“Cada lugar tiene su propio cielo y su propio infierno”. Entrevista a Laura García del Castaño

 

Por: Enrique Solinas

Crédito de la foto: la autora

 

 

“Cada lugar tiene su propio cielo

y su propio infierno”. Entrevista a Laura García del Castaño

 

 

Del Castaño Básico

Laura García del Castaño (Prov. de Córdoba, Argentina,1979). Lleva publicados cinco libros de poesía, entre ellos, El grito (2004), La vida en que sueñas (2012) y El  animal no domesticado (2014).  Participó de la antología Quince poetas mujeres de Córdoba, Argentina (2010) y de las plaquetas Desgraciadas (2010) y Ultrafinas y las tramontinas del dolor (2012) Escribe regularmente en el blog: www.lapalabrasembrada.blogspot.com

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Entrevista

 

¿Cómo llegó la poesía hasta vos o cómo fue ese primer encuentro con la poesía?

Creo que siempre estuvo. Es una semilla que viene con uno y que en algún momento se manifiesta. Mientras tanto hay una gestación, un gran presentimiento, como un entumecimiento. La música, el cine, lo que uno ve en la naturaleza y en los objetos van haciendo la inducción.

Sin embargo a la idea del «desde siempre» no se le suma el «por siempre». Esa sensación de fragilidad, de intermitencia, que nos acompaña creo que es lo que nos permite el oficio de «intentar» que no nos abandone.

 

¿Por qué poesía y no otro género?

Hay otro género, pero no es el fuerte, no es la tempestad, ni hay densidad en esa experiencia, más bien, es un descanso, una forma más relajada de contar o de mirar. Esos textos están en un blog: impiadosa.blogspot.com y son parte de un conjunto de relatos que se llaman «textos para armar un funeral». No sé igualmente si hay una elección voluntaria en el género, hay más bien una necesidad, una cuestión vital, la poesía es la forma que encuentro de asimilar el mundo, de cicatrizarme de él, de su resplandor. Uno como que va tropezándose con cosas muertas, va como en un estado de manía, y la poesía es una cámara lenta sobre eso, aire, luz, una envoltura sobre lo áspero, una envoltura que lejos de cubrir, devela, da substancia a lo perecedero y sentido a la fugacidad.

 

La característica principal de tu poética es el uso de la imagen, de manera inesperada, acercándote de esta manera a los poetas surrealistas e invencionistas, produciendo un extrañamiento en el lector y pulsando –ya directa o indirectamente– mecanismos inconscientes donde se expresan las sombras del mundo, en un presente donde se desdibuja el porvenir. ¿Cómo crees que se produce el fenómeno poético en tu universo personal?

Se produce de la misma forma, un relampaguear inesperado en un cielo que no daba impresión de tormenta, pero no es algo arbitrario ni aislado. En mi adolescencia me marcó Horacio Quiroga. Su forma suave de colocar el terror, de naturalizarlo, la muerte, como el prendedor que la mujer pincha en el corazón del marido ofrebre que se lo niega, lo desconocido que se va alimentando de Alicia, las hormigas que dejan huesos a su paso. Perturbar ha sido la pulsión, la percusión. Me alimentaba un deseo de alterar con la imagen, de mortificar, de llevar al espasmo. Y no hay porvenir por el mismo hecho de que mi día a día está agredido por la fatalidad, y el malabar precisamente es vivir, no dejar caer la muerte.

 

¿Cuáles son los temas que más te interesan a la hora de escribir y por qué?

Con la poesía te pasa que no sabes bien dónde termina la intención de la escritura y dónde la intención que la poesía tiene con uno, porque es el género de la continua defraudación y de la continua bifurcación. Cuando tengo el propósito y empiezo algo termino escribiendo lo contrario. No se domina nada. En mi escritura está «lo que me sale» y esa es la muerte. Termino siempre allí, termino en la imagen, en el cuerpo, en el escombro de la vida, porque vivir es toda esa maquinaria dispuesta para torcer el desenlace, para no ver el escombro, el cuerpo inútil, la comprobación física del final, que a todos nos mortifica, y nos estorba porque agrede nuestra idea de eternidad, que ante el escombro se diluye. Ese es el trauma. Mi poesía pone su pie en ese trauma y es una toma de impresiones alrededor de él.

 

En la Argentina, para que un poeta cobre visibilidad, pareciera que tiene que emprender el camino hacia la Capital Federal, para ser validado por el ámbito literario. ¿Cómo es escribir en el interior de la Argentina y cuáles son los obstáculos y/o ventajas sobre este hecho?

Pienso que cada lugar ya tiene su propio cielo y su propio infierno, su círculo de sillas y su particular danza por ganarla o no perderla, imaginate si tuviéramos que sumarle la preocupación de legitimarnos en Bs As. No te parece que el poeta es mucho más ineficaz y perezoso que eso? Y si realmente puede estar con una mano en la escritura la otra en sostener su silla y los pies en emprender el camino a Bs As, pues es ganadero, no poeta. La visibilidad es pasajera, la trascendencia la comanda el tiempo y a eso le sumamos el mismo prejuicio de muchos poetas de Bs As que deben pensar que en interior estamos pensando en ellos.

Las ventajas y desventajas no las tengo claras todavía.

 

¿Para qué y para quién escribir?

Escribo desde los quince años y te puedo decir que esta cuestión fue girando. Escribí para la pirueta, escribí para ser poeta, escribí para mi familia, para mi padre, para no perder a mi padre para luego regodearme en lo que me conmovía, escribí para otro, para un extraño, para movilizar a ese extraño, por desafío, por ansiedad, por no tener que salir a buscar trabajo, escribí para consolarme de no tocar el piano, por destinación, por alivianarme, para no fumar, para convencerme de que esto es lo que hago, que es para la único que sirvo, por sentenciarme a escribir, escribo para despertar, para no volver a vivir.

 

Luego de tu bello y extraño libro editado en 2014, El animal no domesticado, ¿qué es lo que se viene?

El año pasado, fue el año de la turbulencia. Luego del animal, en diciembre salió El sueño de Sara Singer, por editorial Llanto de mudo, así que este año es básicamente para presentar ese libro, para estar con ese libro y seguir aquí, no tengo nada pensado ni planeado. Volví a cero.

 

Por último, ¿qué esperas de la poesía?

Que no me abandone.

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Así escribe Laura García del Castaño

 

Cinco poemas

 

En el correo la mujer que vende sobres es ciega
sus ojos son pisadas de un animal
que huyó hace tiempo
Me reconoce cada vez que llego
Esta mañana me dijo
vos sos la chica que escribe poemas
a quién le enviás hoy?
Me dio un sobre pequeño donde calza justo un libro
aunque en su mirada no calce una sola visión
Sus ojos son blancos como la espalda de un dios
íntimo con ella
que se rehúsa a mirarnos
de ellos no cae agua nieve
caen esquirlas de un volcán
que trama en las profundidades
Estos son tus poemas? preguntó
tomó el libro pero no como un libro
sino como si tomara un cráneo, un ramo, una espada
algo frágil y feroz, distante a nosotros
Abrió en la página treinta y con sus dedos recorrió los versos
de derecha a izquierda como si desandara un viaje
Se frenó en la palabra ciervo
la acarició una y otra vez
como si hubiese decidido domesticarla
Su índice se superpuso a la palabra
que ya no se vio
como si el ciervo hubiera entrado en ella
como si nunca se hubiese ido
como si sus patas firmes en un nuevo territorio
hubiesen borrado por un instante
las anteriores pisadas.

 

 

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Vi reflejado en el ojo de la bala

el centro de la liebre

 

También vi en la copa del árbol

la cabeza del relámpago

 

He visto desde siempre

pequeños retratos de lo que parte

Sangre en la piel del que lastima

Muerte en lo que no ha vivido

 

Pero nada ha sido

como ver crecer en tus manos

cada noche

mi último instante

 

 

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Estás solita? me preguntás
No, estoy con Hugo que ha venido a pintar la sala
a lavar la cara de su dios malo
en un precario acto

Un soldado corpulento con rostro de insecto
lo observa
lijar con fuerza
desprender el seco aguijón de un niño
la vulva de un fantasma que esperó salir
ser acariciado
Cubre el piso del goteo con diarios viejos
con obituarios
de gente que goteó aquí su última lava
El color es beige y es cálido para este monte
Ha prendido la radio
La música tapa el crepitar de los peces
La pared absorbe como el lecho de un pantano
Debajo de los cuadros las manchas son oscuras
Pasa la brocha
Deja sin pérgola a las palomas de la putrefacción
Estás solita? me preguntás
y qué hacés?
Leo sobre la muda de especies tras los incendios del lunes

Veo aquí una constelación de hombres
que emigra en plena mañana como murciélagos
Pienso
qué es el color beige para una habitación sin luz
y qué pensará de este precario acto
la noche

 

 

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El café en vasos de tergopol, la caña Legui

El álbum de los flores, la ropa apilada en las sillas de plástico

El diario comprado sólo para llevarse la parte sin aliento

Las palmas que no se desmontan sin sacarse un punto del pulóver

o pincharse los dedos

La edad a primera en la nocturna

La voz del pariente lejano en donde cubrirse del reproche

la ficción de los eventos reales

No tener un plan más que un rosario atado sin milagro

Hombres a oscuras que aprovechan mirarse

a la luz de un auto que desaparece.

 

 

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Es libre el animal que no está domesticado
domesticado como la foto que se cree su engaño
como el bonsái que no espera dar sombra
Es libre el animal y es libre tu mano
que alza esa piedra y golpea
a quien no ha podido liquidar con palabras
Es libre todo lo que brilla por su ausencia
Es libre esa mujer del fin del mundo
Es débil la voluntad del hombre y está domesticado
para regar plantas, desatar nudos, envolver regalos
Con esa misma ración el poeta soñaría
la mitad de su vida
desandaría la mitad de su muerte
Es danza lo que inventamos frente al espejo
Es doméstica la hospitalidad del mundo
Es realidad el aliento triste del sueño que te ignora
porque es libre de soñar donde no has vivido
y es libre de no despertar
Es dueño
Es duelo lo que tiene pulso y no sabe andar
lo que tiene llaves y no olvida
Es poeta lo que el mundo ve
El resto de algo que se quema*.
Es miedo lo que monta al animal de toda maravilla
Es partitura lo que interpretas a escondidas de la música
Es real la niña espléndida que apagué con arena
Todo ha sido desandar
y no ser domesticada

 

* Fragmento del poeta Roberto Juarroz (Argentina 1925-1995)

 

Los poemas pertenecen a su último libro, El animal no domesticado, 2014.