Francisco Magaña
Hace años, en Chetumal, Quintana Roo, y gracias al poeta Agustín Labrada, recibí, sin esperarlos, dos acontecimientos harto significativos en mi existencia. Era de madrugada. Agustín me ofreció un café expreso, que decidimos tomar en el patio, arbolado, fresco. Cuando nos dirigíamos hacia allá, le pedí permiso para tomar unos libros. Uno de ellos, Voluntad de la luz, llamó al principio mi atención, y al recorrer sus páginas, mi corazón de lector. No conocía el sello, ni al poeta. Creo recordar un tono celeste, un suaje en la tapa que dejaba ver una imagen, y unas franjas leves en la partes superior e inferior. Lamento no tener el ejemplar, porque fue el primer título de Mantis editores. Su autor, Luis Armenta Malpica, iniciaba así, con un título suyo, una carrera parejera: como poeta y editor. De esto tiene más de una década que ya se acerca a dos, y Mantis editores, ese sello que nació consolidado con un título emblemático, ha ido acotando y reforzando su labor. Esto es: trabajó lo suficiente para decidir, en un alto elogio y homenaje, prescindir de otros géneros y dedicarse exclusivamente a la poesía. El resultado: que bajo estas siglas se puede leer, en muy buena medida, un mapa poético sobresaliente de la poesía de nuestro país y de otras latitudes. La atención hacia los jóvenes, de distinto registro y afán, tienen cabida siempre que no se desatienda la calidad, que es un requisito ineludible para su catálogo.
“Más que los nombres, la poesía”, es el lema que puede definir a Manits editores. Consignarlo es sencillo. Pero detrás de los libros de este catálogo hay profesionalismo, tesón, esfuerzo, renuencia y convicción. Y sin duda un equipo de trabajo sobresaliente, conformado por los también poetas Elías Carlos y Juan Castañeda, Luis Aguilar, Ángel Ortuño, Luis Alberto Arellano. Estoy seguro que en la fe, en la creencia en los valores de la poesía, pero también en la disciplina y el rigor, se fundamentan los logros de este sello, que ha logrado una suma importante de coediciones en México pero también en otros países.
El quehacer de un editor es acercar a un público el hallazgo. El poema a compartir. La buena nueva de un autor. Y así toda empresa editorial, mediante su registro nominal, signa una impronta que lo representa y que lo justifica. En este caso, de buena fuente aseguro que los dictaminadores realizan su cometido sin intromisión alguna del coordinador editorial. Por ello, un título en Mantis editores no es un volumen más, ni resultado de la amistad, sino un libro sopesado por diversas opiniones. Una muestra del respeto que Luis Armenta prodiga a la amistad y a la edición, es el funcionamiento de su equipo de lectores.
Si en el panorama nacional, a diecisiete años de su aparición, Mantis editores es un referente ineludible, es de celebrar que también haya incursionado en otras latitudes. Se dice pronto, pero ha coeditado, en francés y español con Ecrits des Forges (Quebec) y un libro con Le Temps des cerices (Francia); en portugués con Selo Sebastiao Grifo (Brasil), y ya se iniciaron coediciones con el sello alemán FixPoetry y con Crónica, de Rumania. Es de celebrar que sus diversas colecciones circulen más allá de nuestras fronteras. Con Canadá se han trabajo alrededor de sesenta títulos, y con EPRO (Estímulo a la Producción de Libros, a través del INBA y CONACULTA), diez títulos de poesía mexicana traducida al portugués. Por ello, como gente cercana a Mantis editores, me enorgullezco del camino que ha recorrido con prestancia y dignidad. Doble motivo: como hermano de Luis y como editor, para festejar que este año Mantis editores llegará a trescientos títulos.
Si Goethe afirmaba que debía existir un infierno para los editores, entre los merecedores del cielo debe figurar, por derecho propio, Mantis editores. Que quiere decir, un responsable equipo de trabajo. Que quiere decir, Luis Armenta Malpica. O sea: que sólo con voluntad y luz se puede alcanzar lo que ha alcanzado y alcanzará Mantis editores.