Por Tania Favela Bustillo
Crédito de la foto Matadero Ed.
De la claridad como sinceridad / o la potencia de la multitud
en De ser numerosos (2017),
de George Oppen
En tiempos de oscuridad intentar la claridad, esa fue la apuesta poética de George Oppen[i], y en esta apuesta se entrecruza hoy la visión de Hugo García Manríquez[ii], traductor del libro De ser numerosos que Matadero Editorial tuvo el acierto de publicar:
«Claridad, claridad, sin duda la claridad es la cosa más hermosa
…………en el mundo
Una limitada, limitante claridad
No tengo y nunca tuve otro motivo para la poesía
Que alcanzar la claridad» (121)
Claridad, no en el sentido de mensaje, tampoco como instrumentalización de la poesía, más bien, claridad como sinceridad, algo muy difícil de comprender en nuestros días y, seguramente también, en el tiempo que le tocó vivir a Oppen. Hugo García Manríquez comenta al respecto en la nota introductoria que escribe para el libro:
«Pese al hermetismo en su poesía, Oppen insistió siempre en lograr la ‘claridad’ de la sintaxis y la ‘sinceridad’; es decir, calibrar las palabras con el mundo; aproximarlas, en un sentido amplio, ético y político, a los otros y los objetos. Y tal como lo demuestra la vida y obra de Oppen, sinceridad y claridad no eran meras abstracciones: era necesario ponerlas a prueba ante la historia» (13).
Escribir, pero también traducir, supone tomar una posición ante las palabras y ante lo que sucede en el mundo, y esta posición hunde sus raíces en lo político, lo ético y lo estético. La pregunta que se hace necesaria es: ¿para qué escribir o para qué traducir? Al parecer George Oppen sabía muy bien para qué escribía, y es quizás por eso mismo que mantuvo silencio desde 1934 hasta 1958, años en los que se dedicó al activismo político (afiliado al Partido Comunista), participó en la Segunda Guerra Mundial conduciendo un convoy en el frente de Alsacia y empujado por el acoso del macartismo se exilió en México, lugar en el que vivió con su familia por nueve años. En todo ese tiempo Oppen exploró el mundo, tomó conciencia de los acontecimientos históricos y de la vida cotidiana en lo que tiene de particular y gestó, con todas esas vivencias, la experiencia necesaria para reanudar su escritura. Siguiendo el hilo de la pregunta y volviendo los ojos ahora hacia la traducción, podemos constatar que también García Manríquez sabe bien para qué traduce; de hecho, en su nota introductoria, lo dice:
«En ocasiones una obra o un evento logran restituir nuestra percepción del mundo. Ese encuentro nos ofrecerá algo más que un repertorio de imágenes o sonidos memorables: nos ofrecerá una experiencia, a la vez cognitiva y sensorial, del mundo. Y como toda experiencia estética verdadera, poseerá un filo político: hará posible superar, por un momento, los significados predeterminados ya por la captura conceptual y política operada por el capitalismo, especialmente en el lenguaje. De ser numerosos ha sido, para mí —como lector y traductor— una de esas experiencias» (8).
Y hacia el final de la nota agrega:
«Los libros que he traducido, de Williams a Oppen, coinciden en un mismo punto: la forma está abierta. Para mí, traducir poéticas innovadoras posee un evidente elemento político: des-naturalizar lo que se da por sentado estéticamente, socialmente. Al circular, las traducciones pueden hacer posible las condiciones de una experiencia estética y social compartida. La apuesta final es la recuperación del mundo» (14).
En De ser numerosos el problema de la experiencia aparece como eje tanto de los poemas como de la traducción: registrar la experiencia, trasladar la experiencia, compartir la experiencia. El poema es para Oppen ese objeto concreto cargado de experiencia que suscita en el otro, lector o escucha, también una experiencia. Se trata entonces de generar un dialogo y es, quizás justamente por eso, que en estos poemas Oppen mezcla sus palabras con las de otros: Mary Oppen, Rachel Blau DuPlessis, David Antin, pero también Heidegger, Blake o Wittgenstein; sin embargo, este diálogo no supone solamente un intercambio intelectual, es, sobre todo, una trama vivencial. Lo que Oppen se propone es descubrir, mediante la escritura poética, las tensiones entre lo singular y lo colectivo, y desde ahí alcanzar un territorio común; se propone, en suma, construir una comunidad.
Esta propuesta de comunidad que Oppen lanza con De ser numerosos en 1968, año emblemático a nivel mundial por las movilizaciones de los movimientos alternativos de minorías y, en EUA por el rechazo a la guerra de Vietnam, se encuentra hoy más viva que nunca y puede perfectamente enlazarse con las nuevas propuestas de alterglobalización, propuestas, que estoy segura, le interesan también a García Manríquez. Estoy pensando sobre todo en Antonio Negri y su concepto de “multitud” que él define como una “comunidad de singularidades”. Detrás del concepto de Negri está la idea de la vida como potencia, una vida que resiste y crea, que abre posibilidades. Me parece que Oppen hubiera estado de acuerdo con la visión de Negri. De hecho, quisiera trazar una contigüidad algo arriesgada entre ambos, arriesgada por las diferencias que evidentemente también existen entre los dos.
En el libro Arte y multitud Negri escribe:
«En el mismo momento en que se ha destruido la integridad de la superficie del mundo, su imagen compacta, en ese mismo momento la deconstrucción nos ha mostrado su sustancia humana fundamental y, lo que es más importante aún desde nuestro punto de vista, la articulación de esta sustancia, su constitución a través del trabajo. Es como un tejido. En este caso la analogía se acerca mucho a lo real. Una vez que hemos descortezado, deconstruido, destruido lo real, nos queda esta red de hilos mecánicos, fortísimos, construcción humana potentísima. Es aquí donde continúa el trabajo. Cogemos estos hilos y los doblamos, se forman nuevas figuras, se imaginan nuevas realidades. La imaginación libera. En el horizonte del ser la libertad es máxima, la potencia se aproxima a la posibilidad. De este modo, se vislumbran nuevas subjetividades, nuevos campos de acción, nuevas síntesis de la cooperación» (48).
Y Oppen en el poema 27 anota:
«Es difícil hablar hoy de poesía–
sobre aquellos que han reconocido el rango de opciones o sobre aquellos que han vivido la vida que les tocó vivir–. No se trata precisamente de una cuestión de profundidad sino de un orden distinto de experiencia. Uno tendría que contar lo que ocurre en una vida, qué opciones se presentan, qué es para nosotros el mundo, qué ocurre con el paso del tiempo, qué es el pensamiento en el transcurso de una vida, y por tanto qué es el arte, y el aislamiento de lo real
yo quisiera hablar de habitaciones y lo que desde ellas se mira y de sótanos, los ásperos muros llevando las marcas de las formas, las viejas marcas de madera en el concreto, tanta soledad como podemos conocer–
y los pisos barridos. Alguien, un obrero llevando en su cuerpo, percibiendo próxima esa palabra peculiar como si una paternidad indigna hubiera barrido este piso solitario, este piso profundamente oculto– tanta soledad como nos es posible conocer.
Uno no debe llegar a sentir que tiene mil hilos
………entre las manos;
Debe de alguna forma ver la cosa única;
Este es el nivel del arte
Existen otros niveles
Pero no existe otro nivel del arte» (79)
Lo singular (el hilo) y lo colectivo (el tejido), o ser numerosos desde lo singular. Probablemente Oppen está pensando en esos hilos como lo particular (esa vida, esta habitación, ese sótano, este obrero, este tiempo, esa soledad) —la percepción de eso particular tan importante para él—; pero lo particular entrechoca o se relaciona con los otros particulares: (en una entrevista[iii] Oppen hace alusión a la ola como eso específico, un hombre, y al mar como aquello que nos rebasa, a lo cual pertenecemos y sin embargo de lo que nos diferenciamos, es decir, la humanidad. Estando en el mar, dice Oppen “están esta ola y esa ola y esa gran ola y esa otra gran ola”, y eso es algo que no podemos dejar de percibir si queremos sentir también el peso y la solidez del mar). Construir algo supone, entonces, tomar este hilo y este otro y tejerlos, generar con cada uno de ellos una trama fortísima de experiencias: registrarlas, trasladarlas, compartirlas, como ya se mencionó. Lo singular y lo colectivo se entrecruzan; en ese “obrero” de Oppen veo “la sustancia humana fundamental” de la que habla Negri, veo también el trabajo al que ambos aluden. Escribir, traducir, incluso leer, son también formas de trabajo desde las cuales el poeta, el traductor o el lector, unen hilos para construir un territorio común. Sería algo así como dar el paso de la soledad, no a la sociedad, pero sí a la comunidad; eso es quizás para Oppen el rescate de Robinson Crusoe: “Crusoe / Decimos fue / ‘Rescatado’. / Así lo hemos decidido. (29)”.
Sólo me resta decir que De ser numerosos en traducción de Hugo García Manríquez es un libro necesario, lo es, en principio, por el cuidado de la traducción, pero también porque traducir supone traer a la lengua de llegada los recursos expresivos, las intensidades y encuentros del texto de origen. Leer a Oppen es leer una sintaxis particular, enfrentar una economía de lenguaje que se aleja de toda retórica ornamental, dar cuenta del peso y densidad de los sustantivos, tal como él los usa, percibir su voz, la austeridad de sus palabras y el espesor de los silencios que introduce. Leer a Oppen es también leer una forma de estar en el mundo, una actitud que se genera de la coherencia entre el pensar, el decir y el hacer; una coherencia muy difícil de lograr y que García Manríquez pone en nuestras manos si quiera para que vislumbremos esa posibilidad.
Termino con la esperanza de que De ser numerosos encuentre en su camino esos numerosos lectores que completen y hagan posible desde su visión particular la reflexión crítica y el diálogo que tanto George Oppen como Hugo García Manríquez abren aquí.
Bibliografía
Negri, Antonio. Arte y multitud. Trad. Raúl Sánchez. Madrid: Ediciones Trotta, 2016.
Oppen, George. De ser numerosos. Trad. Hugo García Manríquez. México: Matadero Editorial, 2017.
——————. George Oppen: Poesía, ensayo y entrevistas. Selección y trad. Kurt Folch. Chile: Ediciones Universidad Diego Portales, 2012.
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[i] George Openn (1908-1984) fue parte de la segunda generación de poetas modernistas norteamericanos. Miembro del grupo de poetas “objetivistas” junto con Louis Zukofsky, Carl Rakosi, Charles Reznikoff y Lorine Niedeker. Entre sus libros se encuentran: Discrete Series (1934), The Materials (1962), This in Which (1965), Of Being Numerous (1968), Seascape: Needle’s Eye (1972), Myth of the Blaze (1975) y Primitive (1978).
[ii] Hugo García Manríque es poeta y traductor. Ha publicado No oscuro todavía (2005), Los materiales (2008), La comparación con música es perfectible por los pájaros (2014), Anti-Humbolt: Una lectura del Tratado de Libre Comercio de América del Norte ( 2014) y Lo Común (2018). Ha traducido Paterson, de William Carlos Williams (2009), Mecha de enebros. La imaginación del paleolítico superior & la construcción del inframundo de Clayton Eshleman (2013), entre otros títulos.
[iii] “L.S.Dembo- […] También quiero preguntarle acerca de “Fiesta a bordo” (de Discret Series), usted dijo que la totalidad de “Ser muchos” (Of Being Numerous) estaba contenido en ese poema.
Oppen- […] Lo que realmente recordaba era una fiesta de despedida en bote. Ves las olas, separadas, pero de alguna manera allí está el mar, igual como ves a la gente que de algún modo existe, o podía ser hallada, la humanidad. […] En realidad, es desde las colinas que la gente habla de “el mar”. Cuando estás en el mar, están esta ola y esa gran ola y esa otra gran ola.
L.S.Dembo-[…] “El mar” es una generalización pero “la ola” tal como sucede cuando estás en el mar no es una generalización; es una particularidad.
Oppen- Así es. Y el mar como un todo…No lo acepto, no lo acepto, a menos que también sea una percepción […] a menos que uno experimente el hecho del peso, solidez y unidad del mar, si uno de verdad lo experimenta, entonces es una imagen tal como yo la entiendo.” (273-274).Tomado de George Oppen: poesía, ensayo y entrevistas. Selección y traducción de Kurt Folch.