
El viento entra
apenas un hilo es suficiente
el grafito rueda
y siento un grito que me llama
Las plantas se sacuden
las hojas vuelan
los libros caen
y vuelan más hojas
En el caos con la música a todo volumen
quedo absorto
y afuera de la ventana hay un choque
y un concurso
para ver de quién
la madre es más puta
y mientras todo pasa
me atraviesa una ráfaga de viento
y se sueltan unos balazos
e inmediatamente alguien grita ¡Papi!
Entonces un poco de mí
que se atreve a escribir sobre la muerte
con algodón en las manos
se pregunta
¿Qué va a ser de los poemas del poeta Papi?
que ahora toma sus últimas bocanadas en la acera
y llora como bebé
Sigo absorto
pesando el volumen imagino mi turno
mientras cazo los papeles
ino por uno
cortado por el viento
y pensando que de alguna forma
ese fue el momento más cercano del día
al estado natural de las cosas.
*(Uruguay). Poeta y docente en la Universidad de DePaul (EE.UU.). Doctora por la Universidad de Brown (EE.UU.). Es miembro del consejo editorial de la revista y plataforma cultural Contratiempo. Ha publicado en poesía Cinco movimientos del llanto (2008), De los peces la sed (2018), miedo (2020), árbol y otras ansiedades (2021) y el libro conjunto Ese eco que une los ojos (2023, junto a Esperanza Vives y el artista Aldo Alcota).
**(Bolivia). Poeta y escritor. Reside en Chicago (EE.UU.). Estudió Bellas Artes en la Escuela Superior de Artes Plásticas Raúl G. Prada y Lingüística en la Universidad de San Simón (Bolivia). En la actualidad, estudia en la Escuela Graham de la Universidad de Chicago (EE.UU.). Se desempeña como coordinador del taller de poesía y creación literaria de la revista Contratiempo. Ha publicado en poesía Descomposiciones – aceite de un cielo (2019) y Poemas de Chicago (2024).