Por Ana Minga
Crédito de la foto (izq.) Guillermo Vicuña /
(der.) Ed. Cascahuesos
5 poemas de «La hora del diablo» (2018),
de Ana Minga
I
Mi corazón es un vigía que fuma. Los
versos ahora son ojos ciegos.
Cuando nací nació un inútil que para
curarse del frío utiliza el alcohol y grita
antes de caer fusilado.
Sé que te debo una dedicatoria pública
pero temo el ridículo y opto por la
mudez de los espejos.
Pero debes saber que eres toda mi
cabeza perdón por esconder las
palabras la disnea sólo ofrece vértigo y
nada vuelve salvo los nombres que se
lanzan al eco.
II
¿Qué mística tiene el azar?
El circo llegó y yo estoy intacto con el
mismo miedo de que un estruendo nos
triture como los dientes a las frutas.
La guerra se acerca dicen yo estiro mi
mano para topar la lluvia lavarme y
esperar limpio la cena con los muertos.
La guerra que veré desde mi ventana no
arrullará al niño que corre detrás de la vida.
Guerra:
la excusa de los dioses frente a su muerte.
III
¿Has visto el mar con pausa? Está
trizado la espuma en su boca no lo deja
respirar su aliento a sal lo aleja de
Dios.
Está cojo
parece que una piedra lo golpeó
está solo como el decepcionado que observa
su verdad.
A veces se mueve furioso
porque jamás tendrá un cuerpo sobre el cual
……….morir.
Lentamente mira el mar y di mi nombre
pues, allí está la memoria llena de
leones que juegan en la arena.
IV
No hay ceguera este túnel ya surgió
con el abandono y el abandono nació
conmigo.
No hay ceguera sólo es oscuridad que morirá
al final del túnel como el abandono en mi
sombra.
XXV
Si estuvieras aquí en este
encierro suplicaría una
vez más que no me
abandones porque
sencillamente es feo
sentirse moribundo.
Pero ya no importa es
media noche mi carne
una llaga la suerte está
en otro lado nos
encontraremos abajo
donde todo es tierra y
más ausencia.