Por: Benjamín Chávez
El poeta boliviano Benjamín Chávez ha ganado el premio Edmundo Camargo con su último poemario El libro entre los árboles (2013), aquí una muestra del excelente libro ganador.
Rosa náutica
Las plumas de las aves que vuelven
ondulan como seda
Malcom Lowry
Rodeado el círculo de las convenciones
me entrego al aroma del retorno y
al melancólico vagar por tu paisaje.
El divisar azul de la planicie de las aguas
refleja
la placidez del espíritu.
He venido a verte, a nada más, y me recibes
con un largo sollozo que viene de muy lejos y
—canilla abierta de recuerdos
ajenos y propios—
trae todas las cosas vividas, eco de tantas muertes.
Hecho para la remembranza —no para la vida diaria
un cobertor recién lavado flamea la bienvenida.
Tenue piel
naufragando los adioses
en delicadas manos de doncellas.
Perfecto mundo perdido para siempre
—como no sea para mirar tu universo líquido—
aún late el frío mármol en las ruinas de los palacios
entrevistos por última vez
en los pechos de las muchachas
sus delgados vestidos
las flores del pelo
sustituidas por gafas de sol y teléfonos celulares
que inquieren ansiosos
a qué hora llega el ferry
para cruzar a la siguiente orilla.
Mitteleuropa
del violento desgarrón de un velo
Claudio Magris
En las habitaciones donde
anida la grulla del recuerdo
atisba un pervivir
y lánguidos blasones.
Son los últimos peldaños
de un camino tejido desde lejos
la tierra de tus mayores
oída en pláticas de la niñez
fábulas de alta noche en comidas familiares.
En esta ciudad —entraña alfombrada del sueño
El agua más pura
discurre con ímpetu de mar
y tu pecho contiene una burbuja de cristal soplado.
Buscas un pétalo
un bucle, una línea
que prolongue tus pasos
más allá del rubio mechón de cabellos de tu abuela
entre las páginas amarillentas de un libro de Heine
“…”
del que no recuerdas ni un solo verso
y el sol que acribilla al transeúnte
viejo cuervo puesto en fuga con su aleteo de intemperie
pocas líneas espantadas a plumazos.
Remembranza
Una cascada de espejos trisados —entre arrullo y sobresalto— da cuenta de la noche.
En la ciudad de demorados amaneceres, las calles
se confunden en mis entrañas.
El deseo patrulla invisible pero acechante.
Al hedor de la basura en las esquinas añoro
las gotas de lluvia en los charcos del recuerdo.
Manifiesto
Desde el acuario que es mi casa, saciado ya de largos buceos,
he visto a la vida cambiar de gesto.
En muchas aguas,
husmeando el limo abisal o
saliendo a tomar aire como un nadador porfiado,
me di de frente con algunas cosas irrefutables del mundo.
La tarde en que me disponía a reparar mis redes
para guardarlas hasta la próxima temporada
me temblaron las manos
y pude sentir
la larga noche de la espera.
Rituales
Sentado al medio día en un banco de la plaza del pueblo,
habiendo fumado ya un par de cigarrillos y
habituándome a la parsimoniosa tarde a lomo de la mula de los años,
la quietud —hoy, de repente— se esfuma con la sombra y los pájaros.
Ha llegado un jeep que se detiene frente a la carnicería
y escupe su carga al salpicado sol de las sangres.
Son cabezas de toros, degollados al sesgo
de la rutina mortuoria, de la cadena alimenticia.
Con un hacha de largo mango
los golpes dan cuenta de la cornamenta
y la furia de la vida resollante en las ventas
se rinde ante el amasijo de ojos como vidrio molido
la carne batida en tempestad mamaria
el mundo trastocado por la muerte
en plena plaza, en plena tarde
a la vista de todos y de nadie.
Entre las ramas
Entre otras cosas, yo tenía un reloj,
un casco de corcho, una brújula y una Biblia;
los Yahoos las miraban y sopesaban y querían saber
dónde las había recogido.
Borges
Pocas palabras alcanzan la oscuridad salvaje.
Una cita palpita en lo profundo del bosque.
Sonoridad a tientas en pos del encuentro
esferas a punto de erupción
frutos codiciados
y el interminable listado de los pájaros.
La imaginación ultrajada, estremecida
con un chillido y otro y otro
cada vez más al centro del bosque.
Absorto en la enigmática maraña de la selva
busco,
como un Yahoo en la espesura
el libro que crece entre los árboles.
Espejo de agua
Contemplo mi rostro, más que inexpresivo, invisible.
Mudez de las horas y los motivos, la
laguna textual en esta página que
cambia de color a la luz del atardecer
inunda la planicie no manchada por lo escrito y
moja el resto del libro, humedeciendo, diluyendo, borrando.
Benjamín Chávez (1971) Poeta. Radica en La Paz. Ha publicado 9 libros de poemas entre los que destacan Prehistorias del androide (Premio Luís Mendizábal 1994), Pequeña librería de viejo (Premio Nacional de Poesía 2006), y El libro entre los árboles (Premio Edmundo Camargo 2013) del cual han sido tomados los poemas de la presente muestra. Además es Director del Festival Internacional de Poesía de Bolivia y editor de la revista «Piedra de agua» de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia.