“La poesía puede inventarlo todo”. Entrevista a Sandro Barrella

 

Por Augusto Munaro

Crédito de la foto (izq.) Ed. Gog & Magog /

(der.) www.elpoetaocasional.blogspot.com

 

 

“La poesía puede inventarlo todo”.

Entrevista a Sandro Barrella

 

 

Viaje sentimental (2017), quinto libro del poeta Sandro Barrella, alcanza a consolidar un registro singular, producto de un riguroso tejido de voces. Una poética que cuestiona la historia, la política; inclusive los procesos de la memoria, entendidos en función de un sistema abierto, en permanente tráfico con la imaginación. Su mirada construye ecos, resonancias, mezclando el diario de viaje, la novela de aprendizaje, las memorias apócrifas, inclusive, la crónica de guerra, a través de versos frescos, de rítmica libre. Rupturas y continuidades, imágenes luminosas construidas entre los pliegues del tiempo. Una serie de poemas replegados que parten de lo concreto para alcanzar la abstracción.

 

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Entrevista

 

Augusto Munaro [AM]: ¿Cuál es el equipaje emocional con que trabajaste esta verdadera poética del viaje?, ¿cuáles son sus núcleos de sentido?

Sandro Barrella [SB]: El origen del libro hay que buscarlo en el 2013. Cuando empezó el año, me propuse como ejercicio, escribir un poema cada día, sin importar mi parecer sobre la calidad del mismo. El punto era escribir sí o sí. De esa experiencia surgieron las dos series principales del Viaje…, la de la escena de la pareja en Nápoles y el viaje por la ex Yugoslavia. Un poco a la manera en que se armaron mis libros anteriores, me pasa que un poema, habitualmente me lleva a otro, y este a otro, hasta armar una serie o secuencia. Y en este caso sucedió algo parecido. Terminado el 2013 me encontré con un montón de poemas (más de 365, porque hubo días que escribí dos e incluso tres), y estas dos “series” que podía pensarlas dentro de un mismo orden que las incluyera.  Armé un archivo nuevo, y ahí empezó el Viaje…

En cuanto a lo específico del equipaje emocional del que hablás, el libro se divide en dos bloques diferenciados, lo italiano (que ya lo había trabajado en un libro anterior Los italianos a la guerra), y el mundo soviético. En este último se agrupa la parte más extensa del libro y que comparte el título, y la de los viajes de los cosmonautas rusos. Del lado italiano, me toca ser primera generación nacida en Argentina. Mis padres nacieron en Italia, y en mi infancia, la frontera entre ambos países era la puerta de casa. Argentina empezaba indefectiblemente una vez que estaba en la vereda, y cuando volvía a casa, entraba en una zona gris, algo así como una Little Italy… o una Argentalia… Muchas veces bromeé con ser un príncipe italiano en el exilio… justo yo… nieto de albañiles y campesinos… Después, en el poema, se produce la transformación…porque el poema que transcurre en la terraza en un hotel en Nápoles es pura invención, donde lo real, se cuela en los detalles personales que revisten otras formas para que la escena tenga vida, ¿no? El mundo soviético, es la mixtura de ciertas figuras enigmáticas de mi infancia (el Mariscal Tito, por caso, que aparecía en las noticias de entonces, y cuyo nombre, o mejor dicho, el sonido del nombre, me producía una fascinación que no podía explicar), con una adolescencia, digamos…bolchevique…

 

 

[AM]: Si bien se trata de un viaje por Italia y alguno de los países balcánicos, también es un recorrido político que por momentos se cristaliza en los versos con lograda nitidez. ¿De qué modo ella se hace presente para dar origen a tu decir?

[SB]: La política aparece en los poemas -o eso creo- en su doble dimensión, ética y estética.  En el caso de la serie que transcurre en la ex Yugoslavia, hay un intento deliberado por tensar lo que la narrativa dominante en la política occidental quiso imponer como un nuevo sentido común democrático, para un territorio atravesado por enormes contradicciones, que volvieron a la luz con el derrumbe del mundo soviético. Ahora bien, la lógica de la OTAN, y sus bombas sobre Belgrado, no creo que hayan sido la solución al problema, y si los poemas expresan un punto de vista, hay que buscarlo por este lado. De cualquier modo, no se trata de una toma de posición militante frente a la tragedia que significó la guerra en los Balcanes. Sí, acaso, una muestra de disidencia respecto a lo que se impuso de manera maniquea desde el aparato político occidental.

 

 

[AM]: Asimismo la historia tiene en tu lírica un peso específico. Vostok 1, la primera misión espacial tripulada por Yuri Gagarin, allá por 1961, por ejemplo. El dato frío de las fechas, o la precisión geográfica, en contraposición a la anécdota hecha ritmo, es decir, el tono, la gravidez de un sentir lírico.

[SB]: El primero de esa serie, que se llama precisamente, Los datos fríos, es una enumeración, distanciada, de información disponible en los libros de historia, e incluso en la web. Datos de una biografía que, encabalgados, y por acción del montaje, intentan crear un cierto ritmo que pueda ir creciendo hasta sobreponerse, justamente, a lo plano que resulta la mera información. Por lo demás, la historia de esos primeros viajes, están llenos de fantasía, y una ilusión ilimitada sobre el destino de la humanidad. La distancia entre ese mundo y el que vivimos hoy, parece reflejar los espacios siderales que angustiaban a Pascal…

 

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[AM]: Denise Levertov, en su texto “sobre la forma orgánica”, explica que la forma es de una u otra manera según el dictado mismo de la experiencia poética, no algo que preexiste al poema: “él (el poeta) es llevado al habla. ¿Lo sentís así?

[SB]: Absolutamente. Por más que se usen recursos de la tradición (por caso, el endecasílabo en forma reiterada en “Oración por Belgrado”, combinado luego con versos de otras medidas), el poema debe, necesariamente expresar una forma ideal creada por el mismo poema.

 

 

[AM]: A la hora de escribir el poema, ¿el “cómo” resulta más importante que el “qué” decir? En síntesis, ¿cómo se alcanza esa negociación exitosa entre sonido y sentido? ¿por qué?

[SB]: Un poco siguiendo la pregunta anterior, ese cómo combinado con el qué, solo pueden “hacer comercio” (como decía el verso de Pound sobre Whitman…) en la medida que se encuentren en un punto justo del camino. Después, si, como vos decís, la negociación es exitosa, siempre es un poco difícil de determinarlo con convencimiento pleno.

 

 

[AM]: Viaje sentimental propone un ritmo cuyas imágenes consolidan una atmósfera de tintes oníricos. Por cierto, ¿Cómo sabés cuándo una imagen puede resultarte estéticamente atrayente para la consolidación de un poema?, ¿cómo definirías esa operación de apropiación?

[SB]: Podríamos hablar del epígrafe de Bernanos tomado de su novelita Nueva historia de Mouchette. Dice, “un sueño. No la había engañado un hombre siquiera, sino un sueño…”. Yo me encuentro con ese libro en medio de la escritura del Viaje…, y sin saber por qué, marco esa frase… de verdad me impresionó y me sigue impresionando, porque declara la tensión entre vigilia y mundo onírico, lo evanescente de aquello que llamamos realidad… Después me doy cuenta que lo que había escrito en la primera parte del libro, El verdadero amor, encajaba perfectamente en esa frase. Toda la secuencia se desarrolla a partir del sueño de una mujer y lo que sigue al relato que del sueño le hace a su pareja… etcétera…

Ahora bien, lo que narra el sueño, me aparece al escribir el primer poema de la serie y sobre eso no tengo explicación. La escena de la nieve, los perros, el trineo… ¡el abrigo! Después sí, el abrigo pasa a ser un motivo de apropiación. En lo que sigue está la tensión que mencionaba antes. Ella habla de un abrigo, pero él le recuerda que lo había perdido hace años. De esa controversia y la ausencia de él en el sueño de ella, surgen los celos… pero nada se termina de aclarar… siguen conversando, frente al mar, en Nápoles, y después en la habitación del hotel… y la escena, eso creo yo, al menos, se va disolviendo más cerca de la lógica del sueño, sin necesidad de darle un término acabado. En cuanto a la parte más extensa del libro, hay el recurso del tren en movimiento, la ensoñación propia del viajar y mirar por la ventanilla… el viajero que se deja llevar por los recuerdos, mezclados con el ansia de escribir… todo eso, en medio del sueño hecho pedazos de una nación que ya no es… Yugoslavia es un tema que habilita la posibilidad de muchos otros temas…

 

El poeta Sandro Barrella
El poeta Sandro Barrella

 

[AM]: Y claro, también está presente la relación entre experiencia y memoria, la capacidad del lenguaje para asir esa relación, ¿no?, ¿o se trata –más bien-, de expresar la inadecuación entre las mismas?, ¿por qué?

[SB]: Creo que, en ese punto, la poesía es la posibilidad de eludir cualquier intento de síntesis dialéctica. La poesía puede inventarlo todo. Incluso una experiencia que no existía, y a partir de eso crear una memoria. Quiero decir, por ejemplo, en “Oración por Belgrado”, el viajero condensa su propio pasado con el pasado europeo de la segunda guerra mundial, con el presente de su estar ahí en Serbia luego de haber atravesado Croacia en tren; una fotografía en un poste del alumbrado público lo retrotrae a la historia reciente, de mutuos crímenes en el proceso de disolución de la antigua Yugoslavia… y así… puede hacer aparecer a Leni Riefenstahl, al Patio Bullrich, donde se pueden adquirir las prendas de vestir Hugo Boss, la marca que lleva el nombre de quien diseñó los uniformes de las SS…

 

 

[AM]: Música, en el sentido griego del término, significa en el fondo, idea o ritmo entre relaciones. ¿Pensás que cada estilo tiene su fluidez?

[SB]: No sé si hablaría de estilo, en el sentido de algo que exprese cierta particularidad. Sí, creo que cada poema encuentra o debería encontrar su música, con lo que el poeta tiene a mano, lo primero de todo, la tradición poética de la lengua en la que escribe, más, aquello que no puede ser expresado dentro de los límites de dicha tradición.

 

 

[AM]: Los poemas albergan historias entrecortadas, viajes en trenes, en cohetes espaciales, desencantos, pérdidas, pero lo que más persiste es la condición nostálgica. Pienso en estos versos tuyos: “Siempre lo mismo después de un viaje./ La manía de recordar. Esa cinta sin fin/ ni principio. La eterna miseria que es el acto de recordar”. ¿Lo creés así?

[SB]: Hay una deliberada búsqueda de nostalgia, o una producción de nostalgia… a propósito de los materiales que dispone el libro. Pero una nostalgia que mira el presente, y su aceleración constante, con la misma desconfianza con que mira el hecho de recordar. No hay en el libro, o al menos creo eso, una idealización del pasado. Por ejemplo, en el poema Vesubio, hay un fuerte cuestionamiento a la idea cerrada de memoria.

 

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[AM]: Uno de tus poemas, particularmente fuerte, es “La historia en variaciones”. Trabajás allí, entre otras sutilezas, los puntos suspensivos y las mayúsculas para jerarquizar una serie de datos y circunstancias escalofriantes. ¿Podrías referirte a la elaboración de ese poema?

[SB]: Es un poema que me trajo largas conversaciones conmigo mismo… Sobre el uso adecuado o no, de esas mayúsculas; sobre lo atinado, o no, de acumular ideas, conceptos, definiciones, que forman parte ya de los manuales de historia; sobre cómo iría a resolverse todo eso gráficamente en el papel, teniendo en cuenta además que el tamaño de la fuente que uso para esas partes es sensiblemente mayor al resto… en fin, opté por echar mano a esos recursos, que dentro de la lógica del poema, se encuadran en parte de lo que pasa por la cabeza del viajero…

 

 

[AM]: La siguiente pregunta va dirigida al crítico literario que también sos. ¿Cuándo sabés que estás ante un libro de poemas extraordinario?

[SB]: En Evasión y otros ensayos, Aira se pregunta, a propósito de su entusiasmo creciente por los libros de Lee Child, si es realmente tan bueno como le parece. Esa pregunta uno se la ha hecho más de una vez frente a diferentes libros, no solo para examinar la valía de una obra sino también los propios criterios de lectura, que con el tiempo, sabemos, se modifican. Sin embargo, puedo citarte dos asombros personales frente a dos poetas a quienes al momento de cruzarme con sus libros no conocía y al leerlos me dejaron con la boca abierta, como suele decirse.  Sucedió más o menos por la misma época, en mis 23 o 24 años. Uno es el caso de Paul Celan, publicado entonces, en una breve antología, por Último Reino, la editorial que dirigía Víctor Redondo. El otro, es Leopoldo Castilla y su libro Versión de la materia. En ambos casos, con la distancia que los separa en cuanto a celebridad, se trató de la captación inmediata de sus poéticas, de percibir que se estaba frente a grandes poemas, sin la intermediación del “fervor previo”, como diría Borges sobre la lectura de los clásicos.

 

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El poeta Sandro Barrella

 

[AM]: El poeta, tal como es concebido en nuestro siglo XXI, ¿está más allá del prestigio, del desprestigio, y de otras minucias por el estilo?

[SB]: Te respondo con un epígrafe que uso en mi próximo libro, tomado de Los anillos de Saturno, de W. G. Sebald: “A lo largo de días y semanas uno se devana inútilmente los sesos, no sabría, si se le preguntara por ello, si se sigue escribiendo por costumbre, o por afán de prestigio, o porque no se ha aprendido otra cosa, o por sorpresa ante la vida, por amor a la verdad, por desesperación o indignación, así como tampoco sería capaz de decir si mediante la escritura uno se vuelve más inteligente o más loco.”

 

 

[AM]: Por último, Sandro: El poema no es comunicación, no es transparencia cotidiana, pero tampoco revelación de mitos. ¿Sentís a la poesía como la escritura de la ambigüedad?

[SB]: La huidiza de definiciones, podríamos llamarla… ciertamente no hay en la poesía, una calle de mano única, por eso, acaso, su persistencia en el tiempo y las culturas. Tal vez, se trate de un lenguaje universal, que encarna en las diversas lenguas, en un sustrato que se sitúa más allá de la maquinaria social (incluyéndola), para que la vida siga siendo posible, aun cuando la gran mayoría de las personas que viven en el mundo, lo ignoren. La escritura de poesía, así lo entiendo, debe moverse pendularmente, entre la ofrenda y la sospecha, atendiendo siempre el carácter ambiguo de la lengua, tal como referís en tu pregunta. Y ya que me dio la manía por las citas, quiero recordar a mi amigo de siempre, Pascal, cuando ensaya una definición de “belleza poética”: “Como se dice belleza poética se debería decir también belleza geométrica y belleza medicinal; pero no se dice, y la razón de ello es que se sabe bien cuál es el objeto de la geometría, y que consiste en pruebas, y cuál es el objeto de la medicina, y que consiste en la curación; pero no se sabe en qué consiste la gracia que es el objeto de la poesía. No se sabe lo que es este modelo natural, que es preciso imitar; y a falta de ese conocimiento se han inventado ciertos términos extravagantes: “siglo de oro”, maravilla de nuestros días, fatal”, etc.; a esta jerigonza se la llama belleza poética”.

 

 

 

 

 

*(Buenos Aires-Argentina, 1967). Ha publicado en poesía El álbum de Pascal  (1996), El golf  (2005), Los pájaros (2010), Los italianos a la guerra (2013) y Viaje sentimental  (2017).