Nota, selección de poemas y fotos por Aleyda Quevedo Rojas
Crédito de la foto la autora
13 voces del 29 Encuentro Internacional
de Poetas Mujeres de Cereté-Colombia (2022)
Donde la poesía tiene el color del río de la vida…
Cereté, municipio colombiano ubicado en el departamento de Córdova. Esta es la descripción de Wikipedia. Mi descripción va así: Cereté, ciudad bañada por el río Sinú, tierra caliente donde cerca de 100 mil almas y cuerpos respiran aromas de mango, mamoncillo, plátano, ñame y corozo. Cereté, la tierra donde el poeta Raúl Gómez Jattin (Cartagena de Indias, 1945-1997) pasó su infancia y gran parte de su madurez, y quien es uno de los más grandes poetas que ha dado Colombia a la literatura.
Cereté, destino poético porque allí, desde hace 29 años, la lideresa y amante de la poesía, Lena Reza (quien fue amiga de Gómez Jattin), decidió convocar a otras mujeres lectoras, que se convirtieron en la legión de los ángeles clandestinos, para gestionar juntas, el Encuentro de Mujeres Poetas de Cereté. Un encuentro que privilegia las voces de poetas mujeres de Colombia y del mundo. Imaginen varias noches donde mujeres de distintas edades, lugares de Colombia y del mundo, leen versos en voz alta.
Cereté, un lugar donde la gente se sienta a escuchar a las poetas con absoluta concentración, como si de privilegiar la belleza se tratara; como si la poesía pudiera salvarlos por algunas horas de la desigualdad, la violencia y la guerra. Cereté un lugar donde la poesía recorre auditorios, salas, escuelas y colegios, casas de cultura, hasta llegar a los patios de las casas de sus habitantes, que reciben a las poetas con café, bollo limpio o tortas de maíz, solamente para compartir versos, sonetos, canciones o bailar porro. Cereté, destino poético que en 2023 cumple 30 años de vida.
He tenido el placer literario de viajar dos veces a Cereté; de ser invitada en dos ocasiones, la primera fue hace 16 años, y la segunda en noviembre pasado, y en las dos ocasiones, he podido constatar que la poesía es uno de los más fuertes y luminosos hilos del tejido social y cultural que nuestros pueblos deben entrelazar, junto con el amor por la lectura, la escritura y los espacios de diálogo.
Luego de la noche de gala inaugural del Encuentro, que le rindió homenaje a la poeta barranquillera Meira DelMar en el centenario de su nacimiento, y que este año se realizó del 15 al 19 de noviembre, en los acogedores espacios del Centro Cultural Raúl Gómez Jattin, con la participación virtual y presencial de 46 invitadas nacionales e internacionales, quedé maravillada escuchando la fuerza de una joven poeta cereteana, me refiero a Carmen Alicia Pérez. Después de la Gala, pudimos conversar y me reveló que hace 16 años, cuando era ella una niña y yo una joven poeta, fue a escucharme, que no me olvidó y sigo leyéndome en las redes; que fue miembro activo del taller literario Raúl Gómez Jattin, que estudió y se licenció en lengua castellana en la Universidad de Córdova; y que tiene una hija a la que ama tanto como a la poesía. Ahora Carmen Alicia, tiene la misma edad de mi hija, y me regaló su primer libro publicado Silencio en el espejo. Esta escritora es fruto de lo que el Encuentro Internacional de Poetas Mujeres de Cereté ha sembrado a lo largo de 30 años.
Larga vida a este Encuentro Internacional de Poesía, que, como pocos en América Latina, ha sabido sobrevivir y gestionar fondos públicos y privados de forma transparente, sin promocionar a su director o directora; logrando movilizar a sus autoridades locales y a sus habitantes, desde el trabajo comunitario de sus docentes y estudiantes, mediadores y ángeles clandestinos, esos amigos incondicionales y amorosos que Raúl Gómez Jattin inmortalizó en sus versos.
Un modelo de gestión de un encuentro de literatura que muchos países deberían imitar, porque aquí todos se involucran: el Estado a través del Ministerio de Cultura y la Alcaldía de Cereté; El Banco de la República; editoriales independientes como Ediciones Corazón de Mango y Ediciones Exilio; los amigos de Lena y los amantes de la poesía; restaurantes locales que ofrecen cenas a las poetas invitadas; los medios de comunicación y los centros de educación. Larga vida a Lena Reza, una apasionada del arte de la poesía; una gestora cultural que le apostó toda su energía a la literatura.
Creo que, en adelante, cuando escuchen o lean la palabra Cereté, pensarán en un largo río de voces femeninas leyendo versos. O quizá, vayan directo a buscar los poemas de Raúl Gómez Jattin, aunque también podrían asociar Cereté, con un destino poético en Colombia, donde la vida tiene el color de las mujeres que escriben poesía, que es como el color del río de la vida…
Para los lectores de Vallejo & Co. he preparado esta selección de poemas de 13 voces de las 46 que participaron este 2022 en Cereté. Se me quedan muchas más por fuera, pero estas poetas son a las que pude leer en libros, además de escucharlas en vivo. La lectura de poesía siempre exige esos dos momentos: el de la escucha en voz alta y el de la lectura en silencio.
Buena lectura y serenas fiestas y que la poesía siga siendo la única compañía en el 2023.
Muestra de poemas
Carmen Alicia Pérez
(Cereté-Colombia, 1992)
Olvido
No existe presente, solo pasado,
el recuerdo más pesado
es el que menos agrieta la memoria,
y en los recovecos de la misma
se asienta la tragedia;
las heridas más antiguas,
llenas de rocío, siempre salado.
No hay diferencia entre soñar y caminar.
Siempre hay una mujer de piel ajada
que juega con las ruinas
de los cachivaches de sus hijos,
y en ese trance se hace polvo,
porque está entretejida de escombros,
de lágrimas que el cemento no seca.
¿Para qué presente y futuro,
si el pasado es la tierra
que pisa todos los días?
aunque se hunda,
aunque después se vuelva tierra
para abrazar los huesos de los hijos.
Mery Yolanda Sánchez
(El Guamo, Tolima-Colombia, 1956)
Foto fija
Ayer la escena congelada
repetida y ampliada en esquinas de ciudad.
Hoy tienen instrumentos, cantan y bailan
un cara y sello en el asombro de los niños.
¿Quién detrás de esta familia
espera las monedas para permitirles
que cojan el paso hacia la vida?
¿Quién pone el precio a los pies de la mujer
que perdió los zapatos entre el arroz
al querer huir con una semilla
y ahora danza en calles sin tierra?
Eliana Díaz
(Barranquilla-Colombia, 1987)
Lista de compras
Cuando bajo hasta el pueblo
llevo en mi bolso una lista de compras.
El camino se torna alegre.
desprevenido
(nunca pienso en que pude olvidar
los asuntos importantes).
Una lista es un objeto hecho de infinito,
reside allí todo lo ausente:
Lo que viene a las despensas de tu mundo
Lo que no puedes sembrar en tu patio
Lo que no es raíz de amargura
Eso que de tanto mirar el bosque
decrece
y se sacrifica.
Monique Facuseh
(Santa Marta-Colombia, 1964)
Con el tiempo todo
se fija con más fuerza:
El carácter.
La transitoriedad.
Sabes que no es la vida.
Lo grave está
en alguna dimensión
donde no tienes potestad.
En lo más recóndito
te habita ese animal
y es él quien te alimenta,
te domina como
fiera de circo
y el que tal vez esté
entre estas líneas
esperando,
agazapado.
Lo grave emerge de ti
y lo grave es de cuidado.
Nora Carbonell Muñoz
(Barranquilla-Colombia, 1953)
Memoria de la brisa
Mirarme en el espejo
-visión, presentimiento-
es regresar al balcón
de brisa y agua
suspendido entre la noche fugitiva
y mis ojos
que han soñado tanto.
Irina Henríquez
(San Juan Nepomuceno, Bolívar-Colombia, 1988)
Nocturno vegetal
Por la noche
cuando todos duermen,
crecen las plantas a otra velocidad.
La flor se abre,
su pistilo tiembla en la dicha de su savia
y no podemos atestiguarlo.
No corre igual el tiempo en esas horas.
En la corteza del árbol
gira el hoyo del carpintero
y en él pone sus huevos de misterio.
El viento columpia en las ramas
su danza temblorosa
y caen las semillas de la tierra.
A veces, cuando todos duermen,
me deslizo entre las sombras
a anhelar los secretos de las plantas,
a saciarme en sus olores,
a tomar con mi lengua
sus aguas verticales.
Yadira Vidal
(Ungía, Darién-Caribe Colombiano, 1986)
Las cocineras
Son pájaros color berenjena
hacen su nido en tierras bajas, donde el sol
camina en un verano permanente.
Las cocineras tuestan sus alas en los matorrales,
ven pasar a los campesinos
que no les gusta escucharlas,
si oyen su canto más de tres veces
alguien cercano se irá antes que la rueca solar de otro giro,
ese anuncio es irrefutable, si el canto se escucha
y un relámpago ilumina el horizonte
Agachada entre matorrales escuchaba su fiesta
como si el arroz se cociera en el caldero,
su canto advertía la visita del aguacero,
como rosario, el tamiz del cielo se desgranaba y alguien decía:
una bruja se ha casado.
El arcoíris nacía el índice de un dios indio,
yo permanecía agazapada entre hojas de mafafa
viendo a las cocineras arropadas con su plumaje
en las ramas de los guayabos.
Algunos creen que son mariamulatas,
pero no, las cocineras
no en vano reciben este nombre
ellas no solo cantan,
también cocinan,
sazona su canto el paisaje que habitan.
Ángela Acero Rodríguez
(Bogotá-Colombia, 1981)
Me despojo de mi nombre,
dejo el alma en un vasito,
despedazo el amuleto,
reto al insomnio,
salgo al balcón a dejar que la noche me encandile,
de paso, arrojo cada memoria
-hasta la más infame de las memorias-
Me entrego al ruido
mientras descuelgo los años
que puse a secar ayer,
me deslizo hacia adentro de la casa,
finjo que soy yo, de nuevo.
Habrá que ver si mañana
el amuleto se recompone,
mi nombre se despoja del tuyo
en lo que quedó del insomnio
cuando fingiste dormir.
Habrá que ver si mañana
puedo vestirme con años limpios,
Si mi alma sigue intacta en el vasito,
si sobrevivieron las memorias
-hasta la más infame de las memorias-
Patricia Iriarte
(Barranquilla-Colombia)
El mismo río
Aguas arriba
la vida profanada se descuaja en sangre.
Vegetal y humana sangre
de las tierras arrasadas.
El plasma se ha mezclado con el río
y los niños se bañan en ese flujo atroz.
Las mujeres bajan con la ropa sucia
para lavarla en la corriente
sin imaginar
cuánta culpa pondrá ella
sobre la piel de los suyos.
Las niñas llevan a casa el agua cruda
para cocinar el alimento
y es así como el pescado
acaba hirviendo en sangre,
sedimento y vergüenza.
La lluvia cree limpiarlo todo
pero en realidad, todo lo ignora,
en su infinita inocencia.
María Jaramillo
(Quindío-Colombia, 1969)
Diccionario
Cuánto miren los ojos creado sea.
Vicente Huidobro
La duda es relámpago de sombra
La ira, espasmo de agua.
La tristeza, carne desnuda.
La alegría es un pensamiento de aire.
El deseo, temblor monstruoso.
La avaricia, exceso de soledad.
La gula es una gota solitaria.
La frustración, cólera de dios.
El perdón, lluvia materna.
El miedo
es un tajo de placer
negro.
¿Y el amor?
Sobre la piel
lo escribo.
Angélica María Sierra Franco
(Córdova y Sucre-Colombia, 1987)
Hacer el poema
es como tocar un cuerpo
Frotar la piel
hasta encender el ritmo
y oler las cenizas
de lo que se extingue
Hurgar
desencostrar de las paredes
el silencio
que se oculta en el grito
Escribir
cosiéndonos con los dedos
las palabras que nos nombran.
Romina Funes
(Buenos Aires-Argentina, 1981)
Llegará el orfebre
esto supone inmovilidad
y un instrumento frío para los cortes
(he pensado)
mis garras flacas cuelgan instantes en el ripio
hay truenos rancios en el maizal
y una frase única para las urbes adiestradas.
Tania Carrera
(México, 1988)
En las rocas
¿Tú crees que no me basta con tenerme?
Te vas a incomodar cuando te diga
que a veces estoy sola y muy cansada
y acudo a la fantasía de haber nacido muda, tibia:
deshabitarme.
Sale de sí. Se contradice.
Sin saberlo se pierde buscando
qué pedir, qué comer, qué vestir:
cómo entrar:
cómo ganar:
cómo ganar siempre.
¿Tú crees que a mí me basta contenerme?