La sombra pasa sobre el rostro. 13 poemas de Paulo Franchetti

 

Por Paulo Franchetti*

Traducción del portugués al español por Óscar Limache

y Armando Alzamora

Curador de la muestra Fabrício Marques

Crédito de la foto www.paulofranchetti.blogspot.com

 

 

La sombra pasa sobre el rostro.

13 poemas de Paulo Franchetti

 

 

PONGO UNAS PALABRAS en un papel

Y ellas pasean, intactas,

Como peces hambrientos en un acuario.

 

Si alguien se inclinara ahora,

En busca de otra imagen inclinada

Vería sólo la sombra, como veo,

En la hoja de papel.

 

Ni bajo la superficie acecha

(Los recuerdos, finalmente, ya no cabalgan las palabras)

Alguna forma de alivio.

 

Sólo esto:

Estos gestos,

Pequeños pedazos flotantes,

Migajas que los peces,

Surgiendo de pronto desde el fondo

Del agua lodosa,

Vienen a devorar.

 

 

 

FUI TALLADO PARA la madera o para el trato de los metales.

Por eso estos dedos gruesos y la palma larga de estas manos cuadradas.

Mas no seguí el filón redentor ni propuse al metal su color adecuado.

No acumulé la pasta bruta, no la moldeé, no acuñé el hierro hasta la forma útil, ni lo maniobré en el gesto que hilvana la vida y la muerte de las simientes.

Hace poco, me distrajo el avión que se movía sobre las líneas amarillas, al ritmo de la música de a bordo.

Mi padre antes de mí, mi abuelo antes de mi padre. Y una lista de nombres sin rostro que se ahogan en el olvido. Todos oficiaron los ritos básicos de la vida.

Sólo yo, con lo que me dieron, me contenté con palabras.

Ahora, sin más peso en las manos, envejezco siendo todavía el que está siempre llegando y mirando al rededor, sin rumbo, para el extraño lugar.

 

 

Mujer plantando

 

Colocaba la tierra dentro de las macetas

Y después las pequeñas raíces,

Suspendidas en su desnudez,

Agua, presión de los dedos.

 

Yo adivinaba, sin ver,

Según la posición corporal.

 

Finalmente, inclinó la cabeza para un lado

Y puso las manos sobre los muslos doblados, 

Sentada en sus talones.

 

El olor de la tierra fresca

Dolía en las narices.

 

 

 

LA MANO DE ELLA apoyada sobre el pecho de él.

Desciende una luz

Que parece del cielo,

Pero es el flash reflejado en la vidriera.

Lo mejor de cada uno

Dirigido a la lente

Y a la memoria futura de la fotografía.

Toda la vida, después,

El gusto amargo de no tener

Lo que, sin esfuerzo y sin palabras,

Hicieron ser imagen.

 

 

 

EN LA PARED del cuarto

Se suceden

Accidentes geográficos –

Relieves, cañones,

Surcos secos, ríos muertos.

El sol estático e inestable

Desciende en el centro del mundo,

Delimita el área prohibida.

 

Un grillo canta.

Una polilla escala la cortina

Otros seres se agitan

En el polvo bajo la cama,

Atrás del tocador,

Al fondo de las gavetas.

 

Respirando la brisa caliente,

Tendido cerca de la ventana

Intento sentir

Las frágiles simientes de la vida.

 

 

PUDIESE, SIN TEMER el ondular de las aguas,

Descender a voluntad de la corriente del río.

Osase contemplar el rostro vacío de los muertos,

Sin recordar la atracción de la luz, el respirar de la brisa.

Desarmado, en lo profundo de la noche sin sueños,

Sintiese el vientre blando de la esperanza.

Oyese, en medio del café, la voz de la tierra,

Brotando de la taza y dibujando el margen.

Estuviese alerta en el instante preciso

En que la sombra pasa sobre el rostro.

Dijese la palabra, con firmeza,

En los momentos que derriten y se apagan.

Extendiese el brazo solidario.

Preservando el eslabón de la desatención,

Hiciese solamente el gesto esencial.

Y en todo, mientras las estrellas

Caminan en lo profundo del cielo

Y el sol no surge en el horizonte,

Buscase la reconciliación.

Pero he ahí que el instante huye,

El vínculo desaparece, el hambre retorna,

La memoria provee, el corazón soporta,

El cuerpo, sin rumbo, se conforma

Y distrae.

 

 

 

EL MÁS PODEROSO elemento,

La más rica sustancia:

 

El aire se mueve y pasa,

El agua escapa por las grietas,

El fuego se devora a sí mismo.

 

Pero la tierra recibe las cenizas del fuego,

Las gotas del agua

Y el polvo que el aire levantó.

 

 

 

EL CUERPO fabrica

La memoria que lo sostiene.

 

El cielo cabeza abajo,

Restringido en la moldura.

 

Junto a la cerca, observa un niño.

 

Al lado del alambre de púas,

Que separa el camino de la margen mojada,

Crecen matas de espadaña.

 

Las colinas son borrones de tinta.

El brillo, gruesas pinceladas blancas.

 

Resta el deseo de sentir

Lo que era haber estado ahí,

Ahora apenas una escena,

Que se ofrece a uno cualquiera.

 

El poeta Paulo Franchetti

 

CON CINCUENTA AÑOS, un hombre

Comienza a olvidarse.

Cree que se recuerda, busca

Imágenes del pasado.

Ellas comparecen tímidas,

Después, como parientes,

Habitan la casa.

Recuerdos de recuerdos, ardides.

Ni siquiera el álbum de fotografías.

La tv esparce su reflejo.

El sofá cambia de color.

Los documentales:

La guerra, la vida animal.

Bloques sueltos de luz,

Los días separan las noches.

Cincuenta años: una aparición

Entre fantasmas.

 

 

 

CONSTRUIR CON MÉTODO un lugar.

Equivalencias, armonías.

En el espacio cerrado, o por cerrar,

Detener la furia, despistar el miedo.

 

No hay mérito en lo fácil —dicen.

Tampoco —digo— redención

Por lo difícil.

 

Bordadoras, en fila,

Persisten en el rudo trabajo.

Los cañamazos se encharcan

De sudor.

 

Aquello que resuena es aquello que se fija,

Frío como un pez.

Y lo que no resuena escapa

Hacia el desván.

 

Un monumento levanté

De lata y excrementos.

Junto a estas palabras me senté.

Nada les pedí, nada les di.

 

 

 

ELLA ME DIJO: escribe

un poema alegre.

Aquí estamos —dice— los dos,

y la playa y el bochorno

abrasan.

Miro hacia los árboles,

su verde espeso.

Después hacia los niños

que ruedan en la arena, y digo:

sí, creo

que podría escribir

un poema alegre.

 

 

 

EL CIELO CALIENTE, el asfalto

caliente, el aire detenido

y caliente: el chillido

del benteveo, ardido

y caliente.

No hay nubes, la lluvia

no vendrá.

Las horas se agolpan

en el horizonte, mientras

la noche tarda y la voz se ahoga

en la sangre espesa

que palpita en la garganta.

 

 

DIRÍA ASÍ: nosotros.

En esta sala, sólo escucho

mis pasos.

Resuenan. Cuando tomo el corredor,

resuenan. Solamente en el aire abierto

del espacio exterior

se aquietan.

Camino ahora hacia el carro.

Quería decir: nosotros.

Pasar el brazo sobre su hombro,

sentir el paso menudo

ajustarse al mío.

Pero en algún lugar

donde la noche es más oscura

y el río transcurre

como la vida aquí transcurre,

veo: el rostro, los finos cabellos, los ojos.

Mientras conduzco, pienso

qué bueno sería,

en cada nuevo momento,

decir: nosotros.

 

 

 

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(poemas en su idioma original, portugués)

 

 

 

A sombra passa sobre o rosto.

13 poemas do Paulo Franchetti

 

 

 

PONHO UMAS PALAVRAS num papel

E elas passeiam, intocadas,

Como peixes com fome num aquário.

 

Se alguém se debruçasse agora,

Em busca de outra imagem recurvada,

Veria apenas a sombra, como eu vejo,

Na folha de papel.

 

Nem mesmo sob a superfície paira

(As lembranças, afinal, já não cavalgam as palavras)

Alguma forma de alívio.

 

Apenas isto:

Estes gestos,

Pequenos pedaços flutuantes,

Farelos que os peixes,

De súbito surgindo do fundo

Da água lodosa,

Vêm devorar.

 

 

 

FUI TALHADO PARA a madeira ou para o trato dos metais.

Por isso estes dedos grossos e a palma larga destas mãos quadradas.

Mas não segui o veio redentor, nem propus ao metal a sua cor correta.

Não colhi a pasta bruta, não a modelei, não bati o ferro até a forma útil, nem o manejei no gesto que costura a vida e a morte das sementes.

Há pouco, distraiu-me o avião que se movia sobre as linhas amarelas, no ritmo da música de bordo.

Meu pai antes de mim, meu avô antes de meu pai. E uma lista de nomes sem rosto que se afogam no esquecimento. Todos oficiaram os ritos básicos da vida.

Apenas eu, com o que me deram, contentei-me com palavras.

Agora, sem outro peso nas mãos, envelheço sendo ainda o que está sempre chegando e olhando à volta, sem rumo, para o lugar estranho.

 

 

Mulher plantando

 

Colocava a terra dentro dos vasos

E depois as pequenas raízes,

Suspensas na sua nudez,

Água, a pressão dos dedos.

 

Adivinhava, não via,

Pela posição do corpo.

 

Por fim, inclinou a cabeça para o lado

E pôs as mãos nas coxas dobradas,

Sobre os calcanhares sentada.

 

O cheiro da terra fresca

Doía nas narinas.

 

 

 

A MÃO DELA apoiada sobre o peito dele.

Desce uma luz

Que parece do céu,

Mas é o flash refletido na vidraça.

O melhor de cada um

Dirigido à lente

E à memória futura da fotografia.

Toda a vida, depois,

O gosto amargo de não ter

O que, sem esforço e sem palavras,

Fizeram ser imagem.

 

 

NA PAREDE do quarto

Sucedem-se

Acidentes geográficos –

Saliências, cânions,

Leitos secos, rios mortos.

O sol estático e instável

Desce no centro do mundo,

Delimita a área proibida.

 

Um grilo canta.

Uma traça escala a cortina.

Outros seres se agitam

No pó debaixo da cama,

Atrás da penteadeira,

No fundo das gavetas.

 

Respirando a brisa quente,

Deitado perto da janela,

Tento sentir

As frágeis sementes da vida.

 

 

 

PUDESSE, SEM TEMER o ondular da água,

Descer ao sabor da corrente do rio.

Ousasse contemplar o rosto vazio dos mortos,

Sem lembrar a atração da luz, o respirar da brisa.

Desarmado, no fundo da noite sem sonhos,

Sentisse o ventre mole da esperança.

Ouvisse, no meio do café, a voz da terra,

Brotando da xícara e desenhando a margem.

Estivesse alerta ao instante preciso

Em que a sombra passa sobre o rosto.

Dissesse a palavra, com firmeza,

Nos momentos que derretem e se apagam.

Estendesse o braço solidário.

Preservando o elo da desatenção,

Fizesse apenas o gesto essencial.

E em tudo, enquanto as estrelas

Caminham no fundo do céu

E o sol não surge no horizonte,

Buscasse a reconciliação.

Mas eis que o instante foge,

O vínculo some, a fome retorna.

A memória supre, o coração suporta,

O corpo, sem rumo, se conforma

E distrai.

 

 

 

O MAIS PODEROSO elemento,

A mais rica substância:

 

O ar se move e passa,

A água se perde nos desvãos,

O fogo a si mesmo se devora.

 

Mas a terra recebe as cinzas do fogo,

As gotas da água

E a poeira que o ar levantou.

 

El poeta Paulo Franchetti

 

O CORPO fabrica

A memória que o sustém.

 

O céu de cabeça para baixo,

Contido na moldura.

Perto da cerca, um menino olha.

 

Junto ao arame farpado,

Que separa a estrada da margem molhada,

Crescem tufos de taboa.

 

As colinas são borrões de tinta.

O brilho, grossas pinceladas brancas.

 

Resta o desejo de sentir

O que era ter estado ali,

Agora apenas uma cena,

Que se oferece a qualquer um.

 

 

 

COM CINQUENTA ANOS, um homem

Começa a se esquecer.

Crê que se recorda, busca

Imagens do passado.

Elas comparecem tímidas,

Depois, como parentes,

Habitam a casa.

Lembranças de lembranças, truques.

Nem mesmo o álbum de fotografias.

A tv espalha seu reflexo.

O sofá muda de cor.

Os documentários:

A guerra, a vida animal.

Blocos soltos de luz,

Os dias separam as noites.

Cinquenta anos: uma assombração

Entre fantasmas.

 

 

 

CONSTRUIR COM MÉTODO um lugar.

Equivalências, harmonias.

No espaço fechado, ou por fechar,

Deter a fúria, despistar o medo.

 

Não há mérito no fácil –dizem.

Tampouco –digo– redenção

Pelo difícil.

 

Bordadeiras, em fila,

Teimam no rude trabalho.

Talagarças se encharcam

De suor.

 

Aquilo que ecoa é aquilo que se fixa,

Frio como um peixe.

E o que não ecoa foge

No desvão.

 

Um monumento ergui

De lata e excrementos.

Junto a estas palavras me sentei.

Nada lhes pedi, nada lhes dei.

 

 

ELA ME DIZ: escreva

um poema alegre.

Aqui estamos –diz– os dois,

e a praia e o mormaço

abraçam.

Olho para as árvores,

o seu verde espesso.

Depois para as crianças

que rolam na areia, e digo:

sim, eu creio

que poderia escrever

um poema alegre.

 

 

 

O CÉU QUENTE, o asfalto

quente, o ar parado

e quente: o grito

do bem-te-vi, ardido

e quente.

Não há nuvens, a chuva         

não virá.

As horas se amontoam

no horizonte –enquanto

a noite tarda e a voz afunda

no sangue grosso

que pulsa na garganta.

 

 

 

ASSIM DIRIA: nós.

Nesta sala, ouço apenas

os meus passos.

Ecoam. Quando tomo o corredor,

ecoam. Somente no ar aberto

do espaço exterior,

se aquietam.

Caminho agora para o carro.

Queria dizer: nós.

Passar o braço sobre o seu ombro,

sentir o passo miúdo

ajustar-se ao meu.

Mas em algum lugar

onde a noite é mais escura

e o rio decorre

como a vida aqui decorre,

vejo: o rosto, os cabelos finos, os olhos.

Enquanto dirijo, penso

quanto seria bom,

em cada novo momento,

dizer: nós.

 

 

 

 

 

*(Sao Paulo-Brasil, 1954). Poeta y ensayista. Doctor por la Universidad de São Paulo (Brasil). Se desempeñó entre 1986-2015 como profesor de Teoría de la Literatura y Literaturas en Lengua Portuguesa en la Universidad Estadual de Campinas (Brasil). Ha publicado en ensayo Algunos aspectos de la teoría de la poesía concreta (1989 y 2012), Nostalgia, exilio y melancolía – lecturas de Camilo Pessanha (2001), Estudos de Literatura Brasileira e Portuguesa (2007) y Crise em Crise – Notas sobre poesia e crítica no Brasil contemporâneo (2021); así como largos ensayos sobre la estructura y características y análisis de la tradición interpretativa de O Primo Basílio (1998), Iracema (2007), A Cidade e as Serras (2007), Dom Casmurro (2008), Clepsidra (2009), O Cortiço (2011) y Esaú e Jacó (2020); en novela O sangue dos dias transparentes (2003); y en poesía de Oeste / Nishi (haiku, 2008) y toques (haiku, 2020) y de los poemarios Memória Futura (2010) y Deste Lugar (2012).

 

 

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