Por Tamara Orellana Valdivieso*
Crédito de la foto Nicolás Torres
7 poemas de Lubricán (inédito),
de Tamara Orellana Valdivieso
Himen
Guardo un instante de silencio
por cada vez que dejé de ser virgen,
cuando un hombre penetró en mí
y quedé sangrando
después del amor.
Labios Lábiles
Al final, todo se resume
a unos labios entreabiertos
-los míos-
contra mis comisuras
se agolpa tu jadeo,
tu respiración.
Mis labios emergen
irritados por el roce
enrojecidos e inflamados
de tus mordidas y tus besos.
¡Ah, labilidad…!
Lamia
No te resistas más.
Tú sabes que tu vida
luciría preciosa
en mi boca
Medusa
No es infundado este miedo:
Espoleados por tu furor
se vuelven sierpes
mis cabellos.
Tanto temes
acabar fulminado
que para mirarme a los ojos
necesitas un espejo
Belladona
¿Tendré que ponerme belladona en las pupilas, querido,
para que entiendas?
¿Tendré que recurrir cada noche a la belladona
para que me creas
que no es una noche sino a ti
a quien quiero?
Lástima,
lástima no ser capaz ya de mover los labios
para decirte,
para que entiendas
Lástima
tener que usar la poca vida que me queda
en envenenarme lenta, silenciosamente
para disipar tus miedos
Caeré muerta en tus brazos
cuando por fin me creas.
El Diseño Perfecto
Me dice, parafraseando a Saint-Exupery,
mientras juguetea con un cuchillo en la mano,
que el diseño perfecto se alcanza
no cuando no hay nada más que añadir,
sino nada más que quitar.
Le contesto que me encantan los adornos,
sólo para no tener que confesar
que anhelaría la misma pulcritud
en cuestión de amores:
Limpiarme de todos los innecesarios
y que quedara sólo aquél
a quien no se pudiera quitar.
Ofrenda
No necesitas confesarlo.
Yo sé.
Me buscas en tus libros,
me llamas con canciones.
Mi más mínimo gesto,
no sabes cómo, se queda
y te acompaña el resto del día.
Pero si lo quieres,
tienes que pedirlo.
Nunca han concedido nada los dioses
a quien no se inclina.