Anotaciones sobre «El Escudo de Chile» (2023), de Luis Correa-Díaz

 

Por Daniela Ulloa Burgos*

Crédito de la foto (izq.) Oxeda Eds. /

(der.) www.lalibelulavaga.com

 

 

La virtualidad de las palabras:

anotaciones sobre El Escudo de Chile (2023),

 de Luis Correa-Díaz

 

 

Desde luego que jamás pensé que los códigos de barras iban a ser más que un garabato que acompañara las cosas. Veía al reverso de mis cuadernos hoja bond blanca media carta, una serie de líneas paralelas que servían para verificar, eventualmente, que obtuve el objeto de manera legal en una transacción monetaria. Y más que algunos juegos, como el tigre de Bansky que sale de una jaula con barrotes numerados en distintos grosores, y uno que otro tatuaje mal cicatrizado, la existencia de los códigos de barra nunca me quitó la tranquilidad. No hasta que alcanzó el siguiente nivel.

Los usos del QR (Quick Response) se acomodaron plenamente a las necesidades pandémicas de disminuir el contacto humano-humano y humano-cosa. Menú de restaurantes, entradas a conciertos y películas, portafolios y currículums, todo empaquetado en esta figura craquelada en cuatro esquinas. Todos tan iguales en superficie, y tan diversos en los corredores virtuales que transitan. La llave maestra: el smartphone. El futuro es hoy, y no debería ser tan molesto para el viejo matrimonio con teléfono fijo, que asiste siempre a la misma cocinería y negocio de barrio y ve las películas del canal nacional los viernes por la noche. El planeta virtual avanza, pero no sin dejar la ruina análoga detrás. Pero no pretendo dejar en evidencia aquí alguna fobia digital, si la hubiera. Don’t get me wrong.

Las plataformas digitales han permitido democratizar el acceso a cierta información que, en un pasado prepandémico, se mantenía en su cápsula efímera: charlas, talleres, telenovelas, clases magistrales, libros digitales y audiolibros, todo disponible en YouTube y los servicios de Meta. Hay dicha en el acceso al artificio digital, y cada vez es más común seguir publicaciones periódicas en distintas interfaces del ciberespacio.

 

El poeta Luis Correa-Díaz

 

La revista digital venezolana de creación y crítica Mentekupa, comenzó a publicar en su página web el año 2022, una serie de poemas por entrega del profesor, crítico y poeta chileno-estadounidense Luis Correa-Díaz.[1] Como los folletines del siglo XIX pasando al XX, que en este caso no constituyen una novela sino un cuerpo poético, periódicamente se compartían versos de alta densidad contingente sobre el quehacer político, social y cultural chileno —y latinoamericano, de manera indirecta/escudada, pero punzante—, que luego fueron reunidos y publicados en formato físico en 140 páginas numeradas, por Editorial OXEDA en junio del 2023, y lanzado/presentado telemáticamente en septiembre de ese año.

Convengamos: siempre ha existido literatura para la cual el lenguaje es su materia prima. Contraer, modificar, anclar y expandir las posibilidades del lenguaje es, precisamente, dejar en evidencia que se trata de un artificio, de un procedimiento. Y hay quienes, como Mallarmé, hicieron de ese artificio un juego; otros, como Parra, una humorada. El lenguaje carga con el germen de artificializar, virtualizar, una imagen, la palabra misma que imagina el mundo. El diálogo entre las IA y las creaciones literarias ha estado, quizás, siempre pactado.

La publicación de El Escudo de Chile (2023), que integra 70 poemas numerados y uno final titulado “eTc”, no olvida materialmente que su soporte original fue en red. Así lo demuestra la portada: un código QR con la heráldica chilena al centro, que nos dirige al perfil del poeta-profesor Luis Correa-Díaz en la plataforma del Departamento de Lenguas Romances de la Universidad de Georgia, como un gesto deíctico que señala la condición de extranjería del autor respecto a la materia de su libro. En evidente tensión contrasta una breve bajada: poesía-primera edición-México, seguido del año de publicación en números romanos. Me pregunto: ¿es impedimento no contar con la herramienta adecuada para abrir esta puerta digital?, ¿puede lograrse el proceso integral de la semiosis de estos poemas si considero este QR en su propuesta visual abstracta, y no en su uso virtual? La información proporcionada por la matriz de datos del QR en la portada es adjuntada igualmente al final de la obra. Aquí vamos: la genialidad de EEDC reside en su juego con lo ausente y lo tácito. La virtualidad digital no es un reemplazo de la virtualidad análoga, se complementan en tanto los QR-s son la manifestación comprobable de algo escondido, escudado (protegido), así como la voz poética en los poemas tamiza su intención/propuesta a través de la cara visible del humor. Pero vamos de a poco.

La segunda hoja del poemario nos muestra el Escudo de Chile con algunas modificaciones. Primero, el lema “por la razón o la fuerza” es reemplazado por “la unión hace la fuerza”. Esta última frase, en variantes semánticas, forma parte de los emblemas heráldicos de otros estados-naciones.[2] En Chile históricamente ha representado una respuesta a las fuerzas oficiales, generalmente nacida desde las bases, insignia del movimiento de pobladores y de protestas populares. Segundo, el cóndor y el huemul son reemplazados por dos figuras, en apariencia juveniles, donde una de ellas rocía de pintura el Escudo a modo de grafiti, un grafitti sobre grafitti, puesto que la imagen de base reproduce a modo de cómic la fotografía de uno callejero, en el que los personajes dichos se vuelven contra su propio Escudo y lo ennegrecen con spray. Y tercero, la estrella blanca característica es desplazada, como una especie de zooming al revés, al interior de un QR que nos redirecciona a un video-poema del poeta —producido por Po-Ético del artista Miguel Hernández—, declamando de manera concatenada los poemas de las páginas 1, 16 y 24, sobre la voz profunda de Mercedes Soza que enuncia cada cierto tiempo: “que vivan los estudiantes”, versos de la icónica canción de Violeta Parra.

La desacralización del emblema patrio a través de estos tres procedimientos estéticos y pragmáticos, desestabiliza la idea unívoca de una supuesta representación de, por un lado, una población homogénea y, por otro, un sentir consensuado de “lo nacional”. Estas figuras jóvenes que posan al lado del Escudo actualizan los íconos que trasladan metonímicamente la relación animal-paisaje dada por el huemul y el cóndor, sobreviniendo así la relación juventud-rebeldía. Sumado a esto, la textura de líneas y formas de la imagen es un guiño a la técnica del esténcil, propia de la intervención en serie en espacios urbanos. Así como los artificios visuales alteran al Escudo en un plano semántico, también hacen evidente lo que nos convoca en este escrito: el Escudo es en sí mismo una invención, un artificio, es decir, una virtualidad.

A partir de esto, Luis Correa-Díaz elabora una caracterización del Escudo a modo de personaje (avatar), que dialoga con otros dentro del aura imaginaria de la cultura nacional. Encontramos alusiones a personajes populares como el pájaro Condorito, Zalo Reyes, Paloma Mami, y poetas/narradores del canon nacional como, por ejemplo, Gabriela Mistral, Enrique Lihn, Jorge Teillier, Teresa Wilms Montt y Manuel Rojas. Además, progresivamente se van repasando datos historiográficos de los anaqueles nacionales: alusiones al periódico La Aurora de Chile, versos del antiguo Himno Nacional, y de la cultura contemporánea, como la música urbana local y latinoamericana; por supuesto y de fondo, un constante diálogo con el texto épico fundacional chileno: La Araucana de Alonso de Ercilla y Zúñiga, y de trasfondo con la poesía popular chilena, la que le da el tono siempre[3]. Todo esto puede parecer un muestrario de datos y nombres, que nos sitúa anacrónicamente en este país actual imaginado por el poeta a través del Escudo. Sacudir las heráldicas de sus pesados lastres republicanos, y acercarlas a un ánimo contingente es el mandato de este libro. Pero, existe una constante que atraviesa y cubre con su velo traslúcidamente opaco todos estos versos.

 

 

El tono crítico con el quehacer político, pasando por la revuelta y la elección de convencionales para redactar la rechazada, en plebiscito del 2022, primera propuesta de nueva Constitución; hasta las decisiones y apariciones del poder ejecutivo, como lo fue el discurso dado por el presidente Gabriel Boric en el marco de la inauguración del monumento en honor al expresidente Patricio Aylwin; este tono se preserva y persevera sin tregua a lo largo la obra. Muchos poemas que integran El Escudo de Chile se presentan a modo de columna de opinión-versada, o versos de opinión. La ambigüedad de la imagen poética, sumada al tono humorístico que corre paralelo a la opinión, nos sumerge en la interrogante sobre el posicionamiento crítico de la voz. Miremos de cerca el poema 26:

El Escudo de Chile

no creerá nunca que Allende pudo

(y no tiene por qué ser un chiste fúnebre
no más)

reencarnarse en un niño

millennial

y más encima sentimental

que le hace homenajes

a diestra y siniestra

y menos con anteojos y anteojeras vintage

y una erre pseudo-poética

que se le enreda en la lengua

(47)

 

Al menos dos posibilidades. La primera: el rol del presidente “millennial” no puede llenar el lugar de Salvador Allende, ya sea por niño o por sentimental. Aquí preexistiría una valoración positiva del desempeño del expresidente, o adversa al actual. El segundo: el rol del presidente “millennial” responde a otras necesidades temporales y políticas nacionales. Aquí preexistiría la conciencia de que el nombre de Salvador Allende continúa provocando inquietudes en un Chile polarizado y temeroso del pasado (“diestra y siniestra”). La versificación poli-semántica opera muy bien y es la constante del libro.

En este punto debo realizar una aclaración: ciertamente una exigencia de posicionamiento político-ideológico de textos poéticos, como los que integran El Escudo de Chile, resultaría en la extinción del poemario y, en su extremo, de la poesía misma, en tanto el poema es el espacio del verbo en libertad creadora. Pero, como una posibilidad de lectura, abordar estos versos en su dimensión de opinión implica la existencia de una réplica de lectura con respuestas críticas. Posiblemente esta sea una de las dimensiones más seductoras de toda la obra presente. Desde aquí, podemos abrir algunos pasillos de diálogo: es evidente que existe una alternancia entre la voz poética del Escudo, y una “otra” que armada con lengua punzante arremete en contra de un sector de la clase política en Chile, que deviene de la llamada “generación pingüina”, aquella que desde el año 2006 —al alero de las circunstancias del primer gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet (2006-2010)— se alzó masivamente en contra del sistema educacional instaurado por la dictadura de Augusto Pinochet. El poema 17, esconde entre corchetes la siguiente sentencia:

[pero no a los de la revolución pingüina

adolescentes perpetuos cuyo único

libro fue un proyecto de Constitución rechazado]

(35)

 

Podríamos preguntarnos por la curaduría de recuerdos y asociaciones del poema 17, exigirle, por ejemplo, que recuerde que tal revolución permitió la derogación de leyes que subsidiaban la responsabilidad educativa a entidades privadas (LOCE), así como la gratuidad en la inscripción de la prueba obligatoria de admisión a la educación superior en Chile. Podríamos preguntarnos también por la relación entre estos “adolescentes perpetuos” y el proyecto de Constitución rechazado que, por lo demás, fue redactado por un total de 155 personas escogidas democráticamente de manera paritaria, por primera vez en la historia del país. Así mismo, podríamos preguntarle al poema 61 por qué nombra de “niña bonita” a una Alcaldesa que tiene nombre y apellido, Irací Hassler, democráticamente electa en el año 2021 en la comuna de Santiago, ingeniera comercial, ex dirigenta estudiantil y, por lo demás, mujer adulta. Sin embargo, creo que las respuestas llevarían a un desacuerdo generacional —que compete también a las generaciones del futuro, partiendo por la del futuro inmediato.

Por otro lado, el humor constante cumple también un rol oxigenante en la cadencia de lectura dentro del poemario. Luego de introducir un texto que versa sobre la aplicación del artículo 132 de la ley de migraciones y la expulsión de 12 personas del país (65), se avecinda otro que juega con el dicho coloquial perro que ladra no muerde (67), y hace aparecer “un curaíto puntúo”, un “chiguagua sin dientes”, rematando casi al terminar el poema: “no creáis lo que digo en público mi amor”. Respiramos hondo, y seguimos.

Es que leer el El Escudo de Chile es entrar en un mundo de posibilidades en los artificios de la palabra: palabra-chiste, palabra-escud/po, palabra-caricia, palabra-mordaz, palabra-po-ét/pica. Y por supuesto, en su lúcida consciencia de ser parte de un tejido textual y socio-cognitivo sobre las heráldicas nacionales y la fluida/estática identidad territorial. Hablo de lo que va desde La Araucana de Alonso de Ercilla a La Bandera de Chile de Elvira Hernández y ahora a El Escudo de Chile. Mas allá de los guiños metonímicos evidentes, quisiera relevar un puente de relaciones en particular con el texto de Hernández, que erró en el anonimato durante los años 80 en Chile y fue publicado en su primera edición en Argentina a principios de los 90. La Bandera de Chile nos exige en su constitución, una seriedad atada a su contexto de producción: desapariciones, exilios, muertes, expatrias y sin patrias. El Escudo de Chile cuela en sus semas un temple gracioso-paródico, irónico hasta el dolor puede ser, infantil y senil al mismo tiempo, crítico respecto a sí mismo y a su condición de “foto-país”. Leemos en el poema inaugural:

                                            La Bandera de Chile envuelve

                               al Escudo de Chile

                                              como a niño de pecho

                                                      y

                              lo despliega en actos públicos

                                         orgullosa de su crío

                                                 […]

                                                                       (19)

 

El poeta Luis Correa-Díaz

 

Miguel Antonio Guevara se pregunta por el estado de las heráldicas nacionales en el período de las IA. En las notas liminares que acompañan los poemas de El Escudo de Chile, el escritor venezolano sostiene que esta obra “es la palabra que viene a sustituir a la anterior”. Sobre esto, respondo que esta entrega poética de Luis Correa-Díaz sí desestabiliza una noción anterior y fundante de los blasones nacionales, pero también pone en evidencia que este ejercicio es un constante hacer, deshacer y rehacer; que la virtualidad fundante nacional debe ser asiduamente revisada en su corte y soporte histórico. El Escudo continúa fijo en su oficialidad, pero movedizo y ruidoso, cada vez más ruidoso, en su virtualidad. Seguimos viendo el Escudo en los cambios de mando entre gobiernos de oposición y cadenas nacionales. Así también, niños y niñas salen de sus aulas en el mes de septiembre, con un escudo arrugado en papel volantín que acabará en el cajón de la mesita de luz de la abuela, si tiene suerte. No vemos Escudos en las marchas masivas en contra del sistema de pensiones, pero sí colgando de algunos espejos retrovisores, casi como una metáfora popular de la idea de back to the future. La Bandera de Chile flamea junto a la Wenufoye y Wiphala en una marcha a medio día por Santiago. Las correlaciones semánticas entre la heráldica decimonónica, que nos acompañan enmarcándonos desde entonces, y un aparente proyecto de “unidad nacional” se presentan cada vez menos plausibles si no se remedian, en todos los sentidos del concepto, así como lo hizo Elvira Hernández y ahora Luis Correa-Díaz. Por esto mismo, repensar las heráldicas implica complejizar el entramado nacional, y repensar los referentes transhistóricos desde sus bases.

Los puntos que aquí recojo son sólo una muestra del agudo trabajo lírico de Correa-Díaz. Un trabajo que no sólo exige repensar los soporte y referentes en la producción poética nacional, sino también permitirse el juego con la virtualidad de las palabras y los blasones de la patria. Citaría aquí el poema 33 (58-59), pero esto ya es tarea lectora más amplia.

 

Addendum

 

Imbunche

 

 

ChatGPT

 

 

Poema “La Ley” (2023)

 

 

 

 

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[1] Entre sus libros de poesía de cuentan: New Hope Rd  (por venir), Trilogía pro tempore (por venir), El Escudo de Chile (2023-2022), Valparaíso, puerto principal (2022), Ingeniería solar (2022), Crónicas-in memoriam-s & ofrendas (2022), Americanalcd (2021), metaverse (2021), Haikus nada más (2021), Los Haikus de Gus (2021 y 2020), Maestranza de San Eugenio… (2020), Diario de un poeta recién divorciado (2020 y 2005), … del amor hermoso (2019), impresos en 3D (2018), clickable poem@s (2016), Cosmological Me (2017 y 2010), Mester de soltería (2008 y 2006), Bajo la pequeña música de su pie (2022 y 1990).

[2] El lema del primer Escudo de Chile (1812-1819), propuesto por José Miguel Carrera y que funcionó durante el período de la Patria Vieja, decía arriba: Post Tenebras Lux (Después de las tinieblas la luz) y abajo Aut Consilio Aut Ense (Por el consejo o por la espada) y en vez del huemul y el cóndor aparecía una pareja de indígenas, lanzas cruzadas, al centro una columna, y arriba una estrella que sobrevivió en las transiciones hasta llegar a la versión del emblema actual desde 1834.

[3] Véanse, al final de estas páginas, como addendum, la persistencia de estos rasgos en dos poemas de lcd que parecen continuar El Escudo de Chile.

 

 

 

 

 

*(Concepción-Chile, 1995). Artista visual y poeta. Licenciada en Lingüística y Literatura hispánica por la Universidad de Chile. En la actualidad, cursa estudios de magíster en Literaturas hispánicas en la Universidad de Concepción (Chile). Se ha desempeñado como gestora cultural en espacios comunitarios dirigiendo talleres de escritura, lectura y oficios textiles. Parte de su trabajo poético ha sido publicado en Maleza: escritos literarios diversos (2021), libro antológico electrónico: www.malezaescritosliterariosdiversos.neocities.org

 

 

 

**(Chile). Poeta. Miembro correspondiente de la Academia Chilena de la Lengua y de la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba (España). Se desempeña como profesor de Digital Humanities y Human Rights en la Universidad de Georgia (EE.UU.). Autor de varios libros y artículos críticos. Destacan el e-book colectivo Poesía y poéticas digitales/electrónicas/tecnos/New-Media en América Latina: Definiciones y exploraciones (2016), La futuridad absoluta de Vicente Huidobro (2018), Novissima verba: huellas digitales/cibernéticas en la poesía latinoamericana (2019), Latin American Digital Poetics (2022). Ha publicado en poesía Crónica, in memoriam-s & ofrendas (2022), Americana-lcd (2021), metaverse (2021), Haikus nada más (2021), Los Haikus de Gus (2021 y 2020), Maestranza de San Eugenio… (2020), Diario de un poeta recién divorciado (2020 y 2005), … del amor hermoso (2019), impresos en 3D (2018), clickable poem@s (2016), Cosmological Me (2010 y 2017), Mester de soltería (2008 y 2006). Su email es: correa@uga.edu

 

 

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