Por: T.S. Eliot*
Traducción: Fernando Vargas
Crédito de la foto: www.youtube.com
7 rutilantes poemas de T.S. Eliot
La Canción de Amor de J. Alfred Prufrock
Vamos pues tu y yo,
cuando la tarde se estira contra el cielo
como un paciente anestesiado sobre una mesa;
vamos pues, a través de ciertas calles semidesiertas,
los susurrantes asilos
de noches inquietas en baratos hoteles de una noche
y restaurantes de aserrín con conchas de ostras:
Calles que siguen como un argumento tedioso
de intención engañosa
para conducirte a una pregunta agobiante…
Oh, no preguntes, “¿Qué es?»
Vamos pues y hagamos nuestra visita.
En el cuarto las mujeres van y vienen
hablando de Miguel Ángel.
La neblina amarilla que frota su espalda contra el cristal de la ventana,
el humo amarillo que frota su hocico contra el cristal de la ventana,
lamió su lengua en los rincones de la tarde,
se demoró sobre los pozos que permanecen en los desagües,
dejó caer sobre su espalda el hollín que cae de las chimeneas,
se deslizó por la terraza, dio un salto repentino,
y viendo que era una suave tarde de octubre,
se enredó alrededor de la casa y se quedó dormida.
Y en verdad habrá tiempo
para el humo amarillo que se desliza a lo largo de la calle
frotando su espalda sobre los cristales de la ventana;
habrá tiempo, habrá tiempo
de preparar un rostro para encontrar los rostros que encuentres;
habrá tiempo para asesinar y crear,
y tiempo para todas las obras y los días de manos
que levantan y dejan caer una pregunta en tu plato;
tiempo para ti y tiempo para mí,
y un tiempo aun para un ciento de indecisiones,
y para un ciento de visiones y revisiones,
antes de tornar la tostada y el té.
En el cuarto las mujeres van y vienen
hablando de Miguel Ángel.
Y en verdad habrá tiempo
para preguntarse, «¿Me atrevo?», y, «¿Me atrevo?»
Tiempo para voltearse y descender la escalera,
con una mancha en el medio de mi pelo
(Ellos dirán: «i Cuán delgados están sus piernas y sus brazos!»)
Mi abrigo mañanero, mi cuello que sube firmemente al mentón,
mi rica y modesta corbata, pero sostenida por un simple alfiler
(Ellos dirán: «i Pero que delgados están sus piernas y sus brazos!»)
¿Me atrevo
a perturbar el universo?
En un minuto hay tiempo
para decisiones y revisiones que un minuto anulará.
Porque las he conocido todas, todas las he conocido
He conocido las noches las mañanas, y las tardes,
he medido mi vida con cucharitas de café;
conozco las voces muriendo con una caída mortal
bajo la música de un cuarto más lejano.
¿Entonces cómo podría yo presumir?
Y he conocido los ojos ya, todos los he conocido
los ojos que te fijan en una frase formulada,
y cuando estoy formulado, tendido sobre un alfiler,
cuando estoy clavado y estrujado sobre un muro,
¿entonces cómo debería empezar
a escupir todas las colillas de mis maneras y mis días?
¿Y cómo podría entonces presumir?
y he conocido todos los brazos, todos los he conocido
brazos con brazaletes y blancos y desnudos
(Pero a la luz de la lámpara, derribados con claro pelo marrón!)
Es el perfume de un vestido
que me hace tanto divagar?’
Brazos que yacen a lo largo de una mesa, o envueltos alrededor de un chal.
¿Y debería entonces presumir?
¿Y cómo debería empezar?
¿Diré, que he ido en el crepúsculo a través de estrechas calles
y observado el humo que se alza de las pipas
de hombres solitarios en mangas de camisa, asomándose por las ventanas?…
Yo debí haber sido un par de garras rotas
barrenando el suelo de mares silenciosos.
Y la tarde, la noche, duerme tan apacible!
Suavizada por largos dedos,
dormida… cansada… o finge,
estirada en el suelo, aquí entre tú y yo.
Debería, después del té, los bizcochos y los helados,
tener la fuerza de forzar el momento hasta su crisis?
Pero aunque he llorado y apresurado, llorado y orado,
aunque he visto mi cabeza (haciéndose ligeramente calva)
traída en una bandeja,
no soy profeta, y aquí no hay gran asunto;
he visto el momento de mi grandeza vacilar,
y he visto el eterno Lacayo agarrar mi abrigo, y reír disimuladamente,
y en pocas palabras, tuve miedo.
Y hubiese valido la pena, después de todo,
después de las tasas~ la mermelada, el té,
entre porcelana, entre alguna conversación entre tú y yo,
hubiese valido la pena,
haber penetrado el asunto con una sonrisa,
haber comprimido el universo en una bola
y hacerla rodar hacia alguna pregunta abrumadora,
Decir: «Soy Lázaro, vengo de los muertos,
vengo a decírtelo todo, todo te lo diré».
Si uno poniéndose una almohada en su cabeza,
Dijese: «Eso no es lo que quise decir del todo.
No es esto de ninguna manera.»
Y hubiese valido la pena, después de todo,
hubiese valido la pena mientras tanto.
después de las puestas de sol y de entrada los patios de y las calles lloviznadas,
después de las novelas, después de las tazas de té, después de las faldas que se arrastran a lo largo
del suelo
y esto y tanto más?
Es imposible decir lo que quiero decir!
Pero como si una linterna mágica lanzara los nervios en figura sobre la pantalla:
Hubiese valido la pena
si uno, colocando una almohada o quitándose una manta,
y volteándose hacia la ventana, dijera:
«No es esto de ningún modo,
No es esto lo que quería decir, de ningún modo.»
No! No soy el príncipe Hamlet ni he pretendido serlo;
soy un señor asistente, alguien a quien bastará
avanzar, comenzar una escena o dos,
aconsejar al príncipe; sin duda, una herramienta fácil,
deferente, alegre de ser usada,
política, cuidadosa y meticulosa;
lleno de alta sentencia, pero un poco obtuso,
a veces, en verdad, algo ridículo
casi, a veces, el Tonto.
Envejezco… Envejezco…
Llevaré arremangados los ruedos de mis pantalones.
¿Me partiré el pelo delante? Me atreveré a comer un durazno?
Me pondré pantalones blancos de franela y caminaré sobre la playa.
He oído las sirenas cantándose recíprocamente.
No pienso que me canten a mí.
Las he visto cabalgando hacia el mar sobre las olas
peinando el pelo blanco de las olas sopladas hacia atrás
cuando el viento sopla el agua blanca y negra.
Nos hemos detenido en las cámaras del mar
por niñas marinas adornadas con algas marinas rojas y marrones
hasta que voces humanas nos despiertan, y nos ahogamos.
Histeria
Mientras ella reía fui consciente de estarme envolviendo en su risa y ser parte de ella, hasta que sus dientes fueron sólo accidentales estrellas con talento para marchas militares. Fui atraído por cortos suspiros, inhalados a cada recuperación momentánea, perdido finalmente en las oscuras cavernas de su garganta, pulverizado por el oleaje de músculos invisibles. Un camarero mayor con manos temblorosas estaba apresuradamente extendiendo un mantel rosado y blanco sobre la herrumbrosa mesa verde de hierro, diciendo «Si la dama y el caballero desean tomar el té en el jardín, si la dama y el caballero desean tomar el té en el jardín…». Yo decidí que si el palpitar de sus pechos pudiese ser detenido, algunos de los fragmentos de la tarde podrían ser recogidos, y concentré mi atención con cuidadosa sutileza a este fin.
El Director
Desdicha al desdichado Támesis
Que fluye tan cerca del Espectador
El director
Conservador
Del Espectador
Corrompe la brisa
Los accionistas
Reaccionarios
Del Espectador
Conservador
Con los brazos enlazados
Dan vueltas
A paso de lobo.
En un desagüe
Una niña
En harapos
De nariz achatada
Mira
Al director
Del Espectador
Conservador
y muere de amor.
Mezcla adulterio de todo
En América, profesor;
En Inglaterra, periodista;
Es a grandes pasos y en sudor
Que ustedes seguirán mi pista.
En Yorkshire, conferenciantes;
En Londres, un poco banquero
Se burlarán de mí.
Es en París que yo me pongo
Casco negro de nomeimportista.
En Alemania, filósofo
Sobreexcitado por Emporheben
A gran aire de Bergsteigleben;
Yo yerro siempre de aquí allá
A diversos golpes de tralalá
De Damas hasta Omaha.
Yo celebraré mi día de fiesta
En un oasis del África
Vestido de piel de jirafa.
Mostrarán mi cenotafio
En las costas ardientes de Mozambique.
Luna de miel
Ellos han visto los Países Bajos, regresan a Tierra Alta;
Pero una noche de verano, helos aquí en Ravena,
Cómodos entre dos sábanas, con doscientas pulgas,
El sudor estival y un fuerte olor a perra.
Reposan sobre las espaldas abriendo las rodillas
De cuatro piernas fofas todas hinchadas de mordidas.
Se levantan las sábanas para mejor rascarse
A menos de una legua de aquí esta Saint Apollinaire
En clase, basílica conocida de los aficionados
De capiteles de acanto que sacude el viento.
Van a tomar el tren de las ocho
Prolongar sus miserias de Padua a Milán
Donde se encuentra la Cenne y un restaurant barato
El piensa en las propinas y redacta la cuenta
Habrán visto la Suiza y atravesado Francia
y Saint Apollinaire, terco y ascético,
Vieja fábrica desafectada de Dios, mantiene aún
En sus piedras derrumbadas la forma precisa de Bizancio.
En el restaurante
Mire, mire, amo, aquí vienen dos orugas religiosas.
El judío de Malta.
El camarero arruinado que no tiene nada que hacer
Que rascarse los dedos e inclinarse sobre mi espalda
«En mi país hará tiempo lluvioso,
Viento, gran sol y lluvia,
Es lo que se llama el día de la limpieza de los mendigos,
(Conversador, babosa, con la crupa redonda
Te rue«0′ al menos, no echar baba en la sopa)
«Los sauces mojados y botones sobre las espinas
Es ahí en el chubasco que uno se abriga
Yo tenía siete años, ella era más pequeña.
Ella estaba toda mojada, yo le di prímulas».
La mancha de su chaqueta suben a treinta y ocho
Yo le hacía cosquillas para hacerla reír
Yo sentía un instante de poder y delirio
Pero entonces, viejo lubrico, en esa edad
j Señor el hecho es duro
Vino a molestarnos, un perro grande.
Yo tenía miedo y le deje a medio camino.
Es una pena».
¡Pero entonces, tú tienes tu buitre!
Vete a limpiar los pliegus del rostro;
Toma mi tenedor, limpiaste el cráneo,
¿De qué derecho te paga tu experiencia como yo?
Toma, diez chelines para la sala de baños.
Flebas, el fenicio, durante quince días ahogado,
Olvidaba el grito de las gaviotas y la de Cornualles
y los beneficios y las pérdidas y la carga de estaño.
Una corriente submarina lo llevó muy lejos;
Pasándolo por las etapas de su vida anterior.
Figúrese usted entonces, fue una suerte penosa.
Sweeney entre los ruiseñores
Sweeney cuello de simio extiende sus rodillas
Descolgando sus manos para reír,
Hinchándose hasta parecer Jirafa
Los círculos de la luna tormentosa
Se deslizan hacia el este, hacia el río de la Plata.
La Muerte y el cuerpo se desvían arriba
Y Sweeney guarda los pórticos encornados.
El tenebroso Orión y el perro
Están velados; y calmados los estremecidos mares;
La persona en la capa española
Trata de sentarse sobre las rodillas de Sweeney;
Resbala y empuja el mantel de la mesa
Vuelca una taza de café
Se reorganiza en el suelo
Bosteza y se sube una media;
El hombre silencioso vestido de marrón moka
Se deja caer en el alfeizar de la ventana y bosteza;
El camarero trae naranjas
Bananas, higos y uvas de invernadero;
El silencioso vertebrado marrón
Se contrae y concentra, se quita;
Rachel Née Rabinovich
Arranca las uvas con garras asesinas;
Ella y la dama en la capa
son sospechosas, se piensa están ligadas;
Por lo tanto el hombre con ojos pesados
Rechaza el gambito, muestra fatiga;
Deja el cuarto y reaparece
Fuera de la ventana, inclinándose
Ramas de glicinas
Circunscriben una mueca dorada.
El anfitri6n conversa con alguien indistinto
Conversa aparte en la puerta,
Los ruiseñores están cantando cerca
Del convento del Sagrado Corazón
Y cantaron dentro de la arboleda sangrienta
Cuando Agamenón gritó
Y dejaron caer su líquido dividido
Para mancillar el duro, deshonrado sudario.
Los hombres huecos
Un penique para el viejo guy
Somos los hombres huecos
Somos los hombres rellenos
Inclinándonos juntos
Casco lleno de paja. ¡Alas!
Nuestras voces secas, cuando
Susurramos juntos
Son quietas y sin sentido
Como viento en hierba seca
O patas de rata sobre cristal roto
En nuestra seca celda.
Figura sin forma, matiz sin color,
Fuerza paralizada, gesto sin movimiento;
Aquellos que han cruzado
Con ojos directos al otro Reino de la Muerte
Nos recuerdan -si acaso- no como perdidas
Almas violentas, sino sólo
Como los hombres huecos
Los hombres rellenos.
II
Ojos que no me atrevo a encontrar
En el otro reino del sueño de la muerte
Estos no aparecen
Allí, los ojos son
Luz de sol sobre una columna rota
Allí, está un árbol balanceándose.
Y voces están
En el viento cantando
Más distantes y más solemnes
Que una estrella desfalleciente.
No me deje que esté más cerca
En el reino del sueño de la muerte
Déjenme usar
Tan deliberado disfraz
Abrigo de rata, piel de cuervo, tablas cruzadas
En un campo
Comportándose como el viento se comporta
No más cerca-
No ese encuentro final
En el reino del crepúsculo
III
Esta es la tierra muerta
Esta es la tierra de cactus
Aquí las imágenes de piedra
Se levantan, aquí ellas reciben
La suplicación de la mano del muerto
Bajo el parpadeo de una estrella desfalleciente.
Y así es
En el otro reino de la muerte
Levantándonos solos
A la hora en que estamos
Temblando con ternura
Labios que besarían
De Oraciones a piedra rota
IV
Los ojos no están aquí
Andamos a tientas
y evitamos la palabra
Reunidos sobre esta playa del río hinchado
Sin mirada, a menos que
Los ojos reaparezcan
Como la estrella perpetua
Rosa de muchos pétalos
De reino crepuscular de la muerte
Rosa de muchos pétalos
De reino crepuscular dela muerte
La esperanza solo
De hombres vacíos.
V
Aquí vamos alrededor del cactus
Cactus cactus
Aquí vamos alrededor del cactus
A las cinco de la mañana
Entre la idea
Y la realidad
Entre el movimiento
Y el acto
Cae la sombra
Porque tuyo es el reino
Entre la concepción
Y la creación
Entre la emoción
Y la respuesta
Cae la sombra
La vida es muy larga
Entre el deseo
Y el espasmo
Entre la potencia
Y la existencia
Entre la esencia
Y el descenso
Cae la sombra
Porque tuyo es el reino
Esta es la forma en que acaba el Mundo
Esta es la forma en que acaba el Mundo
Esta es la forma en que acaba el Mundo
No con un estallido, sino con un murmullo.
El viaje de los magos
«Una ida llegada tuvimos,
Justo el peor tiempo del año
Para un viaje y un viaje tan largo:
Los caminos profundos y el viento impetuoso,
La muerte verdadera del invierno.»
Y los camellos gastados, heridos, refractarios,
Yacían en la nieve derretida.
A veces lamentamos
Los palacios de verano sobre declives, las terrazas,
y las niñ.as de seda trayendo sorbetes.
Luego los hombres de los camellos maldiciendo y refunfuñando
Y escapándose, y deseando licor y mujeres,
Y los fuegos nocturnos extinguiéndose y la ausencia de grillos,
Y las ciudades hostiles los pueblos enemigos
Y las aldeas sucias y poniendo altos precios:
Un tiempo duro tuvimos.
Al final preferimos viajar toda la noche,
Durmiendo en arrebatos,
Con las voces cantando en nuestros oídos y diciendo
Que todo era una locura.
Entonces al alba descendimos a un valle templado,
Húmedo, debajo la línea de nieve, oliente a vegetación,
Con una corriente desplazándose y un molino de agua sacudiéndose
En la oscuridad,
Y tres árboles en el cielo bajo.
Y un viejo caballo golpeaba en el prado.
Luego llegamos a una taberna con hojas de parra sobre el dintel,
Seis manos en una puerta abierta manoseando piezas de plata,
Y pies pateando los vacíos pellejos de vino.
Pero no había información y así continuamos
Y llegamos por la mañana, en un momento no muy temprano
Encontrando el lugar; que fue (pueden decirlo) satisfactorio.
Todo esto fue hace mucho tiempo, recuerdo,
Y lo haría otra vez, pero considera
Esto considera
Esto: ¿Hicimos todo este camino para
El Nacimiento o la Muerte? Hubo un Nacimiento, ciertamente,
Teníamos evidencia y ninguna duda. He visto el nacimiento y la muerte,
Pero había pensado que eran diferentes; este Nacimiento fue
Una dura y amarga agonía para nosotros, estos Reinos,
Pero no más en reposo aquí, en la antigua dispensación,
Con un pueblo extranjero empuñando sus Dioses.
Yo me alegraría de otra muerte.
El cultivo de los árboles de navidad
Hay varias actitudes hacia la Navidad,
Alguna de las cuales podemos pasar por alto:
La social, la adormecida, la patentemente comercial,
La alborotada (los bares abiertos hasta la medianoche)
Y la infantil -que no es la del niño
Para quien la vela es una estrella y el ángel dorado
Extendiendo sus alas en la cima del Árbol de Navidad
No es sólo una decoración, sino un ángel
El nido se maravilla en el Árbol de Navidad:
Dejen que continúe en el espíritu de maravilla
En la fiesta como un acontecimiento no aceptada como un pretexto;
De tal forma que el arrebatamiento brillante, la sorpresa
Del primer Árbol de Navidad recordado,
De tal manera que las sorpresas, deleite en nuevas posesiones
(Cada una con su peculiar y excitante olor),
La espera del ganso o el pavo
y el esperado miedo en su aparecer,
De tal forma que la reverencia y la alegría
No sean olvidadas en experiencias posteriores,
En el hábito aburrido, la fatiga, el tedio,
La conciencia de la muerte, la conciencia del fracaso,
O en la piedad del converso
La cual puede ser corrompida por vanidad
Displicente a Dios e irrespetuosa con los niños
(Y aquí recuerdo también con gratitud a
Santa Lucía, su cancioncilla y su corona de fuego):
De tal forma que antes del fin, la ochentava Navidad
(Por ochentava quiero decir cualquiera que sea la última)
Los recuerdos acumulados de la emoción anual
Sean concentrados en una gran alegría
La cual será también un gran miedo, como en la ocasión
En que el miedo vino a cada alma:
Porque el comienzo nos recordará del fin
Y la primera venida la segunda venida.
Dificultades de un Estadista
¿Gritar qué gritaré?
Toda carne es hierba: incluyendo
Los compañeros del Baño, los Caballeros del Impero
Británico, Los Caballeros
Oh Caballeros! de la Legión de Honor,
La Orden del Águila Negra (Ira. y 2da. clase),
Y la Orden del Sol Naciente.
¿Gritar qué gritaré?
Lo primero que hay que hacer es formarlos Comités:
Los consejos consultivos, consejos de puestos, comités selectos
Y subcomités.
Un secretario bastará para varios comités.
¿Qué gritaré?
Arthur Edward Cyril Parker es nombrado operador telefónico
Con un salario de un libra y diez a la semana aumentado por
incremento anual de cinco chelines
A dos libras y diez a la semana; con bonos de treinta chelines en Navidad
y una semana de vacaciones al año.
Un comité ha sido nombrado para nominar una comisión
De ingenieros
Para considerar el Abastecimiento de Agua.
Una comisión es nombrada
Para trabajos públicos, mayormente el asunto de
reconstrucción de las fortificaciones.
Una comisión es nombrada
Para conferir con la Comisión Volsciana
Sobre la paz perfecta: los flecheros y constructores de jabalina y los forjadores
Han nombrado un comité corgunto para protestar contra la
reducción de
órdenes
Mientras tanto los soldados sacuden dados en las marchas
y las ranas (Oh Mantuan) croan en los pantanos.
Luciérnagas relampaguean contra las débiles velas relampagueando.
¿Qué gritaré?
Madre madre
Aquí está la fila de los retratos de familia, bustos empañados,
Todos pareciendo extraordinariamente
Romanos,
Extraordinariamente parecidos, ensanchados sucesivamente por el resplandor
De los sudorosos portadores de antorchas, bostezando.
Oh escondidos bajo el… escondido bajo el… donde las patas
De las palomas descansaban cerradas por un momento,
Un momento quieto, reposo del mediodía, puestas bajo las más altas ramas del más ancho
Árbol de mediodía
Bajo el pecho de palomas movidas por el pequeño viento después del mediodía
Ahí el ciclamen extendía sus alas, ahí la clemática se inclinaba
Sobre
El dintel
Oh Madre (no entre estos hustos, todos correctamente inscritos)
Yo una vabeza cansada entre estas cabezas
Cuellos fuertes para soportarlas
Narices fuertes, para romper el viento
Madre
Que no estemos alguna vez, casi ahora, juntos,
Si las , inmolaciones, oblaciones, suplicaciones,
Están ahora observadas
Que no estemos
Oh, escondidos
Escondidos en la quietud del mediodía, en la croante noche silenciosa.
Ven con el movimiento del ala del pequeño murciélago, con el pequeño resplandor de la
luciérnaga o iluminado gorgojo,
«Levantándose y cayendo, coronados con polvo», las pequeñas criaturas,
Las pequeñas criaturas gorjean levemente a través del polvo,
a través
De la noche.
Oh Madre
¿Qué gritaré?
Pedimos un comité, un comité representativo, un comité de
Investigación
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