Por Nilton Santiago
Crédito de la foto (izq.) Ed. Vallejo & Co. /
(der.) www.lp5.cl
La hija de la carne.
Sobre Arte – Facta. Selección y Traducción Multilingüe (2021),
de Vanessa Martínez Rivero
Con Arte – Facta, Vanessa Martínez Rivero* nos entrega, a manera de caleidoscopio, una muestra significativa de toda su poesía. Una suerte de antología de espejos, que se inicia con La hija del carnicero (2007), hasta el reciente Un tercer ojo para el tiempo de la tristeza (2020).
Lo primero que sorprende de este artefacto poético, es que casi la totalidad de los poemas están traducidos en diversas lenguas, lo que, entiendo, le da nuevos significantes que gravitan, a manera de vasos comunicantes. También somos testigos de ese transcurso de Vanesa en la poesía, que también es una suerte de testimonio poético de nuestra época. Muchos hemos seguido de cerca su voz, su amistad en poesía, desde ese primer y celebrado libro La hija del carnicero, donde el poema, donde la palabra poética, se desprende de artilugios y bisutería para mostrarse directa y procaz, como un ángel en llamas.
En estos primeros poemas vemos que el cuerpo es casi un género literario, un campo de batalla donde repeler los continuos ataques y desplantes de una sociedad machista, paternal y, sobre todo, clasista, como es la peruana —y más aún la de aquella época— que nos tocó vivir en nuestra primera juventud, en los años 2000. El cuerpo es para Vanesa, entonces, una suerte de laboratorio poético que se transforma en carne que dice, que transmite en el temblor de la palabra. Que resiste y que amenaza, como esa foto de la portada de La hija del carnicero, donde Vanesa aparece con un hacha en un puesto de mercado, rodeada de cabezas de cerdos. Sólo le faltó ponerles la corbata.
En estos textos primigenios, que decimos directos, carnales en su yo, aparentemente abstraídos de las poéticas dominantes de la época, Vanesa se rebela, pero no sólo porque utiliza ese lenguaje que transgrede, sino porque desmitifica “el poder”. Esa normalidad arrojadiza y racializada que destruye e invisibiliza otras formas de ser y comunicar.
Aunque Vanesa también nos señala que “Todos meten la mano en la llaga”, porque también el cuerpo es herida que se busca, que se expresa en la cicatriz que transcurre, pero que, precisamente, muchas veces padece el ser que habita.
Sin embargo, sólo desde la herida se puede ver con claridad y quizá por ello se dice que Vanesa escribe con una suerte de “visceralidad poética”. Y puede que sí, si eso significa prescindir, o mejor aún, destruir, esa “normalidad” que nos gobierna y nos reprime para convertirnos en clientes o consumidores en lugar de personas.
Su poética itinerante, escrita en distintos países, con distintos alientos, va creciendo en este libro, pero en círculos, como los poemas de Redondo. El hombre de su tiempo, de nuestro tiempo, nos dice su poesía, nos es más que un hámster que va haciendo girar la rueda del vacío. No somos más que falsos mundos que giran juntos sólo para ignorarse. Su poesía también nos habla de ese transcurso, de ese intersticio que somos. Donde el individualismo es un valor que se premia, como si hasta el más miserable acto humano fuera una carrera. Pero con estos poemas, Vanesa llega y nos dice que hay otras maneras, otras miradas, y poco a poco va dejando ese lenguaje que llaman visceral para mostrarnos, con trasparecía militante, que hay otras formas de estar en el mundo. Un mundo que denuncia, que increpa y que busca restituir a través del poema que dice, que interpela.
Interpela y combate, sí, hasta llegar a la última parte de esta antología. Un poema río que crece sin orillas y que va del mar hacia las nubes de esta sociedad suicida que se empecina en destruir su entorno. En autodestruirse. El poeta, la poeta, se convierte entonces en un testigo incómodo pero necesario, en esa voz necesaria que denuncia los atropellos de la sociedad de consumo que quiere devorarlo todo. En esta sección, Un tercer ojo para el tiempo de la tristeza, Vanesa convierte, finalmente, ese ojo, esa ranura de la palabra, en la casa de la verdad, en ese espacio donde la poesía le da otro significado al vacío que lo invade todo.
Una casa en la que estamos todos invitados y donde no hace falta tocar la puerta, una casa que Vanesa ha ido construyendo —desde la primera piedra— con honestidad, con disidencia, con rebeldía, y donde la poesía restituye y reconstruye, para que este tiempo de infinita tristeza y de oscuridad se convierta en luz que ilumine para siempre.
Barcelona, 05 de noviembre de 2021
*(Lima-Perú, 1979). Poeta, cantante, actriz y artista multidisciplinaria. Estudio en la Escuela Nacional de Teatro Rodrigo Virgilio Nache (Trujillo) y luego fue becada en la escuela experimental de Teatro Cuatro Tablas. Ha trabajado en radio, prensa, teatro, producción de eventos internacionales y nacionales. Publicó los poemarios La hija del carnicero (2007; 2014), Coraza (2009), Carne (2012), Cartografías de la carne (2012), Redondo (2015; 2016; 2019) y Un tercer ojo para el tiempo de la tristeza (2018; 2019). Ha participado en diversos festivales y ferias; asimismo, ha dictado talleres de poesía en escuelas rurales en México, Costa Rica y Perú.