Me pongo a salvo. 13 poemas de Carmen Berenguer

 

Por Carmen Berenguer*

Crédito de la foto www.editorialcuneta.com

 

 

Me pongo a salvo.

13 poemas de Carmen Berenguer

 

 

La revolución de la mary popíns

 

la tarde

se cruza en la Plaza Italia

me pongo a salvo

nadie me mira

se camina

celeridad vacía

vislumbrando

la muchedumbre

esta muchacha me lleva el hombro

en la botillería atormentados

cantan a esta divina bacanal

alcohol para vivir

borradas

hinchadas

más allá

de esta calle

más allá de una diosa

la tarde decae

hacia los rincones en tenues luces

se apagan

lentamente las velas

en su cripta

me cobijan

imágenes solitarias

el subterráneo clandestino se aleja

y una nota es arrastrada desde las alturas del guetho

y late

bombea

bombea circular por las vías

torrenciales

roja latente y perpendicular

al laberintico modo de sentir

 

el centro

 

viernes fiesta en la ciudad

sus notas me hacen vibrar y bailo

esquivando el delirio urbano

al cruzar arterias sucias

y una violencia esplendente al tope de cuerpos

cuerpos malandras con cuerpos sudados

ciudadanos y civiles erguidos

ni un asomo de lentitud

ni pararte a mirar este cruce bárbaro

veloz hacia la alameda iluminada

la mundana travesía

hirviendo como olla de fierro negra

candente

al llegar a la estación central

las rejas iluminan rajada la multitud

y las bocinas del trafico

revientan los timbales

al transeúnte pálido

entra

sin justificación alguna

hay pelea en la esquina de Bustamante

embromados

acabronados

se cruzan las bicicletas y patinetas

se besan el culo un reconocimiento

al amparo agrega acústica

hay ases desde el paraíso

refulgen en esta punta de diamante

su vuesa mercé

en las delicias alamedas

ella

abre como orificio pagano

sus voluptuosos labios

y entra la punta del completo en la lengua

en la lacre pantalla led

hay fieras y es viernes

fiesta!

en ese sueño atravesado

viendo al nobel al dylan bob alan thomas poe

y sentí un poeta en llamas

era eso

su promesa

su disyuntiva revuelta

su ocaso volcado

en una palometa

es su fondo

lo que perdimos

queriendo atrapar ese solaz de tiempo

con el fin de hacer un paneo de imágenes para borronear las nubes, bob

en un mayo francés

es 2018

cruzando la Plaza Italia en bicicleta con guy deborde

la mary popín de la sicodelia

una pantera negra se atraviesa

volamos por el aire

despiertan las hienas

molestan a las leonas

los monos carteriando

al ruido de una motochorro atravesando

es viento polar

esa partida contracultural bob que se te achaca ‘nunca nadie puede decir que lo que escribí es un portavoz de algo’

 

 

Una muchacha Cherokee

 

Vecina sin nombre vecina ronca en la noche

Vecina se enoja en lengua Cherokee y vecina maldice en lengua Cherokee

Vecina ama en Cherokee

Arrulla al hijo

le abrocha un botón en sus tareas hogareñas de sus lechosos inviernos

Entreparéntesis es una Cherokee de pelo negro azabache azul y ojos mimesis

Mamá Cherokee fuma hierva

Y hace movimientos bucales y sale la loba del bosque

A lo lejos se le oye silbar el viento

donde anidan sus pájaros en el silencio nevado de su lengua Cherokee

Adahy su hijo duerme

y le escucho a través de sus modernas paredes del departamento del Hawkeye Drive

Vecina Cherokee es hippie en el año 69

 

 

 

Iowa 69

Crónica del American Air

 

Volar entre las nubes es un

triste estado para una poeta romántica

devota del paisaje de la poesía chilena

Sin esta ciega cacería actual del ojo que nos consume

desde la revolución que produjo el primer vuelo poético en Altazor

a este súbito júbilo provocativo de navegar por el ciberespacio

Es la celebración constante del porvenir

Como es entrar en los aeropuertos internacionales

e ingresar fatídicamente a un espacio laberíntico más tenebroso

que a un videogame o a un simulacro de vuelos intensivos en la noche simulada

La idea del viaje siempre es inquietante

Es toda una aventura

donde se puede cumplir una parte de nuestro imaginario como dejar al voleo lo inesperado

Aquello que quedó rezagado en algún confín de la memoria

Como aquel hallazgo de una siesta en la casa de reposo en Hungría

Lo querido

como si entrara a una sala de cuidados intensivos

No es la historia del tren de ese humo tal ruido  aquel fragmento novelado  la imagen detenida de ese “fade”

 

Mientras te mueves en una vía

lentamente

Aquí, al entrar al aeropuerto

la imagen

desaparece antes de pasar a policía internacional

borrándose hasta mi decir ¿Cachay?

Ese lapsus apegado a la lengua

Y allí comienza la odisea del sueño de mi viaje

de la utopía del viaje

Porque de una vez y para siempre

me encuentro en una frontera sin fronteras

inevitablemente

en la existencia real de perder todos los derechos

que fueron escritos en el derecho constitucional Art. XX de un remoto país

Aquí

pierdo la total compostura

trajinada

revisada

manoseada

a pie pelado

con los zapatos en la mano

sin nada apelando a mi suerte

Aquí

Es el comienzo de la pérdida de mi seguridad

Al entrar a cualquier aeropuerto del mundo globalizado

Me siento desnuda en este espejo mirando al otro

que soy yo misma

Envuelta en unos códigos cada vez más previsibles

Y si por ventura

mi cuerpo emite alguna señal de metales

todos piensan

aunque sea por un segundo

que eres un bandido

un narcotraficante

un asesino

un ladrón

En síntesis

un perseguido por la ley

Y siento

las persecuciones

los miedos

las pesadillas

en el tormento de vivirlas de una sola vez

Y en segundos una ráfaga en el inconsciente me paraliza

como coneja

con ganas de echarme a correr

desesperadamente

como si fueras el delincuente que siempre soñaste no ser

Y nos disponemos

A pasar a esa llamada sala

la sala de espera

que hay en todas partes

en todas partes donde he esperado al puto dentista

con esa música que adormece los sentidos

que he escuchado en el supermercado y en todas las salas de los hospitales

manicomios

casas de tortura

con hartas tiendas y cafés

a hacer como si

Como si toda tu miserable esperpéntica vida

dependiera de una espera más

Y que silenciosamente

como una borrega humana

apenas

en tonos audibles

pudiera oírte como la expresión de todas las prohibiciones de la comunicación

 

Hablar bajo

Murmurar en el salón de espera

para que la ansiedad y la angustia

se exacerben en un mutismo enervante

Cuando llega el vuelo

estoy drogada con la musiquilla de esas pobres esferas

y pueden pasarme por encima

que seguiré escuchando esa musiquilla preparada

para ser transportada

Pero antes

te ordenarán la entrada de acuerdo a tu numeración

no subirán primero los niños

o los viejos

sino

aquellos señores de corbata ancha y maletín que entran ufanos en clase ejecutiva

y van por delante y se sienten superiores

porque pueden arrepatingarse a destajo

estirar el cuerpo

ser servidos como príncipes modernos

Y al pasar por sus asientos anchos

confortables

donde puedes pearte con holgura

vuelves a sentir congoja

Porque estarás pegado al vecino

como si fueran gemelos en la barriga del avión

en posición fetal

sin posibilidad alguna de estirarte

Pensando

en un estado de idiotez entregada al destino

quizás hasta orgullosa de ser alguien que tiene

la posibilidad de mover el trasero por el mundo

Estás en sus manos

en un artefacto que debe vencer la gravedad de la tierra

Entonces, cuando el motor pone toda su potencia

y sientes toda la fuerza del avión

en tu cuerpo

al llegar a los 30.000 pies de altura o más

pasando por la algodonera de nubes tocando el techo

en las espesas corrientes de viento

con la angustia que estás deslizándote gracias al aire

 

Encerrada en posición fetal

sin poder moverte

sin posibilidad de fuga

La ansiedad te envuelve de nuevo

deseando ardientemente:

fumar

succionar

aspirar

Y me siento una beba gorda en la sala cuna del avión

con hambre

mucha hambre

necesidad de afecto

por una mirada conmiserativa

de la bruja de la asistente

quién me tirará unos platillos

hechos en serie multiinternacional

recalentados en el microondas

que sabe al sabor híbrido del siglo XXI

al sabor transgénico del porvenir

Porque después del sabor a todo y a nada de la comida

Macrobiótica

viene a cumplirse otro de mis deseos reprimidos

darle rienda suelta a

la compra liberada de impuestos

Allí toda la libertad del mundo al entregar tu sello plastificado y dorado

entre las compras del Duty Free

enloqueces libre por las bagatelas

para los labios

el perfume

en un estado de consumo interior

me viene repentinamente un deseo de cagar

 

cagar en el vuelo

mojonear el aire

soltar el esfínter

como una regordeta bebita chilena

antes de dormirme en posición fetal

boqueándole las babas al gemelo de viaje

 

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Siento un verdadero pánico a volar a las alturas a la velocidad a la oscuridad a los autos a la turba a los

buenos a los vientos a los rayos al sueño a las escaleras mecánicas a los elevadores a cruzar

 

 

La poeta Carmen Berenguer

 

Mala piel

 

Piel que pora no podría ser otra piel de durazno negro;

pigmento oscuro no otro, más que oscuro, no otro.

Crin sufroso el sayo que lo cubre y tizna.

Si aquél blanco horadara negro piel o la negrura espesa

el corazón tensara rojo piel blanca y por blanca virgínea

verrugosa la oruga sedara el silencio de aquél vellocino

pigmento de sedas avienta la oruga.

Su brillo opacara así

empolvando las estrías que trepana la cintura hacia lo velloso;

lamé cerrara y abriera hondo.

Pígmea su lamé bellosida plateara la sien;

guante sintético

de la mano que el guante esconde vacilante al tacto

de la cintura drapeada; cincha salvaje cimbra el talle

piqué blanco; borde el punto

y piensan pezones

más arriba

antes del cuello bibeteando cintas

cincha

acordona las tetas ralas;

pilchas sujetas.

Piqué

colorean cruces

ensedado natural a lunares salmón en la distancia lunar

refajo crepégeorgette saya bajo sostenedor del cuero

que acorpiña la tetada;

satén a rayas

pespuntean tajos

y más abajo en medio de las piernas antes de la melenada labial;

relieves sayos

piernas nylon rellenas;

puntos idos

hilos

hilados;

dedos uñetas recortan los aderezos pielares

nacientes lunas

relevos verde lumiere

musgo

humedece la noche zigzagueante breteles en la sima

carnada rolliza fajeada

en pieles algas

focas cocidas zurcen el cuero y viste a la que suspira por los desperdicios

un rosario de conchas anillando

el ruedo

y más arriba

enmarañando torsos bogan

sumos de cochayuyo yodado;

teje verde luche

aquello que transparenta la enagua

y perfúmea

lo que la ahuyenta

colgajos de trenzas anudan la colonia

de changos

y siglos turban chascas

cuelgas de lana.

El colero amanta las crenchas

y flotan en el doblés ligadas a la espalda

el broche; colitas de cuelgas

albacoran

gangocho carnal; flote de perchas.

Y arriba

arquea el escote y apunta a los huesos

arneando la saya de duras aletas

crespan   crespas

aquellos párpados; nido de estrellas.

Y más adentro

se viera bajo un telón grácil

sueltas las charquis

danzan  dancen

mugrón de oídas por la oreja silbe

trigal de espigas;

pingan jocosas botón de rosas;

pétalos carnos    besos de bofe

cuelgan mollejas mudas    nuden

lentejuelas vuelen

ligadas;

cueros de cocodrilo a ras serpientes

cascabeleen piernas nonato.

Botas de vaca abriguen la zorra y hebillen huinchas.

Zarpe la espalda de la esclava,

trajeada de foca cosidos botones de astracán

blanqueadas nalgas sajadas

rapen la nariza

y suban los ojos con tirantes por las orejas tejidas; pelos de silicona.

Manos revoladas estiran la estética

y hormonas pegadas en el culo

Arpan  arpen

doblando recortes de sobras;

hierben hierban

ácidos

y engasten los pómulos.

Y en lo profundo por la piel

piren piran

la rastra facial; papiro de pieles

peldefebre sin escote

manga mangen

porcelana hendida en las grietas mapas

mapean pieses

flacas   flecan.

 

 

 

Y Dios creo a la diosa del Eros del siglo xx

 

Un día me hice este moño que vi en una película de la Brigitte Bardot

era un nuevo moño iluminando los años sesenta

en mi despertar sensual.

Es un moño tubular de lado con horquillas

unos mechones en el rostro

mechas sueltas

un desorden

unas lianas enrizados

locos adornos sensuales y libertarios.

Viendo cine europeo y gringo aprendí

el fulgor de los espejos.

Tomar el pelo en tus manos

y hacer como si estuvieras realizándote.

Luego mirar tu rostro y encajarlo en la cabeza

usando sutilmente las horquillas.

Y como si pensara en ese recogimiento

vas reafirmando el rostro indígena

tomando un manojo al derecho

otro al izquierdo

lisos y ondulados como la diosa del eros

peinarse

era una forma de

dialogar en torno al rostro

consciente que no era solo

un deseo efímero de parecer ella

creada por dios.

Quién me habría creado a mi? El dios Lautaro?

Hacerse un moño es un arte

una estética del objeto pelo

en el contorno de tu simetría de ojos

pero me había acostumbrado a que

no todo lo que veía existía

prevaleciendo mis descomposiciones

en mi nariz  ñata

mis ojos orientales rompiendo una necesaria armonía

en mis mejillas altas redondeadas

me espejeaba unos labios a veces triste

sonriente

mis orejas solícitas al sonido

mi cuello desaparecía en el cuerpo

según su compostura

mis manos eran únicas en lenguaje remedo

de congojas

mis labios se juntan son amigas

mi cintura y

Narciso

frente al espejo

De súbito cae esplendente un manojo de pelos

sostengo en mi mano un tiempo de brisas

un invierno de temporales

una lava intensa desde el volcán

un verano de sol en el monte.

 

Y un día te conocí sentada en las gradas de la universidad tragándonos

se quedaron pegados mis pelos negros en tu abrigo

intespestivamente nunca más nos separamos

ni pa miar

ni pa comer

nos alejamos

cesábamos hasta llegar a la esquina

y abrazados y calientes veíamos imágenes e historias universales

‘tan cerca y tan lejos’

que me instaban a corregir mis mechas

a la par de los años de representaciones de imágenes del primer mundo en el que reparaba mis dilemas de ser y dejar de ser la muchacha

que lloraba mirando el velador creado en el siglo XVIII para alumbrar con velas este paraíso.

 

 

Oda a mi huerto de pelos

 

Ahora recojo unas puntas y las junto a las otras y no he cepillado ni peinado solo mojadas mecha a mecha las enhebro y las levanto con un soplo de vida

como manto de olvido por el brazo herido y manca levanto al vuelo las puntas y las engarzo con flores de coliflor y serpenteados de tomates chicos simulando un huerto en mi cabeza en una escena de arte de chacra cubre mi tiznado porvenir

Al otro día revuelvo los lazos de cabello y me asoman albahacas y hierba buena y solo levanto la parte de atrás y la aprieto con una aldaba de apio

Soy me digo: la mujer de la peineta morada que almidona la tristeza como si yo pudiera hablar altisonante o yo quisiera sumarme a la tradición de la palabra

como si mi palabra fuera la palabra hecha verbo y fuera dueña

de mi cabellera y la manejara a mi antojo

en una manada de hojas verdes

en mis negras hebras

no estoy obligada a escuchar palabras

de un pequeño dios que me ahoga con ingredientes sempiternos

ahora suelto una cascada invertebrada relumbra de luciérnagas intermitentes engarzando el torrente de puntas de colores para colgarla en un espino

 

performance de mi huerto

 

 

Ruinas

 

La noche no es la noche ideal

romántica de los cantos versallescos

o trinos de pájaros en algún amanecer

La noche de la novela triste es cuando sus luces

se apagan y aparecen las sombras criminales

en las esquinas de los bares de las casas

a los pies de la cama debajo de las sábanas

en los colores de los muebles en la opacidad

de las tablas detrás de los cuadros arriba del armario

en los rincones de la escalera

en este libro

en medio de estas páginas

en el temblor de tu sonrisa en ese espejo del baño

en el cepillo del pelo en el olor de tu traje

en el cubierto de la mesa en la cajita de música

en el calcetín; broche de una noche antigua

en la maleta

en la página del medio

en el candor en la maceta de flores;

detalles del tejido

y el pañuelo a rayas en el sillón Bauhaus

en el cuadro de Frida Kahlo en el retrato de revistas viejas

en los platos de comida en el charquicán y el luche

en los juegos de luces pascueros en los vasos de vino

en la ponchera en el apiao y pajarete   en el chaleco azul

en el anillo en el collar de un cuello en los aretes

en las páginas sueltas aquí mismo

en el hilo del medio

en el piso de la cocina en la heladera

en la silla de paja en el jarro del café

en la azucarera en la mermelada

como si arriba en la cucharita del té

crochete del estío en la biblia latinoamericana

en el cantar de los cantares en el libro de Job y Jeremías

 

“Chile aparece como un inmenso caballo muerto,

tendido en las laderas de Los Andes bajo un gran revuelo de

cuervos”. (Vicente Huidobro)

 

 

XII

Isabelina la Divina

 

Eras, se dice -una muchacha decente-, de buena familia, y de mala fortuna que casó con un proxeneta que la vendió a los truhanes callejeros. Isabelina que trabajaba en una embajada, perdió la razón.

De ahí en adelante fuiste esa muchacha que comenzó a escribir con esa obsesión que tienen sólo los que saben amar. Isabelina se convirtió en el ícono callejero de la urbe santiaguina. Viviendo en las calles, Isabelina escribió sin razón sobre el arte nacional. Isabelina de hombre se convirtió en mujer o ya era mujer. En esas polaridades, el género se perdió. Y hoy Isabelina duerme en la calle, come

En la calle y escribe en la calle.

Así habló Isabelina en las puertas del templo del arte: Yo miro a este el lado del este y allí los veo limpiando las calles del oeste, con una escoba barriendo el semen de la noche anterior. Preciosísima desparrama gotas de cloro, para sacar el mal de noche en el pórtico del prostíbulo. Yo le digo a purísima que le deje esos vómitos a las ratas y baratas, que son las limpiadoras naturalísimas del templo.

Allí va la cristianísima rayando las paredes y cunetas, rayó y rayó y nunca ­más paró, luego llenó de hormiguísimas la ciudad, avizorando el porvenir de las tormentas que llovían y llovían dejando mi guarida anegada.

 

Por el oriente vienen unos jets lanzando papeles escritos por el oficiosísimo y las gentes recogen los panfletos de lo alto y lloran y sus lágrimas van a dar a su riísimo y su vidísima que me tiene los pelísimos de punta. También la gordísima gorjea al paisísimo lanzando pedos por la voz; cataclismos entusiastas reverberaban y traspasan los ladrillos del museísimo cual gran Caballé.

 

Los comunistísimos miran desde la casa del escritor a estos asteroides que vienen muy artistísimos con depósitos y hartas vendísimas a envolverles sus heridísimas. Y el artistísimo saca la cordillera desde lo alto de sus cumbres y las repone en el mar para que se vean como espejos rodeando mi guarida. Loquísimos los democratísimoscristianísimosgobiernanconláguísimosylossocialísimosylosradicalísimoselpaisísimo. Los socialísimos ahora son social demócratas porque se fueron a Europa y tomaron cursísimos de manejo y aprendieron a ayudar a los pobrísimos y los estudiantísimos y a los trabajadorísimos del paisísimo. También a las mujerísimas del género y a los homosexualísimos los cuidan de los homofóbicos del paisísimo.

 

La poeta Carmen Berenguer

 

XIII

 

Cómo vas a presentarte ante mí de esta forma tan

impía

tan dulce y sofisticada como la locura

dispuesta a hablar bajo el imperio de los sentidos últimos

de una muerte dispersa

Oh fatua repentina de cabeza laxa

expuesta a la indulgencia de aquél que atraviesa a la deriva

Oh vacua exposición de lo inaudito.

 

 

XIV

 

Hoy es un día más de este milenio y eres una

referencia clásica, por las arterias onomatopéyicas

y sus bellas declinaciones formales, en el siglo reciente.

Un recorte, una silueta, un perfil; cosas,

mi querido artista de la calle un tanto nostálgico

que a nadie conmueve, sólo a los estudiantes

de escuelas privadas que les interesa recoger

algún vestigio del pasado.

 

Tal vez un cliché para sus dormidos sueños de juventud. Tal vez un deseo

vetusto de olor a margen que alienta un ánimo de alimentar un mito callejero

en un recodo de la ventolera del tiempo antiguo.

 

Ahí lo ven con su mismo trapo de pollera que ensucia con sus manos de

artista: falda tiznada y su trapero en la cabeza que se usó para alisar el

pellejo de un pobretón a fuerza de lamer el culo.

 

Igual que ayer, sin más arrugas que diga el tiempo de sus bototos viejos

militares o sus zapatillas imperiales Adidas. Nada, ni más gordo, ni más

delgado, como señorona, después de haber sido bien alimentada.

 

Sólo el vuelo rasante de nuestra conciencia nos dice, que ha pasado el

tiempo para esta suerte de romanticismo como nuevo misticismo en las

heladas glaciales de nuestra modernidad.

 

Tal vez tu negocio de ambulante errante, habría hecho pensar que te has

oficializado con puesto legal, porque has desmantelado una mesa y les has

cortado las patas para instalarte en las mismas calles de tu oficio de andante.

 

Pero las calles son solitarios espejos mudos de la templanza del ovejero

nacional. Y su racionalismo se ve en los agujeros y covachas al margen de

otro margen más violento en la urbe al sur.

 

Y no hay que preocuparse del arte cebolla, porque la violencia se puede

elaborar en la cabeza del artista, como dos cuchillos gemelos donde se

vislumbra el nuevo paraíso telúrico y ornamental de la ciudad. Los cuchillos

tienen cacha negra.

Con más ambiente a sabotaje, más olor a miserable.

 

 

 

XV

 

No es bueno pensar que industrializar el cuerpo muriente, hay que venderlo.

Hay que elaborar la estrategia para ponerlo en exposición.

Hay que hacer llorar a la gente, articular las lágrimas, que pueden ser

transparentes como cristales, aunque sea un fetiche más, incluso usado por

siglos. Porque ahora la profesionalización indica que las lágrimas deben

vidriarse a altas temperaturas para darles forma de lágrima acrílica.

 

Tal vez el minimalismo supere el problema, y así las lágrimas sean ardientes

transparencias que cuelguen como collares plásticos de lágrimas eternas,

sería lo más indicado. Arte cebolla.

 

Arte posindustrial cuellos transparentes llenos de lágrimas como floreros

acrílicos con pezones colgantes para que aleteen en el mercado del arte y sus

mugidos traspasen los ghettos y las cucharas salten de los cuerpos allá

distantes en los márgenes líneas trazantes donde el corazón se ha vidriado en

el horno.

 

He vivificado este colgajo femenino, puntas del pezón

como flecos deramadas pobres allá,donde ni el viento llega.

 

Tal vez Virgilio se levante en la madrugada y corte un puñado de Huillis

para mí y me los venga a dejar en la ventana nacional. Así de bucólica es mi

mañana hoy día. Aquí puedo superar la realidad.

¡Ah! Las cachas negras y filo del arte criminal.

 

 

XVI

 

Soñé que en las hojas del cuchillo se espejeaba la ciudad modernizada, el

Wall Street y los espejos de los edificios nuevos eran la laguna donde

Narciso se miraba. El sol reflejaba al edificio de enfrente y así los espejos de

la ciudad iluminaban mi pesadilla y me vi en ella con la aguja de mi madre

detrás de los animales para inyectarles y perder el miedo a traspasar la piel.

Luego usé el cuchillo y corté la verga de Narciso a ver si su rostro se

transfiguraba en la hoja de papel celofán.

 

 

 

XVII

 

Me vi en el jardín de los Epicúreos.

Luego en el estar donde mi madre daba unas puntadas.

Desperté sabiendo que mi madre se había ido para siempre.

 

Tuve un encuentro con mi amigo filósofo, sobre la acritud del tiempo de los

escépticos e invocamos a Spinoza abierto con un cuchillo.

Mi vida está en estas páginas que las lleno de infinitos recovecos.

He conocido el miedo.

Mi amigo es Buda Zen y yo no conozco esa nueva realidad de él.

 

Entiendo que cada cual busque su refugio en los glaciares.

Las páginas blancas no son lo mismo que la página en blanco, y debajo de

los papeles hay una filigrana con las iniciales de Mallarmé.

 

Me gusta pensar en algunas posibilidades de la vida, pensar por ejemplo que

Let it be, puede tener esa posibilidad como argumentaba Gertrude Stein.

 

Sé que esas son las formas de evasión para escapar de la realidad y su villana

indiferencia.

 

¡Oh Cielos!, yo no conocí la verdadera república

Son tan bellas las caras de las Llamas en el Norte y tan dulces los Pudúes

en el Sur.

 

 

 

 

 

*(Santiago-Chile, 1946). Poeta, cronista y artista visual.  Frecuente asistente del bar Jaque Mate. Obtuvo la Beca Guggenheim (1997), el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda (2008) y el Premio a la trayectoria en el Festival de Poesía La Chascona (2017). Ha publicado en poesía Bobby Sands desfallece en el muro (1983), Huellas de siglo (1986, 2010), A media asta (1988), Sayal de pieles (1993), Naciste pintada (1999), La gran hablada (2002), Mama Marx (2006), Chiiit, son las ventajas de la escritura (antología, 2008), La casa de la poesía (2008), Maravillas pulgares (2012), Venid a verme ahora (2012) y Mi Lai (2015); y en ensayo Escribir en los bordes. Congreso Internacional de Literatura Femenina Latinoamericana 1987 (1990) y La mirada oculta (1994).