En el marco del III Festival Internacional de Poesía de Lima, que organiza la Nido de cuervos y que se llevará a cabo en la capital peruana entre el 13 y 16 de abril próximo, Vallejo & Co. presenta un conjunto de entrevistas con algunos de los poetas participantes con la intención de conocerlos más a estos y a su obra. ¡Bienvenido III FipLima! ¡Bienvenida la poesía!
Por: Mario Pera
Crédito de la foto: www.galeriaacanto.com
«Los poemas no se hacen para vender,
sino para ofrecer resistencia precisamente a ser consumidos».
Entrevista a Juan Carlos Mestre*
Mestre es uno de los poetas más reconocidos en la actualidad tanto en su país, España, como en los diversos países latinoamericanos no solo por su trabajo literario, por el que ha ganado numerosos premios entre los que destaca el premio Nacional de Poesía de España que obtuvo en el año 2009, sino, además, por su trabajo en otros ámbitos artísticos como en la pintura, el grabado, la litografía, etc.
Sin duda, Mestre ha sabido acoplar su obra poética a las otras artes que practica, creando tanto poemarios con una interesante estética visual apoyada en grabados, dibujos, etc., como exposiciones artísticas a las que ha incorporado sus poemas, logrando una original fusión.
Uno de sus poemarios más notables es La Tumba de Keats (de lectura ampliamente recomendada), con el que ganó el Premio Jaén de poesía 1999 y del que el propio autor publicó una versión gráfica titulada Cuaderno de Roma. Este estupendo poemario nos ofrece una visión caótica, profana de una Roma inmortal que pocos han podido observar bajo aquel tamiz, expresándose con una voz muy íntima pero a la vez universal.
Juan Carlos Mestre visitará nuestro país este mes, por lo que resulta interesante acercarnos a las reflexiones de este importante poeta español.
Entrevista**
Mario Pera [MP]: Estimado Juan Carlos, he leído que en alguna entrevista comentaste que has vivido la poesía desde la conciencia de que esa era tu única posibilidad, pues todas las otras puertas posibles estaban cerradas. En relación a ello, ¿desde cuándo tuviste conciencia de que lo tuyo era la creación poética? Asimismo, ¿de qué manera crees que la poesía ha determinado el derrotero de tu vida?
Juan Carlos Mestre [JCM]: La conciencia poética, como percepción que uno tiene del mundo y de los demás a través de la delicadeza del lenguaje, tal vez me haya acompañado desde la oralidad primera de lo oído en la voz de un sencillo aprendizaje, el de mi madre Esperanza Mestre que me enseñó a leer no solo las vocales de la escritura, sino el inarticulado zumbido de los pájaros y las abejas y las lluvias de otoño. Digo esto porque esa fue la traducción en mí de lo misterioso de la existencia, la entrada en un mundo regido por las fábulas de la inocencia y una amplitud de amor y misericordia hacia todo lo íntimo que era entonces el paraíso perdido de la infancia.
Luego vino el derrumbe de la casa natal bajo la vejez del tiempo, y los espectros de la muerte y esa conciencia se fueron desplazando hacia la zona de resistencia, hacia la necesidad única de sobrevivir a la intemperie, esa otra escuelita donde la razón se borra para dejar paso a la tiza de lo invisible, al oído de lo otro, a la voz sin boca de la poesía. Y ya no hubo, ni pudo, ni quise tampoco, residir en otra casa de huéspedes que no fuese ese barracón de insumisos, el palacete de hierba o como quiera llamarse la cabañuela del extravío.
No anda uno perdido por el laberinto, no, se camina en busca del laberinto, sabiendo desafortunadamente que siempre, al final, habrá salida, ya sea la ceguera de Homero o la tumba de Keats. En eso estuvo mi juventud, y en eso sigue la incertidumbre del tiempo presente.
[MP]: La poesía, como todo arte, implica un acto de rebeldía, de insurrección personal frente a lo establecido para replantear radicalmente nuestra existencia y hacerla, tal vez, más llevadera. Pero, ¿qué tan solitario puede ser el trabajo del poeta? ¿Crees que es cierta la imagen del poeta como una isla, si tenemos en cuenta que la obra de varios poetas es el resultado de sus vivencias en un espacio y tiempo determinados?
[JCM]: Mira, la poesía no ejerce ningún tipo de autoridad intelectual sobre nadie, no hay una manera exclusiva de entender el hecho poético que signifique algún grado de mayor cualidad sobre otra radicalmente opuesta. La poesía es, a mi modo de intuir alguna semejanza de su conducta, un discurso republicano donde todas sus partes son ciudadanos libres dispuestos a ejercer el derecho a estar en desacuerdo entre sí.
No creo en fórmulas ni en preceptivas, pienso que cada poeta debe hacer exactamente lo que le dé la gana, al margen de escuelas, generaciones, movimientos estéticos o cronologías. Da igual creer en la soledad de la escritura del poeta isla o en la asamblea de la colmena de zánganos, la poesía está en otra parte, en la desobediencia a lo previsible, en la negación de la costumbre. Cada persona elige hasta donde puede su lugar en el mundo, la decisión es poca, pero en el lenguaje, la única propiedad que no nos ha logrado arrebatar el poder, la tarea tal vez no pase por poner subtítulos melancólicos a la vida sino de vivir la propia vida tal como a uno le gustaría ser olvidado o recordado, al fin y al cabo el mismo precipicio, la misma cosa sin nombre gritando en la noche.
[MP]: Tras publicar más de 20 poemarios, y habiendo consolidado una voz propia reconocible y reconocida, ¿cuán difícil consideras que es para un escritor novel el hallar su voz en la poesía? ¿Cuál fue el «viaje» que realizó Juan Carlos Mestre para hallar su propia expresión poética?
[JCM]: Yo no he publicado 20 poemarios, eso sería un delito. He escrito tres o cuatro libros, eso es todo, pequeñas variaciones sobre media docena de ideas simples relacionadas con la dignidad de la existencia, es decir: la piedad, el amor, la misericordia, reflexiones desde el lenguaje sobre la condición de otro, la proximidad a los que sufren, a los desheredados morales de la Tierra, la viuda, el huérfano, el inocente.
Mi inquietud por la averiguación de qué puede hacer la palabra frente a los actos de fuerza es la misma que la de aquellos que piensan que la vida carecería de sentido sin resistencia al mal. Cuando uno cree saber, porque uno en realidad nunca sabe nada, el lugar de su encargo de alguna extraña forma haya las herramientas para realizarlo. Acaso eso sea la voz de la que usted habla, lo que aún no pronunciado oye ya al poeta. Difícil, pero como decía el gran Lezama, sólo lo difícil es estimulante.
[MP]: En el ámbito literario, como en otros ámbitos, las exigencias del mercado muchas veces delinean el desarrollo de la actividad creativa. No es inexacto pensar que las grandes editoriales exigen que la obra de un escritor tome una dirección en particular. ¿En algún momento estuviste en la encrucijada de optar por plegarse o no a lo solicitado por las grandes editoriales? ¿Es difícil el mantener una independencia creativa cuando como escritor se logra el reconocimiento general?
[JCM]: No, nunca. Y no por principios éticos, no, no, en absoluto, sino porque jamás ninguna editorial me ha solicitado nada. Esas cosas no le ocurren a los poetas, tal vez a algunos narradores de éxito, pero los poetas vivimos al margen del mercado, ni le interesamos ni nos interesa. Por fortuna hay una hostilidad fértil entre nosotros y las escamas litográficas, como llamaba Baudelaire al dinero. Los poemas no se hacen para vender, sino para ofrecer resistencia precisamente a ser consumidos. La poesía es inconsumible, y lo es en la medida de la incapacidad que tiene el sistema métrico decimal para dar cuenta del enigma.
La intuición abstracta del pensamiento poético contra la pragmática del cálculo de la exactitud. Por ahí va el acto de legítima defensa que proclama la poesía contra la soberbia obstinación del poder para continuar mintiéndonos. Son las ensoñaciones del reposo de las que hablaba Bachelard las que madrugan en la voz del poeta para seguir dándole cavilación a lo misterioso. No es lo mismo leer las transfiguraciones de la sociología de la escritura en la sociedad obscena del capitalismo, que oír el ruidito de los niños de Lorca machacando pequeñas ardillas en los montones de azafrán de la imaginación.
[MP]: Has comentado que el poeta es el ser con menos identidad, pues continuamente va a la búsqueda de ser otro diferente de sí, lo que el poeta John Keats llamó el ser carente de identidad. ¿Esa búsqueda de una identidad que se reconfigure constantemente hace de cada poeta, incluso de cada poemario, una caja de Pandora? ¿Esa condición «camaleónica» de adoptar múltiples identidades les permite a los poetas desarrollar su obra?
[JCM]: Tal vez sí, tal vez también. Siempre que hay poeta hay camaleón.
[MP]: Yendo a tu obra en sí, varios de tus poemarios incorporan a sus escritos dibujos o trabajos gráficos tuyos o de otros artistas. Más allá de realizar grabados, acuarelas, litografías, etc. ¿Consideras aquellos trabajos gráficos como algo accesorio al mensaje poético, o son elementos ineludibles para lograr expresar todo el contenido de aquel mensaje?
[JCM]: Hago lo que puedo, no lo que quiero. Ahora bien, me gusta y mucho desafiar la falsa autoridad de límites que imponen las estéticas de la tradición: aquí comienza la gráfica, aquí termina la poesía, unos metros más allá está el cubículo de la narración luego… etc.
No, intuyo que los discursos de orden intentan imponernos una concepción policiaca, controlable, sometida a leyes inmutables de conducta sobre los actos, siempre subversivos, de la imaginación. No se trata de llevar la imaginación al poder, sino de utilizar la imaginación contra el poder.
La poesía es un proyecto relacionado con el desarrollo libre del espíritu, no con la utilidad social del saber empírico; un dibujo es igual que un poema, como un árbol es semejante a un pájaro en la conciencia evolutiva de lo que llamamos necesidad. Nada hay de accesorio en la naturaleza, tampoco debería haberlo entonces en la inteligencia humana puesta al servicio de la creación y los encantamientos.
[MP]: ¿De qué manera influye en tu obra poética el que también desarrolle otras actividades artísticas como la música, la pintura, el grabado? ¿Crees que el haberte desarrollado en otras artes te ha dado la posibilidad de dotar de un mayor contenido, musicalidad o ha ampliado la capacidad de expresión de tu poesía?
[JCM]: Yo no creo mucho, o mejor dicho, no creo para nada en el aprendizaje acumulativo del arte, la poesía se resiste al saber, la poesía se ha borrado de la figuración para tomar existencia autónoma en la cabeza del ser humano, como lo ha hecho la música. Su capacidad de expresión llega hasta donde alcanzan los lenguajes humanos a establecer diálogo con lo invisible.
Mire, decía Shelley que los poetas eran los legisladores del universo, pues bien, hoy ya sabemos que no, los legisladores son los grandes sátrapas, los mercaderes del dolor humano y quienes defienden la ambición individual por encima de los intereses colectivos. Ese pensamiento sobre la condición sí que amplía el repertorio de la posibilidad, poner música, arte, literatura al servicio de una no tan compleja tarea: el elogio de la dignidad humana. Bastaría con eso, concebir las múltiples heterodoxias de la creación como una forma de restitución a lo amputado por la criminalidad histórica del autoritarismo, la utopía de la memoria contra la cultura del olvido, que la felicidad regrese al ligar donde nunca estuvo, el arte de los sueños pendientes de ser soñados.
[MP]: En el plano socio-cultural, ¿en tu opinión la poesía debe comprometerse con la denuncia de las injusticias sociales de un lugar y tiempo determinado, o el discurso poético debe mantenerse aislado de la crítica social? ¿Existe un rol que le cabe al poeta en la sociedad actual?
[JCM]: Creo que he hablado de eso desde la primera palabra de esta entrevista. Me generan muchas dudas los términos «fantasía», «simbolismo», «compromiso», «denuncia» aplicados como categorías de graduación al hecho poético. ¿Qué es más útil a la revolución un texto de Lenin o una vaca azul tocando el violín en los cielos de Chagall? Todo nuestro mundo interior es realidad, tal vez más real que el mundo manifiesto.
Muchas veces he pensado que tal vez la poesía es la conciencia de algo de lo que no podemos tener conciencia de ninguna otra manera, una experiencia vedada a otro tipo de conocimiento, aquello que desapercibido tras la apariencia física de las cosas nos permite percibir el otro fluir cuántico de las partículas elementales del pensamiento, la ancestralidad de los sueños, la memoria que en nosotros pervive de los mitos fundacionales del amor y la muerte, la vinculación con alguna presencia original de lo sagrado, sea lo sagrado lo que para cada uno sean la huella de sus dioses, de sus antepasados, una intuición relacionada con los lenguajes del porvenir que nos permite seguir creyendo en la condición humana como una permanente lucha por la dignidad, por la aspiración más legítima de la conciencia colectiva del presente, aquella que impone en los solitarios parlamentos de la responsabilidad la única prohibición legítima, la prohibición del sufrimiento.
En ese sentido, mantener inmaculada y pura la sonrisa de los muertos, oponer a la historia del crimen como conducta una civilización basada en las palabras, en el diálogo con los enigmas cósmicos, en alianza con la Naturaleza y el conjunto de todos sus seres, pudiera ser hoy una amistad próxima a la poesía, una vecindad armónica con el destino de la utopía, que es para mí la esencia de todo pensamiento poético, seguir haciendo posible el todavía, la mañana justa, el amanecer de la ardiente paciencia que nos anuncia el Cántico de San Juan de la Cruz o la videncia de Rimbaud.
[MP]: ¿Has tenido la oportunidad de acercarse a la tradición poética peruana? ¿Tienes particular admiración o gusto por la obra de algún o algunos poetas peruanos?
[JCM]: Sí, claro, conozco lo que he podido, y hasta donde he llegado habita en ella el resplandor. Hay obvias presencias fundadoras de la poesía en nuestro idioma común, la cima de Vallejo, pero también la referencia imprescindible, al menos para mí, de Oquendo de Amat, Eguren, Westphalen, Martín Adán, Eielson, Germán Belli, Sologuren… Voces que articulan en su complejidad de registros la más alta poesía escrita en castellano el pasado siglo, ahora bien, yo no voy a ocultarle mi devoción absoluta por César Moro.