Por Ronel González Sánchez*
Selección de Víctor Rodríguez Núñez
Crédito de la foto www.trabajadores.cu
11 poemas de Consejos de Guerra (inédito), de Ronel González Sánchez
Tres guerras
El mayor general entra al combate. Son más de treinta años contra cepos y alfanjes. Más de tres décadas observando caer/ uno tras otro/ múltiples Céspedes/ infinitos Martí/ titánicos Maceos.
La manigua de zarzas/ mendrugos y cadáveres murmura un cese al fuego que repiten los montes y abrazan los bejucos.
La manigua espejeante se dilata en la noche vísperas de un tenaz alumbramiento
pero las sombras reptan sobre los ciegos pozos y enmascaran el vórtice
los sudarios doblados en sepulcros vacíos.
El mayor general entra al combate cuando la oscuridad va cerrando las puertas/ embarrota las manos/ claustrifica la sangre en la hora nona de la palma en vilo hundiéndose en el fondo de la sierra/ en el minuto de arrebatar las llaves al celador de aldeas lóbregas que le niegan la entrada.
Son más de treinta años contra alfanjes y cepos rotos a machetazos. Tendrá que oírse durante mucho tiempo el galope de la caballería que arrastra los despojos del héroe en torno a las murallas.
La madrugada invicta deberá ser pospuesta hasta que la palabra Demajagua vuelva a pronunciarse con júbilo junto al Contramaestre y desande/ otra vez/ el firme de las lomas.
El eco quedará suspendido en el aire de los cañaverales neblinosos sobre el mango de las siete doncellas condenadas que cederá su sitio al nuevo árbol.
10106: Puente a la altura de los ojos
Vetusto puente de Bailén/ con arcos triples de cantería/ puente de Romero Robledo/ afecto del capitán general Weyler/ con pertinaces puntales y vigas metálicas/ paso entablado doble y adoquines/
proyectado en Amberes por Baume Marpent S.A. / rebautizado de Calixto García después del trote mustio del Ejército Libertador capitaneado por el general Pedro Betancourt.
Corroído puente de Tirry sobre el San Juan en degeneración/ propiedad de José Jacinto Milanés/ poeta divorciado de su sombra y dialogante con estatuas como Hölderlin/ de codos sobre los malheridos barandales.
Puente de Leymen Pérez/ ontólogo de ruinas y corrientes que de vez en vez exhiben sus tentáculos/ para que la fractura atroz de la belleza infiltre una ventana con rostros en declive.
¿Cómo te las arreglas para devenir en amurallada trabazón de voces y de imágenes en que nadie repara/ ni aun cuando te estremeces bajo los pies reptantes/ a la intemperie de todas las renuncias?
¿Cómo has podido perpetuarte en la desarmonía/ sin dudas más notoria según la sal desciende y se acumula/ sobre la indumentaria del paseante
en una jurisdicción donde todo parece difuminarse en oda exhausta?
Operación de salvamento
Yo pude haber llegado a las costas de Cuba en cualquier expedición mambisa/ los días ocurren para mí en insomne acarreo de lecturas/ vaciado de palabras en cuartillas sin nervio para el brutal combate
tráfico incontenible de volúmenes en diversos formatos/ traslado de corazas y personajes bélicos para reemplazar tridentes/ horquetillas y escudos de la hosca vida literaria.
Alijos de intangible materia conforman mis letales pertrechos/ centenares de escritos insurgentes asisten para enfrentar ejércitos que adopta la desidia/ textos encapsulados/ estrofas que distinguen como retardatarias
métricas y ritmos sin fluir novedoso/ empleo tradicional de los acentos/ conservadurismo en el uso lingüístico/ son los discretos víveres que aporto a la contienda.
La creación/ patria virtual/ exige desembarcos intrépidos.
Luctuosidades
En el solar al fondo descubrí las torceduras que acarrea la muerte/ morir era un asunto de películas rusas en dos canales de tv prestada.
Lo demás quedaba para las insufribles peroratas de historia/ donde prácticamente solo/ el héroe trasponía un prado y quedaba tendido entre las piedras.
En cuestiones mortuorias el siglo XX iba más lejos de lo que ofrecía la televisión rusa/ pero frente al solar yo imaginaba cien años de correrías mambisas en las que se podía morir de inanición/ atravesando neciamente un potrero o en una recia carga.
Quedar sin vida en la carga al machete debía ser una de las salidas más ilustres si no hubiera adoptado los códigos de grescas pasionales/ como vieron mis ojos/ en las que la víctima no sería el héroe sino el mandón del barrio y su asesino no un soldado de azul oculto en la manigua sino el chulo insolente del suburbio.
En el solar al fondo comprendí las distorsiones que factura la muerte.
El seudohéroe traspuso con necedad el prado/ sus impulsos más próximos al albedrío Western que a la tv rusa y quedó tendido sobre las anodinas piedras del solar.
No precisamente en una carga.
La misma soledad VII
Poco después del mediodía se dispone el combate.
El hombre dice/ previamente/ frases que gravitarán como satélites sobre generaciones. Frases que/ por estremecedoras/ serán cortantes y últimas.
Luego partirá al galope hacia un muro de pólvora sobre el que estrellará versos y actos. En el postrer recodo de su marcha su silueta irá entrando en alud de tinieblas.
Poco después del mediodía/ otro poeta pronunciará un discurso al pie del obelisco donde el hombre/ según testigos oculares/ quedó tendido al sol hasta que el enemigo se disputó su cuerpo.
Explicará/ magistralmente/ que en el postrer recodo de su marcha su silueta evadió un alud de tinieblas y/ con las últimas palabras/ cerrará los ojos.
A un palmo detrás del obelisco/ lo observará el cuerpo del héroe sumergido en las sombras/ y permanecerá quieto
hasta que la visión se desvanezca.
Las fundaciones
¿Crear cadenas de clubes/ asociaciones clandestinas/ congresos de patriotas/ círculos de emigrados o fundar un partido?
Volver sobre preceptos del Derecho Romano. Estudiar a fondo conducta de gibelinos y güelfos durante la Edad Media. Burlar espías españoles y de la fronda whitmaniana.
Fundar/ en el ejercicio franco y cordial de las capacidades legítimas del hombre/ un pueblo nuevo y de sincera democracia/ capaz de vencer/ por el orden del trabajo real y el equilibrio de las fuerzas sociales/ los peligros de la libertad repentina en una sociedad compuesta para la esclavitud.
Crear un instrumento que permita juntar necesarios recursos para alcanzar la independencia.
Hoy/ si no logramos un partido/ una facción política de público interés/ no se organizará la guerra para el decoro y bien de los cubanos/ que entregue al fin la patria libre.
Valen muy poco los preceptos del Derecho Romano. Güelfos y gibelinos son cuestión abolida.
Sin un partido/ Manuel/ hermano mío/ el fracaso es tan solo mera cuestión de tiempo.
Gastronomía mambisa
Mi hija recientemente descubrió la fórmula del matajíbaro. Es muy sabroso —dice— y me pide papel blanco para aplastar los plátanos que ha de rellenar con empellas de puerco.
Le explico que/ junto a la canchánchara: miel/ aguardiente y agua/ frecuentaba la manigua insurrecta.
—Comían bien tus mambises —dice y entra en el humo/ sin observar mi rostro con el ceño fruncido y mi habitual silencio ante lo que no tengo respuesta convincente.
Reciedumbres análogas
El bisabuelo mambí tenía la llaga del fracaso
arrastraba una pierna mientras mudaba al buey en su fracción de monte/ la maleza había fracasado con él en la Guerra Chiquita
árboles quemados y bejucos le obstruían el paso/ árboles de un retazo de selva que jamás alzó el vuelo.
Estatuas de verdores decrépitos el resto de los montes/ barridos por la lluvia y el polvo crecían a un palmo de distancia/ escuchar el clamor de los machetes no estuvo en sus apegos
los machetes cimbraban y vertían en la yerba la hez de la barbarie.
¿De dónde procede la noción del árbol que impide ver el bosque?
¿Qué relación existe entre un árbol sinuoso y un anciano renqueante?
¿Tiene sentido ubicar el fracaso entre dos circunstancias inconexas?
¿A qué se debe semejante paralelismo impúdico?
El bisabuelo exhibía con rubor la llaga del fracaso/ los montes lo sentían regresar/ fardo de leña al hombro
y se quedaban quietos.
Martí y la paradoja I
El hombre enfermo y solo va a la carga. Siente que por momentos la espesura del bosque lo incrimina y escamotea el índice.
Los riachos desertan. Zarzales y bejucos interrumpen el paso. El degollado y la caraira principian el desmonte.
Este no es tu lugar. Eres la efigie en ascuas de conatos civiles. Pese a tus invectivas no serás presidente mientras respire otro.
Tácticas y certezas crepitan en la alforja/ de la montura cuelga una tea de cuaba.
Solo falta que el choncholí delate un garbo insólito detrás de los arbustos/ que la andanada desgarre no solo un tronco seco más allá de la fronda.
El hombre enfermo y solo entrará en la maleza hasta volverse/ paradójicamente/ más visible
pero la frase y el sentido últimos que haya podido repetirse o prescribir/ bajo el sol demencial y el viento prófugo/ nadie podrá desentrañarlos nunca.
Terruño del mambí
Si la poesía tiende a penetrar en el misterio/ con el consabido peligro de caer en lo ilógico/ James J. O ‘Kelly es cuerpo de un poema.
Ingresar en lo incierto para burlar huestes en pugna/ develar el dónde y los porqués del fehaciente exterminio silenciado por otros/ desentrañar las palabras movedizas de inexplorados métodos
recuperar y ser partícipe de la verdad que emerge de la belleza atroz en marcha indócil/ son círculos de riesgo sobre los que se explaya el enrarecimiento de la realidad desagregante designada Poema y la lupa irlandesa del osado reporter.
Si la poesía tiende hacia y es el misterio en despliegue incesante/ el dublinés O ‘Kelly/ observa fijo desde la página de cualquier analecta/ exótica interrogación que aún se interrumpe.
The Big Big Fire
Subimos y bajamos escalones con el deseo en ristre/ ella cantaba en sol La Bayamesa y yo invocaba el desenfreno de la tea incendiaria/ aunque en ningún dintel permanecían indicios de flamas semejantes.
Con minuciosidad de aeda épico desplegué mi bandera para fijar su cuerpo sobre anodinos tálamos y vertí miel y alcohol/ la bebida infidente/ en su relieve montaraz de archipiélago demasiado apacible.
En horas de demenciales cargas al machete sin pesadumbre por nuestra impedimenta subsumida en laboreos ajenos al heroico transcurso/ entonamos himnos y deletreamos carnales epopeyas
clandestinamente/ antes de que una marejada de ceniza recubriera las míticas techumbres.
Desde puntos cardinales opuestos
cuando intentamos rescatar la ciudad con sus lucernas altas ante el río espasmódico/ ya la conflagración de ciscos epicúreos se había alejado con soberbia de ígneas encrucijadas.
A solas/ con la mirada en deserción de bóvedas y quicios donde jamás se aposentaron llamas/ no volvimos a invocar la dramática hoguera/ y fue como si la manigua se reintegrara a trancos a una región carbonizada del espíritu.
*(San Pedro de Cacocum-Cuba, 1971). Poeta, ensayista y escritor para niños. Obtuvo el Premio por la Cultura Nacional (2001), Premio Navarro Luna (2020) e Hijo Ilustre de Cacocum (2019). Ha publicado en poesía Desterrado de asombros (1997), Zona franca (1998), Consumación de la utopía (1999; 2005), La furiosa eternidad (2000), Teoría del fulgor accesorio (2016), Nada es real salvo la noche (2020), entre otros; en ensayo La sucesión sumergida: Estudio de la creación en décimas de José Lezama Lima (2006), Alegoría y transfiguración: La décima en Orígenes (2007) y Temida polisemia: Estudio de la obra del poeta cubano Delfín Prats Pupo (2014; 2016); las selecciones Árbol de la esperanza: Antología de décimas hispanoamericanas (2008) y Erase un elefante bocarriba: Racimo de décimas humorísticas cubanas (2017); y en literatura infantil Relatos turulatos (2015), Las diabluras de Elegguá (2015), El secreto alboroto de los bichos (2016) y Una pizca de amor (2018).