Por Cecilia Bustamante*
Crédito de la foto (izq.) www.es.wikipedia.org /
(cent.) www.nuestrabandera.lamula.pe /
(der.) www.es.biblioteca-virtual.wikia.com
La pluralidad cultural. Los poetas nómadas:
Moro, Vallejo y Oquendo de Amat
Es necesario anotar, tal como dice Dyson, que nuestra sobrevivencia y desarrollo futuro dependen tanto de la diversidad biológica, como de la diversidad cultural. “Estaremos mejor si hablamos muchas lenguas y si inventamos otras nuevas cuando tengamos diferenciaciones culturales”.¡Cuánto más lo intentaremos los creadores intelectuales en el intento vital de descifrar, absorber, interpretar la diversidad del mundo, culturas, que se fecundan unas a otras en su delicado balance! Es una condición del extranjero, del alienado, caer en el vórtex de la migración., buscar su conexión con la humanidad, las artes, las letras —a nuestro propio riesgo.
Arrancámonos de nuestra parcela originaria en Gaia al ver nuestra propia imagen, nosotros mismos, los extraños. Nos fortaleceremos para la aventura, cada cual a su manera… “El carácter se forma en el torrente de la vida. El talento crece en la solitud” (Goethe). Este riesgo vital, espiritual, no es inédito; los nómades del espíritu nos desplazamos en realidades que a veces cuestan la vida, incluyen dañinos parásitos que se adhieren como difícil condición. Puede naturalmente implicar el precio del aislamiento individual/intelectual. Es el viaje de cada cual desde la cueva y no hay que temer. Auténtico, no se puede generalizar con banalidades, cuando los nómades espirituales dejan testimonio coherente y duradero de su aventura con su obra.
Se proyecta en mi memoria la imagen del poeta peruano César Moro, no sólo escribió en otro idioma, sino que emigró sin becas, ni ayuda, logró encontrar a un pariente espiritual en Francia, André Breton. Este nómade era pequeño, silencioso, frágil. Pero nació en Perú para firmar el Manifiesto Surrealista nada menos. Conocí a un Moro solitario, desligado; sentábamonos a veces en la Galeria Lima, al igual que Martín Adán; breves y peculiares, observando a los viandantes. Nos caía una garúa invisible sobre el alma. Esas personas no debatían, no eran tumultuosas, ni querían sentar cátedra. Se preparaban para el porvenir. Era su derecho por ser “ajenos”. En voz baja Martín Adán le pedía a esa chiquilla de entonces que le arreglara sus anteojos rotos. “Es al hombre al que hay que arreglar, no los anteojos…”, murmuraba. Agregaba: “Debes irte del Perú”. Sentía venir ese destino, mas me estaba preparando para el dislocamiento. No me fui hasta que estaba pereciendo. Hoy, ya mi generación está desapareciendo.
En su otro delirio de nómade, Carlos Oquendo de Amat, quien superó apenas los treinta años, se fue a morir solitario en un hospital de Guadarrama, cerró los ojos tercamente seguro de su verdad poética en Cinco metros de poemas. El artista posee conciencia de que aunque la identidad necesita ser definida a veces en desiguales batallas, ella no es inmutable, y por eso se arriesga.
César Vallejo se fue luego de estar encerrado en las cuatro paredes albicantes de la prisión, y de haber sido ridiculizado por su nuevo lenguaje. En su tiempo sólo Antenor Orrego (a quien también conocí y traté) lo entiende como escritor que traía un nuevo lenguaje, además Antenor lo respetó como ser humano. Tuve amistad en el Perú con la mujer de Vallejo, Georgette, compartimos más tarde y por azar cuartos vecinos un par de meses en un hospital a donde ambas fuimos a dar negándonos a comer. Renegaba de su suerte por haber venido a dar a nuestro país. Y hablaba de Vallejo. Aquello pertenece a mis Memorias que estoy preparando. Jamás se adaptó a nuestra cultura, costumbres, idiosincrasia, las sufrió. Aquí lo importante es registrar que Vallejo le demandó siempre que no lo trajeran al Perú ni después de muerto.
La confusión e irritación, animosidad, que puede promover en algunos el tema del multiculturalismo, pluralidad cultural, se debe a que se deliberadamente se omite, se olvida la aventura humana precipitada por la emigración, el desarraigo: propios de la existencia de los que Michael Ontaadje llama, incluyéndose, “nómades del espíritu”, en un honesto desnudo comentario. Pero una poco solidaria desviación intelectual so capa de didáctica y excluyente de las reverberaciones de lenguaje e identidad, lenguaje y nacionalismo —aunque manipuladas sagazmente—, nos revela peligrosas raíces ideológicas básicamente fascistas. Sólo una resentida malignidad ultraderechista y la angustia al saberse no realizado en un sentido más universal, puede intentar desvirtuar la aventura espiritual de intentar enriquecer nuestra visión, imaginación, el intento de lograr disciplina, claridad, y de participar finalmente en algo esencialmente civilizado. En las entrañas de un pensamiento básicamente ultraderechista, la palabra compartir, participar, se transforma en un arma peligrosa porque significa trabajar contra la ambición de poder.
Nadie puede demandar que la imaginación se quede atrapada, que corra el riesgo de desnutrirse en la futilidad al no tomar en serio su destino, y mucho menos nadie puede demandar que se renuncie a las oportunidades espirituales de libertad. Los nómades del espíritu se desplazan, buscando no una torre de marfil, sino una patria universal, en busca de experiencia compartida que algunos ya hemos apostado con nuestras vidas (en la educación, el gobierno, la política, la vida cívica) con una critica constructiva e inclusiva. Se trata de promover la vida, la mente, en el torrente y es una tarea continua. Somos voces que damos testimonio de la fe en nosotros mismos y en los demás. Es cierto que enrumbamos antes y ahora por el camino de la disidencia y en la dimensión misteriosa y elusiva del tiempo comprobamos que, acercándonos a sociedades humanas que encontramos fascinantes por diversas razones, tuvimos el coraje de imaginar lo desconocido y partimos en búsqueda de la terra incógnita, porque es más difícil tarea imaginar lo desconocido que seguir los lineamientos de lo que la raza imagina ya sabe.
El desplazamiento formó parte del contexto que nos produjo conflicto. En el tiempo debido escribí y publiqué el ensayo El poeta y su texto (1977). Hacer tabla rasa de una aventura humana, pretenderla irrelevante, son claros signos de ignorancia y nos proporciona una medida de quien así piensa. “El hombre es la medida de todas las cosas, de lo que es y de lo que no es” (Pitágoras). Existe una plétora de factores que enriquecen esta compleja y legítima percepción de la existencia. Específicas y variadas culturas en diferentes épocas y naciones nos esperan.
El telón de fondo es lo universal, debemos tratar de expresar al otro, además de a sí mismo — sin destruirnos con las diferencias. Es decir, se trata de una búsqueda de una ruptura de límites que será repetida en el futuro, se trata de lograr la identidad pese a la diversidad.