Por Corina Maruzza*
Crédito de la foto (Izq.) Ed. /
(Der.) Luisa P. Freschi
*)Con(cuerdas. Antimanual para ir transformándose en sí.
A(cerca) de Todas cuerdas (2017),
de Romina Freschi**
(…) potencias inventivo-curativas.
Necesario hacer constar que esas
capacidades de intervención
no sólo conciernen, como es evidente,
al contexto social, sino también
a la transformación interior.
REYNALDO JIMÉNEZ, Antiviaje aparente
Todo es uno y es mil a la vez
LUIS ALBERTO SPINETTA, Cisne
La ética de Freschi es (ver) belleza.
Y en su estética
–su intuición-
belleza es verdad.
Con ellas
(verdad y belleza)
concuerda Poesía,
es decir
¿vida?
Ver y recordar.
“Para mí todo es poesía”[1]
dice Romina.
O no. Lo que escribe en su diario
y guarda para sí misma, lo escribe, dice:
“para no olvidarme
de quién soy.
Eso no es poesía”.[2]
Pero entonces, tal vez
sí escribe Poesía
–a diario-
para recordar(se):
“infartante y peluda maraña de la mañana, pozo de luz, rayo que
pudiera dejarme seca, grieta, a no ser porque recuerda”.
En Todas cuerdas,
Poesía son
eslabones,
efectos
no en cadena
(ni encadenados), sino
unos con otros.
Unas con otras.
Juntas.
Fulgurante, Poesía llena
el sitio donde se desarrolla la experiencia vital,
(y) la historia:
“el sitio mismo como una mujer o un lobo”.
Poesía como una mujer o una perra.
Y el nombre de cada una,
cada una eslabón, nombre
de la historia, habilita todo un campo
de la memoria, una zona
donde suena, a la vez,
la música de sí misma:
voz de la música íntima.
Son(ora.
Sí, música:
sinfonía
– ni síndrome ni síntoma,
¡menos psicopatología y más psicodelia!)
Música de Freschi,
notas exuberantes,
superabundancia,
“(…) sonido electivo, determinado
sólido y vital como un pulso, una corriente eléctrica”,
acorde(s) la(s) historia(s):
Laica, Dafne, Eva, María, Romina Tejerina,
y en(tre) ella(s) todas,
sintonía.
Otra(s) en sí misma:
“(…) El otro nos rodea, nos acuna, nos es, aún más allá de
nuestra conciencia y aún con nuestra conciencia (…)”
Los nombre de todas,
en los que reconoce la historia,
y no el nombre del padre,
significante tacaño para designar
lo que a la(s) vida(s)
(¿psíquica? ¿mayor mezquindad?)
(in)determina:
“(…) por favor!
algo más que padre, hijo y espíritu, chicos, compañeros, algo más
que padre, hijo y madre, edipo, algo más que eso o aquello (…)”
Nombre propio,
modo de decir
la historia, una
y a la vez
noche simultánea de todas, en una
invoca: “la noche vuelva otra vez y la reconozcamos”.
Lo que en la historia no ha tenido (re)nombre:
los fluidos que han recorrido sus cuerpos,
(sus) vida(s): en ella(s)
(¿sólo?) esas mujeres, perra, Poesía
re(corre):
“la leche que mana aún en la ubre del desierto”
“mar rojo de la sangre que corra todavía engalopada, jamás
acabe de nacer (…)”
El (re)curso de esas aguas
entona con sorpresa
la advertencia de ese lado
ahora alumbrado,
esa zona
dada a luz,
la historia en sí,
en sí misma:
“recién ahora soy la presa, recién ahora me lo dicen, me rotulan
como si recién naciera en el adobe de los techos inundados
del barro con que se cuecen los niños para ser ahogados
violados baleados en las villas, ahora entiendo
que siempre fui la villana y también la presa”.
La historia se (re)ubica,
se da a ver, ver(dadera:
a través de “algo
tan maravilloso y justo
como un poema”).[3]
Freschi escribe Poesía como filma:
se acerca a los bebés descamisados
con cámara mullida
“conejito plumoso que tiembla al nacer y apenas nacido
duerme (…)”
pero hace foco en la leche, la sangre, el pelo
de obreras, perras y Poesía.
La imagen que propone,
imagen borrosa (mas no chicata)
y barroca,
“fluir de las imágenes”
que hacen arcadas ante la burocracia imperante
liturgia de cerdo “maquillado de oveja de blancas lanas que juzga”
con todos sus patitos en fila, su vista gorda,
y su lógica “sin ton ni son”.
Menos psicoanálisis,
más psicodelia,
para acercarse a una intimidad lisérgica
donde se (con)fundan
“los caballos, las pecas, las violetas, las almas o los planetas”.
Poesía “enciende esa conciencia”
y entonces “podemos replegarnos, reflexionar
y ver en nosotros y afuera
ese flujo, afluente”,
“torrente inaprensible, inapresable”,
“pero estable, firme, cierta, bocanada de libertad”:
“ese grado de libertad interior
que asociamos
con la sensibilidad.”[4]
No es ciencia
–oxidado “eco de lo que funciona pero no se habita”,
es ciencia ficción:
“Vivo mi vida como si estuviese viajando en una nave espacial”.
Escritura-cámara-nave-laboratorio
de manipulación poética.[5]
Tira de la cuerda, có(s)mica
Romina
“(…) porta la pequeña piedra del inmenso mirar
puñal espada (…)”
para curar la historia
y transformar(se)
en sí misma.
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[1] En: Audioteca de escritores. La herencia: Romina Freschi. Centro Cultural Recoleta, Buenos Aires, 11 de septiembre de 2010. Descontextualizo a Freschi para traer agua a mis argumentos. De todos modos, creo que aún descontextualizadas, sus palabras, concuerdan cada vez más con ella.
[2] En comunicación personal.
[3] Freschi, R., en Audioteca de escritores, op. cit.
[4] Jiménez, R., Antiviaje aparente, p. 85, en La inspiración es una sustancia, etc., Perú, Ed. Toé, 2016.
[5] Como el que propone y desarrolla Martín Barea Mattos. Cf.: http://www.cce.org.uy/laboratorio-de-manipulacion-poetica/
*(Temperley-Argentina, 1979). Guardavidas y psicóloga. Se desempeña como instructora de residentes del Hospital Esteves, así como coordina el grupo de estudio de teoría queer de la Red de psicólogxs feministas. Coordinó el taller de escritura de la sala de internación de salud mental del Hospital Álvarez, que devino en dos números de la revista Teodoro. Forma parte de Proyecto Andrógina y de Cinco Setas (cf. la net). Publicó las plaquetas Galope sobre la vértebra del mar (2015), Desde la proa (2016) y Haz el caballo (2016), adelanto de Necesidad y Urgencia, antología poética por decreto. Prepara Mar de Interama, su primer libro de poemas.